Informe de Fidel Castro sobre la ofensiva final de la tiranía transmitido por Radio Rebelde (segunda parte)
Los heridos enemigos atendidos por nuestros médicos ascendieron a 117.
De ese total solo dos murieron, todos los demás están ya sanos o en proceso de plena recuperación.
Este dato revela con elocuencia singular dos cosas: Primera: el cuidado con que fueron atendidos los enemigos heridos. Segundo: la capacidad y el mérito extraordinario de nuestros médicos, que carentes de todos los recursos técnicos, en hospitales improvisados, realizaron tan brillantemente su humana tarea.
Mas no quisimos nosotros exponer a esos heridos a los inconvenientes y los sacrificios que necesariamente impone la reclusión en hospitales que se han erigido en plena selva, y desde el primer momento apelamos a la Cruz Roja para que fuesen trasladados a los Hospitales de las Fuerzas Armadas, lo que en algunos casos era absolutamente necesario para salvar algún miembro gravemente lesionado y hasta la propia vida, y donde todos en general tendrían una alimentación mejor, mayores comodidades y sobre todo la visita y atenciones de sus propios familiares.
Fueron devueltos a la Cruz Roja Internacional y Cubana, entre prisioneros heridos y no heridos, 422, aparte de 21 prisioneros heridos en el combate de Arroyones que se depositaron en un sitio próximo para que fuesen recogidos por el propio ejército y que elevan a 443 el número total de soldados, clases y Oficiales enemigos puestos en libertad durante la contraofensiva Rebelde.
Todos los heridos y demás prisioneros fueron devueltos sin condición alguna. Puede no parecer lógico que en medio de la guerra se ponga en libertad a los prisioneros adversarios. Eso depende de qué guerra se trate y el concepto que se tenga de la guerra. En la guerra hay que tener una política con el adversario, como hay que tener una política con la población civil. La guerra no es una mera cuestión de fusiles, de balas, de cañones y de aviones. Tal vez esa creencia ha sido una de las causas del fracaso de las fuerzas de la tiranía.
Aquella frase que pudo parecer meramente poética de nuestro Apóstol José Martí, cuando dijo que lo que importaba no era el número de armas en la mano sino el número de estrellas en la frente, ha resultado ser para nosotros una profunda verdad.
Desde que desembarcamos en el Granma adoptamos una línea invariable de conducta en el trato con el adversario, y esa línea se ha cumplido rigurosamente como es posible que se haya cumplido muy pocas veces en la historia.
Desde el primer combate, el de La Plata el 17 de enero de 1957, hasta la última batalla de Las Mercedes los primeros días de agosto, han estado en nuestro poder más de 600 miembros de las Fuerzas Armadas en este solo frente de la Sierra Maestra. Con el orgullo legítimo de los que han sabido seguir una norma ética, podemos decir que sin una sola excepción los combatientes del Ejército Rebelde han cumplido su Ley con los prisioneros. Jamás un prisionero fue privado de la vida; jamás un herido dejó de ser atendido; pero podemos decir más; jamás un prisionero fue insultado u ofendido.
Todos los Oficiales que han sido prisioneros nuestros pueden atestiguar que ninguno fue sometido a interrogatorio por respeto a su condición de hombres y de militares.
Las victorias obtenidas por nuestras armas sin asesinar, sin torturar y aun sin interrogar a un adversario demuestran que el ultraje a la dignidad humana no puede tener jamás justificación. Esta actitud mantenida durante 20 meses de lucha con más de 100 combates y batallas habla por sí sola de la conducta del Ejército Rebelde. Hoy en medio de las humanas pasiones no tiene tanto valor como lo tendrá cuando se escriba la historia de la Revolución.
Que esta línea la hubiésemos seguido ahora que somos fuertes no es, en el sentido humano, tan meritorio como cuando éramos un puñado de hombres perseguidos como fieras por las abruptas montañas. Era entonces, por aquellos días de los combates de La Plata y Uvero, cuando haber sabido respetar la vida de los prisioneros tenía un profundo significado moral. Y todavía esto no sería más que un deber de elemental reciprocidad si las fuerzas de la tiranía hubiesen sabido respetar la vida de los adversarios que caían en su poder. La tortura y la muerte, era la suerte segura que esperaba a cuanto rebelde, simpatizante de nuestra causa, y aun simple sospechoso caía en poder del enemigo. Muchos casos hubo en que infelices campesinos fueron asesinados para juntar cadáveres con que justificar los partes falsos del Estado Mayor de la tiranía. Si nosotros podemos afirmar que 600 miembros de las Fuerzas Armadas que pasaron por nuestras manos están vivos y en el seno de su familia, la dictadura, como contrapartida puede afirmar que más de 600 compatriotas indefensos y en muchos casos ajenos a toda actividad revolucionaria han sido asesinados por sus fuerzas en estos 20 meses de campaña. Matar no hace más fuerte a nadie; matar los ha hecho a ellos débiles; no matar nos ha hecho a nosotros fuertes.
¿Por qué nosotros no asesinamos a los soldados prisioneros?
Primero: porque solo los cobardes y los esbirros asesinan a un adversario que se ha rendido.
Segundo: porque el Ejército Rebelde no puede incurrir en las mismas prácticas que la tiranía que combate.
Tercero: porque la política y la propaganda de la dictadura ha consistido esencialmente en presentar a los revolucionarios como enemigos jurados e implacables de todo hombre que vista uniforme de las Fuerzas Armadas. La dictadura, mediante el engaño y la mentira, ha tratado a toda costa de solidarizar al soldado con su régimen haciéndole creer que luchar contra la Revolución es luchar por su carrera y su propia vida. Lo que a la dictadura convendría no es que nosotros curásemos a los soldados heridos y respetásemos la vida de los prisioneros, sino que los asesináramos a todos sin excepción, para que cada miembro de las Fuerzas Armadas se viera en la necesidad de combatir por ella hasta la última gota de sangre.
Cuarto: porque si en cualquier guerra la crueldad es estúpida en ninguna lo es tanto como en la guerra civil, donde los que luchan tendrán que vivir algún día juntos y los victimarios se encontrarán con los hijos, las esposas y las madres de las víctimas.
Quinto: porque frente a los ejemplos vergonzosos y deprimentes que han dado los asesinos y torturadores del dictador hay que anteponer, como estímulo edificante a las generaciones venideras el ejemplo que están dando nuestros combatientes.
Sexto: porque hay que sembrar desde ahora la semilla de la confraternidad que debe imperar en la Patria futura que estamos forjando para todos y por el bien de todos. Si los que combaten de frente saben respetar la vida de un adversario que se rinde, mañana nadie se podrá sentir con derecho a practicar en la Paz la venganza y el crimen político. Si hay Justicia, en la República no debe haber venganza.
¿Por qué ponemos en libertad a los prisioneros?
Primero: porque mantener en la Sierra Maestra a cientos de prisioneros implicaría compartir con ellos los víveres, las ropas, los zapatos, los cigarros, etc., que se adquieren con mucho esfuerzo o por el contrario mantenerlos en un régimen de escasez tal que sería inhumano e innecesario.
Segundo: porque dadas las condiciones económicas y el enorme desempleo que hay en el país, a la dictadura no le faltarían nunca hombres que se enrolen por un sueldo. No tiene pues lógica pensar que se le debilita reteniendo a los prisioneros. Desde nuestro punto de vista militar lo que nos importa no es el número de hombres y armas que la dictadura posea, porque siempre hemos supuesto que contará con los recursos bélicos que desee teniendo a su disposición la hacienda de la República, sino el número de hombres y armas que los Rebeldes poseamos para cumplir nuestros planes estratégicos y tácticos. La victoria en la guerra depende de un mínimo de armas y un máximo de moral.
Una vez en nuestro poder el arma que trae el soldado, éste no nos interesa para nada. Ese hombre difícilmente se sentirá con deseos de combatir a los que lo han tratado noblemente. Matar al soldado o someterlo a las penalidades de la prisión serviría solo para que una tropa, por ejemplo, sitiada y vencida, resistiera, aunque militarmente no tuviese justificación para ello.
Tercero: porque un prisionero en libertad es el mentís más rotundo a la falsa propaganda de la tiranía.
El día 24 de Julio se devolvieron, pues, en las Vegas 253 prisioneros. Las actas de liberación están firmadas por Pierre Jecquier y Jean Pierre Schoenhoenholzer, Delegados del Comité Internacional de la Cruz Roja que vinieron de Ginebra, Suiza. Los días 10 Y 13 de Agosto fueron devueltos 169 prisioneros en Sao Grande. El acta de liberación está firmada por el Dr. Alberto C. Janet, teniente coronel de la Cruz Roja Cubana.
No podía haber canje de prisioneros porque en toda la ofensiva, las Fuerzas de la Dictadura no hicieron un solo prisionero Rebelde.
No exigimos condición alguna a cambio de ellos, porque entonces la liberación de los prisioneros por parte nuestra hubiera dejado de tener el sentido moral y político que este acto entraña.
Aceptamos solo las medicinas que envió la Cruz Roja Internacional en el acto de entregar nosotros el segundo grupo de prisioneros porque lo interpretamos como un gesto generoso y espontáneo de dicha Institución que compensaba en parte las medicinas que invertimos curando a los heridos enemigos. Las medicinas de la Cruz Roja Internacional llegaron en un helicóptero del Ejército. ¿Qué menos podían hacer después que nosotros le habíamos salvado la vida a tantos soldados?
Es una verdadera lástima que el Estado Mayor y los voceros de la dictadura se hayan puesto a politiquear con un detalle tan simple e intrascendente, desnaturalizando el sentido del acto.
Nuestros sentimientos respecto a los miembros de las Fuerzas Armadas los hemos demostrado con hechos y los hechos tienen más valor que las palabras.
En nuestro trato con los prisioneros hemos observado una circunstancia permanente y característica: el engaño. En el Ejército opera toda una maquinaria de mentiras funcionando constantemente manejada por los centros superiores.
Nosotros hemos capturado numerosos documentos, circulares y órdenes secretas, muy reveladoras. A la tropa en campaña se le engaña. Se le asegura que los Rebeldes son grupos dispersos, que su moral es baja, que están armados con escopetas, etc., etc. Lógicamente el soldado al chocar con la realidad recibe un duro impacto. Ningún soldado ni oficial conoce por lo general las cosas que han ocurrido en la Sierra Maestra. Si nosotros, por ejemplo, en Uvero, hace más de un año, hicimos 35 prisioneros, curando 19 heridos, poniéndolos a todos en libertad, el Estado Mayor se las ingenia para que esos hombres permanezcan lo más aislados posible. Al soldado le hacen creer que si cae prisionero lo torturamos, lo castramos, lo matamos, en fin, todas las cosas que en los cuarteles y las estaciones de policía ellos han visto hacer con revolucionarios. Con la censura de prensa el soldado está ignorante de lo que ocurre en el país. No lee otra cosa que lo que aparece en los libelos gubernamentales o en las circulares de orden interior que usa mucho el Estado Mayor. A fines de Septiembre de 1957, por ejemplo, en el Oro de Guisa fueron asesinados 53 campesinos. Días después el Estado Mayor emitió una circular informando que dos batallones habían obtenido allí una espléndida victoria, dando muerte a 53 rebeldes sin sufrir ellos baja alguna. La circular terminaba: "Viva el Viejo Pancho, candela al jarro."
Los soldados no escuchan otros discursos que los que le endilgan en Columbia los 10 de marzo y los 4 de Septiembre. Nadie les dice jamás que detrás de toda esa palabrería, mentiras y engaños de que los hacen víctimas, se esconde un interés de los políticos del régimen: robar, y un propósito: que los soldados mueran para defender el infamante y corrompido régimen.
Yo estoy completamente seguro que si un solo día, en vez de combatir se pudieran reunir a conversar todos los revolucionarios y todos los soldados, la tiranía desaparecería al instante, y una Paz larga y sincera se iniciaría por muchos años. He observado la calidad humana de muchos soldados, y a fuer de sincero hubiera deseado que en vez de adversarios fueran compañeros de lucha. Me he preguntado muchas veces cuántos hombres valiosos habrán muerto en el engaño de que defendían algo por lo que valiera la pena luchar.
Lo mejor del Ejército está en sus oficiales de línea y en sus soldados, si exceptuamos los reclutas que han ingresado en los últimos meses sin selección alguna. Los Tenientes sobre todo han demostrado capacidad y valor en los combates. Tiene el Ejército de Cuba una oficialidad joven que ha despertado en estos meses de lucha nuestro sincero reconocimiento. No están corrompidos, aman su carrera y quieren su Institución. Para muchos de ellos la guerra en que los han enfrascado es absurda y sin razón, pero cumplen órdenes e individualmente poco pueden hacer. Entre otras barbaridades la dictadura ha extraído de las aulas a los alumnos de la Escuela de Cadetes, sin terminar sus cursos y los han enviado al frente. Parece como si quisiera responsabilizar a los futuros oficiales con la guerra que se libra contra el pueblo y con todos los crímenes que se han cometido. Son muchos los oficiales jóvenes que han muerto en los combates de la Sierra Maestra.
Lo peor del Ejército comienza en sus Coroneles y se agrava a medida que se llega a los generales. Estos son en su mayor parte gente corrompida y sin escrúpulos. Se podría contar con los dedos de una mano, y sobran casi todos los dedos, los que no se han hecho millonarios en la explotación del juego, el vicio, la exacción y los negocios turbios.
Resulta evidente que dado el estado de cosas a que ha llegado la situación del país, sin salida alguna para el régimen, y el desencadenamiento de los últimos sucesos es muy posible un golpe de Estado.
El Movimiento 26 de Julio frente a esa eventualidad quiere dejar sentada bien claramente su posición:
Si el golpe de Estado es obra de militares oportunistas cuyo propósito es salvar sus intereses y buscar una salida lo mejor posible a la camarilla de la tiranía, estamos resueltamente contra ese golpe de Estado, aunque se disfrace con las mejores intenciones. Porque en fin de cuentas los sacrificios que se han hecho y la sangre derramada no han de servir únicamente para que las cosas queden más o menos como están y se repita aquí la historia que siguió a la caída de Machado.
Si el golpe militar es obra de gente honesta y tiene un fin sinceramente revolucionario, será posible entonces una solución de Paz sobre bases justas y beneficiosas a la Patria.
Entre las Fuerzas Armadas y la Revolución, cuyos intereses no son ni tienen por qué ser antagónicos, puede resolverse el problema de Cuba. Nosotros estamos en guerra contra la tiranía, no contra las Fuerzas Armadas; pero es a las Fuerzas Armadas de la República a las que corresponde deshacerse de las ataduras que las han vinculado al régimen más infamante y odioso que ha padecido nuestra Patria. El dilema que se ofrece en estos instantes al Ejército es bien claro: o da un paso al frente, desprendiéndose de ese cadáver que es el régimen de Batista y se reivindica ante la Nación, o el Ejército se suicida como institución. Lo que hoy todavía puede salvar al ejército, no podrá salvarlo dentro de unos meses.
Si la guerra se prolonga medio año más, el ejército se desintegrará totalmente. La situación que tiene delante solo podría dominarla con el respaldo de toda la población; y al revés de ello, toda la población está identificada y colabora con la rebelión. El propio ejército debe saber mejor que nadie lo que acaba de ocurrir en la Sierra Maestra. Más de 200 oficiales participaron en la última ofensiva y no pueden ignorar el desastre, ni dejar de meditar sobre los hechos. Y si no ha podido dominar un solo núcleo rebelde, concentrando sobre él todas sus fuerzas menos podrá dominarlos cuando tenga que luchar en veinte frentes de batalla. La deserción masiva de los soldados es algo que difícilmente pueda disimularse. En El Cerro, el día 24 de julio por la noche, en una sola madrugada, desertaron 31 de 80 soldados destacados en ese punto.
Esto para no citar más que un ejemplo de lo que ha estado ocurriendo en los demás batallones. Cuando un cuerpo armado llega a esa situación está en el deber de analizar las causas que lo ha conducido a ese abismo, cuando aún es tiempo de reaccionar. La objetividad con que les hablo no puede dar lugar a dudas sobre la sinceridad que encierran estas palabras.
Un acuerdo entre militares y revolucionarios no podrá desearlo jamás una veintena de asesinos sin salvación posible que con sus actos han deshonrado el cuerpo armado y lo están conduciendo al suicidio; pero ese acuerdo es la única salvación que queda a los militares que de veras les preocupe el destino de su ejército y su Patria.
La oficialidad joven debe estar alerta para que el golpe no se convierta en una maniobra propiciada tal vez por la propia tiranía para salvar aunque sean las cabezas de sus peores corifeos.
Como no estamos dispuestos a ceder un solo ápice en lo que a los intereses del pueblo se refiere, el Movimiento 26 de Julio y el Ejército Rebelde, solo aceptarán discutir una solución de Paz con el ejército sobre estas bases:
Primero: detención y entrega del dictador a los Tribunales de Justicia.
Segundo: detención y entrega a los Tribunales de Justicia de todos los líderes políticos que se han responsabilizado con la tiranía, causantes de la guerra civil, y que se han enriquecido con el dinero de la República.
Tercero: detención y entrega a los Tribunales de Justicia de todos los militares que se han caracterizado por sus torturas y crímenes, tanto en las ciudades como en el campo, y de los que se han hecho ricos con el contrabando, el juego, los negocios turbios y la exacción, cualquiera que sea su grado.
Cuarto: entrega de la Presidencia provisional a la figura que designen todos los sectores que combaten a la dictadura, para que convoque en el más breve plazo posible a unas elecciones generales.
Quinto: reestructuración y alejamiento de los Institutos Armados de las luchas políticas y partidaristas, a fin de que las Fuerzas Armadas no vuelvan a ser nunca más instrumentos de ningún caudillo o partido político y se concentren a su misión de defender la soberanía del país. La Constitución, las Leyes y los Derechos de los ciudadanos, para que entre civiles y militares reine la confraternidad y el respeto mutuo, sin temor de unos ni de otros, como corresponde a un verdadero ideal social de Paz y Justicia. La República exige mañana mejores y más honestos políticos, pero también mejores y más honestos militares.
Sin el cumplimiento estricto de estas condiciones nadie debe hacerse ilusiones de que la guerra pueda concluir, porque antes moriremos todos que abandonar la meta por la que está luchando nuestro pueblo desde hace seis años, y está anhelando hace medio siglo.
Nadie como nosotros tiene el derecho a exigir algo en bien de la Patria, y nadie como nosotros ha sabido renunciar de antemano a toda aspiración personal. Esperamos la repuesta sobre la marcha.
Las Columnas Rebeldes avanzarán en todas direcciones hacia el resto del territorio nacional sin que nada ni nadie las pueda detener. Si un Jefe cae otro lo sustituirá; si un hombre muere otro ocupará su puesto. El pueblo de Cuba debe prepararse a auxiliar a nuestros combatientes. Cualquier pueblo o zona de Cuba puede convertirse en los próximos meses en campo de batalla. La población civil debe estar lista para soportar valerosamente las privaciones de la guerra. Que la entereza demostrada por la población de la Sierra Maestra, donde hasta los niños auxilian a nuestras tropas, soportando 20 meses de campaña con incomparable heroísmo, no deje de tener ejemplar emulación en el resto de los cubanos, para que la Patria sea verdaderamente libre cueste lo que cueste y se cumpla aquella promesa del Titán cuando dijo que "la Revolución estaría en marcha mientras quedase una injusticia sin reparar".
Hay Revolución porque hay tiranía. Hay Revolución, porque hay injusticia.
Hay y habrá Revolución, mientras una sola sombra amenace nuestros Derechos y nuestra Libertad.
De ese total solo dos murieron, todos los demás están ya sanos o en proceso de plena recuperación.
Este dato revela con elocuencia singular dos cosas: Primera: el cuidado con que fueron atendidos los enemigos heridos. Segundo: la capacidad y el mérito extraordinario de nuestros médicos, que carentes de todos los recursos técnicos, en hospitales improvisados, realizaron tan brillantemente su humana tarea.
Mas no quisimos nosotros exponer a esos heridos a los inconvenientes y los sacrificios que necesariamente impone la reclusión en hospitales que se han erigido en plena selva, y desde el primer momento apelamos a la Cruz Roja para que fuesen trasladados a los Hospitales de las Fuerzas Armadas, lo que en algunos casos era absolutamente necesario para salvar algún miembro gravemente lesionado y hasta la propia vida, y donde todos en general tendrían una alimentación mejor, mayores comodidades y sobre todo la visita y atenciones de sus propios familiares.
Fueron devueltos a la Cruz Roja Internacional y Cubana, entre prisioneros heridos y no heridos, 422, aparte de 21 prisioneros heridos en el combate de Arroyones que se depositaron en un sitio próximo para que fuesen recogidos por el propio ejército y que elevan a 443 el número total de soldados, clases y Oficiales enemigos puestos en libertad durante la contraofensiva Rebelde.
Todos los heridos y demás prisioneros fueron devueltos sin condición alguna. Puede no parecer lógico que en medio de la guerra se ponga en libertad a los prisioneros adversarios. Eso depende de qué guerra se trate y el concepto que se tenga de la guerra. En la guerra hay que tener una política con el adversario, como hay que tener una política con la población civil. La guerra no es una mera cuestión de fusiles, de balas, de cañones y de aviones. Tal vez esa creencia ha sido una de las causas del fracaso de las fuerzas de la tiranía.
Aquella frase que pudo parecer meramente poética de nuestro Apóstol José Martí, cuando dijo que lo que importaba no era el número de armas en la mano sino el número de estrellas en la frente, ha resultado ser para nosotros una profunda verdad.
Desde que desembarcamos en el Granma adoptamos una línea invariable de conducta en el trato con el adversario, y esa línea se ha cumplido rigurosamente como es posible que se haya cumplido muy pocas veces en la historia.
Desde el primer combate, el de La Plata el 17 de enero de 1957, hasta la última batalla de Las Mercedes los primeros días de agosto, han estado en nuestro poder más de 600 miembros de las Fuerzas Armadas en este solo frente de la Sierra Maestra. Con el orgullo legítimo de los que han sabido seguir una norma ética, podemos decir que sin una sola excepción los combatientes del Ejército Rebelde han cumplido su Ley con los prisioneros. Jamás un prisionero fue privado de la vida; jamás un herido dejó de ser atendido; pero podemos decir más; jamás un prisionero fue insultado u ofendido.
Todos los Oficiales que han sido prisioneros nuestros pueden atestiguar que ninguno fue sometido a interrogatorio por respeto a su condición de hombres y de militares.
Las victorias obtenidas por nuestras armas sin asesinar, sin torturar y aun sin interrogar a un adversario demuestran que el ultraje a la dignidad humana no puede tener jamás justificación. Esta actitud mantenida durante 20 meses de lucha con más de 100 combates y batallas habla por sí sola de la conducta del Ejército Rebelde. Hoy en medio de las humanas pasiones no tiene tanto valor como lo tendrá cuando se escriba la historia de la Revolución.
Que esta línea la hubiésemos seguido ahora que somos fuertes no es, en el sentido humano, tan meritorio como cuando éramos un puñado de hombres perseguidos como fieras por las abruptas montañas. Era entonces, por aquellos días de los combates de La Plata y Uvero, cuando haber sabido respetar la vida de los prisioneros tenía un profundo significado moral. Y todavía esto no sería más que un deber de elemental reciprocidad si las fuerzas de la tiranía hubiesen sabido respetar la vida de los adversarios que caían en su poder. La tortura y la muerte, era la suerte segura que esperaba a cuanto rebelde, simpatizante de nuestra causa, y aun simple sospechoso caía en poder del enemigo. Muchos casos hubo en que infelices campesinos fueron asesinados para juntar cadáveres con que justificar los partes falsos del Estado Mayor de la tiranía. Si nosotros podemos afirmar que 600 miembros de las Fuerzas Armadas que pasaron por nuestras manos están vivos y en el seno de su familia, la dictadura, como contrapartida puede afirmar que más de 600 compatriotas indefensos y en muchos casos ajenos a toda actividad revolucionaria han sido asesinados por sus fuerzas en estos 20 meses de campaña. Matar no hace más fuerte a nadie; matar los ha hecho a ellos débiles; no matar nos ha hecho a nosotros fuertes.
¿Por qué nosotros no asesinamos a los soldados prisioneros?
Primero: porque solo los cobardes y los esbirros asesinan a un adversario que se ha rendido.
Segundo: porque el Ejército Rebelde no puede incurrir en las mismas prácticas que la tiranía que combate.
Tercero: porque la política y la propaganda de la dictadura ha consistido esencialmente en presentar a los revolucionarios como enemigos jurados e implacables de todo hombre que vista uniforme de las Fuerzas Armadas. La dictadura, mediante el engaño y la mentira, ha tratado a toda costa de solidarizar al soldado con su régimen haciéndole creer que luchar contra la Revolución es luchar por su carrera y su propia vida. Lo que a la dictadura convendría no es que nosotros curásemos a los soldados heridos y respetásemos la vida de los prisioneros, sino que los asesináramos a todos sin excepción, para que cada miembro de las Fuerzas Armadas se viera en la necesidad de combatir por ella hasta la última gota de sangre.
Cuarto: porque si en cualquier guerra la crueldad es estúpida en ninguna lo es tanto como en la guerra civil, donde los que luchan tendrán que vivir algún día juntos y los victimarios se encontrarán con los hijos, las esposas y las madres de las víctimas.
Quinto: porque frente a los ejemplos vergonzosos y deprimentes que han dado los asesinos y torturadores del dictador hay que anteponer, como estímulo edificante a las generaciones venideras el ejemplo que están dando nuestros combatientes.
Sexto: porque hay que sembrar desde ahora la semilla de la confraternidad que debe imperar en la Patria futura que estamos forjando para todos y por el bien de todos. Si los que combaten de frente saben respetar la vida de un adversario que se rinde, mañana nadie se podrá sentir con derecho a practicar en la Paz la venganza y el crimen político. Si hay Justicia, en la República no debe haber venganza.
¿Por qué ponemos en libertad a los prisioneros?
Primero: porque mantener en la Sierra Maestra a cientos de prisioneros implicaría compartir con ellos los víveres, las ropas, los zapatos, los cigarros, etc., que se adquieren con mucho esfuerzo o por el contrario mantenerlos en un régimen de escasez tal que sería inhumano e innecesario.
Segundo: porque dadas las condiciones económicas y el enorme desempleo que hay en el país, a la dictadura no le faltarían nunca hombres que se enrolen por un sueldo. No tiene pues lógica pensar que se le debilita reteniendo a los prisioneros. Desde nuestro punto de vista militar lo que nos importa no es el número de hombres y armas que la dictadura posea, porque siempre hemos supuesto que contará con los recursos bélicos que desee teniendo a su disposición la hacienda de la República, sino el número de hombres y armas que los Rebeldes poseamos para cumplir nuestros planes estratégicos y tácticos. La victoria en la guerra depende de un mínimo de armas y un máximo de moral.
Una vez en nuestro poder el arma que trae el soldado, éste no nos interesa para nada. Ese hombre difícilmente se sentirá con deseos de combatir a los que lo han tratado noblemente. Matar al soldado o someterlo a las penalidades de la prisión serviría solo para que una tropa, por ejemplo, sitiada y vencida, resistiera, aunque militarmente no tuviese justificación para ello.
Tercero: porque un prisionero en libertad es el mentís más rotundo a la falsa propaganda de la tiranía.
El día 24 de Julio se devolvieron, pues, en las Vegas 253 prisioneros. Las actas de liberación están firmadas por Pierre Jecquier y Jean Pierre Schoenhoenholzer, Delegados del Comité Internacional de la Cruz Roja que vinieron de Ginebra, Suiza. Los días 10 Y 13 de Agosto fueron devueltos 169 prisioneros en Sao Grande. El acta de liberación está firmada por el Dr. Alberto C. Janet, teniente coronel de la Cruz Roja Cubana.
No podía haber canje de prisioneros porque en toda la ofensiva, las Fuerzas de la Dictadura no hicieron un solo prisionero Rebelde.
No exigimos condición alguna a cambio de ellos, porque entonces la liberación de los prisioneros por parte nuestra hubiera dejado de tener el sentido moral y político que este acto entraña.
Aceptamos solo las medicinas que envió la Cruz Roja Internacional en el acto de entregar nosotros el segundo grupo de prisioneros porque lo interpretamos como un gesto generoso y espontáneo de dicha Institución que compensaba en parte las medicinas que invertimos curando a los heridos enemigos. Las medicinas de la Cruz Roja Internacional llegaron en un helicóptero del Ejército. ¿Qué menos podían hacer después que nosotros le habíamos salvado la vida a tantos soldados?
Es una verdadera lástima que el Estado Mayor y los voceros de la dictadura se hayan puesto a politiquear con un detalle tan simple e intrascendente, desnaturalizando el sentido del acto.
Nuestros sentimientos respecto a los miembros de las Fuerzas Armadas los hemos demostrado con hechos y los hechos tienen más valor que las palabras.
En nuestro trato con los prisioneros hemos observado una circunstancia permanente y característica: el engaño. En el Ejército opera toda una maquinaria de mentiras funcionando constantemente manejada por los centros superiores.
Nosotros hemos capturado numerosos documentos, circulares y órdenes secretas, muy reveladoras. A la tropa en campaña se le engaña. Se le asegura que los Rebeldes son grupos dispersos, que su moral es baja, que están armados con escopetas, etc., etc. Lógicamente el soldado al chocar con la realidad recibe un duro impacto. Ningún soldado ni oficial conoce por lo general las cosas que han ocurrido en la Sierra Maestra. Si nosotros, por ejemplo, en Uvero, hace más de un año, hicimos 35 prisioneros, curando 19 heridos, poniéndolos a todos en libertad, el Estado Mayor se las ingenia para que esos hombres permanezcan lo más aislados posible. Al soldado le hacen creer que si cae prisionero lo torturamos, lo castramos, lo matamos, en fin, todas las cosas que en los cuarteles y las estaciones de policía ellos han visto hacer con revolucionarios. Con la censura de prensa el soldado está ignorante de lo que ocurre en el país. No lee otra cosa que lo que aparece en los libelos gubernamentales o en las circulares de orden interior que usa mucho el Estado Mayor. A fines de Septiembre de 1957, por ejemplo, en el Oro de Guisa fueron asesinados 53 campesinos. Días después el Estado Mayor emitió una circular informando que dos batallones habían obtenido allí una espléndida victoria, dando muerte a 53 rebeldes sin sufrir ellos baja alguna. La circular terminaba: "Viva el Viejo Pancho, candela al jarro."
Los soldados no escuchan otros discursos que los que le endilgan en Columbia los 10 de marzo y los 4 de Septiembre. Nadie les dice jamás que detrás de toda esa palabrería, mentiras y engaños de que los hacen víctimas, se esconde un interés de los políticos del régimen: robar, y un propósito: que los soldados mueran para defender el infamante y corrompido régimen.
Yo estoy completamente seguro que si un solo día, en vez de combatir se pudieran reunir a conversar todos los revolucionarios y todos los soldados, la tiranía desaparecería al instante, y una Paz larga y sincera se iniciaría por muchos años. He observado la calidad humana de muchos soldados, y a fuer de sincero hubiera deseado que en vez de adversarios fueran compañeros de lucha. Me he preguntado muchas veces cuántos hombres valiosos habrán muerto en el engaño de que defendían algo por lo que valiera la pena luchar.
Lo mejor del Ejército está en sus oficiales de línea y en sus soldados, si exceptuamos los reclutas que han ingresado en los últimos meses sin selección alguna. Los Tenientes sobre todo han demostrado capacidad y valor en los combates. Tiene el Ejército de Cuba una oficialidad joven que ha despertado en estos meses de lucha nuestro sincero reconocimiento. No están corrompidos, aman su carrera y quieren su Institución. Para muchos de ellos la guerra en que los han enfrascado es absurda y sin razón, pero cumplen órdenes e individualmente poco pueden hacer. Entre otras barbaridades la dictadura ha extraído de las aulas a los alumnos de la Escuela de Cadetes, sin terminar sus cursos y los han enviado al frente. Parece como si quisiera responsabilizar a los futuros oficiales con la guerra que se libra contra el pueblo y con todos los crímenes que se han cometido. Son muchos los oficiales jóvenes que han muerto en los combates de la Sierra Maestra.
Lo peor del Ejército comienza en sus Coroneles y se agrava a medida que se llega a los generales. Estos son en su mayor parte gente corrompida y sin escrúpulos. Se podría contar con los dedos de una mano, y sobran casi todos los dedos, los que no se han hecho millonarios en la explotación del juego, el vicio, la exacción y los negocios turbios.
Resulta evidente que dado el estado de cosas a que ha llegado la situación del país, sin salida alguna para el régimen, y el desencadenamiento de los últimos sucesos es muy posible un golpe de Estado.
El Movimiento 26 de Julio frente a esa eventualidad quiere dejar sentada bien claramente su posición:
Si el golpe de Estado es obra de militares oportunistas cuyo propósito es salvar sus intereses y buscar una salida lo mejor posible a la camarilla de la tiranía, estamos resueltamente contra ese golpe de Estado, aunque se disfrace con las mejores intenciones. Porque en fin de cuentas los sacrificios que se han hecho y la sangre derramada no han de servir únicamente para que las cosas queden más o menos como están y se repita aquí la historia que siguió a la caída de Machado.
Si el golpe militar es obra de gente honesta y tiene un fin sinceramente revolucionario, será posible entonces una solución de Paz sobre bases justas y beneficiosas a la Patria.
Entre las Fuerzas Armadas y la Revolución, cuyos intereses no son ni tienen por qué ser antagónicos, puede resolverse el problema de Cuba. Nosotros estamos en guerra contra la tiranía, no contra las Fuerzas Armadas; pero es a las Fuerzas Armadas de la República a las que corresponde deshacerse de las ataduras que las han vinculado al régimen más infamante y odioso que ha padecido nuestra Patria. El dilema que se ofrece en estos instantes al Ejército es bien claro: o da un paso al frente, desprendiéndose de ese cadáver que es el régimen de Batista y se reivindica ante la Nación, o el Ejército se suicida como institución. Lo que hoy todavía puede salvar al ejército, no podrá salvarlo dentro de unos meses.
Si la guerra se prolonga medio año más, el ejército se desintegrará totalmente. La situación que tiene delante solo podría dominarla con el respaldo de toda la población; y al revés de ello, toda la población está identificada y colabora con la rebelión. El propio ejército debe saber mejor que nadie lo que acaba de ocurrir en la Sierra Maestra. Más de 200 oficiales participaron en la última ofensiva y no pueden ignorar el desastre, ni dejar de meditar sobre los hechos. Y si no ha podido dominar un solo núcleo rebelde, concentrando sobre él todas sus fuerzas menos podrá dominarlos cuando tenga que luchar en veinte frentes de batalla. La deserción masiva de los soldados es algo que difícilmente pueda disimularse. En El Cerro, el día 24 de julio por la noche, en una sola madrugada, desertaron 31 de 80 soldados destacados en ese punto.
Esto para no citar más que un ejemplo de lo que ha estado ocurriendo en los demás batallones. Cuando un cuerpo armado llega a esa situación está en el deber de analizar las causas que lo ha conducido a ese abismo, cuando aún es tiempo de reaccionar. La objetividad con que les hablo no puede dar lugar a dudas sobre la sinceridad que encierran estas palabras.
Un acuerdo entre militares y revolucionarios no podrá desearlo jamás una veintena de asesinos sin salvación posible que con sus actos han deshonrado el cuerpo armado y lo están conduciendo al suicidio; pero ese acuerdo es la única salvación que queda a los militares que de veras les preocupe el destino de su ejército y su Patria.
La oficialidad joven debe estar alerta para que el golpe no se convierta en una maniobra propiciada tal vez por la propia tiranía para salvar aunque sean las cabezas de sus peores corifeos.
Como no estamos dispuestos a ceder un solo ápice en lo que a los intereses del pueblo se refiere, el Movimiento 26 de Julio y el Ejército Rebelde, solo aceptarán discutir una solución de Paz con el ejército sobre estas bases:
Primero: detención y entrega del dictador a los Tribunales de Justicia.
Segundo: detención y entrega a los Tribunales de Justicia de todos los líderes políticos que se han responsabilizado con la tiranía, causantes de la guerra civil, y que se han enriquecido con el dinero de la República.
Tercero: detención y entrega a los Tribunales de Justicia de todos los militares que se han caracterizado por sus torturas y crímenes, tanto en las ciudades como en el campo, y de los que se han hecho ricos con el contrabando, el juego, los negocios turbios y la exacción, cualquiera que sea su grado.
Cuarto: entrega de la Presidencia provisional a la figura que designen todos los sectores que combaten a la dictadura, para que convoque en el más breve plazo posible a unas elecciones generales.
Quinto: reestructuración y alejamiento de los Institutos Armados de las luchas políticas y partidaristas, a fin de que las Fuerzas Armadas no vuelvan a ser nunca más instrumentos de ningún caudillo o partido político y se concentren a su misión de defender la soberanía del país. La Constitución, las Leyes y los Derechos de los ciudadanos, para que entre civiles y militares reine la confraternidad y el respeto mutuo, sin temor de unos ni de otros, como corresponde a un verdadero ideal social de Paz y Justicia. La República exige mañana mejores y más honestos políticos, pero también mejores y más honestos militares.
Sin el cumplimiento estricto de estas condiciones nadie debe hacerse ilusiones de que la guerra pueda concluir, porque antes moriremos todos que abandonar la meta por la que está luchando nuestro pueblo desde hace seis años, y está anhelando hace medio siglo.
Nadie como nosotros tiene el derecho a exigir algo en bien de la Patria, y nadie como nosotros ha sabido renunciar de antemano a toda aspiración personal. Esperamos la repuesta sobre la marcha.
Las Columnas Rebeldes avanzarán en todas direcciones hacia el resto del territorio nacional sin que nada ni nadie las pueda detener. Si un Jefe cae otro lo sustituirá; si un hombre muere otro ocupará su puesto. El pueblo de Cuba debe prepararse a auxiliar a nuestros combatientes. Cualquier pueblo o zona de Cuba puede convertirse en los próximos meses en campo de batalla. La población civil debe estar lista para soportar valerosamente las privaciones de la guerra. Que la entereza demostrada por la población de la Sierra Maestra, donde hasta los niños auxilian a nuestras tropas, soportando 20 meses de campaña con incomparable heroísmo, no deje de tener ejemplar emulación en el resto de los cubanos, para que la Patria sea verdaderamente libre cueste lo que cueste y se cumpla aquella promesa del Titán cuando dijo que "la Revolución estaría en marcha mientras quedase una injusticia sin reparar".
Hay Revolución porque hay tiranía. Hay Revolución, porque hay injusticia.
Hay y habrá Revolución, mientras una sola sombra amenace nuestros Derechos y nuestra Libertad.
Fuente:
RR
Autor:
19/08/1958