Discursos e Intervenciones

Discurso pronunciado por el Presidente de la República de Cuba, Fidel Castro Ruz, en el acto de inauguración de la Escuela Experimental «José Martí», en La Habana Vieja, el 6 de septiembre del 2002

Fecha: 

06/09/2002

Queridos profesores y alumnos de la Escuela Experimental «José Martí»;

Compatriotas:

Es criterio generalizado, suscrito incluso por los organismos internacionales relacionados con la educación, que la situación de la enseñanza secundaria básica en el mundo es un desastre. Comparto ese criterio y expondré sin vacilación alguna mis puntos de vista sobre el tema, incluida la situación de Cuba.

El sistema tradicional de enseñanza para los estudiantes de secundaria básica heredado de Occidente, concebido para élites minoritarias, no se ajusta en absoluto a la calidad y los requerimientos de una educación para la totalidad de los niños y adolescentes.

Una de las medidas que más contribuyó al éxito de la enseñanza primaria en Cuba fue que el maestro acompañara al mismo grupo de niños a los cuales instruye y educa desde primero a cuarto grado. En los grados quinto y sexto la tarea es compartida entre dos maestros, que también continúan con los alumnos hasta finalizar la primaria.

Al arribar el niño a la secundaria básica, que comprende los grados séptimo, octavo y noveno, se produce un cambio radical y abrupto en su vida. Bajo el sistema actual, que implica la atención por un profesor especializado por materia de numerosos grupos que pueden ascender a cientos de alumnos, nadie tiene responsabilidad especial; no conoce ni puede conocer al niño, su conducta general, carácter, temperamento, problemas personales, dificultades en el seno familiar, ni puede el profesor desarrollar una relación con sus padres o tutores que garantice el apoyo de éstos al trabajo de la escuela y a la educación integral del niño. El alumno pasa a manos de 11, 12 y hasta 13 distintos profesores según el grado. Durante la semana imparten clases de su asignatura a cuatro, cinco y en ocasiones hasta 10 grupos de 30 a 40 alumnos, un día cualquiera, con un promedio de doscientos a trescientos educandos, cuyos nombres difícilmente pueda conocer, por brillante y capaz que sea el profesor. Muchas veces me pregunto si un profesor en tales condiciones puede realmente leer y analizar a fondo los exámenes o los trabajos escritos con las enredadas letras de 200 o más adolescentes.

Ese método nada tiene que ver con la educación; en todo caso, se trata sólo de un método rudimentario, ineficiente y complicado de instruir. Es algo que convierte a los estudiantes en grupos de alumnos que van y vienen de un profesor a otro, sin que nadie integre sus conocimientos, su cultura y sus valores. A esa temprana edad, los alumnos se ven sometidos a tratamiento y criterios múltiples e incluso contradictorios de sus profesores. Cualesquiera que fuesen los esfuerzos de directores, guías y personal dirigente, no es la forma ideal de educar a un adolescente de 12 años de edad, que entra en una etapa decisiva e irreversible de su personalidad y de su vida.

La aplicación en la práctica de tal método está plagada de insuperables dificultades. El número de docentes se multiplica. Si alguno se enferma o por cualquier causa explicable no puede ofrecer sus clases afecta a 200 o más alumnos. Innumerables horas de clase se pierden por esta y otras causas similares.

La superespecialización de la enseñanza a tan temprana edad es absurda e innecesaria. Formar un profesor de alto nivel para cada asignatura lleva tiempo y costo incalculables, que no están al alcance de la inmensa mayoría de los pueblos del mundo. Muy poco podrá transmitir de sus profundos conocimientos en cualquier disciplina de ciencias y humanidades, a pesar del agotador y abnegado esfuerzo de ofrecer clases durante varias horas al día a numerosos colectivos. Esto supone, por otro lado, un obstáculo insalvable para disponer de tantos y tan variados profesionales. Si hay que atender a 25 mil adolescentes de secundaria en 10 asignaturas, es necesario contar con 1.000 profesores, un promedio de 100 por cada disciplina, en caso de que la frecuencia de horas de clases a la semana fuera más o menos igual. Aunque no es así exactamente tal frecuencia, las variaciones hacen más complicado el manejo del programa y la necesidad exacta de profesores por materia. En Cuba los más decisivos, los de más frecuencia semanal y los que más escasean son los de Matemática y Español, a los que se añaden los de asignaturas de tanta importancia como Historia, Física e Inglés.

Cuando los jóvenes que concluyen el bachillerato deciden ingresar en los institutos superiores de pedagogía, cada cual, como es obvio, expresa su opción. Existen asignaturas mucho más preferidas que otras. Puede haber sólo 30 de cada 1000 que opten por Matemática y Computación, 140 por Geografía, 55 por Español y Literatura, 35 por Historia y 110 por Biología. Como es lógico, a nadie se puede obligar por la fuerza a ser profesor de una u otra materia. Jamás coincidirán las opciones y los graduados con el número exacto de profesores necesarios en la gran masa que cursa la secundaria básica. Una valiosa y abnegada profesora me explicó que ella sola, durante años, tuvo que ofrecer clases de Historia Antigua a los 500 alumnos de una escuela secundaria. No había ningún otro profesor para impartir esa enseñanza.

Se produce así lo que ha sido el principal azote para ese nivel de enseñanza: la falta de profesores para muchas materias, la angustiosa búsqueda de ayuda entre los estudiantes universitarios para que ofrezcan una o varias horas semanales de clase en las asignaturas que carecen de los docentes especializados en la materia, la utilización casi permanente de los alumnos que cursan estudios en los institutos superiores docentes, las apelaciones a voluntarios entre profesionales de nivel universitario, los cambios o confecciones de horarios que se ajusten a las escaseces de profesores. Las escuelas se ven obligadas a confeccionar horarios nada óptimos para enfrentar la escasez de profesores especializados para cada materia. Es imposible instrumentar de esa forma verdaderos y eficientes programas de formación y educación en ese nivel de enseñanza tan vital para la capacidad profesional y el porvenir de los alumnos que lo cursan, y que en nuestro país alcanza casi el ciento por ciento de los adolescentes.

En el caso concreto de nuestra capital, al analizar en detalles la situación de la enseñanza secundaria, nos encontramos con que el número de aulas es bastante inferior al número de grupos de estudiantes en ese nivel, y al ser utilizadas por grupos diferentes, complica aún más los horarios de cada uno de los grados. Unos usan las aulas temprano en la mañana y otros comienzan a usarlas desde horas del mediodía. En los espacios libres, se alterna el uso de los locales para laboratorios y otros usos. El hecho real es que de las ocho horas que debe alcanzar el programa, sólo se logran seis. Otra circunstancia complica la situación en este nivel de enseñanza. Los alumnos de secundaria, al revés que la gran mayoría de los de primaria, salvo excepciones, no disponen de comedor escolar. Deben ir a sus casas o adquirir el almuerzo en algún expendio de alimentos. Los hijos de las familias más modestas, a quienes sus padres por razones de trabajo u otra causa no pueden atenderlos a esa hora, se ven obligados a usar fogones de gas o combustible líquido para calentar o confeccionar alimentos, con riesgos de accidentes. Otros van para casas de amigos cercanos. El regreso a la escuela se retarda y en muchas ocasiones no regresan a las actividades de la tarde, y el control de los alumnos se pierde en detrimento de su educación, disciplina y conducta. El número de los que no se presentan en las horas complementarias puede ascender al 30 por ciento. No suele ser así en las comunidades y ciudades pequeñas y medianas del resto del país.

Existen, por otro lado, cientos de miles de alumnos de secundaria y nivel medio superior becados en instituciones escolares de todo el país, que reciben gratuitamente todos los servicios. Las dificultades se centran fundamentalmente en la Ciudad de La Habana, y de ella partimos para enfrentar, en medio del período especial y el bloqueo, la situación de la enseñanza secundaria.

Habíamos arribado a determinadas conclusiones e iniciativas a tomar, pero antes había que someterlas a rápida pero rigurosa experimentación. Como paso inicial, solicitamos los textos de las asignaturas de los grados séptimo, octavo y noveno. Deseábamos comprobar si nosotros mismos los comprendíamos, si éramos capaces de explicarlos, a pesar de los años transcurridos desde que estudiamos y aprobamos esas materias, y de los incuestionables nuevos elementos introducidos por las ciencias pedagógicas. Eran magníficos textos, independientemente de posibles y necesarios perfeccionamientos.

En una ocasión solicité a un alto funcionario del Ministerio de Educación que me expresara con toda honestidad qué por ciento del contenido de aquellos textos se impartía a los alumnos de la capital. Y me respondió con entera franqueza: "El 45 por ciento." Otras personas con las que abordé el tema, me dijeron con claro escepticismo que, a su juicio, era no más que un tercio del texto.

Llegamos a la conclusión de que un joven recién graduado de 12 grados, que lo facultaban para ingresar a la Universidad, podía asimilar perfectamente y transmitir tales conocimientos.

Surge así la ambiciosa idea de formar profesores integrales para la enseñanza secundaria, y decidimos someterla a prueba con el apoyo de un selecto y entusiasta grupo de profesores universitarios y pedagogos de gran experiencia. La Unión de Jóvenes Comunistas y la Federación de Estudiantes de la Enseñanza Media solicitaron, a principios del verano del 2001, 100 voluntarios recién graduados de bachillerato. Fue imposible dejar de incluir varios más por su enorme insistencia. Bien impuestos de su misión, iniciaron un programa de estudio intensivo, mañana, tarde, noche y a veces hasta de madrugada, régimen de internado con seis días de clases a la semana, en locales de la Escuela de Trabajadores Sociales de Cojímar, barrio del municipio de Habana del Este, el primero de agosto del 2001. Era en período de vacaciones y el más caluroso mes del año. Tanta admiración produjo en nosotros su respuesta y decisión, que desde entonces los llamamos "Los Valientes", y así serán llamados los miles que hoy están ya siguiendo su ejemplo.

En esencia, debían actualizar e incrementar sus conocimientos hasta dominar bien el contenido de las asignaturas correspondientes a los tres años de la secundaria básica, con excepción de idioma extranjero y Educación Física, adquirir métodos y técnicas elementales sobre la transmisión de conocimientos relacionados con aquellas asignaturas, y estar listos para impartir clases a alumnos de secundaria, a la vez que continuaban sus estudios universitarios como alumnos de los institutos superiores pedagógicos.

El edificio no utilizado de un instituto preuniversitario en el campo, ubicado en las proximidades de Caimito, provincia de La Habana, fue reparado y restaurado. En diciembre del pasado año, 360 alumnos voluntarios de escuelas secundarias básicas de La Lisa, Marianao y Plaza, que cursaban séptimo, octavo y noveno grado, con previa autorización de sus padres, ingresaron en la escuela que llevaba y aún lleva con honor el nombre de «Yuri Gagarin». Fueron divididos en grupos de 15 alumnos, 8 por cada grado de secundaria. Lógicamente, la tarea más compleja para "Los Valientes" era noveno grado. Muchos la solicitaron prioritariamente. Eran dignos de admiración su entusiasmo y su espíritu.

Un "Valiente" se ocupó de cada grupo de 15 alumnos y 6 como reserva de los 24. El resto de los 89 graduados continuó estudios y adquisición de experiencia en la propia escuela «Gagarin», donde se desarrollaba el experimento, bajo la observación de todo el equipo de eminentes pedagogos que los había preparado.

Semanas después estos alumnos restantes fueron enviados a varias escuelas secundarias de los municipios de Marianao, La Lisa y Plaza en las cuales se hicieron cargo de grupos de 15 alumnos de séptimo, octavo y noveno grado que cursaban estudios bajo el sistema tradicional de profesores especializados por materia. En cada caso, se mantenía contacto sistemático con los padres de los alumnos que participaban en la experiencia. Los cambios de los estudiantes eran visibles, en el incremento de su interés por el estudio, su aplicación y los resultados académicos ampliamente por encima de la media nacional, y grande la satisfacción del núcleo familiar de los alumnos.

El 98,2 por ciento de los estudiantes de la escuela «Gagarin» aprobaron el curso con satisfactorias notas, destacándose precisamente el noveno grado, donde promovieron el ciento por ciento. Ello demostró que la formación de un profesor integral de secundaria básica era posible. Cada año que transcurra, cada uno de esos jóvenes, simultaneando su tarea diaria con estudios pedagógicos superiores, sumados a la práctica constante, alcanzarán elevados niveles profesionales, lo que constituye a nuestro juicio la única solución al grave déficit de personal docente en esa enseñanza.

En la nueva concepción, cada profesor integral educará a sólo 15 adolescentes y transitará con sus alumnos del séptimo al noveno grado; será el amigo, el consejero y el guía de cada uno de ellos; mantendrá estrecho y sistemático contacto con sus padres, mantendrá a éstos informados y recabará la cooperación de los mismos. Los medios audiovisuales y los laboratorios de computación mejorarán la situación actual, aun cuando permanezca por algún tiempo todavía la escasez de aulas y profesores, mientras se crean nuevas instalaciones escolares y se forma el personal docente necesario para las nuevas vías.

El éxito alcanzado, y el propósito de perfeccionar la concepción, determinó la idea de convertir esta histórica escuela donde estudiaron Julio Antonio Mella y otras ilustres personalidades revolucionarias cubanas, ubicada entre los municipios de Habana Vieja y Centro Habana, dos áreas de familias humildes de la capital, en la Escuela Experimental «José Martí», donde se continuará investigando los temas y los resultados obtenidos en la escuela «Gagarin» y en secundarias de la capital.

Lo real es que aunque lo ideal serían grupos no mayores de 15, la existencia de locales mayores que pueden albergar 30 y hasta 45 alumnos y la escasez general de aulas nos obligan a buscar alternativas y experimentar con grupos de 30 y hasta 45 alumnos con dos o tres profesores, según el caso, aunque manteniendo siempre el principio de que un profesor atenderá específicamente a 15 de ellos dentro de esos grupos mayores. A esto se añade la norma de que cada profesor debe estar apto para impartir cualquier asignatura y ha de hacerlo por principio esencial integrador. Jamás se quedaría un alumno sin clase.

La Escuela Experimental «José Martí» comenzará el curso con los siguientes grupos:

6. de 15 alumnos de séptimo grado por aula, con un "Valiente" por grupo.

10. de 30 alumnos de séptimo grado por aula, con dos "Valientes" por grupo.

7. de 45 alumnos de octavo grado por aula, con tres "Valientes" por grupo.

1. de 15 alumnos de noveno grado con un "Valiente"

10 de 45 alumnos de noveno grado con 10 profesores actuales de la escuela que impartirán 4 asignaturas o más.

Es muy grato informar que el 95,9 por ciento de los profesores de secundaria básica del país que dan clases como especialistas de una asignatura se han ofrecido para impartir clases en dos o más asignaturas. Otros han planteado la disposición de impartir todas las materias, algo perfectamente posible a partir de los conocimientos, la experiencia y la elevada cultura de nuestros abnegados profesores de secundaria básica. Esto de por sí casi elimina el déficit dentro del actual sistema y mejora la situación de las escuelas secundarias.

Tomando en cuenta que uno de los problemas del sistema de enseñanza superespecializada es que los profesores, después de trabajar sucesivamente con numerosos grupos de 30 a 40 o más alumnos por grupo, suelen concluir su trabajo visiblemente agotados, el sistema que proponemos beneficiará objetivamente y liberará de una pesada carga a los actuales profesores de ese nivel, aparte de que muchos de ellos podrán pasar a la enseñanza media superior e incluso la universitaria, cuyas sedes se multiplicarán, como hemos explicado, a lo largo y ancho del país.

Esta escuela, que lleva el glorioso nombre de José Martí, cuenta ya con una ventaja adicional: el ciento por ciento de los alumnos almorzará en la propia escuela y su alimentación se corresponderá con la calidad de la que reciben las escuelas de programas especiales de intensa actividad recién creadas por la Revolución, como importante centro de experimentación.

Convencidos de la alta conveniencia de formar profesores emergentes de enseñanza secundaria a partir de la experiencia realizada, y el enorme y trastornador déficit originado por el sistema copiado de Occidente, el 9 de septiembre en horas de la noche se inaugurará el curso de la Escuela «Salvador Allende» para la formación de profesores emergentes de enseñanza secundaria, con 4.500 alumnos seleccionados entre jóvenes recién graduados de Bachiller, procedentes de todo el país, donde ingresarán cada año miles de jóvenes bachilleres para estudiar esta noble profesión, bajo el magisterio de más de 400 eminentes pedagogos que también proceden de toda Cuba.

Por otro lado, los institutos superiores pedagógicos formarán alrededor de 3 mil cada año. A pasos acelerados la enseñanza secundaria cambiará radicalmente. Si en la primaria habrá 20 alumnos por aula, en la secundaria un profesor atenderá directamente a 15 alumnos.

Sin embargo, no crecerá apenas el número total de docentes al asumir éstos casi todas las materias. Treinta mil podrían atender a más de 350 mil alumnos, incluidas las reservas. Debe tenerse en cuenta que adicionalmente, el Canal Educativo desempeña ya un papel importante y creciente en apoyo de todos los niveles de educación.

Quedarán por analizar profundamente los problemas de la enseñanza media superior. A ese nivel no parece posible prescindir de la especialización. A esa edad la personalidad y el carácter de los jóvenes están ya más formados. Pero será necesario buscar el máximo de calidad y buscar formas nuevas para que el desarrollo de la conciencia, la cultura general integral, la relación escuela-familia y la atención diferenciada de cada alumno queden garantizados.

¡Nada detendrá ya la marcha incontenible del pueblo cubano hacia una cultura general integral y el lugar cimero en la educación y la cultura entre todos los pueblos del mundo!

¡Viva el socialismo que ha hecho posible este grandioso sueño en un país del Tercer Mundo!

¡Patria o Muerte!

¡Venceremos!

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