La doble traición de la Philips
Estados Unidos es el mayor propietario de patentes en el mundo. Ha robado cerebros de todos los países, desarrollados o en desarrollo, que realizan investigaciones en numerosas esferas, desde la producción de armas de exterminio masivo hasta las de medicamentos y equipos médicos. Por ello el bloqueo económico y tecnológico no es algo que sirva solo de pretexto para culpar al imperio por las dificultades propias.
La salud pública es uno de los campos en que nuestro país avanzó más, a pesar de que Estados Unidos sustrajo casi el 50 por ciento de los médicos graduados en la única universidad de Cuba, que ascendían a más de 5 000, muchos de los cuales carecían de empleo.
En esa área se escribió una de las más hermosas páginas de cooperación internacional de la Revolución Cubana, iniciada con el grupo de médicos que se envió a la recién independizada Argelia, hace casi medio siglo. Aquella política no cesó, y en ese campo tan humano nuestro país goza de reconocimiento universal.
Nadie suponga que fue tarea fácil. Estados Unidos hizo lo posible por evitarlo. Durante el tiempo transcurrido realizó el máximo esfuerzo por sabotearla. Aplicó contra Cuba todas las variantes posibles de su criminal bloqueo económico que, más adelante, en virtud de la Ley Helms Burton, adquirió carácter extraterritorial durante la administración de Bill Clinton.
Cuando el campo socialista se derrumbó, y meses después su principal baluarte, la Unión Soviética, se desintegra, Cuba decidió seguir luchando. Ya entonces nuestro pueblo había adquirido un alto nivel de conciencia y cultura política.
En 1992, Hugo Chávez dirige el levantamiento militar contra el gobierno oligárquico burgués del pacto de Punto Fijo, que durante más de tres décadas había saqueado a la patria de Bolívar. Sufre prisión como nosotros. Visita a Cuba en 1994 y años después, con pleno apoyo de su pueblo, alcanza la presidencia e inicia la Revolución Bolivariana.
El pueblo de Venezuela, igual que el de Cuba, tuvo que enfrentar pronto la hostilidad de Estados Unidos, que programó el golpe de Estado fascista del 2002, derrotado por el pueblo y los militares revolucionarios. Meses después sobrevino el golpe petrolero, que fue el momento más difícil, en el cual brillaron de nuevo el líder, el pueblo y los militares venezolanos. Chávez y Venezuela nos brindaron toda la solidaridad en pleno Período Especial, y nosotros les brindamos la nuestra.
Ya entonces nuestro país contaba con no menos de 60 mil médicos especializados, más de 150 mil maestros experimentados y un pueblo que había escrito brillantes páginas internacionalistas. Después del golpe petrolero comenzó el río de nuestros colaboradores para los programas de educación y salud, y cooperaron con la Revolución Bolivariana en uno de los más profundos y rápidos programas sociales que se haya llevado a cabo en algún país del Tercer Mundo.
Cito estos antecedentes porque son indispensables para enjuiciar la perfidia del imperialismo, y comprender el tema que abordo hoy: la claudicación y la traición a Cuba y Venezuela de quien fuera una conocida y relativamente prestigiosa multinacional europea: la transnacional holandesa Philips, especializada en la fabricación de equipos médicos.
Sobre el tema escribí una Reflexión hace dos años, el 14 de julio de 2007, pero no quise mencionar su nombre. Tenía todavía esperanza de que rectificara.
Habíamos cooperado con el pueblo de Venezuela para crear uno de los mejores sistemas de salud. Allí han prestado sus servicios decenas de miles de médicos especializados y otros profesionales cubanos de la salud. El presidente Hugo Chávez, satisfecho con el trabajo de los primeros contingentes que viajaron a Venezuela para laborar en Barrio Adentro --un programa destinado a llevar los servicios de salud a las zonas urbanas y agrícolas más pobres del país--, en una de sus visitas a Cuba nos solicitó la creación de un programa que pudiera beneficiar a todos los sectores de la población venezolana de clase pobre, media o rica. Surgieron así los Centros Diagnósticos de Alta Tecnología; estos complementarían la tarea de los 600 Centros de Diagnóstico Integral que, como policlínicos de amplios servicios, con sus laboratorios y equipos, apoyarían a los consultorios de Barrio Adentro. Un número elevado de centros de rehabilitación asumirían la humana tarea de enfrentar cualquier tipo de incapacidad física o motora.
En virtud de esa solicitud del Presidente, adquirimos los equipos pertinentes para 27 Centros Diagnósticos de Alta Tecnología, distribuidos en los 24 Estados venezolanos, tres de los cuales por su elevada población llevan dos de ellos.
Es norma nuestra contratar siempre el equipamiento médico con las firmas más prestigiosas y avanzadas a nivel mundial. Procuramos incluso que en los suministros de los equipos más complejos participen por lo menos dos de las firmas más especializadas.
De este modo, los equipos más sofisticados y costosos de imagenología, como el Tomógrafo Computarizado Multicorte, la Resonancia Nuclear Magnética, el Ultrasonido Diagnóstico y otros similares fueron adquiridos a la firma alemana Siemens y a la holandesa Philips. Ninguna de las dos produce desde luego todos los equipos, pero sí algunos de los más complejos y sofisticados. Ambas debían competir en calidad y precio. Adquirimos medios diagnóstico de las dos firmas para Venezuela y para Cuba, donde desarrollábamos un plan similar de servicios médicos, que en los años de pleno Período Especial había recibido muy pocos recursos.
En más de 10 especialidades diferentes adquirimos equipos de ambas firmas para los servicios de los dos países. No señalaré los de la firma alemana Siemens, que cumplió sus compromisos. Me limitaré a Philips; esta suministró equipos para 12 especialidades en las que compartió con la otra firma los más importantes y costosos: 15 Tomógrafos de 40 cortes, 28 de Resonancia Magnética Nuclear de 0,23 tesla, 8 Mesas Telecomando para Urología, 37 Ultrasonidos Diagnósticos 3D, 2 Angiógrafos de Neurología, 2 Angiógrafos de Cardiología, 2 Polígrafos, 1 Cámara Gamma de doble cabezal, 3 Cámaras Gamma de simple cabezal, 250 Rayos X móviles, 1 200 Monitores no invasivos y 2 000 Monitores Desfibriladores.
En total 3 553 equipos con un valor de 72 millones 762 mil 694 dólares.
Personalmente participé en las negociaciones de estas compras con las dos firmas.
Los precios discutidos equipo por equipo implicaban importantes reducciones de precio, puesto que se compraban al contado y en cantidades elevadas, uniendo los destinados a Cuba y Venezuela. De otra forma no podrían adquirirse con la urgencia que se requerían, especialmente en ese país, dadas las necesidades acumuladas en los sectores más pobres de su población total, que rebasaba ya los 27 millones de personas.
Estaban destinados los más complejos a los Centros de Alta Tecnología, los menos complejos y abundantes a los Centros Diagnósticos de Barrio Adentro, aunque no eran los únicos a utilizar en esos centros. Casi todos se adquirieron a principios del 2006.
Enfermé gravemente a fines de julio de ese año. La Philips suministró piezas hasta fines del 2006. En el 2007 se detuvo totalmente: ni una sola fue suministrada.
En el mes de marzo de ese año se envió una representación cubana a Brasil, donde estaba la sede de la oficina principal de la firma Philips para América Latina que negoció con Cuba. Comenzaron a explicar sus dificultades. El gobierno de Bush les había exigido la información pormenorizada de los equipos suministrados a Cuba por la firma, alegando que algunos de ellos contenían programas y en ocasiones componentes de patente yanki, y la Philips había entregado la información solicitada acerca de los adquiridos a esa firma para Cuba y Venezuela. Nunca había surgido con ella el menor problema.
El jefe de la Philips en Brasil le dijo textualmente a la representación cubana: “Hay una intransigencia brutal del Gobierno de Estados Unidos en relación a las regulaciones de equipos y las solicitudes de permisos con respecto a Cuba.”
“Yo sé que el problema afecta el plan del Comandante. Nuestra organización está afectada y amenazada. Todas nuestras organizaciones tienen mucho miedo”. De inmediato repite: “tienen mucho miedo”.
Añadieron finalmente que ellos querían cooperar y buscarían fórmulas.
A mediados de julio de 2007, en una llamada Conferencia de la Casa Blanca sobre las Américas, Bush, la Secretaria de Estado y otros líderes del Gobierno de Estados Unidos “hablaron hasta por los codos”, según anunciaba la AP, sobre educación y salud. Parecía irreal. Prometían repartir salud por América Latina.
Pusieron énfasis en el Confort, un viejo portaaviones convertido, según él, en “el mayor barco hospital del mundo”, que visitaría por 10 días cada país de este hemisferio al Sur de Estados Unidos. Ese era su programa de salud. Lo que no dijo es que estaba saboteando en Venezuela el programa de salud más serio que se había propuesto nunca en un país del Tercer Mundo.
A pesar de la coincidencia en fecha no quise abordar directamente en ese momento el problema de la Philips. Esta había prometido en marzo resolver el problema. Tenía todavía esperanza de que rectificara.
Me limité a escribir en esa misma Reflexión: “El problema es que Estados Unidos no puede hacer lo que hace Cuba. En cambio, presiona brutalmente a firmas productoras de excelentes equipos médicos suministrados a nuestro país, para impedir que repongan determinados programas computarizados o alguna pieza de repuesto que tienen patentes de Estados Unidos. Puedo citar casos concretos y el nombre de las firmas. Es repugnante…”
A pesar de la solemne promesa de la Philips a Cuba, transcurrió el resto del año 2007, los 12 meses del 2008 y casi la mitad del 2009 sin que una sola pieza de los equipos llegara de esa firma.
En junio de 2009, después de pagar una multa de 100 mil euros al Gobierno de Barack Obama, no muy apartado de las normas de su ilustre predecesor, la Philips se dignó comunicar que pronto suministrarían las piezas de sus equipos a Cuba.
Nadie en cambio ha resarcido a los cubanos, ni a los pacientes venezolanos de nuestros médicos de Barrio Adentro y de los que acuden a los Centros Diagnóstico de Alta Tecnología, por el daño humano ocasionado.
Como es lógico, no hemos adquirido un solo equipo más de la Philips desde la última compra a principios de 2006.
Por otro lado, hemos cooperado con Venezuela en la compra de cientos de millones de dólares de equipos médicos para su red nacional de salud, en un variado surtido de equipos sofisticados de alta tecnología procedentes de otras firmas europeas con prestigio, y también japonesas. Deseaba creer que esa firma haría un esfuerzo por cumplir.
Venezuela posee así en su red hospitalaria estatal modernísimos equipos; las más ricas clínicas privadas solo podrían adquirir algunos de ellos. Todo lo demás dependerá ahora de la eficiencia que el país pueda alcanzar en sus servicios. El Presidente de Venezuela está seriamente interesado en lograr ese objetivo. Estimo que haría muy bien si mitiga el hábito venezolano de adquirir equipos médicos norteamericanos, no por su calidad, que es buena, aunque con normas menos exigentes que las de Europa, sino por la entraña de la política de ese país, capaz de bloquear el suministro de piezas como hizo con Cuba.
Desde luego que a los Centros de Diagnóstico de Venezuela, los de Alta Tecnología y otros atendidos por nuestros médicos, hemos enviado equipos de marcas reconocidas en el mundo como las mejores en su especialidad como Siemens, Carl Zeiss, Drager, SMS, Schwind, Topcon, Nihon Kohden, Olympus y otras de Europa y Japón, algunas de las cuales se fundaron hace más de 100 años.
Ahora que la Patria de Bolívar, a la que Martí pidió servir, está más amenazada que nunca por el imperialismo, la organización, el trabajo y la eficiencia de nuestro esfuerzo deben ser mayores que nunca, y no solo en el sector de la salud, sino también en todos los campos de nuestra cooperación.
Fidel Castro Ruz
Septiembre 6 de 2009
7 y 17 p.m.