Discurso pronunciado por el Comandante en Jefe Fidel Castro Ruz en la graduación de los más de 11 000 alumnos del Instituto Superior Pedagógico y los primeros licenciados en Enseñanza Primaria, efectuada en el teatro "Karl Marx", el 4 de julio de 1985
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Compañeras y compañeros graduados de los institutos superiores pedagógicos:
Hoy es un día grande para la educación cubana, un día de gloria y de victoria, con la más grande graduación que ha tenido lugar en nuestro país de los institutos superiores pedagógicos, en número ascendente a 11 300 graduados.
Hoy podríamos decir, sin exageración, que se inicia una nueva era revolucionaria en la educación, con la graduación, entre ellos, por primera vez en nuestra historia, de 2 700 licenciados en enseñanza primaria (APLAUSOS).
Muchas cosas se pudieran decir un día como hoy, ¡muchas! Es imposible, por supuesto, decirlas todas; pero, al menos, se me ocurre remontarme un poco a los primeros años de la Revolución, recordar de dónde partimos, cómo empezamos, qué teníamos entonces. Y para señalar algunos aspectos o rasgos más característicos, diré que, por ejemplo, teníamos un 22,3% de analfabetos entre las edades de 10 y 49 años, si es que aquella cifra y aquellas estadísticas fueran confiables.
Y qué se consideraba, entonces, como alguien analfabeto y quién no era analfabeto. Se puede señalar que, por ejemplo, solo el 56,4% de los niños entre 6 y 12 años estaban escolarizados, y con el 56,4% escolarizado y sabiendo que muchos se iban del 1er grado, del 2do y del 3ro, lo lógico es que el número de analfabetos aumentara progresivamente. No se sabe cuántos eran los escolarizados entre 13 y 16 años, porque no existen ni siquiera estadísticas, ya que nadie se preocupó de hacer ese cálculo, ¿para qué, si apenas la mitad de los que tenían 6 y 12 años estaban escolarizados, cuántos llegarían al nivel medio?
Pero un buen ejemplo es la estructura de matrícula de aquella época, y por ahí están los datos: el 89,9% de los alumnos estaba en la enseñanza primaria, y en la enseñanza media y superior, solo el 10,1%; la enseñanza especial, para niños con problemas físicos o mentales, no existía; los círculos infantiles no existían, la enseñanza preescolar apenas existía, solo en unos pocos centros se impartía.
Se calcula que había unos 24 000 maestros trabajando, y se supone, incluso, que una parte de ellos, no eran titulados. Los datos estadísticos reflejan que se graduaron en todo el período anterior a la Revolución, alrededor de 29 000 maestros primarios, y se sabe que había 10 000 maestros aproximadamente sin empleo al triunfo de la Revolución. Creo que existían dos o tres facultades de pedagogía en las universidades, con unos pocos alumnos. Había seis escuelas de maestros primarios en nuestro país. Los programas de becas no existían, y tal vez, calculando todos los alumnos internos en las escuelas privadas, que pudiéramos llamar escuelas privilegiadas, sumarían unos 2 000 alumnos internos. Y luego también estaba la Beneficencia, ustedes recuerdan aquello, donde llevaban a los niños que no tenían padres, y algunas escuelas, llamadas cívico-militares en algún tiempo, después tendrían otros nombres, que eran dos o tres de esas escuelas, donde había algunos cientos de alumnos, vamos a suponer que fueran, incluso, de 1 000 ó 2 000.
Muchas de las instituciones con que hoy contamos no existían, ni siquiera se imaginaban: escuelas vocacionales, escuelas e institutos tecnológicos; en total, creo que había veintitantas escuelas de formación profesional y técnica —me parece mucho, no, no, creo que eran menos—, y algunos cientos, tal vez, algunos miles de alumnos en aquellas escuelas de arte y oficio. Había tres universidades: la de La Habana, la de Santa Clara y la de Santiago de Cuba. Habían creado una por allá en la ciudad de Holguín, por razones politiqueras, que al final se suprimió.
El número total de estudiantes universitarios era 15 000, no al triunfo de la Revolución porque estaban cerradas las universidades en ese momento, y había muy pocos alumnos en las carreras técnicas. Así, estos eran algunos rasgos generales de la situación que se encontró en la educación.
El presupuesto se limitaba a 84 millones de pesos, 12 pesos per cápita en la educación, pero no llegaban; ustedes saben que se robaban casi todo el dinero de la educación. Había un montón de inspectores, botellas, inciso k —muchos de ustedes no habrán oído hablar nada de eso, aunque a lo mejor han tenido tiempo de leerlo en algún libro—, un inciso donde había miles de puestos llamados "botellas" para ayudar a la clientela política, personas que no desempeñaban ninguna función, inspectores de todas clases que no inspeccionaban nada. Por ahí hay un dato, creo que había 80 profesores de dibujo o maestros de dibujo en la antigua provincia de La Habana, y tenían 19 inspectores; y creo que 229 maestros de educación física, y 56 inspectores, para que vean cómo funcionaba aquello.
Los niveles de escolaridad de la población eran ínfimos, porque no basta solo el índice de alfabetización sino también cuál es el nivel promedio de educación de la población. Organizaciones de pioneros no existían, ni círculos de interés científico-técnicos, ni palacios de pioneros, ni centros de exploradores, porque esas son instituciones educacionales también, no debemos olvidarnos de eso: no solo en la escuela aprenden y se educan los niños.
Es preciso recordar la larga marcha de estos años en que fuimos haciendo un gran esfuerzo, rectificando sobre la marcha cualquier concepción que fuera errónea, elaborando nuevos enfoques, creando nuevas instituciones; han sido tantas que forman una lista larga: preuniversitarios en el campo, escuelas tecnológicas e institutos tecnológicos de muchas especialidades, escuelas de profesores de educación física, escuelas vocacionales militares, escuelas de arte, escuelas de educadoras de círculos, que después pasaron a formar parte del sistema de escuelas pedagógicas; escuelas de maestros, cómo se nos van a olvidar las escuelas de maestros, las muchas nuevas que se hicieron.
Hay que recordar aquella situación cuando de repente se tomó la decisión de que todos los niños tuvieran maestros y había que enviar maestros al campo y a las montañas, e incluso muchos de aquellos maestros que se habían graduado, no habían sido educados en la mentalidad de ir a prestar el servicio donde fuera necesario. Fue preciso convocar maestros voluntarios para ir a las montañas y convocar estudiantes de la enseñanza media para que fueran a enseñar, muchas veces, sin recibir siquiera un cursillo pedagógico previo.
Es conveniente recordar cómo llevamos a cabo la lucha contra el analfabetismo, aquella movilización de 100 000 estudiantes para erradicar, en lo fundamental, el analfabetismo en un año. Fue el primer país que llevó a cabo esa proeza. Podemos decir, incluso, que a partir de aquella experiencia de la Revolución Cubana, otros países hicieron esfuerzos similares, en mayor plazo, en más tiempo, pero también impresionantes esfuerzos, países desde luego revolucionarios; porque, realmente solo un país revolucionario hace esfuerzos de esa naturaleza. Sabemos que Nicaragua hizo un gran esfuerzo, una campaña de alfabetización intensiva con métodos similares; sabemos que los etíopes, que tenían más de un 80% de analfabetos, han enseñado a leer y a escribir a millones de personas en estos últimos 10 años, y creo que en todos esos nuevos esfuerzos, la épica empresa llevada a cabo por la Revolución, en el año 1961, sirvió de modelo, sirvió de estímulo, sirvió de experiencia.
Y fue muy importante ver cómo una revolución puede no tener dinero, pero si tiene pueblo resuelve problemas, porque nuestra Revolución fue capaz de movilizar el entusiasmo de la juventud y llevarla allá a los lugares más apartados de las montañas: una gran lección, sobre todo ahora, en época de crisis en que no hay dinero. En muchos países de América Latina, si son capaces de hacer cosas que movilicen el entusiasmo del pueblo y, en especial, de la juventud, pudieran llevar a cabo tareas que costarían cientos de millones de dólares, entregándoles solamente el uniforme, unas cuantas libretas y algunos textos a los jóvenes; porque estoy seguro de que en cualquier otra parte en que se hiciera lo mismo, las familias campesinas que reciban a esos jóvenes se encargarían de su manutención, de albergarlos y mantenerlos. Eso se puede hacer no solo en el campo de la educación, se puede hacer también en el campo de la salud, si se moviliza a los estudiantes de medicina, etcétera; hay muchas posibilidades por esas vías que no cuestan dinero. A nosotros nos costó en la campaña de alfabetización los uniformes, los faroles, un poco de material escolar y los pasajes.
Después de la campaña de alfabetización, vino el plan de becas, la Revolución creó 100 000 becas, sobre todo para premiar —y no había sido una promesa—, para estimular y premiar a aquellos 100 000 estudiantes que habían ido a participar en la campaña de alfabetización. Se dieron becas también más adelante a decenas de miles de muchachas campesinas que vinieron, complementaron sus conocimientos elementales, y aprendieron a hacer muchas cosas útiles, durante años funcionó aquel plan de campesinas que venían de las montañas; no sé cuántas pasaron por allí, pero tal vez fueron muchas más de 50 000 y no muy lejos de 100 000 —no tengo refrescados esos datos ahora.
El esfuerzo de impulsar los institutos superiores pedagógicos, las escuelas de maestros, que al principio comenzamos estableciéndolas en las montañas, partiendo de la idea —como he dicho otras veces— de que únicamente pasando trabajos físicos se prepara el alma para cumplir tareas difíciles, y después tomamos la decisión de hacerlas en todas las provincias y en las ciudades, comprendiendo que la formación del joven, la conciencia revolucionaria que se desarrolle, al joven lo hace capaz de cualquier tarea.
Y así, después, nuestros graduados de las escuelas pedagógicas fueron capaces no solo de ir a nuestros campos y a nuestras montañas —muchos de ellos procedían precisamente de allí—, sino que fueron capaces de ir a trabajar allende las fronteras y llegar a lugares tan distantes como Angola y Etiopía, y más lejos aún, hasta el Asia, a impartir la enseñanza. Como una prueba de lo que puede la educación y la formación de la conciencia, está el ejemplo de que si en los primeros años era difícil encontrar un maestro o una maestra para enviar a las montañas o a los campos de nuestro propio país, un día, cuando los hermanos nicaragüenses nos pidieron maestros y solicitamos maestros voluntarios para ir a Nicaragua, se ofrecieron 29 000; y cuando algunos de ellos fueron víctima de las atrocidades de la guerra sucia impuesta por el imperialismo a Nicaragua y murieron asesinados, nombres que han sido recordados en el acto de hoy, ¡entonces se ofrecieron 100 000 maestros para enseñar en Nicaragua! (APLAUSOS)
Y pienso que este hecho da la medida de la conciencia de nuestro personal docente en todos los niveles, porque aquí mismo hay muchos, un número elevado de graduados del curso regular de los institutos superiores pedagógicos, que cumplieron dos años de misiones internacionalistas como profesores en Angola (APLAUSOS).
Desarrollamos las escuelas de maestros primarios, hoy llamadas escuelas pedagógicas, en todas las provincias del país; construimos cientos de escuelas de nivel medio, porque aquella gran masa que un día ingresó en la primaria, siguió estudiando, no abandonó la escuela. Recuerdo que solo en el primer año del triunfo de la Revolución, más de 300 000 niños se incorporaron como nuevos alumnos a las escuelas primarias, y esa masa creció; ustedes saben, además, que esto coincidió con la explosión de la población de los primeros años de la Revolución.
La Revolución trajo esperanzas, la Revolución trajo euforia y no sin razón. Pareciera que aquellos nuevos matrimonios adivinaran, estuvieran seguros de que a sus hijos no les faltarían círculos, no les faltarían preescolares, no les faltarían escuelas primarias, secundarias, preuniversitarias y universitarias; pareciera adivinaran que a sus hijos no les faltaría la asistencia médica, ni el médico, ni el hospital; como si supieran, o adivinaran o tuvieran la seguridad de que no les faltaría empleo, y así fue, así fue.
¿Quién no pudo de ellos enviar a su hijo a una escuela por falta de maestros, por falta de escuelas? Pero grande fue el esfuerzo, enorme, de aquellos primeros años, porque hubo que hacer para ello muchas escuelas primarias, secundarias, preuniversitarias, tecnológicas y facultades universitarias, ¡muchas, pero la Revolución fue capaz de responder al reto! Y requirió no solo esfuerzos en construcciones físicas, sino un esfuerzo humano enorme, y entre otros, cómo formar o cómo disponer de suficientes profesores de nivel medio en los años setenta, cómo, si aun en aquellos años todavía el 70% de los maestros primarios eran no titulados, ¿de dónde sacar los profesores? Y de nuevo el llamado de la patria, el llamado de la Revolución, y la respuesta de nuestra juventud hizo posible el otro milagro, que fue el de disponer de decenas de miles de profesores para dar respuesta a toda aquella enorme masa que ingresaba en la enseñanza media. ¡Y hubo respuesta!, no se quedó uno solo de aquellos niños que se graduaban de 6to grado sin escuela media o escuela profesional, alguna escuela donde estudiar después de aprobado el 6to grado. En aquella época todavía ingresaban con solo 6to grado los alumnos para las escuelas de maestros primarios, donde estudiaban durante cinco años para poder ya, con un título y no mucha experiencia, comenzar a impartir clases.
Bien, luchábamos entonces contra montones de problemas: la lucha por la retención escolar, la lucha contra el retraso escolar —aun cuando habíamos llegado a establecer escuelas para todos los niños, un alto porcentaje de niños que estaban en 2do grado y debían estar en 4to, o en 4to y debían estar en 6to—; la lucha por la promoción con calidad, esa batalla larga que se ha librado durante todos estos años en virtud de los cuales se ha reducido extraordinariamente el atraso escolar y los niños están a su edad en el curso adecuado; esa lucha enorme en la que tan brillante actuación tuvo el Ministerio de Educación por titular a los maestros, porque si en 1970 teníamos un 70% no titulado, o más de un 70%, hay que ver que en un período no mayor de 10 años logró alcanzarse la meta de que todos los maestros de enseñanza primaria estuvieran titulados, bien porque se graduara un contingente de nuevos maestros, o porque muchos de aquellos estudiantes, hombres y mujeres del pueblo, que se ofrecieron como maestros y siguieron recibiendo sus cursos sistemáticos, perseveraron hasta graduarse como maestros y poder ya decir un día, hace varios años, que todos nuestros maestros de enseñanza primaria estuvieran titulados. El esfuerzo realizado en este campo se puede apreciar en las escuelas pedagógicas, en la creación y desarrollo de los institutos superiores pedagógicos, en el número de instituciones, en el número de alumnos de esas instituciones, en el número de graduados de esas instituciones.
Hoy hemos dado un considerable salto, quiero decir —hoy en el doble sentido de la palabra— con esta graduación; comparado con el año 1959, los índices de entonces y los índices actuales, ¡qué enormes diferencias, qué claros resultados! Tenemos que de un 22,3% de personas analfabetas entre los 10 y 49 años, hoy ese índice asciende solo a 1,9%; y en las edades más tempranas, de 20, 25, 30 años, está por debajo de uno, siendo más alto ya en los que tienen más de 40 o más de 45, a los cuales se les considera analfabetos con criterios diferentes. Antes tal vez alguien supiera firmar y decían: no es analfabeto, sabe firmar, porque supiera simplemente firmar no se consideraba analfabeto. Nuestro índice, es un índice exacto, riguroso: 1,9% entre esas edades. ¡Vean qué diferencia!
No mencioné, entre las cosas que ni remotamente existían en este país, la educación obrero-campesina; muchos cientos de miles, seguramente pasarán del millón los que se graduaron a través de la enseñanza obrero-campesina, que fue el seguimiento que se llevó a cabo después de la campaña de alfabetización, y los niveles medio de escolaridad ascendieron extraordinariamente.
Hoy yo puedo hacer una pregunta: ¿Hay algún maestro sin empleo en este país? ¿Alguno de ustedes ha conocido esa categoría de persona que se llame maestro sin empleo? (EXCLAMACIONES DE: "¡No!") ¡Y cuántos hemos graduado, cuántos maestros y profesores! Un día me dieron la cifra, eran más de 280 000 entre maestros y profesores. Solo de maestros primarios se graduaron alrededor de 120 000; profesores de secundaria, a través del IPE, Instituto de Perfeccionamiento Educacional, se graduaron 86 000; y a través de los institutos superiores de educación o pedagógicos, se graduaron 80 000 profesores de nivel medio. Esa cuenta da ya una cifra grande, alrededor de los 286 000. Ahí no deben estar incluidos los profesores de educación física y deportes, de los que se graduaron alrededor de 18 000 en estos años. De inspectores no sé cuántos se habrán graduado; esa categoría no suena mucho ya en nuestro país (RISAS). Si sumamos todo, debe rebasar la cifra de los 300 000. Claro, puede haber cifras repetidas de algunos que se graduaron una vez, los primeros del destacamento pedagógico, que ingresaban de 9no grado, se graduaban como profesores después de cuatro o cinco años de estudio, y luego se volvieron a graduar, ya como licenciados al cursar nuevos estudios.
Puede haber algunas cifras que por esta razón se repiten —estamos hablando de graduaciones—, pero no está lejos de 300 000 el número de ciudadanos de este país que se han graduado como maestros y profesores. ¡Claro!, se pudo resistir el drenaje, porque el maestro era muy apreciado en nuestro país, es muy apreciado y seguirá siendo muy apreciado, y al maestro o profesor se lo llevaban para otras funciones, lo pedía todo el mundo, lo pedía el Estado, lo pedía el Partido, lo pedía el Poder Popular, lo pedían las empresas, le echaban mano; ¡cuántos se llevaron! Pero resistimos también ese drenaje; nos duele, pero no nos afectó demasiado, porque hemos formado suficientes. Fueron permaneciendo aquellos que tenían una vocación clara, precisa, total por la enseñanza; y, desde luego, debo incluir en esos a los que por disciplina, porque los llamó el Partido o los llamó la organización de masa, creyeron que era su deber cumplir con la tarea que les asignaran.
Así, contamos en la actualidad con alrededor de 256 000 profesores y maestros en el Ministerio de Educación, y tengo entendido que esta cifra incluye también a los profesores del Ministerio de Educación Superior; de modo que hoy tenemos en la enseñanza primaria alrededor de 84 500 maestros, y —cosa curiosa— todavía más profesores en la enseñanza media, alrededor de 97 300 profesores, ¡curioso! No incluye a los profesores de la formación de personal docente, que son 7 500; no incluye la enseñanza técnica y profesional, donde tenemos alrededor de 25 000; no incluye la enseñanza especial, donde tenemos alrededor de 11 500. En las propias universidades, contamos con casi 18 000 profesores; el número de alumnos en los centros de enseñanza superior creció, de 15 000 que había antes de la Revolución, a 241 000, Y de ellos, más de un tercio pertenecen a la esfera de la educación. ¡Qué fuerza tremenda y qué perspectivas!
Ahora casi el ciento por ciento de los niños está escolarizado, pero cuando un niño no está escolarizado es por una especial razón: o porque está en un hospital, o porque tiene un problema determinado, no es porque le falte un maestro o le falte una escuela, las escuelas están hasta en los lugares más apartados de las montañas. Y conocemos el caso de una maestra que recibe su sueldo por el Estado, es maestra, vive en un lugar apartado del campo y les da clases únicamente a sus hijos.
En el campo, lógicamente, hay veces que un trabajador docente tiene que atender cinco, siete, ocho, diez alumnos, no es como en la ciudad que puede tener 15, 20, 25 alumnos; aquello ocurre en lugares apartados, pero aun allí no falta el maestro, no ha faltado nunca el maestro, porque no se hicieron cálculos de que no era negocio tener un maestro con cinco alumnos y que, por tanto, había que dejar analfabetos a los muchachos. La Revolución, nuestra Revolución socialista, se guía, fundamentalmente, por el propósito de servir al pueblo y de servir a los seres humanos, no anda escatimando ni sacando cuentas para reducir presupuestos dejando niños sin maestros. No, se enfrentaron todas esas dificultades, porque todavía viven familias en lugares apartados, en viviendas aisladas en el campo, siempre hubo sin embargo una respuesta y siempre hubo un maestro.
¿Y cuál es la situación ahora? Casi el ciento por ciento de los niños, entre 6 y 12 años, está escolarizado; y en las edades de 13 a 16 años, el 87%; y en conjunto, entre 6 y 16, más del 93%. Si hay algún alumno entre 13 y 16 que no esté escolarizado no es porque falte una escuela, no es porque falte la oportunidad, es por responsabilidad de la familia, o por algunos otros problemas sociales, a veces matrimonios precoces u otros factores que inciden en el porcentaje de adolescentes o jóvenes, como se les quiera llamar, entre 13 y 16 años que no están escolarizados, pero no la falta de profesores o la falta de instituciones docentes adecuadas.
Hoy tenemos, solo en las universidades, 51 000 estudiantes becados, y en total, entre los diversos niveles de enseñanza, casi 600 000, de ellos en el nivel medio 486 000. Eso es lo que ofrece la oportunidad a cualquier joven o adolescente que viva en el campo, que viva en un lugar determinado, apartado o distante, o porque tuviera que recorrer en la propia ciudad un tramo muy largo, o porque la situación familiar aconseja, como ayuda, que reciba una beca para estudiar; esos jóvenes reciben gratuitamente todas las facilidades, los libros, la alimentación, la ropa, los recursos para la recreación, el deporte, el transporte, todo.
Seminternos hay 444 000, es decir, entre becados internos, y seminternos hay más de un millón. Comparen esas cifras con las que mencionábamos anteriormente, y la estructura de matrícula, ¡qué diferencia! Si antes en la primaria estaba el 89,9%, y solo el 56,4% de los alumnos de esa edad estaban escolarizados, ahora solo en la enseñanza primaria, con casi el ciento por ciento de los niños, prácticamente todos los que pueden asistir a la escuela escolarizados, sin embargo, la matrícula de primaria alcanza únicamente el 45,1% del total de alumnos de la enseñanza general del país.
Es decir, los estudiantes de nivel medio y superior, alcanzan actualmente el 54,9% de la matrícula escolar. ¡Vean qué diferencia! Es posible que tienda a crecer un poquito más la proporción del nivel medio y superior y después a bajar, porque las fluctuaciones del número de nacimientos influyen. Al disminuir los nacimientos hay un momento en que puede haber más alumnos en la media que en la primaria; más tarde posiblemente, vuelve a haber un poco más en la primaria que en la media, pero más o menos, aproximadamente estaremos alrededor de la mitad en la estructura de matrícula, como consecuencia de las facilidades y la eficiencia del sistema educacional. ¡Vean qué cambio!
Hoy uno de cada siete niños, en la edad de uno a cinco años, va a los círculos infantiles, como ayuda a las madres trabajadoras que no tengan otra posibilidad para la atención de sus hijos en esas edades. Alrededor de 120 000 niños están, además, en el preescolar, es decir, aproximadamente el 85% de los alumnos de esa edad. Hoy tenemos una matrícula ya de 44 500 niños en escuelas especiales, y si anteriormente decíamos que había 11 500 profesores de la enseñanza especial, ello indica que, aproximadamente, por cada cuatro niños que asisten a esos centros, hay un docente. Hoy cientos de miles de jóvenes cursan estudios de enseñanza media en las escuelas pedagógicas, en las escuelas secundarias básicas y preuniversitarios, en los centros de enseñanza técnica y profesional.
Asciende a 27 000 el número de alumnos estudiando en las escuelas de maestros primarios o escuelas pedagógicas; contamos con 20 de esas escuelas en todo el país; contamos con 12 institutos superiores de educación, y, en total, más de 70 sedes de esas instituciones. En septiembre próximo, al iniciarse el nuevo curso, tendrán 86 sedes; en pequeños pueblos apartados del país, en cuyos alrededores hay muchos maestros, existe la sede de los institutos superiores pedagógicos y allí van los profesores a dar clases, y van los trabajadores docentes a seguir sus cursos superiores, si no cómo habría sido posible esta enorme masa y la masa más enorme todavía que en un futuro se graduará en la licenciatura en enseñanza primaria.
En los próximos 16 años, se graduarán 80 000 maestros primarios y 60 000 profesores de enseñanza media; es decir, no nos conformamos con lo que tenemos y seguimos graduando, nos hacen falta porque hay que reponer las jubilaciones —y no tanto por las jubilaciones, porque es muy nueva nuestra masa de profesores—, hay que reponer, además, los que nos llevan, hay que complementar algunas enseñanzas. Necesitamos, por ejemplo, más profesores para nuevas escuelas especiales y necesitamos una reserva para permitir que los trabajadores docentes puedan estudiar, gracias a lo cual —porque ya tenemos una reservita— podemos presenciar milagros como el de hoy; adicionalmente, tenemos demandas de profesores de países amigos, de países hermanos y hay que tener también la posibilidad de dar respuesta en cantidad y en calidad a esas demandas.
Hay que seguir perfeccionando, hay que seguir estudiando. Puedo señalar otro dato que refleja los avances, y, desde luego, no los he señalado todos. En los institutos superiores pedagógicos, donde en 1959 había alrededor de 5 000 estudiantes y en 1965 aproximadamente 7 000, en el año que acaba de transcurrir había matriculados 92 000, y se elevará a 105 000 en el próximo curso.
Estos logros son posibles debido también a otro gigantesco e invisible esfuerzo, pero palpable en sus resultados, de perfeccionamiento del sistema educacional, de perfeccionamiento de los planes, de los programas y del material docente; y debido, además, a los incesantes e innumerables cursos de superación en los que participan esos 256 000 profesores y maestros, superación que pudiéramos llamar incesante, constante a través del Instituto de Perfeccionamiento Educacional, a través de los institutos superiores pedagógicos, a través de conferencias, a través de seminarios, a través de cursillos, de todo un sistema de capacitación del personal docente, porque, incluso, en todos los institutos superiores hay cursos de superación, y cuatro de los institutos superiores tienen sus centros para superación de los profesores de los propios institutos superiores de educación. Del sistema no escapa nada ni escapa nadie en la posibilidad de estudiar y superarse.
Si antes de la Revolución, e incluso algunos años después, no existía ni siquiera la idea de que un maestro primario pudiera hacer estudios superiores para elevar su preparación para el desempeño del magisterio en este nivel de enseñanza, en el transcurso de esta lucha, de esta batalla, de este esfuerzo surgió la idea; y siempre es necesario que surja primero la idea, y las ideas surgen cuando existe la necesidad y, en especial, cuando existe la voluntad de enfrentar la necesidad. Nosotros pudimos habernos conformado y decir: ¡No!, ya todos los maestros primarios están titulados, que sigan como maestros primarios, ahí, toda la vida sin mayor nivel académico. Habría sido ya magnífico decir que teníamos todos los niños con escuelas, todos los niños con maestros y todos los maestros titulados, pero eso no nos parecía suficiente, eso no satisfaría la eterna exigencia de la Revolución por el progreso, la eterna necesidad de una sociedad que quiere avanzar, queríamos más calidad todavía.
Y así, un día, surgió la idea después del año 1970, y no crean que la idea triunfó rápido, la idea tuvo que vencer resistencias, incomprensiones, dificultades, no existía la forma de aplicarla, de llevarla a cabo rápidamente, hasta que se encontraron las fórmulas, las soluciones y se matricularon los primeros maestros primarios en la licenciatura en enseñanza primaria (APLAUSOS).
¡Pero cuántas cosas hubo que hacer! Decenas de miles de maestros se graduaron que habían ingresado a las escuelas de maestros con solo 6to grado, hasta que después tuvimos suficiente masa de alumnos de nivel medio para escogerlos de 9no grado; de este modo, si un día fue necesario titular a los no titulados, otro día fue necesario nivelar a los que habían entrado de 6to grado, y cuando empezó este programa de licenciatura en enseñanza primaria, fue necesario, con relación a muchos que no habían ingresado de 9no grado, hacerles la preparatoria para que ingresaran en la licenciatura, y se hizo la preparatoria. Ya no es el caso del que entró con 9no grado y estudió después cuatro años, ese tenía ya más nivel que un bachiller, más experiencia en el campo de la educación, y estaba lo que se llama articulado con la enseñanza superior; pero hubo que vencer todos esos obstáculos, será más fácil en el futuro, cuando ya sean nuevos contingentes de maestros que entraron de 9no grado en las escuelas pedagógicas. Y se crearon los medios y las vías para la superación de todos esos maestros, como se crearon los medios y vías para la superación de aquellos que habían entrado en los institutos pedagógicos con 10 grados, y no con 12 grados. Los primeros del destacamento pedagógico entraron con 10 grados. Fue necesario nivelar también, facilitar después de aquella graduación la posibilidad de estudiar otros dos años.
Sumen ustedes para que vean cuántos esfuerzos. Ahora avanzamos más rápido, y avanzará más rápido la idea de convertir en licenciados a los maestros primarios, porque la idea cobra prestigio, cobra fuerza a medida que se hace realidad. Y es un verdadero premio a la constancia, a la esperanza, a la confianza en el futuro, el hecho de que aquella idea que surgió un día y que se abrió camino paso a paso, en medio de dificultades, pueda verse hoy concretada en este resultado maravilloso de que nuestra Revolución, nuestro país pueda decir que gradúa los primeros 2 700 maestros primarios como licenciados en enseñanza primaria (APLAUSOS).
¿Qué significa esto y por qué hablamos de una nueva era revolucionaria en la educación? Porque si un día vimos que no existían ni escuelas ni maestros, o muchos de los maestros antes de la Revolución eran no titulados —incluso después del triunfo hasta un 70% eran no titulados hace apenas 15 años—, hoy se inicia un camino, en virtud del cual, y como resultado de este esfuerzo en que primero los titulamos, después enviamos jóvenes de 6to grado a las escuelas de maestros, y después de 9no grado, y después nivelamos y volvimos a nivelar a los anteriores, tenemos ya los primeros licenciados en enseñanza primaria. Esto significa que nuestros maestros entran de 9no grado en las escuelas pedagógicas y estudian cuatro años, y que en el próximo curso en este país, donde no hace tanto tiempo ocurrían aquellas cosas, empezarán a dar clases en primaria, en 1er grado, 2do grado, 3ro, 4to, 5to y 6to, 2 700 licenciados en enseñanza primaria. Sé que algunos no irán directamente a la escuela, desgraciadamente no podemos emplearlos a todos en eso de inmediato, y seguramente les asignarán determinadas tareas y funciones a una parte de ellos, pero ya empiezan los primeros. He ahí el triunfo de una idea.
Y si esto hace 15 años no existía, o apenas empezaba a existir como idea, ¿qué dudas tenemos, o podemos tener, de que a la vuelta de otros 15 años la inmensa mayoría, sino todos los maestros de nuestras escuelas primarias serán licenciados en enseñanza primaria? (APLAUSOS) ¡Qué avance! ¡Qué salto colosal! Y me pregunto: ¿Lo ha dado en la misma medida algún otro país? Yo no recuerdo, ni creo que ningún otro país esté marchando en esa dirección al ritmo que estamos marchando nosotros. Porque la idea —repito— cobra fuerza. ¿Y saben ustedes algo? Que en el año en que ustedes ingresaron el número fue mayor que en el segundo año, después creció de nuevo el número de ingresos, pero siguió bregando aquella idea frente a las dificultades, y este movimiento es ya hoy un gigante.
En los institutos superiores pedagógicos hay ya una matrícula de 24 000 maestros, siguiendo estos cursos, ¿y saben cuántos van a ingresar en el próximo año? Alrededor de 16 000 maestros primarios ingresarán para iniciar los estudios de licenciatura en enseñanza primaria, ¡dieciséis mil! ¿Cuántos se graduarán dentro de seis años, en una fecha aproximadamente como esta? No hay teatro; si terminan dos de cada tres, hacen falta dos teatros para ellos solos (RISAS); si le sumamos, además, los estudiantes del destacamento y los trabajadores docentes que se graduarán como licenciados de enseñanza media, habrá que hacer el acto en un estadio para la graduación de ese año, si quisiéramos que asistan todos, o en un gran parque, de pie, si es que no aparecen suficientes sillas para situarles una a cada uno.
Esas son las perspectivas, pero esa matrícula masiva, demuestra el prestigio de la idea, la fuerza de la idea. Debo añadir que se están introduciendo aceleradamente los estudios de computación en los institutos superiores pedagógicos para extenderlos después a todos los niveles de enseñanza posibles.
Hemos mencionado algunos rasgos del pasado y algunos hechos del presente, ¿sin embargo, podemos decir que todo está resuelto, que todo es maravilloso, que estamos al fin satisfechos? Nunca nadie estará satisfecho en este país, y menos los hombres y las mujeres que laboren en este sector de la educación, nunca estarán satisfechos (APLAUSOS).
Y para que ustedes vean un ejemplo de la relatividad de los avances: ya habíamos logrado el ciento por ciento de los maestros primarios titulados, ya habíamos logrado casi el ciento por ciento de los profesores de enseñanza media titulados, porque se habían titulado muchos del destacamento, y muchos maestros primarios también se habían hecho profesores de secundaria a través de sucesivos cursos, y ya el ciento por ciento de los profesores de nivel medio están prácticamente titulados. Desde luego, están titulados los que están dando clases, como norma. Pero retrocedimos.
¿Cómo que hemos retrocedido? ¿Es posible, con tanto esfuerzo, que hayamos retrocedido? Pues, sí, hemos retrocedido. ¿Y por qué? Ah, porque se han cambiado las reglas del juego: ahora se habla de título idóneo; es decir, la eterna insatisfacción surge, dicen: están titulados, pero hacen falta más títulos (RISAS). Y, en consecuencia, en secundaria básica ahora la conclusión es que solo el 36,5% tiene el título idóneo, un término nuevo, un concepto nuevo, que corresponde a la nueva época, digamos, a la nueva era revolucionaria en la educación, porque ya aquel compañerito o compañerita que da clases, que entró en un instituto superior pedagógico de 10mo grado, que no entró de preuniversitario, o el maestro primario que estudió para hacerse profesor de nivel medio, ahora queremos que tenga el título de licenciado en enseñanza media, y, por lo tanto, ¡a graduar más y a estudiar más para llegar al ciento por ciento también!
Es mayor en los pre el porcentaje con título idóneo, casi el 74% tiene ya ese título; en la enseñanza técnica y profesional, alrededor del 60%; en la enseñanza especial, alrededor del 86%. Pero ya esto implica un esfuerzo: la calidad, la necesidad de avanzar en calidad implica nuevos esfuerzos para volver a tener el ciento por ciento con el título idóneo.
Pero les advierto, en virtud de la relatividad de todos los éxitos y de todos los avances, ya veo claro que, allá dentro de seis años o dentro de ocho, no sé, se empiece a hablar de que en la enseñanza primaria solo equis tanto por ciento, que serán los graduados en licenciatura en enseñanza primaria, tienen el título idóneo (APLAUSOS). Surgirá, surgirá, es una necesidad de la vida, es una demanda del progreso.
Y si me preguntan: ¿y después qué vendrá? Diré: ¡Ah!, no sé después qué vendrá. Pero seguro que surgirán nuevas cosas y buscarán un candidato a doctor en ciencias pedagógicas, o algo parecido (APLAUSOS). Siempre surgirán nuevas cosas, mientras exista el espíritu, indispensable en toda revolución y en toda sociedad humana, de la eterna inconformidad.
Y gracias a la eterna inconformidad, el hombre fue evolucionando. En un tiempo fue la inconformidad de la naturaleza, que no le gustaba que nosotros tuviéramos determinadas formas, evolucionó primero la vida, se fueron desarrollando las formas humanas y hemos llegado a ser lo que somos, desde luego, muy lejos de ser perfectos. Pero ya que la naturaleza no nos puede modificar mucho más, no nos queda más remedio que modificarnos nosotros mismos (RISAS). Y si por fuera no nos podemos modificar mucho, quizás un poco más gruesos, menos gruesos; por dentro, en la mente y en el corazón, sí podemos modificarnos mucho, y tenemos que seguir modificándonos mucho.
Cuando vino la conciencia, desde el hombre primitivo, se inició esto que se llama progreso humano, tan largo, tan lento, tan lleno de historias horribles, matanzas, apropiación de los recursos naturales, de los medios de producción, esclavitud, miles de años de esclavitud, de explotación, hasta que vino después de la esclavitud y el feudalismo el capitalismo, sin que todavía una gran parte de la humanidad no se haya liberado del capitalismo. Vean si es necesario que el hombre se modifique todavía a sí mismo, y deje de ser esclavista, deje de ser ladrón, deje de ser explotador, ¡o lo hagan dejar de ser ladrón, esclavista, explotador, saqueador y todas esas cosas por el estilo! (APLAUSOS)
La sociedad humana tiene que seguir progresando, tiene que seguir modificándose, tiene que seguir superándose a sí misma. Y países como el nuestro, que hemos tenido el privilegio de dar un gran salto adelante en la historia, tenemos que ser menos conformistas que nadie, puesto que no solo nos ayudamos con nuestro esfuerzo a nosotros mismos, sino que con nuestro ejemplo y con nuestra experiencia podemos ayudar a otros.
Pronto, el año próximo, tendrá lugar en Cuba un congreso internacional pedagógico, muy concurrido, en que se analizarán estas cosas de la educación, se intercambiarán experiencias. Por cierto, con un gran placer, nosotros comunicaremos a otros países, a otros pedagogos, a otros maestros, nuestra experiencia, especialmente a los pedagogos latinoamericanos, muchos de los cuales están contemplando todavía toda aquella tragedia de la que hablábamos al principio, que existía en nuestro país, y en algunos casos peor que la que existía en nuestro país, porque tienen más analfabetismo y más problemas de los que teníamos nosotros, no solo problemas económicos, sino también sociales y políticos, sino incluso morales.
Pedagogos que han de estar viendo sociedades corrompidas por el juego, por la prostitución, por las drogas, niños abandonados y mendigando por las calles, y todos esos males, ninguno de los cuales nos afecta hoy día; pedagogos que no ven niños organizados, ni círculos de interés científico, ni palacios de pioneros, ni campiñas pioneriles, ni centros de exploradores, ni nada de eso que nosotros vemos todos los días; que no ven para todos los niños las posibilidades científicas y culturales que nosotros vemos todos los días; países que no tienen un solo centro recreativo de pioneros, como tenemos nosotros en nuestro país, algunos tan grandes que pueden albergar a casi 20 000 niños al mismo tiempo; que no pueden decir: tenemos el ciento por ciento escolarizados, entre 6 y 12 años, ni tantos entre 13 y 16 años escolarizados, y todos esos índices que hemos señalado nosotros aquí.
Yo estoy seguro de que todo el que tenga alma de pedagogo comprenderá qué maravillosa es la posibilidad de haber hecho lo que hemos hecho nosotros, y que solo es posible a través de una revolución. He tenido oportunidad de ver cómo muchos de estos hombres y mujeres, de un gran corazón y un gran pensamiento, cuando llegan a nuestro país se asombran y se admiran no solo de la obra de la Revolución, sino de la cortina de humo, del diluvio de fango, de mentira y de calumnia con que el imperialismo, temeroso de la verdad, temeroso de este ejemplo y de estos éxitos, trata de impedir que los pueblos de América Latina abran los ojos a la realidad.
Luego, nuestra experiencia y nuestro ejemplo serán estímulo a la lucha de liberación de otros pueblos y a sus anhelos de poder hacer un día cosas como las que hemos hecho nosotros, y aun mejores que las que hayamos hecho nosotros. Esta lucha no es solo por nosotros, es también por otros, y debemos continuar por ello luchando, superándonos con el mayor fervor.
Como decía, nos faltan cosas, quién lo duda. Hablábamos de la necesidad de titular de acuerdo con las nuevas reglas, o buscar el título idóneo, pudiéramos decir, titular idóneamente a los que no lo están en la enseñanza media.
Tenemos, por ejemplo, que seguir trabajando en la esfera de la enseñanza especial, a pesar de que tenemos una matrícula de 44 500 y que crece para el próximo curso, pues se calcula que aproximadamente un 3% de los niños necesiten de esa enseñanza, si se les quiere dar la atención y educación óptima. De acuerdo con ese índice y con ese tanto por ciento probable de necesidad, estamos todavía en la mitad de la matrícula que necesitaríamos de esas escuelas especiales.
Tenemos que todavía en muchas provincias es bajo el índice de doble sesión. Hay que realizar un esfuerzo material y organizativo para ir elevando el porcentaje de doble sesión, hasta llegar al ciento por ciento en todas las ciudades, y al máximo posible en el campo. Afortunadamente, en la Ciudad de La Habana y en algunos otros lugares, estamos alrededor o por encima ya del 90% con doble sesión.
Tenemos que seguir impulsando cosas nuevas, porque surgen ideas nuevas. Un día surgieron las escuelas vocacionales, magníficas escuelas, excelentes escuelas, donde hoy tenemos una matrícula de alrededor de 25 000 alumnos, ah, pero eran escuelas que incluían alumnos secundarios y preuniversitarios. Otro día surgió el pre de ciencias exactas y se creó el primero, donde llegaban los alumnos por oposición rigurosa y donde se les enseñaba fuertemente matemática, física, química, computación y biología; se hizo el primero, y entonces se decidió hacer otro en el centro y otro en el oriente del país, ya tendremos el año próximo tres pre de ciencias exactas, donde irán realmente jóvenes que, por sus méritos y su capacidad, se ganen un puesto allí. Maravilla una de esas escuelas, impresiona los medios que tiene para la enseñanza ese preuniversitario de ciencias exactas.
Nos dimos cuenta de que teníamos excelentes instalaciones en las vocacionales, que las vocacionales, sobre todo, preparaban jóvenes que por su expediente y sus méritos estaban llamados a realizar después estudios universitarios, y sacando provecho de la experiencia del primer preuniversitario de ciencias exactas, nos preguntamos: ¿Por qué no convertimos en preuniversitarias a todas las vocacionales, y que los alumnos ingresen no de 6to grado sino de 9no grado, y no solo por expediente sino por expediente y por oposición, repartidas las becas equitativamente como hacemos hoy entre todas las provincias y los municipios del país? En virtud de eso, el próximo curso no ingresarán ya en esas instituciones escolares alumnos con 6to grado; los últimos ingresaron el pasado curso, después que surgió la idea para no quitar expectativas o afectar esperanzas de acuerdo con el sistema anterior, pero en el futuro ya no ingresarán nuevos alumnos para estudiar allí secundaria básica; ingresarán con 9no grado aprobado —aprobado sobresalientemente, por supuesto—, y en vez de aproximadamente 10 000 estudiantes de pre, en las vocacionales tendremos 25 000 estudiantes de ese nivel, escogidos por expediente y por oposición; entonces podremos hacer casi exactamente en esos centros lo que estamos haciendo en los pre de ciencias exactas; dotarlos del equipamiento necesario para que tengan aproximadamente el mismo nivel, con mayor énfasis en la física, la química, la matemática —que no debe olvidarse—, la biología y la computación; es decir, vamos mejorando, vamos sacando mayor provecho, más utilidad de todas estas instituciones, sobre bases más racionales, sobre bases más beneficiosas para el desarrollo y el futuro de nuestro país.
También tenemos un punto débil que estamos superando, no contamos todavía con suficientes profesores de física, química y matemática con óptima preparación en la enseñanza media. Hemos tenido que hacer planes, programas que se están llevando a cabo ya para resolver el problema. Hay unos cuantos miles de maestros primarios, precisamente, que están becados con sueldo, liberados del trabajo durante dos años, para iniciar los estudios como profesores de física, de química o de matemática y otros estudios —aunque los tres primeros son los fundamentales—, para llenar el déficit, déficit que no hemos llenado todavía. ¿Y por qué podemos hacer esto? Podemos hacer esto porque tenemos una reservita de maestros primarios, ¡qué les parece lo bueno que es tener una reserva!
¿O por qué pueden ingresar 16 000 a estudiar licenciatura el próximo año? ¿Por qué tenemos a esos maestros primarios estudiando física, química y matemática, por qué podemos hacer eso? Sencillamente, por esa reserva. Tenemos ya una reserva de aproximadamente 12 000 maestros primarios; gracias a eso, el próximo año, 11 292 maestros primarios estarán en los institutos superiores pedagógicos estudiando a tiempo completo, con sueldo. ¡Vean qué experiencia, y si serán o no interesantes para otros países estas ideas!
Todos los maestros primarios que están estudiando la licenciatura, en el último año pueden hacerlo en los institutos superiores a tiempo completo con sueldo (APLAUSOS), al igual que muchos recibieron en la preparatoria también un año a tiempo completo con sueldo. En el futuro se comprenderá mejor por qué es conveniente seguir graduando, no vamos a cerrar las escuelas de maestros, porque quizás en el futuro se les puedan dar dos años, es una variante, es una posibilidad, no una promesa, porque en esto estamos todavía elaborando ideas; o cuando ya tengamos a todos graduados, licenciados, y en toda la enseñanza media ciento por ciento con título idóneo, entonces después se les podría dar oportunidad de volver a estudiar, reciclar, refrescar, perfeccionar; si tenemos una reserva de maestros y de profesores, cada seis o siete años les podemos dar también un año a tiempo completo, con sueldo —lo que se llama históricamente en algunas universidades muy seleccionadas, el año sabático— les podríamos proporcionar a los licenciados de primaria y a los de enseñanza media su año sabático para que refresquen, para que estudien, se preparen y se superen cada vez más (APLAUSOS).
¿Comprenden ustedes por qué no es absurdo ni disparatado graduar 80 000 futuros maestros primarios, y graduar 60 000 profesores, lo comprenden? Es lo que hemos dicho otras veces: no va a haber nadie sin empleo; y si se supone que la sociedad eleva su producción y su productividad por año, el día que tengamos todo el potencial femenino empleado ya que todavía no se emplea al ciento por ciento y todo el potencial humano de nuestro país con la más alta productividad posible, en vez de tener una parte de la gente todavía haciendo cosas que no se traducen en un beneficio práctico, en vez de tener, por ejemplo, exceso de personas trabajando en oficinas o en cualquier otra cosa, todas estas ideas serán realizables.
Es mejor preparar adecuadamente ese personal humano y disponer de médicos, maestros, ingenieros, arquitectos y otros profesionales y técnicos en número suficiente para ello.
Cuando existe una reserva, en el capitalismo la desemplean, y siempre tienen una reserva de desempleados; pero nosotros pensamos que en el socialismo la pueden emplear en algo tan útil, tan importante y tan decisivo, como crear tiempo y oportunidad para que todos aquellos técnicos, profesionales, maestros, médicos, enfermeras, lo que sean, que están trabajando, puedan disponer cada cierto número de años de tiempo para refrescar, para reciclar, para superarse, para conocer más, para ser más eficientes trabajadores (APLAUSOS).
Podemos decirles, compañeros, que de esta forma, meditando sobre todas estas cuestiones, se han ido elaborando ideas nuevas, ideas que surgen por primera vez en la historia del proceso político y del proceso revolucionario, e incluso, pudiéramos decir —sin propósito de que nuestra Revolución se autoalabe, pero sí como ejemplo del deber que tenemos todos de pensar, de meditar, de crear, de aportar— que en este campo, en este concepto de la creación de reservas para emplear de manera útil a cada ciudadano del país, están surgiendo estas ideas que son realmente nuevas y que van a ser muy beneficiosas para nuestro proceso revolucionario.
Este concepto empezó realmente por la esfera de la educación, y ya después estábamos pensando también en los médicos, su reserva; un médico, por bueno que sea, no puede estar 25 años seguidos en el hospital, con un breve período de descanso al año, presionado por el trabajo cotidiano, el trabajo diario, el servicio —y mientras mejor es el médico, más trabajo tiene—, sin que tenga la oportunidad de disponer en todo ese período de un año entero para buscar en los libros, en las bibliotecas, en la experiencia universal nuevos conocimientos y estudiar. Cualquiera comprende que nuestra sociedad ganaría mucho con esto.
Por eso, después que tengamos 20 000 médicos trabajando en la comunidad como médico de la familia, más 30 000 en la red de hospitales, más 5 000 en escuelas y fábricas, en virtud del concepto de que el ciudadano debe ser atendido dondequiera que esté: en la casa, en la fábrica, o en la escuela; y teniendo en cuenta que necesitaremos médicos para cumplir también con nuestros deberes de solidaridad internacional, necesitaremos una reserva de médicos, para hacer lo mismo con los médicos. Y esperamos que este concepto se vaya extendiendo progresivamente a otras profesiones, no tenemos por qué cerrar universidades, y esta posibilidad nos la dan la técnica, la ciencia, la elevación de la productividad del trabajo, que nos permita liberar recursos humanos a esos fines. ¡No concibe el socialismo un hombre o una mujer sin hacer nada, no se concibe!, o subutilizar esos recursos humanos; no sería socialismo si se hiciera así, ni sería socialista quien admitiera eso.
Y, claro, no olviden que somos adversarios irreconciliables del exceso de plantilla y de la burocracia, precisamente porque defendemos la idea del empleo óptimo y útil de cada ser humano. ¡Trabajo para todos, y que el trabajo de cada uno sea siempre altamente beneficioso y útil para toda la sociedad!
Un día como hoy se pueden hacer reflexiones de este tipo, como se puede hacer una apelación al esfuerzo de nuestros maestros, conscientes de que son vanguardias entre los trabajadores intelectuales de nuestro país, de esforzarse por la superación y por elevar la calidad y la eficiencia de su trabajo.
No voy a entrar aquí en conceptos de tipo técnico, eso se lo dejamos a los institutos superiores pedagógicos y a los científicos de la pedagogía. Yo analizo este problema desde un punto de vista social, político y revolucionario, a los más esclarecidos pedagogos de nuestro país, corresponde decir cuál es el método ideal, la importancia del ejemplo —eso lo puede suscribir también todo revolucionario, y aquí se habló de la enorme importancia del ejemplo—, y de todos aquellos factores y circunstancias que hacen posible la incesante elevación de la calidad y de la eficiencia.
No podemos olvidar lo que hemos dicho otras veces, que la inmensa mayoría de nuestros maestros y profesores son jóvenes, muy jóvenes, tienen muchos años por delante y mucho servicio que rendir, y cada año la cuenta de experiencias se enriquecerá, la cuenta de conocimientos se enriquecerá, cuando ya el promedio de años de experiencia de nuestros educadores no sea de siete u ocho años —no sé exactamente cuál es hoy, pero me imagino que no es muy elevado. Cuando sea de 12, de 15, de 18 años a cuánto no ascenderá la fabulosa cuenta de nuestros conocimientos pedagógicos y nuestras experiencias.
Lo que ustedes tienen que aportar es eso. La Revolución hará el máximo por crear todas las posibilidades; los maestros y profesores harán cada vez el máximo por ser más eficientes, más útiles a su país, por impartir una enseñanza más beneficiosa, trasmitiendo conocimientos y, sobre todo, enseñando a pensar y enseñando a crear, ¡crear, aprender de la Revolución, que ha creado tantas cosas! y tenemos que hacer que en ese aspecto cada niño, cada adolescente, cada joven sea un revolucionario no solo políticamente, no solo porque sea buen marxista-leninista o porque sea buen patriota, sino también porque sea un gran pensador y sea un gran creador, que la suma de la inteligencia y de la capacidad creadora de todos puede hacer grandes milagros, esos milagros que es capaz de hacer el hombre con su esfuerzo, con su valentía, con su tenacidad, con sus sentimientos nobles y solidarios.
Un día como hoy, es justo resaltar el magnífico espíritu de nuestros maestros y profesores, de nuestro personal docente, su espíritu revolucionario, su espíritu patriótico, su espíritu internacionalista y su espíritu de vanguardia en el seno de nuestra sociedad.
Solo me resta felicitar a este sector de nuestros trabajadores, expresarle el altísimo concepto de nuestro Partido, de nuestro Gobierno, de nuestra Revolución y de nuestro pueblo, por el noble y extraordinariamente importante trabajo que desempeña; felicitar a los compañeros del Ministerio de Educación, por los grandes éxitos que han alcanzado; y felicitar especialmente a un compañero, cuyo mérito, capacidad y tenacidad tienen mucho que ver con estos éxitos, al compañero José Ramón Fernández (APLAUSOS PROLONGADOS).
Los felicito a todos, en primer lugar a los graduados, muy especialmente a los que por primera vez en nuestro país se gradúan hoy, a los 2 700 licenciados en enseñanza primaria (APLAUSOS); les expreso nuestra más profunda gratitud por haber sido pioneros de esta idea, y les recuerdo el deber que tienen los que son portadores y pioneros de ideas nuevas y revolucionarias. Del trabajo que hagan ustedes, del fervor con que se consagren a sus obligaciones y sus tareas, y de los éxitos que alcancen, dependerá mucho que un día tengamos 10 000, 20 000, 30 000, 50 000, 80 000 y cuantas decenas de miles de licenciados en enseñanza primaria hagan falta para trabajar en nuestra patria o para trabajar en cualquier rincón del mundo donde sea necesario cumplir nuestros sagrados deberes internacionalistas, y soliciten nuestra experiencia, nuestro esfuerzo consagrado y nuestro ejemplo.
¡Patria o Muerte!
¡Venceremos!
(OVACION)