Un viaje de buena voluntad: A 65 años de la visita de Fidel Castro a Estados Unidos (V)
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El 15 de abril de 1959, Fidel Castro inició un viaje a Estados Unidos que se prolongó hasta el 28 de abril. En esta ocasión, viajó como un ciudadano privado en respuesta a una invitación de la American Society of Newspaper Editors (Sociedad de Editores de Periódicos). Este viaje fue detalladamente documentado en el libro “Fidel por el Mundo” escrito por Luis Báez, quien fue uno de los periodistas que acompañaron al Comandante durante su recorrido por Estados Unidos, Canadá y posteriormente por América del Sur.
Al conmemorarse 65 años de este histórico viaje, Cubadebate y el Sitio Fidel Soldado de las Ideas comparten las memorias recopiladas por el autor de aquellos días:
Domingo, 19 de abril de 1959
Bajo una fina llovizna Fidel se dirige en horas de la mañana del domingo a Mount Vernon, sobre el río Potomac al sur de Washington para rendir homenaje al Padre de la Independencia norteamericana. Allí deposita una corona de flores con la siguiente inscripción: “El pueblo de Cuba a George Washington”.
Durante una hora recorre la mansión donde vivió Washington, considerada monumento histórico.
El director del complejo Charles D. Wall le confiesa a Fidel que Washington se resignó en una ocasión a la idea de que los británicos incendiarían Mount Vernon.
Fidel le comenta que si los ingleses hubiesen hecho lo mismo que los soldados de Batista, George Washington no habría tenido esta casa.
El líder revolucionario rinde homenaje a Washington, a quien califica como “un hombre de trabajo y estudio”, y dijo que le atraía la “honestidad y su sensato sistema de vida”.
En el monumento a Abraham Lincoln, Fidel se desprende de la seguridad y se mezcla con una muchedumbre de unas 500 personas, reparte apretones de manos y conversa. Los guardias tienen que formar una cadena humana para sacarlo de entre la multitud.
También coloca una corona de claveles rojos al pie de la estatua de Lincoln y luego camina hacia un lado del edificio donde permanece varios minutos leyendo el discurso de Gettysburg, grabado en las murallas de piedra.
En el vecino monumento a Thomas Jefferson sitúa una corona de claveles blancos al pie de la estatua del tercer presidente de los Estados Unidos.
Lee de nuevo las inscripciones de la muralla y señala una parte de la Declaración de Independencia, que suscribió Jefferson.
Un periodista le pregunta si estimaba que la filosofía de Jefferson apoyaba el derrocamiento de un gobierno, y responde: “La declaración de Jefferson de que las leyes debían cambiar con el progreso de la humanidad, es también un principio revolucionario que contempla el cambio progresivo de las instituciones en la medida que se modifica la mente de los hombres”.
Igualmente coloca una ofrenda floral en la tumba del Soldado Desconocido en el Cementerio Nacional de Arlington.
A las 6:00 de la tarde, Fidel acude a los estudios de televisión de la NBC como invitado del programa MeetthePress. Las pantallas registran unclose-up, a los integrantes del panel. Son rostros adustos, secos, en los que se trasluce una vaga sensación de hostilidad.
La presentación anticipa una tónica beligerante. Según el moderador Brooks, el gobierno de Cuba afronta problemas en toda la isla.
Fidel le interrumpe con serenidad.
—Quisiera decir algo. Dice usted que nuestros problemas internos y externos se han multiplicado, pero no es así. Hace solo tres meses que terminó la guerra. Si tuviésemos dificultades yo no estaría aquí.
El periodista Harvers inicia el interrogatorio. Habla agresivamente, más como fiscal que como reportero.
—Doctor Castro, un periodista norteamericano publicó un editorial que decía que el doctor Castro odia a los Estados Unidos. ¿Es eso cierto?
— ¿Cómo voy a odiar al pueblo de los Estados Unidos? No odio a nadie, inclusive a mis enemigos. Los que han sido mis más fuertes enemigos en Cuba, no los odio. Martí, nuestro Apóstol, nos enseñó a no odiar.
Otro de los periodistas se interesa en conocer los resultados favorables de la visita. Fidel le responde:
—He obtenido ventajas espirituales, puesto que deseo que el pueblo nos comprenda mejor. Era necesario hablarle a la opinión pública de los Estados Unidos y, por lo menos, decirle la manera como hicimos las cosas porque a la opinión pública le es más fácil comprendernos.
Asoma al panel una dama ya entrada en años, tocada por un inverosímil sombrerillo. Es una cara hosca, sin sonrisa. Con visible irritación, sale en defensa de Trujillo y de otros dictadores.
— ¿Qué derecho tiene usted para decirles a otros países latinoamericanos qué tipo de gobierno deben tener?
Y Fidel, imperturbable, ajeno a la aviesa intención y al tono descortés con que se le habla, responde:
— ¿Derecho? El derecho de hablar. De la misma manera que los Estados Unidos hablan de democracia yo también hablo de democracia porque creo en la democracia y considero que no es justo que algunos países tengan gobiernos tiránicos, como Santo Domingo. Eso es un ideal.
La ácida señora, como un eco de la propaganda trujillista increpa:
— ¿Y no se permite en su país conspirar contra otras repúblicas?
—Nuestras puertas están abiertas para todos los exilados políticos...
Agotado el tiempo, Fidel es interrumpido por Brooks sin que complete su pensamiento. Son las 6:30 de la tarde. El programa se escucha también en Cuba. Los cubanos recuerdan la famosa frase del histórico discurso de Columbia: “Cuando se me acabe la paciencia, buscaré más paciencia...”. Indudablemente, el panel de la NBC resulta demasiado pequeño para la estatura del invitado.
La escena en una rápida mutación se traslada para el despacho del vicepresidente norteamericano Richard Nixon en la oficina de este en el Capitolio. La entrevista se prolonga dos horas y 32 minutos.
Los detalles de la plática no se revelan. Ambos eluden hacer pronunciamientos. Es el 19 de abril de 1959.
El dibujante Juan David refleja el encuentro en una caricatura publicada en Bohemia, en que se observa a Fidel diciéndole al vicepresidente norteamericano: “¡Bueno, Mr. Nixon, empecemos por llamarle al pan, pan...!”.
Años más tarde, en entrevista con periodistas norteamericanos, Fidel reveló algunos pormenores de la conversación con Nixon.
“Fue una entrevista muy franca por mi parte, porque le expliqué cómo veíamos la situación cubana y las medidas que teníamos intención adoptar. En general, él no discutió, sino que se mostró amistoso y escuchó todo lo que tenía que decirle. Nuestra conversación se limitó a aquello. Tengo entendido que él sacó sus propias conclusiones de aquellas conversaciones. Creo que fue después de aquello cuando comenzaron los planes para la invasión”.
También, años más tarde, se conocerá el memorándum que sobre aquella conversación redactó Richard Nixon al presidente Eisenhower, donde le expresaba: “Castro es tan increíblemente ingenuo con respecto al comunismo o está bajo su disciplina. No debe considerarse, ilusoriamente, como un rebelde furibundo al estilo de Bolívar, por lo cual hay que obrar en consecuencia”.
Justo dos años más tarde, en la misma fecha, el 19 de abril de 1961, Fidel da a conocer al mundo que en menos de 72 horas el pueblo cubano ha derrotado la invasión mercenaria patrocinada por el gobierno de los Estados Unidos. Nixon es uno de los padrinos de la criatura.
Uno de los últimos actos de Fidel en la ciudad del Potomac consiste en su visita al Club Nacional de la Prensa. Aprovecha para ampliar sus opiniones del programa MeetthePress. La visita de cinco días a Washington ha concluido.
En fotos, Aquel 19 de abril de 1959