La labor de los colaboradores cubanos de la salud en la prevención, atención y control de la Covid-19 en tierras venezolanas, ratifica compromiso y responsabilidad extrema en una situación de emergencia sanitaria mundial.
Artículos
De Puerto Padre, Las Tunas, Dixan tiene sólo 27 años de edad.
Para Dixan Negreira Ochoa, el más joven de los 11 profesionales de la salud cubana en la República de Togo para enfrentar el nuevo coronavirus, este 17 de abril quedará en su memoria para siempre, “no más de una hora con los pacientes contagiados con el SARS-CoV-2 y un poco de nervios”, bastan para que clasifique como “un primer día bastante agotador”.
La propagación del COVID-19 en el mundo, ha paralizado por completo los flujos de comercio, las rutinas laborales e incluso la formas de relacionarnos social y familiarmente. Mientras les escribo estas letras, en Honduras, se confirman 477 casos positivos para COVID-19, 46 fallecidos y 25 recuperados. Hoy se cumplen 40 días desde el primer caso detectado positivo para un país con una gran crisis en la gobernanza y gestión de la pandemia.
En entrevista exclusiva concedida al periódico Granma, el padre fundador y primer presidente de Namibia, excelencia doctor Sam Nujoma, en ocasión del aniversario 60 del partido Swapo, recordó que la relación entre nuestros dos pueblos se forjó en la lucha contra el racismo y el colonialismo.
En Nueva York, epicentro de la enfermedad en EE.UU., la doctora Melissa Barber pone hoy en práctica las lecciones que aprendió en Cuba, mientras estudiaba en la Escuela Latinoamericana de Medicina (ELAM). En el sur del Bronx, lidera a un equipo que organiza y sitúa, a disposición de esa comunidad, provisiones y recursos para enfrentar la dolencia.
Cuba llega otra vez a Italia, ahora a Turín, en la región de Piamonte. Es la segunda brigada en esa nación europea. La primera ya cura en Lombardía, el epicentro de la COVID-19 en esa nación, y como esta, otros 38 cubanos –21 médicos, 16 enfermeros y un coordinador logístico–, salvarán vidas sin pedir nada a cambio, porque la solidaridad no se cobra.
El avión despega. Nariz arriba. Retirada del tren de aterrizaje. El doctor Luis Enrique mira por la ventanilla del Airbus de Iberia en ascenso, y piensa en lo que deja atrás y en lo que tiene por delante. Abajo, las luces de La Habana en la noche del último sábado de marzo. Desde su asiento, la capital cubana se reduce a la pequeña circunsferencia por la que observa la ciudad.
En momentos tan difíciles como estos, mientras algunas super- potencias crean cercos, Cuba construye puentes y envía brigadas médicas a apoyar a las naciones que necesiten su ayuda.
En Cabaiguán, Sancti Spíritus, la familia del enfermero Lenin Oriol Martínez Calero, miembro de la brigada médica cubana que le declaró el duelo a la COVID-19 en la ciudad de Crema, Italia, confía que él retornará sano y salvo como otras tantas veces lo ha hecho.
Esta pequeña isla tan grande tuvo que enfrentar por su independencia la guerra más prolongada de todo el continente americano, en la que decenas de naciones aportaron a la justa contienda. Sobrevivió menos de la mitad de su población, pero impuesta de la herencia del valor solidaridad, ese que parece devenir en términos biológicos, del mutualismo que suelen experimentar los seres vivos.
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