Carlota, la rebelde
Fecha:
11/12/2005
Fuente:
Periódico Granma
La quinta década del siglo XIX se caracterizó por las sucesivas rebeliones de esclavos africanos y criollos, sobre todo en la gran llanura La Habana-Matanzas, emporio de la oligarquía negrera, dada la riqueza de sus tierras y profusión de la industria azucarera.
Infame, por su crueldad, resultó la represión, y se recuerda especialmente la llamada Conspiración de La Escalera y su impresionante secuela de torturas, crímenes y fusilamientos ordenados por el general O`Donnell, entre ellos el del gran poeta mulato Gabriel de la Concepción Valdés (Plácido) y un grupo de hombres pertenecientes a la incipiente burguesía de color, y millares de negros y mulatos libres o esclavos. Fue tan largo y escalofriante ese proceso, que 1844 ha llegado a nuestros días con el apelativo de "El año del cuero".
La historiografía tradicional cubana nunca abordó el impetuoso comienzo de rebeldía esclava de esa etapa histórica. Pero ese silencio —u olvido ex profeso en no pocos casos— ha dejado de ser en estos tiempos de Revolución. Entre los hitos reivindicados se halla la rebelión del ingenio Triunvirato, en Matanzas, y más específicamente la dimensión heroica de Carlota, la esclava libertaria.
La rebelión que encabezaran Carlota y un grupo de esclavos rebeldes tuvo repercusión internacional. A pocos días de iniciada la rebelión, apareció en el puerto de La Habana una corbeta de la marina de guerra de los Estados Unidos, la Vandalia, al mando del contraalmirante Chauncey, portador de "un oficio" del Encargado de Negocios de España en Washington en el cual "participaba" —voces de la época— al Capitán General O'Donnell que podía contar con la ayuda del Gobierno de los Estados Unidos para aplastar la rebelión de los "afrocubanos", documento que el comandante Chauncey, acompañado de un tal Mister Campbell, cónsul norteamericano en La Habana, entregó en ceremonia oficial, con todo el rigor diplomático, al propio gobernador colonial.
Este apoyo estimuló aún más la represión de las autoridades españolas en Matanzas, desde el Gobernador, y los capitanes pedáneos, hasta los esclavistas, dueños de fincas e ingenios, y mayorales simples, contra los esclavos participantes en la gesta de Triunvirato. Finalmente Carlota fue descuartizada. Pero su acción fue una epopeya.
Este fue el comienzo: los tambores "hablaron" en el ingenio Triunvirato en los meses de julio a agosto de 1843. Había dos africanos en contacto. Eran lucumíes: Evaristo y Fermina, del ingenio Acana. Ellos se dedicaron a hacer campaña entre los esclavos para poner fin a la brutalidad de aquel sistema. Lograban comunicarse por los tambores que interpretaban con elocuencia. El 5 de noviembre de 1843 se rebelaron los esclavos de Triunvirato. Hubo una causa militar, de la cual se extrae que la Comisión Militar de Matanzas había descubierto una vasta conspiración en los mencionados ingenios.
Además de Fermina, otras mujeres participaban con energía en el movimiento antiesclavista, al igual que sus compañeros. En primera línea estaba una mujer de dotes militares y audacia extraordinaria: se llamaba Carlota, de origen lucumí, perteneciente al ingenio Triunvirato. También, con ella se involucraron en la rebelión Eduardo, fula; Carmita y Juliana, criollas; Filomena, gangá, del ingenio Acana, y Lucía, lucumí, del ingenio Concepción. Todos en Matanzas.
Para los blancos esclavistas lo escuchado podía pasar solo como un toque de tambor desde un barracón de los negros llamando a los ancestros. Pero lo cierto fue que a las ocho de la noche del domingo 5 de noviembre, Eduardo, intérprete de la voz del atabal avisaba a todos, y Carlota, Narciso y Felipe, más el gangá Manuel, ya tenían, como el "vocero", bien templados sus machetes de trabajo. A esa hora el objetivo no era el cañaveral sino el brutal administrador del ingenio, sus mayorales y lacayos. Fueron ellos quienes primero sintieron el filo de los aceros y abatidos, les arrebataron las pistolas y escopetas, así como las armas semejantes de otros individuos blancos que las abandonaban a toda carrera.
Los partes oficiales de la Comisión Militar un tanto parcos en estos casos, dan cuenta para la historia de que los negros "incendiaron la casa de vivienda, parte del ingenio y los bohíos del batey".
Aquella Fermina, del ingenio Acana, quien participara en una rebelión el 2 de agosto, había sido encerrada con grillos de los cuales la liberaron sus hermanos el 3 de noviembre. Carlota y sus capitanes, de acuerdo con su plan, ya acordado en secreto, se habían dirigido de Triunvirato al Acana para liberar a los esclavos.
Nadie debe imaginar, porque sería iluso, que Carlota anduviera con cartuchera terciada al pecho, y calzada con botas. Iba descalza, con su vestido de esquifación raído. Los éxitos de Triunvirato y Acana debieron estimular a los esclavos rebeldes que luchaban por la libertad y prosiguieron con sus ataques sorpresivos en la zona. Libertaron a los esclavos de los partidos de Santa Ana, Guanábana, Sabanilla del Encomendador, pertenecientes a los ingenios Concepción, San Lorenzo, San Miguel, San Rafael, y de cafetales y fincas ganaderas del entorno. Pero ya las poderosas tropas del Gobernador seguían a la lucumí Carlota, al fula Eduardo y sus demás compañeros, y en un combate tan desigual como encarnizado —es de suponer por la diferencia de fuerza, calidad y cantidad del armamento enemigo— fue apresada Carlota, a quien viva la ataron a caballos que tiraron en sentido contrario hasta descuartizar su cuerpo.
Según se consigna en los anales, Blas Cuesta, administrador y codueño de la finca San Rafael, apeló con ruegos tenaces al Gobernador de Matanzas, que acababa de llegar a su propiedad, para que no siguieran masacrando más negros inermes. Algunos esclavos que se tomaron la libertad llegaron hasta la Ciénaga de Zapata y continuaron luchando en el Gran Palenque de las Cuevas del Cabildo.
Fermina fue fusilada con cuatro lucumíes y tres gangas, en marzo de 1844.
Esta no fue ni la única ni la primera conspiración o rebelión de esclavos. Habría que recordar a José Antonio Aponte en 1812. Y mucho antes a la protesta empecinada y victoriosa de los esclavos mineros del Rey, en el Cobre (1677), hasta tener que reconocer de jure su libertad en 1801.
La lucha libertaria de Carlota, por su vigor y valentía, forma parte del patrimonio cubano de rebeldía contra la opresión. De ahí que su nombre haya sido enarbolado como símbolo de la operación que dio inicio a la Misión Militar cubana en Angola hace treinta años. Fue como si los huesos y la sangre de Carlota y sus compañeros de sublevación se juntasen nuevamente para servir a la liberación de los descendientes de aquellos africanos que contribuyeron a la fragua de la nación cubana.
Infame, por su crueldad, resultó la represión, y se recuerda especialmente la llamada Conspiración de La Escalera y su impresionante secuela de torturas, crímenes y fusilamientos ordenados por el general O`Donnell, entre ellos el del gran poeta mulato Gabriel de la Concepción Valdés (Plácido) y un grupo de hombres pertenecientes a la incipiente burguesía de color, y millares de negros y mulatos libres o esclavos. Fue tan largo y escalofriante ese proceso, que 1844 ha llegado a nuestros días con el apelativo de "El año del cuero".
La historiografía tradicional cubana nunca abordó el impetuoso comienzo de rebeldía esclava de esa etapa histórica. Pero ese silencio —u olvido ex profeso en no pocos casos— ha dejado de ser en estos tiempos de Revolución. Entre los hitos reivindicados se halla la rebelión del ingenio Triunvirato, en Matanzas, y más específicamente la dimensión heroica de Carlota, la esclava libertaria.
La rebelión que encabezaran Carlota y un grupo de esclavos rebeldes tuvo repercusión internacional. A pocos días de iniciada la rebelión, apareció en el puerto de La Habana una corbeta de la marina de guerra de los Estados Unidos, la Vandalia, al mando del contraalmirante Chauncey, portador de "un oficio" del Encargado de Negocios de España en Washington en el cual "participaba" —voces de la época— al Capitán General O'Donnell que podía contar con la ayuda del Gobierno de los Estados Unidos para aplastar la rebelión de los "afrocubanos", documento que el comandante Chauncey, acompañado de un tal Mister Campbell, cónsul norteamericano en La Habana, entregó en ceremonia oficial, con todo el rigor diplomático, al propio gobernador colonial.
Este apoyo estimuló aún más la represión de las autoridades españolas en Matanzas, desde el Gobernador, y los capitanes pedáneos, hasta los esclavistas, dueños de fincas e ingenios, y mayorales simples, contra los esclavos participantes en la gesta de Triunvirato. Finalmente Carlota fue descuartizada. Pero su acción fue una epopeya.
Este fue el comienzo: los tambores "hablaron" en el ingenio Triunvirato en los meses de julio a agosto de 1843. Había dos africanos en contacto. Eran lucumíes: Evaristo y Fermina, del ingenio Acana. Ellos se dedicaron a hacer campaña entre los esclavos para poner fin a la brutalidad de aquel sistema. Lograban comunicarse por los tambores que interpretaban con elocuencia. El 5 de noviembre de 1843 se rebelaron los esclavos de Triunvirato. Hubo una causa militar, de la cual se extrae que la Comisión Militar de Matanzas había descubierto una vasta conspiración en los mencionados ingenios.
Además de Fermina, otras mujeres participaban con energía en el movimiento antiesclavista, al igual que sus compañeros. En primera línea estaba una mujer de dotes militares y audacia extraordinaria: se llamaba Carlota, de origen lucumí, perteneciente al ingenio Triunvirato. También, con ella se involucraron en la rebelión Eduardo, fula; Carmita y Juliana, criollas; Filomena, gangá, del ingenio Acana, y Lucía, lucumí, del ingenio Concepción. Todos en Matanzas.
Para los blancos esclavistas lo escuchado podía pasar solo como un toque de tambor desde un barracón de los negros llamando a los ancestros. Pero lo cierto fue que a las ocho de la noche del domingo 5 de noviembre, Eduardo, intérprete de la voz del atabal avisaba a todos, y Carlota, Narciso y Felipe, más el gangá Manuel, ya tenían, como el "vocero", bien templados sus machetes de trabajo. A esa hora el objetivo no era el cañaveral sino el brutal administrador del ingenio, sus mayorales y lacayos. Fueron ellos quienes primero sintieron el filo de los aceros y abatidos, les arrebataron las pistolas y escopetas, así como las armas semejantes de otros individuos blancos que las abandonaban a toda carrera.
Los partes oficiales de la Comisión Militar un tanto parcos en estos casos, dan cuenta para la historia de que los negros "incendiaron la casa de vivienda, parte del ingenio y los bohíos del batey".
Aquella Fermina, del ingenio Acana, quien participara en una rebelión el 2 de agosto, había sido encerrada con grillos de los cuales la liberaron sus hermanos el 3 de noviembre. Carlota y sus capitanes, de acuerdo con su plan, ya acordado en secreto, se habían dirigido de Triunvirato al Acana para liberar a los esclavos.
Nadie debe imaginar, porque sería iluso, que Carlota anduviera con cartuchera terciada al pecho, y calzada con botas. Iba descalza, con su vestido de esquifación raído. Los éxitos de Triunvirato y Acana debieron estimular a los esclavos rebeldes que luchaban por la libertad y prosiguieron con sus ataques sorpresivos en la zona. Libertaron a los esclavos de los partidos de Santa Ana, Guanábana, Sabanilla del Encomendador, pertenecientes a los ingenios Concepción, San Lorenzo, San Miguel, San Rafael, y de cafetales y fincas ganaderas del entorno. Pero ya las poderosas tropas del Gobernador seguían a la lucumí Carlota, al fula Eduardo y sus demás compañeros, y en un combate tan desigual como encarnizado —es de suponer por la diferencia de fuerza, calidad y cantidad del armamento enemigo— fue apresada Carlota, a quien viva la ataron a caballos que tiraron en sentido contrario hasta descuartizar su cuerpo.
Según se consigna en los anales, Blas Cuesta, administrador y codueño de la finca San Rafael, apeló con ruegos tenaces al Gobernador de Matanzas, que acababa de llegar a su propiedad, para que no siguieran masacrando más negros inermes. Algunos esclavos que se tomaron la libertad llegaron hasta la Ciénaga de Zapata y continuaron luchando en el Gran Palenque de las Cuevas del Cabildo.
Fermina fue fusilada con cuatro lucumíes y tres gangas, en marzo de 1844.
Esta no fue ni la única ni la primera conspiración o rebelión de esclavos. Habría que recordar a José Antonio Aponte en 1812. Y mucho antes a la protesta empecinada y victoriosa de los esclavos mineros del Rey, en el Cobre (1677), hasta tener que reconocer de jure su libertad en 1801.
La lucha libertaria de Carlota, por su vigor y valentía, forma parte del patrimonio cubano de rebeldía contra la opresión. De ahí que su nombre haya sido enarbolado como símbolo de la operación que dio inicio a la Misión Militar cubana en Angola hace treinta años. Fue como si los huesos y la sangre de Carlota y sus compañeros de sublevación se juntasen nuevamente para servir a la liberación de los descendientes de aquellos africanos que contribuyeron a la fragua de la nación cubana.