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Informe del Comandante en Jefe sobre la ofensiva final de la tiranía transmitido por Radio Rebelde (primera parte)

Sierra Maestra, agosto 18,1958

Al pueblo de Cuba y a los oyentes de América Latina

Hace exactamente cuatro meses hice uso de los micrófonos de nuestra emisora rebelde para hablarle al pueblo en un instante difícil. Fue después de la Huelga del 9 de Abril. En las ciudades los ánimos estaban caídos. Para muchos los días de las fuerzas revolucionarias estaban contados y el país quedaría sumido por muchos años en una noche sin esperanza. Junto al fracaso de la huelga, el estado mayor de la tiranía emitió una serie de partes mentirosos anunciando que también en el campo militar las fuerzas rebeldes habían sido batidas. La tiranía una vez aplastada la huelga consideraba llegado el momento oportuno de lanzar todas sus fuerzas militares para destruir los núcleos rebeldes que habían mantenido enhiestos desde hacía más de un año los pendones de la rebeldía.

Respondiendo a la campaña del enemigo y expresando nuestra inquebrantable determinación de resistir dije entonces: "El pueblo de Cuba sabe que la lucha se está librando victoriosamente; el pueblo de Cuba sabe que a lo largo de 17 meses, desde nuestro desembarco con un puñado de hombres que supieron afrontar la derrota sin cejar en el patriótico empeño, la Revolución ha ido creciendo incesantemente; sabe que lo que era chispa hace apenas un año, es hoy llamarada invencible, sabe que ya no se lucha solo en la Sierra Maestra, desde Cabo Cruz hasta Santiago de Cuba, sino también en la Sierra Cristal, desde Mayarí hasta Baracoa, en la llanura del Cauto, desde Bayamo hasta Victoria de las Tunas, y en otras provincias de Cuba; pero sobre todo, sabe el pueblo de Cuba, que la voluntad y el tesón con que iniciamos esta lucha se mantiene inquebrantable, sabe que somos un ejército surgido de la nada, que la adversidad no nos desalienta, que después de cada revés la Revolución ha resurgido con más fuerza; sabe que la destrucción del destacamento expedicionario del Granma no fue el fin de la lucha sino el principio; sabe que la huelga espontánea que siguió al asesinato de nuestro compañero Frank País, no venció a la tiranía, pero señaló el camino de la huelga organizada; que sobre el montón de cadáveres con que la dictadura ahogó en sangre la última huelga no se puede mantener en el poder ningún gobierno porque los centenares de jóvenes y obreros asesinados y la represión sin precedente desatada sobre el pueblo, no debilita la Revolución sino que la hace más fuerte, más necesaria, más invencible; que la sangre derramada hace más grande el valor y la indignación, que cada compañero caído en las calles de las ciudades y en los campos de batalla despierta en sus hermanos de ideal un deseo irresistible de dar también la vida, despierta en los indolentes el deseo de combatir, despierta en los tibios el sentimiento de la patria que se desangra por su dignidad, despierta en todos los pueblos de América la simpatía y la adhesión." Y terminé aquel discurso con las siguientes palabras: "Al pueblo de Cuba la seguridad de que esta fortaleza no será jamás vencida y nuestro juramento de que la patria será libre o morirá hasta el último combatiente."

Hoy vuelvo a hablar al pueblo desde esta emisora que no dejó de salir al aire ni en los días en que los morteros y las bombas estallaban a su alrededor, no con una promesa por cumplir, sino con toda una etapa de aquella promesa cumplida.

El Ejército Rebelde, después de 76 días de incesante batallar en el frente número Uno de la Sierra Maestra, rechazó y destruyó virtualmente a la flor y nata de las fuerzas de la tiranía ocasionándole uno de los mayores desastres que pueda haber sufrido un ejército moderno, adiestrado y equipado con todos los recursos bélicos, frente a fuerzas militares no profesionales circunscriptas a un territorio rodeado de tropas enemigas, sin aviación, sin artillería y sin vías regulares de abastecimiento de armas, parque y víveres.

Se libraron más de 30 combates y seis batallas de envergadura. La ofensiva enemiga comenzó el 24 de mayo. Desde Semana Santa la tiranía había estado concentrando tropas a todo lo largo de la Sierra Maestra, que se iban acercando paulatinamente a las estribaciones de la cordillera. El mando enemigo había logrado reunir para esta ofensiva 14 batallones de infantería, y 7 compañías independientes, consistentes en las siguientes unidades: Batallón 10, comandante Nelson Carrasca Artiles, batallón 11, teniente coronel Ángel Sánchez Mosquera, batallón 12, capitán Pedraja Padrón, batallón 13, comandante Triana Tarrau, batallón 14, comandante Bernardo Guerrero Padrón, batallón 15, comandante Martínez Morejón, batallón 16, capitán Figueroa Lara, batallón 17, comandante Corzo Izaguirre, batallón 18, comandante José Quevedo Pérez, batallón 19, comandante Suárez Fowler, batallón 20, comandante Caridad Fernández, batallón 21, comandante Franco Lliteras, batallón 22, comandante Eugenio Menéndez Martínez, batallón 23, comandante Armando González Finalés, compañía 1, capitán Modesto Díaz Fernández, compañía K, comandante Roberto Triana Tarrau, compañía L, capitán Noelio Montero Díaz, segunda compañía regimiento 5, primer teniente, Miguel Pérez La llama, primera compañía regimiento 3, capitán Luis Vega Hernández, segunda compañía regimiento 3, primer teniente Adriano Coll Cabrera, compañía C de tanques, regimiento 10 de marzo, capitán Victorino Gómez Oquendo, una fuerza aérea al mando del teniente coronel, Armando Soto Rodríguez y una fuerza de la Marina de Guerra al mando del capitán J. López Campo y fuerzas de la guardia rural al mando del teniente coronel Arcadio Casillas Lumpuy.

La plana mayor enemiga estaba integrada por el teniente general Eulogio Cantillo Porra, el general de brigada Alberto del Río Chaviano, el brigadier Dámaso Sogo Hernández, el coronel José Manuel Ugalde Carrillo, el teniente coronel Merob Sosa, los comandantes Raúl Sáenz de Calahorra, Juan Arias Cruz, Bernardo Perdomo Granela, J. Ferrer Da'Silva, Timoteo Morales Villazón, Raúl Martín Trujillo, los capitanes M. Llinás- Valdés, F. Ball-Llovera, Ricardo Montero y Duque, Lorenzo Tundidor, Rodolfo Ugalde Carrillo, Julio Roldán Cid, Miguel J. López Naranjo, y los segundos tenientes Heriberto M. Ruiz Segredo, y Agustín G. Padrón y Rivero.

La estrategia de la dictadura fue concentrar el grueso de sus tropas contra el frente número Uno de la Sierra Maestra, sede de la Comandancia General y de la Emisora Rebelde. El mando rebelde, después que el enemigo hubo dispuesto sus fuerzas, y suponía divididas las nuestras, movió secretamente todas las columnas del Sur y Centro de la provincia hacia el frente número Uno. La Columna 3, al mando del comandante Juan Almeida que operaba en la zona de El Cobre, la Columna número 2, al mando del comandante Camilo Cienfuegos, que operaba en el centro de la provincia, la Columna número 4, al mando del comandante Ramiro Valdés, que operaba al este del Turquino, la Columna número 7, al mando del comandante Crescencio Pérez, que operaba en el extremo oeste de la Sierra Maestra, fueron movilizadas hacia el oeste inmediato del Pico Turquino.

Estas columnas, la Columna número 8, al mando del comandante Ernesto Guevara y la Columna número Uno, al mando de la Comandancia General formaron un frente defensivo compacto de unos 30 kilómetros de extensión cuyo eje principal era el Alto de la Cordillera Maestra.

La estrategia rebelde estaba sintetizada en las siguientes palabras de las instrucciones dirigidas por la Comandancia General a los Comandantes de Columnas en los primeros días del mes de junio, que decían textualmente entre otras cosas: "Tenemos que estar conscientes del tiempo mínimo que debemos resistir organizadamente y de cada una de las etapas sucesivas que se van a presentar. Más que en este momento estamos pensando en las semanas y meses venideros. Esta ofensiva será la más larga de todas. Después del fracaso de esta, Batista estará perdido irremisiblemente; él lo sabe y por tanto hará el máximo esfuerzo. Esta es una batalla decisiva que se está librando precisamente en el territorio más conocido por nosotros. Estamos dirigiendo todo el esfuerzo por convertir esta ofensiva en un desastre para la dictadura. Estamos tomando una serie de medidas destinadas a garantizar: Primero: la resistencia organizada. Segundo: desangrar y agotar al ejército adversario. Tercero: la conjunción de elementos y armas suficientes para lanzamos a la ofensiva, apenas ellos comiencen a flaquear. Están preparadas una por una, las etapas sucesivas de defensa. Albergamos la seguridad que haremos pagar al enemigo un precio altísimo. A estas horas es evidente que están muy retrasados en sus planes, y aunque presumimos que hay mucho que luchar, dados los esfuerzos que deben hacer para ir ganando terreno, no sabemos hasta cuándo les dure el entusiasmo. La cuestión es hacer cada vez más fuerte la resistencia y ello será así a medida que sus líneas se alarguen y nosotros vayamos replegándonos hacia los sitios más estratégicos.

Como consideramos posible que en algunos puntos ellos logren franquear la Maestra, en documento adjunto se comunican las instrucciones precisas para cada caso.

Los objetivos fundamentales de estos planes son: Primero, disponer de un territorio básico donde funcionen la organización, los hospitales, los talleres, etcétera. Segundo, mantener en el aire la Emisora Rebelde que se ha convertido en factor de primera importancia.

Tercero, ofrecer una resistencia cada vez mayor al enemigo, a medida que nos concentremos y ocupemos los puntos más estratégicos para lanzamos al contraataque.

El plan contenido en estas instrucciones se cumplió rigurosamente. La guerra de guerrillas había dejado de existir para convertirse en una guerra de posiciones y de movimientos.

Nuestros pelotones fueron situados en todas las entradas naturales de la Sierra por el Norte y por el Sur. Fue necesario cubrir con nuestras escasas fuerzas 30 kilómetros al Norte y 30 kilómetros al Sur de la Maestra. El 24 y el 25 de mayo el enemigo atacó simultáneamente por las Minas de Bueycito y por Las Mercedes. Desde el primer instante encontró tenaz resistencia. Para tomar Las Mercedes, defendido solamente por 14 re¬beldes, el enemigo, apoyado por tanques y aviones, se vio obligado a luchar durante 30 horas, mientras en las Minas de Bueycito, las fuerzas de Sánchez Mosquera tenían que pagar muy caro cada metro de terreno que avanzaban logrando progresar solo 10 kilómetros en 15 días de lucha. El día 5 de junio el ataque enemigo comenzó también por el Sur desde la costa al desembarcar en Las Cuevas el batallón 17 de infantería. El curso posterior de los acontecimientos ha sido relatado día a día, en los partes de guerra sobre la situación militar, trasmitidos por "Radio Rebelde" y sería demasiado extenso reproducirlo detalladamente.

Durante 35 días el enemigo fue ganando terreno paulatinamente. A mediados de junio los batallones 11 y 12, que habían  estado presionando desde las Minas de Bueycito cortaron diagonalmente las estribaciones de la cordillera y avanzaron hacia Santo Domingo. Todas las fuerzas enemigas giraban así sobre el Oeste del Turquino.

El día marco el momento más crítico fue el 19 de junio. En el curso de esas 24 horas las fuerzas enemigas penetraron combatiendo simultáneamente en Las Vegas de Jibacoa, Santo Domingo y avanzaban hacia Naranjal, en la Plata, desde Palma Mocha, amenazando con aislar los pelotones más avanzados de nuestras fuerzas. Días más tarde avanzaron por Gaviro y franquearon la Maestra por el Alto de san Lorenzo. Fue la rapidez con que nuestros incansables combatientes se movieron de unas posiciones a otras, de acuerdo con los movimientos enemigos, lo que permitió afrontar en cada caso la situación difícil.

Los puntos más avanzados que lograron establecer las fuerzas enemigas fueron: Naranjal, hasta donde llegó el batallón del comandante Quevedo, avanzando desde la desembocadura de La Plata y Meriño, donde penetró el batallón 19 del Comanandante Suárez Fowler.

El territorio libre había quedado reducido considerablemente.

Por el Norte y por el Sur el enemigo había penetrado a fondo. Entre las tropas que atacaban desde amabas dirección apenas quedaba una distancia de 7 kilómetros en línea recta, pero la moral de nuestras tropas estaba intacta, y se mantenía casi completa la reserva de parque y de minas de alto poder destructivo. El enemigo había tenido que invertir mucha energía y tiempo para ganar terreno en el interior de las montañas.

El 29 de junio de asestó en Santo Domingo a las fuerzas de la tiranía al mando del Teniente Coronel Sánchez Mosquera el primer golpe anonadante contra una de la tropas más agresivas que contaban. Con las armas y el parque ocupado en es acción que duró 3 días, se inició el fulminante contraataque que en 35 días arrojó de la Sierra Maestra a todas las fuerzas enemigas, después de ocasionarles casi mil bajas, entre ellas más e 400 prisioneros. Las batallas de Santo Domingo, Meriño, El Jigüe, segunda batalla de Santo Domingo, Las Vegas de Jibacoa y Las mercedes se sucedieron ininterrumpidamente. La etapa final de la lucha se convirtió en un intento desesperado de la tiranía por retirar de la Sierra Maestra lo que le quedaba de las fuerzas que había empleado en la ofensiva, para evitar que todas absolutamente fuesen cercadas y aniquiladas pro nuestro Ejército. Hasta el campamento de Pino del Agua lo evacuaron sin esperar el ataque. Fue una fuga vergonzosa del frente de batalla, que en cualquier lugar del mundo habría sido suficiente para que el ejército con sentido de su honor y su prestigio, hubiese exigido en pleno, la renuncia de su Estado Mayor completo por el número de vidas sacrificadas y por el equipo bélico perdido torpe y criminalmente, porque los soldados que fueron víctimas de los errores del Mando Militar, no tienen la culpa del desastre. Puede decirse que en el Puesto de Mando el pánico cundió primero que en las tropas y la retirada consecuentemente se convirtió en fuga precipitada.

Fue aniquilado el batallón 22 de Infantería, fue diezmado el batallón 11, el batallón 19 perdió en Meriño todas las arrias con las mochilas, víveres y parque, el batallón 18 fue obligado a rendirse por hambre y sed, la compañía G-4 fue destruida en Purialón, la compañía I de la división de infantería fue aniquilada cerca de la desembocadura del Río La Plata, la compañía 92 fue cercada y rendida en Las Vegas, junto con el Jefe de la compañía C de Tanques, la compañía P fue destruida en El Salto, el batallón 23 fue diezmado en Arroyones, el batallón 17 y tres batallones más de infantería con fuerzas de tanques que fueron en su rescate, sufrieron severo castigo abandonando el campo de batalla después de 7 días de lucha, virtualmente en pleno llano.

En poder de las fuerzas rebeldes quedaron un total de 507 armas, incluyendo dos tanques de guerra de 14 toneladas con sus respectivos cafíones, dos morteros 81, dos bazookas de 3 pulgadas y media, 8 morteros calibre 60,12 ametralladoras trípode, 21 fusiles ametralladoras, 142 fusiles Garands, cerca de 200 ametralladoras Cristóbal y el resto Carabinas M-l y fusiles Springfields, más de cien mil balas ~ cientos de abuses de morteros y bazookas, 6 Minipak y 14 micro-ondas PRC-10.

Las fuerzas rebeldes sufrieron un total de 27 muertos y medio centenar de heridos, algunos de los cuales murieron y están incluidos en la cifra de muertos señalada, entre los que se cuentan un Comandante Rebelde, René Ramos (Daniel), 4 capitanes: Ramón Paz, Andrés Cuevas, Angelito Verdecía y Geonel Rodríguez, cada uno de los cuales escribió páginas de heroísmo que la Historia no olvidará. Este número elevado de Oficiales caídos revela el profundo sentido que del deber tienen los oficiales rebeldes, combatiendo en primera línea en los puestos de mayor peligro.

Si el Ejército de la dictadura no estuviera también bajo el terror de la tiranía, que no permite el menor enjuiciamiento de sus actos, habría motivos más que suficientes para someter a Consejo de Guerra, a los que desde sus cómodos despachos a muchas leguas del fragor de la batalla, en un terreno que quizás; si han visto alguna vez desde un avión, jugaron con las vidas de los Comandantes, Capitanes, los Tenientes, clases y soldados, que a fuer de adversarios honestos, debemos reconocer que combatieron tenaz, aunque inútilmente. ¿Qué explicación puede dar el Estado Mayor Conjunto, el General Cantillo, Jefe de Operaciones, el Coronel Ugalde Carrillo, Oficial Ejecutivo, y toda la Plana Mayor de los cientos de soldados que han muerto por la imprevisión, la insensibilidad y falta de capacidad de los flamantes estrategas de la tiranía?

Yendo más lejos aún, qué justificación pueden tener ahora las miles de bombas incendiarias de Napalm, explosivas de alto poder y cohetes, amén de los ametrallamientos incesantes a que fueron sometidos todos los caseríos de la Sierra Maestra, porque si desde el punto de vista humano jamás tendrían justificación, desde el punto de vista militar la derrota sufrida los justifican menos y hacen más criminal y canallesca sus técnicas vergonzosas y fallidas de guerra. ¿Para eso han sacrificado a sus propios soldados? ¿Para eso han sacrificado al pueblo?

Como hecho demostrativo del desprecio que siente la tiranía por la vida de sus propios soldados, está el caso de que en las Vegas de Jibacoa, ametrallaron el Hospital de sangre donde estaban recluidos los prisioneros heridos, a pesar de la bandera de la Cruz Roja.

Lo que no hacemos nosotros con los soldados adversarios, a los cuales brindamos toda la asistencia posible, lo hicieron ellos con sus propios compañeros de armas que yacían heridos en los hospitales rebeldes por defender la tiranía, ametrallándolos despiadadamente. En otra ocasión, durante la batalla de Las Mercedes, el mando militar enemigo, en vez de enviar los tanques Sherman delante de la Infantería para proteger a los soldados, envió la Infantería a la Vanguardia para proteger los tanques de las minas eléctricas rebeldes, siendo barrida por nuestros fusileros. En el afán de engañar a las tropas acerca de la realidad, el mando militar ha incurrido en hechos criminales de los que somos testigos presenciales. La compañía G-4, del 18 de Infantería, fue ordenada avanzar desde la playa de La Plata hacia el Jigüe, sin advertírsele siquiera que dicha posición estaba cercada, cayendo la misma en mortal y aniquiladora emboscada. Otro tanto ocurrió con la compañía L de Infantería, siendo destruida en el propio sitio donde cayó la compañía G-4, por no ser advertida de la derrota sufrida por aquella dos días antes.

En El Salto, durante la segunda batalla de Santo Domingo, interceptamos una comunicación del Oficial Ejecutivo, que desde el avión ordenaba a la compañía P que avanzara sin preocupación hacia Santo Domingo, que el camino había sido reconocido por él y estaba limpio. Media hora después, la compañía era destruida. El batallón 22, fue ordenado moverse de Santo Domingo a Pueblo Nuevo, sin advertírsele que 4 días antes había ocurrido un combate con fuerzas rebeldes apostadas en dicho camino, donde encontró su destrucción. La compañía 92, situada en Las Vegas, fue ordenada salir por el Oficial Ejecutivo desde el avión, informándole que no tenía dificultades pues los firmes que dominaban la ruta estaban tomados por mil soldados del ejército, siendo la verdad que dichas posiciones estaban ocupadas por fuerzas rebeldes.

Como adversario leal, con sentido humano de la guerra, en muchas ocasiones he sentido verdadera pena por la forma criminal y estúpida con que esos soldados eran engañados y sacrificados por el mando militar.

Desde el primer combate de Santo Domingo el equipo de micro-onda de la compañía N del batallón 22 de infantería, compuesto por un Minipak y un PRC-IO, con sus claves de guerra cayeron en poder de nuestras fuerzas. El mando enemigo ni siquiera se percató de ese detalle y desde entonces todas las batallas se libraban con perfecto conocimiento nuestro de todas las disposiciones tácticas y las órdenes del enemigo. La clave secreta del 5 de Junio, del mando militar, que cayó en nuestro poder el 29 de ese propio mes, no fue sustituida hasta el 25 de julio en que se dispuso una nueva clave que cayó en nuestro poder ese mismo día con nuevos equipos de micro-ondas al ser destruida la compañía P, en El Salto. En ocasión de encontrarse una unidad enemiga sin comunicación por habérsele descompuesto el Minipak los propios rebeldes dimos órdenes por radio a la aviación enemiga de bombardear la posición del ejército. La técnica de engañar a los soldados ocultándoles las dificultades y las derrotas que afectaban a cualquier unidad dio los naturales frutos que la mentira tarde o temprano produce. Cualquier tropa caía fácilmente en los mismos errores que habían costado serias consecuencias a otras tropas; caían en las mismas trampas y hasta en las mismas emboscadas donde habían caído otras días antes. Ningún oficial al mando de una unidad recibía la menor noticia de la experiencia ocurrida a otros Jefes de unidades.

Ahora mismo, al finalizar la ofensiva, el Estado Mayor de la dictadura, acaba de emitir los más fabulosos partes de guerra que se han escuchado en Cuba, hablando de cientos de muertos rebeldes. Pero el simple hecho de dar tan elevado número de bajas rebeldes que por supuesto son las propias bajas del ejército, indican el reconocimiento de la magnitud de las batallas que se han librado. Ha sido tan grande el cinismo del Estado Mayor que el mismo día que nosotros entregábamos a la Cruz Roja en Sao Grande 163 prisioneros y heridos del Ejército, de todo lo cual se levantó acta firmada por los coroneles de la Cruz Roja, que en total suman con los anteriores 422, emitió un parte diciendo que los rebeldes se estaban presentando en Manzanillo, Bayamo y otros puntos. Siendo así que en los 76 días que duró la ofensiva las fuerzas de la dictadura no han hecho un solo prisionero, ni ha habido un solo desertor rebelde. ¿Qué le dirá el Estado Mayor a los soldados cuando estos presencien el desbordamiento de tropas rebeldes a lo largo y ancho de la Isla?

¿No opina el Estado Mayor que en ese instante sus soldados se van a llevar la más terrible sorpresa y la más amarga de las decepciones sobre su mando militar, que después de haberlos llevado a la derrota les miente descaradamente diciendo que el enemigo ha sido destruido, un enemigo que en cualquier instante puede aparecer a las puertas desprevenidas de sus cuarteles?

Cabe repetir aquí con más razón que nunca lo que decíamos hace 4 meses:

"Cuando se escriba la historia real de esta lucha y se confronte cada hecho ocurrido con los partes militares del régimen, se comprenderá hasta qué punto la tiranía es capaz de corromper y envilecer las instituciones de la República, hasta qué punto la fuerza al servicio del mal es capaz de llegar a extremos de criminalidad y barbarie; hasta qué punto los soldados de una Dictadura pueden ser engañados por sus propios Jefes. ¿Qué les importa, después de todo, a los déspotas y verdugos de los pueblos la desmentida de la Historia? Lo que les preocupa es salir del paso y aplazar la caída inevitable. Yo no creo que el Estado Mayor mienta por vergüenza: el Estado Mayor del Ejército de Cuba ha demostrado no tener pudor alguno. El Estado Mayor miente por interés; miente para el pueblo y para el ejército; miente para evitar la desmoralización en sus filas; miente porque se niega a reconocer ante el mundo su incapacidad militar, su condición de jefes mercenarios, vendidos a la causa más deshonrosa que pueda defenderse, miente porque no ha podido a pesar de sus decenas de miles de soldados y los inmensos recursos materiales con que cuenta, derrotar a un puñado de hombres que se levantó para defender los derechos de su pueblo. Los fusiles mercenarios de la tiranía se estrellaron contra los fusiles idealistas que no cobran sueldos; ni la técnica militar, ni la academia ni las armas más modernas sirvieron de nada. Es que los militares cuando no defienden a la Patria, sino que la atacan, cuando no defienden a su pueblo, sino que lo esclavizan, dejan de ser Institución para convertirse en pandilla armada, dejan de ser militares para ser malhechores, y dejan de merecer, no ya el sueldo que arrancan al sudor del pueblo sino hasta el sol que los cobija en la tierra que están ensangrentando con deshonor y cobardía."

Los que creíamos al Mayor General Eulogio Cantillo un oficial de distinta calaña que los Ugalde Carrillo, Salas Cañizares, Chaviano, Tabernilla, Cruz Vidal, Pilar García, etcétera, hemos estado variando de opinión, pues si bien al principio de la campaña guardó cierto discreto silencio sobre el curso de las operaciones y dictó pautas más humanas a los jefes de batallones sobre el trato con la población civil, aunque ya tardíamente para compensar los crímenes horribles que se habían cometido anteriormente, los últimos partes del Ejército más cínicos y más falsos que nunca, constituyen una verdadera prostitución del carácter y un deshonor para cualquier hombre recto. Los bombardeos que estos días ha ordenado contra los caseríos de vecinos indefensos como una cruel venganza o producto de un pánico desmedido, los desalojos de campesinos ordenados por medio de miles y miles de volantes lanzados desde el aire, los crímenes que perpetra el sanguinario Morejón en los alrededores de Bayamo y otros hechos, van siendo más que suficientes para incluir al Mayor General Eulogio Cantillo no solo entre los pusilánimes que han contemplado indiferentes el rosario de cadáveres que sus colegas Chaviano, Ventura, Pilar García y otros han regado por las ciudades y pueblos de Cuba, sino también, entre los hombres que han prostituido a la tiranía su honor y su carrera militar.

Dada la extensión del tema y el deseo de no abusar de la atención de los oyentes, continuaré mañana a esta misma hora para exponer la actual situación militar, nuestra actitud respecto al Ejército y a las fuerzas Armadas de la República, nuestra posición frente al golpe de estado posible, el próximo avance del Ejército Rebelde hacia el resto del territorio nacional y el papel del pueblo en la nueva etapa de lucha.

Autor: 

18/08/1958