Un ataque simulado
El 23 de diciembre de 1956, tres semanas después del desembarco del yate Granma y a unos seis días de reencontrarnos unos pocos de aquellos 82 expedicionarios en la finca de Mongo Pérez, de Purial de Vicana, tuve que salir a La Habana a cumplir una misión de Fidel.
Aquella mañana, antes de iniciar viaje, él pensó en la conveniencia de hacer un simulacro. Exactamente éramos 17 expedicionarios y cuatro o cinco campesinos incorporados, como Cresencio Pérez y sus hijos Sergio e Ignacio. Guillermo García no estaba en el campamento de la finca de Mongo Pérez porque había ido a rescatar unas armas al lugar del desembarco.
Entonces se le ocurrió a Fidel hacer el simulacro y me orientó salir fuera del gran cafetal bajo el bosque y regresar diciendo que había visto un grupo de guardias meterse para el monte donde estábamos. Nosotros poníamos a un hombre a hacer guardia en una esquina del campamento que estaba más alta y me dirigí allí.
Cuando llegué el posta era el Che; y le dije: «Acaba de entrar un grupo grande de guardias al monte por allá abajo. Ve y díselo a Fidel». Entonces el Che, con su paciencia y su calma, sin manifestar alarma, empezó a preguntarme detalles, hasta que le confesé: «Che, eso no es cierto, pero Fidel quiere hacer un simulacro y es
necesario ir a decírselo sin que los compañeros lo sepan. Tú vas por un lado, yo por el otro, y los dos se lo decimos». El Che se animó.
Llegó, les dijo, después yo, y se desplegó la fuerza para tratar de hacerle una emboscada a los guardias. Está claro que no encontramos al enemigo después de barrer el cafetal en dirección donde supuestamente estaba el ejército de Batista. Pero Fidel antes de salir le dijo a dos o tres compañeros: «Ustedes cubran la retaguardia, quédense y cubran por acá».
Entre los que se quedaron estaba Camilo, y cuando regresamos el Che le preguntó: «¿Camilo, por qué te quedaste si Fidel se dirigió a otros y no a ti?». Camilo estaba cerca de esos dos compañeros y entendió que le habían planteado quedarse. Me llamó la atención la reacción de vergüenza e indignación de Camilo con él mismo, puesto que se había confundido y se estaba interpretando como que él se quedó por miedo al enemigo.
Entonces empezó a pedirle a Fidel que lo mandara a perseguir los supuestos enemigos. Y para allá se fue. A su regreso se dijo que todo era un simulacro. Fue una idea de Fidel para cohesionar la fuerza, para darle un sentido más organizado a la pequeña tropa de poco más de 20 hombres de la que nacería el Ejército Rebelde. (1)
1.- Relato narrado por el comandante Faustino Pérez al combatiente Arnold
Rodríguez. Entrevista inédita conservada en el archivo del autor. La Habana, 1984