Discurso pronunciado por el Comandante en Jefe Fidel Castro Ruz en el Club Rotario de La Habana, el 15 de enero de 1959
Fecha:
15/01/1959
Honorable señor Presidente;
Señores directivos del Club Rotario;
Señores miembros:
Yo quiero, antes que todo, pedirles una excusa, y es mi tardanza. Me resulta sumamente desagradable hacerme esperar, y quizás una de las cosas que más me contraríe en estos días de tantas obligaciones, es el tener que hacer esperar a infinidad de personas. He sido puntual siempre y me encuentro con que ahora no puedo ser puntual, aunque no duerma, y me angustia porque algo anda mal que yo no puedo cumplir y algo me falta por saber, por aprender, por adquirir, de manera que pueda irme desenvolviendo, pero la cuestión es que a las 2:00 de la tarde yo estaba obligado a venir aquí y he llegado a las 4:00 de la tarde. Así es que les quiero pedir excusas a todos y explicarles que ha sido en contra de mi voluntad. Lo mismo que si aquí fuese necesario que permaneciera una hora o dos horas por estar con ustedes, por complacerlos a ustedes, lo hago, y otros pues me tendrán que esperar.
En este caso, yo no había venido antes por encontrarme realizando una serie de actividades que eran imprescindibles. Hay muchas cosas por hacer y en estos primeros días, sobre todo, el trabajo es extraordinario porque todo estaba desorganizado, y todo se va organizando poco a poco.
No es lo mismo una revolución que un golpe de Estado. El golpe de Estado quita al presidente, quita a los jefes principales, deja a todos los policías, a todos los soldados, todo el mundo se queda en sus puestos y la maquinaria del Estado sigue funcionando. Eso, por ejemplo, pasó el 10 de marzo. Suelen ocurrir en casi todos los países de América Latina golpes de Estado; muy pocas veces ocurren revoluciones, y me parece que en ninguna circunstancia ha ocurrido una revolución con las características en que se está desarrollando la Revolución Cubana.
Es por eso que nosotros, hombres nuevos, hombres inexpertos —porque es lo que yo digo, ninguno de nosotros ha sido nunca ministro, ni presidente, ni jefe de nada en absoluto— de buenas a primeras nos ponen jefe de todas esas cosas, una serie de responsabilidades, una serie de problemas complicadísimos y nos vemos en la necesidad de tener que resolverlos y, naturalmente, vamos pasando mucho trabajo.
Nos pasa como cuando desembarcamos. Cuando desembarcamos, nadie sabía nada de guerra y, en consecuencia, tuvimos que empezar a sufrir y a soportar todos los inconvenientes de no tener experiencia militar, de no haber estado nunca en combate, por lo menos dirigiendo combates. No sabíamos nada de táctica, nada de estrategia, nada de balística, nada de logística ni de nada absolutamente, y tuvimos que aprender sobre la marcha. Naturalmente, que al cabo de dos años ya sabíamos algo, y, en consecuencia, pudimos entrar en La Cabaña, en Columbia y en todos los demás lugares (APLAUSOS).
Ahora estamos exactamente igual: acabamos de desembarcar y no sabemos nada de casi nada, o casi nada de nada. Pero vamos llenos de buena intención, con el deseo de acertar. Lo que sí yo puedo asegurarles es que no hay ni un solo hombre en el gobierno de la república que no sea un hombre bienintencionado. Es verdad que alguien dijo que de buenas intenciones están empedrados los caminos del infierno (RISAS); pero la verdad es que, hasta ahora, los malintencionados nos han empedrado de verdad el camino del infierno y ni siquiera han hecho aquello que decían que hacía el diablo, que hacía el bien con malas intenciones.
Aquí los que gobernaban la república llenos de malas intenciones, nunca le hicieron el bien a nadie. Cuando vemos lo que han hecho en algunos aspectos, en cualquiera, en cualquiera, casi repugna, indigna, asombra. Lo extraordinario que tiene todo esto es que para nosotros, que hemos visto tantas cosas, cada día aparecen acontecimientos y hechos que nos vuelven a asombrar. A las cosas que han hecho no nos podemos acostumbrar, es difícil.
Si analizamos, por ejemplo, desde el punto de vista económico las cosas que han hecho, ustedes se encuentran que lo han vendido todo. Han vendido el Malecón, el Cuerpo de Ingenieros, el parque “Martí”, han vendido hasta Mazorra (RISAS). Vendieron la tierra de Mazorra, las treinta y tantas caballerías que había allí las vendieron también. Lo han vendido todo y lo han introducido en compañías anónimas, en negocios de todas clases; es una cosa escandalosa.
Calcularán ustedes el desbarajuste que hay en ese orden con la fuga precipitada que ocurrió aquí el día primero de enero. La sensación que me da es el caso de un delincuente, de un ladrón, que entra en una casa, roba, sale huyendo y en el camino lo sorprenden, lo deja todo y sigue corriendo. La impresión que da cuando usted llega a una casa, a una oficina cualquiera de los magnates, a cualquier centro de negocios de los que tenían organizados y se encuentra que dejaron cartas, documentos, papeles, libretas de cheques, lo han dejado todo allí, la sensación que da es la del delincuente que dejó el bulto en el camino y salió huyendo.
El Ministerio de Recuperación de Bienes —por lo que yo veo— va a recuperar una cantidad fabulosa de bienes robados. Están en compañías anónimas, pero se sabe perfectamente bien, y esta vez no se van a poder amparar en pretextos de tipo leguleyesco.
Una revolución no se hace con la ley, sino se hace la revolución y la ley viene detrás de la revolución (APLAUSOS). Yo digo que es como una criatura, un niño: nadie lo bautiza antes de nacer; se espera a que nazca y después que ha nacido se le bautiza, se le pone nombre, se lleva al juzgado a inscribirlo. Y esa es la Revolución, está naciendo al país, y después iremos estableciendo jurídicamente todas las relaciones.
Las leyes de la Revolución son, fundamentalmente, principios morales. Los propósitos por los cuales se está luchando son los que guían y trazan el derrotero de la Revolución. La Revolución no es una cosa loca, la Revolución es algo que tiene una ruta trazada, una serie de principios a los cuales se ajusta, y, además, una serie de principios fundamentales que es necesario dejar bien sentados para que la Revolución se pueda desarrollar pacífica y ordenadamente.
Nosotros empezamos por ratificar aquí que los principios de la Constitución de 1940, los preceptos fundamentales de la Constitución de 1940, son los que regirán el Gobierno Provisional y el gobierno futuro de la república, lo cual le dará ya una pauta a toda la ciudadanía. No puede funcionar la Constitución en cuanto al poder legislativo o al poder judicial, una serie de poderes, que no existen, no existen, porque nosotros no íbamos a dejar ahí el Congreso de Batista, no íbamos a designar un congreso de dedo, porque cuando vuelva a haber un congreso tiene que ser un congreso elegido por el pueblo, y, en consecuencia, la Revolución sí ha dicho que todos los preceptos fundamentales de la Constitución, todos los derechos civiles, políticos y humanos que garantiza la Constitución de la República, están garantizados por la Revolución, porque esa es la norma de la Revolución y porque la Revolución se puede hacer dentro de esos principios.
Cuando se me preguntaba recientemente si, en mi opinión, debía haber una nueva Constitución, yo dije que eso entorpecería la Revolución, porque nadie sabría a qué atenerse. Todo el mundo empezaría a temer qué tipo de Constitución sería esa, nadie se sentiría seguro, mientras que así todo el mundo ya sabe a qué atenerse, que va a regir la Constitución de 1940; porque el problema no era que no hubiera una buena Constitución, sino que no se cumplía la Constitución buena que tenía el pueblo de Cuba (APLAUSOS).
Yo les decía que todo nos lo hemos encontrado desorganizado, y que se está haciendo un extraordinario esfuerzo de organización para que todo vuelva a funcionar. Realmente, uno se maravilla de ver cómo, al desplomarse por completo la maquinaria del Estado, ha funcionado tan bien el país en estos días: las carreteras se están arreglando, la zafra está al empezar, las comunicaciones están perfectamente bien, el orden: no hay robo, no hay saqueo, no hay crimen. Nunca ha habido tanta paz en Cuba como ha habido en estos momentos posteriores a la Revolución (APLAUSOS). Y ese mérito hay que atribuírselo por entero al pueblo de Cuba, ese mérito es la prueba inequívoca de la colaboración que está prestando el pueblo.
Es bien sencillo: cuando Batista asaltó el poder traidoramente el 10 de marzo y todo el mundo comprendió y vio la tragedia —porque adivinó todo el mundo lo que aquello iba a significar para el país—, pues el pueblo lo que quería no era que tuviera éxito aquel gobierno; todo el mundo le ponía una piedra en el camino para que se cayera. Sin embargo, al Gobierno Provisional de la República, al Presidente, al magistrado Urrutia, todo el mundo lo está ayudando para que tenga éxito; es un estado de ánimo. Por eso ha podido marchar adelante el gobierno en estos días dificilísimos, ha marchado el gobierno sin maquinaria estatal; sin embargo, todo marcha normalmente, no hay ni policías en las calles y no hacen falta tampoco (APLAUSOS).
Se ha hablado mucho de la riqueza de nuestra patria, de su riqueza mineral, de su riqueza vegetal, de la fertilidad de su tierra, de las bondades de su clima. Y en verdad todo cuanto se diga de la bondad de la naturaleza de la tierra de Cuba es poco, porque es realmente una de las tierras más feraces y más ricas del mundo. Eso lo han reconocido cuantos han visitado nuestro país, cuando han estudiado la riqueza de nuestro país. Pero hay una riqueza en Cuba todavía más extraordinaria, y les digo con absoluta honradez mi convicción de que lo más rico y lo más extraordinario que tiene Cuba es su pueblo (APLAUSOS).
Tenemos en realidad un pueblo extraordinario. Los acontecimientos lo están demostrando, y creo que un pueblo así bien merece un destino mejor. Un pueblo lleno de hombres bienintencionados, un pueblo que trabaja y quiere trabajar, en que el ansia unánime de la colectividad es no vivir de parásita, que son los menos, y, además, el parasitismo lo engendra muchas veces la falta de trabajo, las condiciones sociales. El hombre que quiere trabajar y no puede trabajar, se encuentra que tiene que aspirar a que le den algo de todas maneras. La falta de trabajo es un mal que engendra otros muchos vicios, vicios que realmente son deprimentes para nuestro pueblo, engendra la delincuencia, engendra el parasitismo, engendra la aspiración a vivir del Estado, engendra la prostitución, engendra el juego, engendra toda una serie de calamidades. Y por eso, incluso, esa minoría que pasa por encima de las reglas del pudor para ir a vivir de una actividad ilegal, quedaría extraordinariamente reducida en proporción cuando el país viviera en otras condiciones sociales.
Por eso digo que con un pueblo tan extraordinario como este, cuyas ansiedades las conocemos todos, se puede llegar realmente muy lejos. Cuba había de tener un destino, porque el que hasta hoy había vivido no era un destino digno de ella. Yo podría decir que los cubanos hemos tenido mala suerte, mala suerte porque todo ha salido mal y todo ha salido al revés desde que se descubrió la isla de Cuba. Desde que el primer español o el primer gobernador español puso aquí sus pies, con su sable, su espada y su ejército hasta hoy, el país ha vivido bajo la explotación, bajo la opresión, bajo la fuerza, bajo la ilegalidad, bajo el vicio, bajo la corrupción, bajo las malas costumbres. No quiere decir eso que no se hayan introducido en nuestra patria todas las ventajas de la civilización. Sí, nos trajeron las cosas buenas, es cierto, y todos somos producto de ello.
Primero eran los españoles los que oprimían a los indios, después oprimían también a los indios y a los negros, después oprimían a los hijos de los indios y de los negros con los españoles; y así, cuando de una nación extranjera pasamos a creer que éramos una nación libre, lo primero que nos tocó sufrir, después de haber luchado 30 años... Porque quien lea la historia de Cuba, quien lea la biografía de Agramonte, de Máximo Gómez, de Maceo, y además, no solo quien la lea, quienes hayan vivido lo que es la campaña, quienes hayan vivido lo que son los rigores de la lucha, sin medicinas, sin médicos, sin recursos, podrán apreciar lo que fueron aquellos 30 años de lucha por nuestra independencia. ¡Cuán grande no sería la tristeza de todos nosotros, los combatientes, y la tristeza del pueblo si, después de haber luchado dos años y un mes, en campaña, en las montañas, nos encontráramos con que la victoria no coronaba nuestro esfuerzo, nos encontráramos con que otros estuviesen mandando aquí! Pues la tristeza sería grande. Piensen si no que todas las libertades y todos los derechos que ustedes disfrutan ahora se los quitemos de repente. Pues bien, los mambises lucharon 30 años y, mala suerte, ¡mala suerte!, cuando se acabó la Guerra de Independencia se quedaron en la calle los voluntarios, los confidentes, los enemigos del país, y los que gobernaban la república no eran los cubanos, eran los extranjeros los que gobernaban la república (APLAUSOS).
Esa ocupación extranjera fue la causa de muchos de nuestros males. Sí, aquí vino una higiene militar: mataron los mosquitos, desecaron los pantanos, hicieron algunas mejoras en ese orden. Pero, ¿qué hicieron? Privaron al pueblo de sus prerrogativas de gobernarse, privaron al pueblo de su soberanía, lo trataron como a un muchacho chiquito que le dicen: “Te damos permiso para que hagas hasta aquí, y si no haces eso, te castigamos.” Y se implantó la Enmienda Platt, que, o nos portábamos bien —bien en el sentido y en el concepto que le interesaba al país extranjero—, o nosotros perdíamos nuestra soberanía, por el derecho de intervenir en Cuba.
Cuba no era libre, porque cuando un extranjero se arroga los derechos de intervenir en los asuntos de un país, ese país no es libre, ese país es un poquito menos esclavo de lo que era antes, pero libre no era. La libertad no admite trabas, la libertad no admite límites, la libertad no admite cortapisas.
¿Y cuál era la consecuencia? ¿Que el gobierno robaba?, pues había que soportarlo. ¿Que mataba el gobierno?, había que soportarlo. ¿Que existía la prebenda, el privilegio, el favoritismo, el nepotismo?, había que soportarlo. Si usted combatía eso, si usted protestaba contra eso, entonces lo podían acusar de poco patriota. Y le decían: Usted tiene que escoger entre dos males: entre el mal gobierno o perder la soberanía. Si nosotros en aquel tiempo nos hubiéramos levantado en armas, nos hubieran acusado —y con algún fundamento— de enemigos de la soberanía y de la patria, porque nos iban a decir:
“Van a intervenir, van a intervenir, así que ustedes van a sacrificar la soberanía, ustedes, los exaltados, van a sacrificarla.”
Entonces aquí se creó un conformismo, una resignación, frente a todos los males públicos. Era inconcebible que un pueblo que había demostrado tantas virtudes en su guerra por la independencia, un pueblo que había sabido gobernarse en plena manigua, un pueblo que había sabido ordenarse jurídicamente, que había tenido su presidencia, sus leyes, su parlamento en plena guerra, llegara la república y fracasara, y que aquí el pícaro, el arrivista, el oportunista, el ladrón, el sinvergüenza, el descarado, fuera el que gobernara la república. Y entonces al mambí, ni tierra ni nada; le dieron una pensión. ¿Para qué? Para sobornarlo, para que cada vez que llegara un nuevo presidente, dijera: “No, yo te aumento cinco pesos la pensión”, y entonces corrompieron a los veteranos de la independencia —esa es la gran verdad— con la cuestión de la pensión (APLAUSOS).
Aquí no se le ha pagado a nadie, ni se le pagará. ¿Por qué? Porque nadie quiere cobrar, pero hay algo más: no se le pagará pensión a nadie. Sí tendrán nuestra asistencia los hijos de los compañeros que han muerto y los familiares, porque eso es muy justo (APLAUSOS), y procuraremos dársela en forma de trabajo, en forma de algún empleo, que presten servicios, de alguna manera que al mismo tiempo que reciben un beneficio de la sociedad, sirvan a la sociedad en algo. Como también tendremos que ayudar, porque es justo y porque es humano, a las víctimas de los soldados que murieron luchando contra nosotros, porque esos hijos y esas esposas no tienen culpa de nada (APLAUSOS). Pero nadie cobrará pensión y nadie podrá sobornar con aumentos de sueldo a los combatientes revolucionarios.
En nuestra república lo que ocurrió fue eso: el soborno, la corrupción y la frustración. Y aquel pueblo fue extraordinario, porque de todos los pueblos de América, aquel que tuvo que pelear más fue el cubano; de todos los pueblos de América, aquel que tuvo que librar su guerra solo fue el cubano. Los demás países libraron aquella guerra ayudados unos por otros. España estaba invadida por Napoleón Bonaparte, tenía una guerra en Europa, no podía atender del todo sus intereses en América, y todos aquellos pueblos, unidos, lograron su independencia. Pero todo aquel poderío español quedó en Cuba y los cubanos solitos, solitos, sin que nadie los ayudara, tuvieron que luchar. Y cuando reunían armas en Estados Unidos se las quitaban —como nos la quitaban ahora también (APLAUSOS)—; y después de tanto tiempo luchando, al final, se les impide recoger el fruto de su victoria. A Calixto García ni siquiera lo dejaron entrar en Santiago de Cuba.
Pero yo decía que lo peor de todo fueron las consecuencias morales, el conformismo, la corrupción que originó todo aquello, y, además, porque los gobernadores militares fueron los que sembraron aquí la semilla de la corrupción en el país también, que eso es una verdad.
Nuestro pueblo tuvo que vivir todo aquel letargo de las primeras tres décadas bajo la égida, bajo la amenaza constante de una intervención extranjera. Viene la revolución contra Machado, se derroca la tiranía de Machado; pero, ¿qué pasa?, pasa algo de lo que quisieron que ocurriera aquí: vino un general de los de Machado y le dijo a Machado que se tenía que ir, o Machado más bien llamó al General y le dijo que ya era imposible y que él se iba —como fue lo que pasó aquí—, y entonces pusieron a un tal Carlos Manuel de Céspedes, hijo muy ilustre del Padre de la Patria, pero que no era más que eso, el hijo del Padre de la Patria (RISAS).
Entonces, ¿qué pasó? Pues no había habido revolución; dejaron al pueblo que se desahogara, que es lo que le permiten al pueblo las castas militares cada vez que hay crisis en el Estado: gobiernan, implantan un dictador por la fuerza y, cuando es tal la resistencia del pueblo que ya no puede más, oportunamente quitan a ese presidente, ponen a otro, restablecen las libertades de todas clases, dejan que el pueblo se desahogue, se tranquilice; y cuando el pueblo está desahogado, tranquilo, un poco escéptico, porque siempre espera maravillas y nunca las maravillas vienen, entonces vienen e implantan otra vez la bota militar, porque queda intacta la fuerza.
Quedó intacta la fuerza a la caída de Machado; los mismos soldados, que posiblemente andaban persiguiendo a los estudiantes y asesinando ciudadanos, eran después los que andaban persiguiendo a los esbirros. Y por ahí andaba una fotografía de un cabo con un fusil, y yo cada vez que veía esa fotografía me preguntaba: “¡Dios sabe cuánta gente mató el cabo ese, que después andaba persiguiendo a los esbirros!” Y vino lo que tenía que ocurrir: las clases, los soldados, ante el descrédito y la desmoralización de los oficiales, un día dieron un golpe de Estado; pero se quedaron con los fusiles las clases y los soldados, se quedaron con las armas en la mano. Era el poder castrense intacto.
Pusieron un gobierno revolucionario, ¿y quieren que les diga lo que pasó aquí? Ustedes lo saben, ¿no? Yo creo que el que más y el que menos lo sabe, pero lo voy a repetir (RISAS Y APLAUSOS). Viene Batista y da el golpe del 4 de septiembre, controla toda la fuerza y ofrece el poder civil —que en aquel momento no tenía quién lo ejerciera— a un gobierno revolucionario. Mucha gente se alegró, creyó que la revolución había llegado al poder, pero se olvidaba de que ahí estaban los cabos, los sargentos y los soldados con los fusiles en la mano, y que los sargentos eran ahora coroneles y comandantes; el poder militar intacto.
Todo el mundo muy contento con una serie de leyes, las leyes de Guiteras, las leyes sociales que se hicieron. Todo el mundo dice que el gobierno del año 1933, el gobierno de Grau, fue un gobierno revolucionario —eso es una cosa reconocida por todos—, aportó una serie de leyes de beneficios sociales, pero, ¿qué pasó? Cuando más contento estaba todo el mundo, más embullados estaban, aquellos que se habían quedado con los fusiles derrocaron al gobierno. Pero, ¿por qué? ¿Qué pasó? ¿Actuaron solos? No. Todo el mundo sabe que aquí había un señor que se llamaba Jefferson Caffery que estaba metido en Columbia y cuando él no estaba metido en Columbia, Batista estaba metido en la embajada, y que los intereses extranjeros aquí, cuando vieron que había un gobierno revolucionario dispuesto a defender los derechos del país, dispuesto a defender los intereses del pueblo, se valieron de Batista para desalojar del poder a la revolución, y nos implantaron una dictadura de 11 años aquí. Eso fue lo que pasó (APLAUSOS).
Considero que no estoy diciendo más que una verdad histórica, y a mí no me van a llamar comunista por eso, porque yo no soy comunista; estoy diciendo la verdad (APLAUSOS). Aquí se han querido poner las cosas que quien no sea un vendido y un incondicional miserable de los norteamericanos, entonces es un comunista (APLAUSOS); pues yo no soy comunista, ni me vendo a los norteamericanos, ni recibo órdenes de los norteamericanos (APLAUSOS). Hacemos aquí en nuestra patria lo mismo que estarían haciendo en este momento Maceo, Máximo Gómez, Martí y todos los que nos dieron nuestra independencia (APLAUSOS). Pero lo cierto es que todo el mundo sabe las causas por las cuales fue derrocado aquel gobierno revolucionario: porque afectó intereses, intereses extranjeros, y, sencillamente, si hubiera sido un gobierno que no hubiera hecho una sola ley revolucionaria, se queda allí, lo respaldan, lo apoyan, le mandan tanques, le mandan aviones y le mandan de todo, como se lo mandaron a Batista.
Yo no voy a hacer comparaciones con lo de otros países, voy a hacer la de aquí, esta, que es la que nosotros tenemos que estar atentamente observando. En el caso de Batista, todo el mundo sabe que Batista les decía a los soldados que a él no había quien lo derrocara, que estaba fuerte, porque los norteamericanos lo apoyaban, y le mandaron la misión militar y le mandaban aviones, todo eso es una verdad. Pero la cuestión es que esos intereses fueron indiferentes a los horrores que ha sufrido nuestra patria durante los primeros 11 años. Después vinieron los ocho años efímeros de gobierno constitucional y después tuvimos otra vez siete años de tiranía, que son 18 años, ¡y cuenten los muertos que ha habido, cuenten los sufrimientos de nuestro pueblo, cuenten las lágrimas que han derramado las mujeres cubanas; cuenten los sufrimientos de todas las madres, hasta las que no han perdido un hijo, porque la que no ha perdido al hijo vio perder al hijo de otra y pensó que algún día podría ser su hijo! Que nadie ha vivido en paz aquí durante ese proceso, nadie ha vivido en paz ni ha vivido seguro un solo minuto desde el 10 de marzo de 1952.
La alegría que el pueblo demuestra y la simpatía que demuestra por nosotros, yo no la atribuyo a ningún mérito especial, la atribuyo al hecho de que era insoportable lo que estaba pasando aquí. Yo lo que mido por esto no son los méritos de los revolucionarios, sino el grado de terror, de crimen y de odio que despertó la dictadura de Batista, y es lógico que ese tremendo dolor y ese tremendo sufrimiento, cuando desaparece, tienda el pueblo a vernos, a los que hemos hecho algo, a los que hemos hecho modestamente lo que hemos podido, casi como a unos dioses aquí. Pero yo creo, sinceramente, que los méritos de nosotros no son absolutamente nada de extraordinarios, y creemos que a lo que estamos obligados es a seguir trabajando, para ver si acertamos, porque es un deber de ustedes y de nosotros, de todos, ver si de una vez echamos a andar la república hacia adelante (APLAUSOS).
Es posible que ustedes se pregunten por qué he traído a colación este tema. He hablado muchas veces, pero no he hablado de estos tópicos que he hablado hoy, y eso se debe, sencillamente, a que en las circunstancias actuales la Revolución Cubana tiene que estar muy alerta y el pueblo cubano tiene que estar muy alerta y muy unido frente a los peligros que lo amenazan. Yo tengo una confianza absoluta en el pueblo, y sé que a un pueblo, aunque sea pequeño, si es un pueblo digno, si es un pueblo unido, si es un pueblo inteligente, no hay quien lo venza, no hay quien se le imponga. Sencillamente, yo les digo, porque en escala menor he visto lo que puede el pueblo desarmado, el pueblo de Cuba, porque ningún pueblo del mundo ha hecho lo que ha hecho el pueblo cubano, un pueblo que no tenía entrenamiento militar, porque aquí no había servicio militar, ni nadie sabía manejar un arma, no tenía un fusil, y frente a él tenía una dictadura con miles y miles de soldados, armas modernas, millones de pesos, porque pudo aprovecharse de las instituciones bancarias, de las instituciones de crédito que habían creado gobiernos anteriores, para llegar aquí y poder disponer no solamente del presupuesto alto que proporcionaba un precio bueno del azúcar, sino, además, de presupuestos extras, al extremo de poder disponer de más de mil millones de pesos. Con aquella abundancia de millones, con aquella cierta prosperidad económica, y con el respaldo de las armas modernas y de miles y miles de soldados que creían en él, porque los tenían engañados, creían en él, se paraba en Columbia todos los 10 de marzo, todos los 4 de septiembre, y les metía un discurso y tenía engañados a los soldados... Señores, ¡la pandilla estaba encantada con el jefe de la pandilla!
Entonces, además, corrompía, repartía primas de la Renta de Lotería, repartía el producto del juego y permitía que todo el mundo por dondequiera se enriqueciera, porque los hombres se unen por dos causas, que son: un gran ideal, que despierta la fiebre que necesita el luchador, que despierta todas aquellas ilusiones que convierte a los hombres en seres capaces de todos los sacrificios, o un gran interés. Batista mantenía la adhesión de los soldados a base de un gran interés, de un gran soborno; todo el mundo se sentía bien, ganaba el triple de lo que señalaba el sueldo, y, además, eran impunes.
El ciudadano que puede vivir dentro de la sociedad haciendo lo que le da la gana, sin que le pase nada, es un ser privilegiado. Por ejemplo, el representante y el senador han sido unos seres privilegiados aquí, y hay que acabar también con esa cuestión (APLAUSOS). Si en algún detallito hay que modificar la Constitución de 1940 es en que se acabe la impunidad, no la inmunidad, sino la impunidad parlamentaria; porque dentro de la sociedad, dentro de un Estado democrático, dentro de una república igualitaria, donde se dice que todos los ciudadanos eran iguales, resultaba que cualquier ladrón, cualquier desfalcador que se llevaba los millones de pesos del Tesoro, aspiraba a representante, salía comprando votos, porque en aquel ambiente y en aquella atmósfera viciada no era muy difícil comprar votos. ¡Que vengan a comprar un voto al pueblo ahora como está lleno de entusiasmo! (APLAUSOS.)
Pero en aquellos días, el pueblo escéptico, con el estado económico que tenía, en aquella atmósfera donde no había virtudes públicas, era fácil comprar votos, comprar sargentos, y más que comprar votos, porque este pueblo es tan puro que, incluso, los que compraban votos, no es que compraran 20 000, compraban a 50 ó a 60 que conocían bien el manejo de ese negocio, que eran compadres de 15 ó 20 porque les hacían un favor, y entonces, el cubano, con esa nobleza característica que tiene, pues cuando venía su compadre, porque era su compadre y venía a pedirle que lo ayudara, pues votaba por el candidato tal porque su compadre se lo pedía. El no se daba cuenta del daño que le estaba haciendo al país, que aquel señor estaba comerciando con su derecho más sagrado, que es el derecho a elegir su soberanía. Y resultaba que compraban los votos, salían electos senadores y representantes y quedaban fuera de la ley. Una vez senadores y representantes, cometían un robo y no les pasaba nada; violaban el tráfico.
Pero, sí era cosa curiosa: los choferes de representantes iban por todas las luces rojas y no se paraban nunca. ¿Y el policía qué? Si el policía los paraba: “Yo soy el representante tal.” ¿Para qué, si eran impunes los representantes? Eso lo sabe todo el mundo, no había ley para ellos; porque si elevaban un suplicatorio a la Cámara, siempre lo rechazaban. Las únicas ocasiones en que accedían era cuando el derecho agredido era el derecho de uno de los de la pandilla. Si el asesinado era un representante, ¡ah!, entonces sí, porque había que garantizar a la pandilla; si el asesinado era cualquier ciudadano del pueblo, ¡ah!, entonces no, porque la pandilla tenía el derecho a que no le pasara nada. Nunca, en los 50 años de república, se accedió a un suplicatorio, como no fuera un delito contra un representante. Y así vivían esos señores dentro de la sociedad.
Pero no eran esos señores, así vivían también los soldados. Nunca que un soldado diera un palo, un golpe, una tortura o cometiera un crimen, jamás fue sancionado, era impune. Si las garantías estaban restablecidas y había un juez digno y firme, que hiciera lo que hizo, por ejemplo, el juez Alabau Trelles, y procesara a Ventura y a toda aquella gente, venía inmediatamente una suspensión de garantías, pasaban al fuero militar, y se acabó. Treinta mil, 40 000, 50 000 hombres armados dentro de la sociedad eran impunes, cuando precisamente al hombre armado es al que más hay que exigirle; al hombre armado es al que hay que hacerle ver su responsabilidad, que es mayor que la de los otros, porque un hombre armado es un hombre peligroso, un desarmado no; a un hombre con un fusil hay que tenerlo muy vigilado, y a ese hombre hay que tenerlo sometido a una disciplina férrea y a un fuero especial. Y aquí se daba el caso de que los que estaban armados no estaban sometidos a ningún fuero, eran absolutamente inmunes a la ley, y por eso es que se cometían tantos crímenes.
Es increíble la cantidad de asesinatos que se han cometido. Yo les digo a ustedes que es increíble. Si ustedes van a algunos lugares de la Sierra Maestra, a un pueblecito como las Minas de Bueycito, y se encuentran que allí, en aquel pueblo pequeñito, que no tiene más que una sola calle, han asesinado a 450 vecinos, ustedes se imaginan entonces la aldea de Lídice, aquella tristeza en que se vive allí; allí no se reía. Nosotros pasábamos y era una alegría vernos pasar; pero en la atmósfera, en aquella loma, en aquella otra, en aquel campo, dondequiera había osamentas de infelices.
(Le preguntan que cuántos prisioneros le devolvió al ejército.)
Nosotros le hemos devuelto más de 2 000 prisioneros al ejército.
(Le preguntan que cuántos les devolvió el ejército a ellos.)
Ninguno, primero, porque nadie se dejaba coger (APLAUSOS) y, segundo, porque a los que cogían los asesinaban. De hecho les hemos devuelto más, porque al final de la Revolución quedaron prisioneros todos los soldados de la república. ¿Y qué hubiera pasado si hubieran sido ellos los que hubieran terminado la Revolución como la hemos terminado nosotros? ¿Qué hicieron en el Moncada? Asesinaron a los prisioneros. ¿Qué hicieron con Calixto Sánchez y sus 16 compañeros? Los asesinaron, hasta se enteraron por radio de que estaban muertos cuando todavía estaban vivos, oyeron la noticia estando vivos. ¿Qué hicieron con los prisioneros del “Corynthia”? Asesinarlos. ¿Qué hicieron con los prisioneros y los heridos del Palacio Presidencial? Asesinarlos. ¿Qué hicieron con los prisioneros del “Granma”? Asesinarlos. Nosotros: curar heridos, devolver prisioneros, hacer prisionero a todo el ejército, y ahí está. ¡Qué distinto hubiera sido si el Ejército Rebelde cae prisionero de la dictadura! ¡Qué distinto!
Y es bueno que esto se saque a relucir ahora y aquí, precisamente, en presencia de una institución tan prestigiosa como el Club Rotario, que tiene asociaciones en todo el mundo, destacar aquí la verdad, porque nos toca ahora defendernos contra la calumnia, defendernos contra la campaña malintencionada de los que quieren desacreditar a la Revolución Cubana.
¿Por qué se ha desatado ahora esta campaña contra la Revolución Cubana en la prensa de Estados Unidos? (EXCLAMACIONES DE: “¡Por dinero!”) No, no; parte sí, pero no tanto. Les voy a dar la explicación: porque ahora no tienen en Columbia a un sargento llamado Batista, porque ahora no tienen a la casta militar armada. Se han quedado asombrados ante el hecho de que el Ejército Rebelde y el pueblo de Cuba hayan desarmado por completo al ejército.
Ellos saben que ahora los que están aquí son revolucionarios, gente que no se vende ni claudica ni está dispuesta a servir a sus intereses, y dicen: “¿Podremos quitar al Presidente, al magistrado Urrutia?” No, porque en Columbia los que están son los rebeldes y en La Cabaña los que están son los rebeldes (APLAUSOS). Entonces, la cuestión es clara: empiezan inmediatamente a desacreditar a la Revolución, a crear un ambiente internacional, porque le tienen miedo al respaldo de opinión que hay en toda la América en favor de la Revolución Cubana y al respaldo de opinión que hay en el mundo entero. Y entonces comienzan a querer quitarle esa fuerza, porque la opinión es una tremenda fuerza en Cuba y fuera de Cuba; la opinión pública es una fuerza formidable, y la Revolución Cubana, el Gobierno Revolucionario cubano, cuenta con un respaldo de opinión extraordinario en el mundo entero en este momento, principalmente en la América Latina.
La quieren debilitar y le quieren empezar a quitar fuerza, pero esa opinión pública mundial no debemos dejar nosotros que la confundan. ¿Y qué pretexto toman? Toman el pretexto de los criminales de guerra. Resulta que en Estados Unidos llevan a la silla eléctrica a los criminales de guerra, cosa que nosotros no hacemos en época de paz, porque la Constitución prohíbe la pena de muerte en época de paz. Estados Unidos, cuando se termina la guerra, va a Alemania con un derecho discutido, porque era una guerra de naciones donde hubo bombardeo a ciudades de parte y parte (APLAUSOS); porque si es verdad que bombardearon a Londres, es verdad que hubo bombardeos en Colonia, en Berlín, donde murieron 300 000 civiles, y todo el mundo lo sabe; porque si es verdad que bombardearon a Londres, es verdad que las bombas atómicas arrasaron ciudades enteras en Hiroshima, y de criminal a criminal de guerra no había nada (APLAUSOS). Sin embargo, uno de los grupos que bombardeó se tomó el derecho de ir a juzgar a los jefes y a los mandatarios de la nación vencida. ¿Por la democracia? Bueno, no tanto, no tanto, porque nosotros hemos visto qué significa esa democracia, porque Trujillo, Batista, Somoza y compañía no son demócratas y al mundo se le dijo que aquello era una guerra por los derechos humanos y que los pueblos eran los que tenían que gobernarse a sí mismos, y eso no fue verdad, eso fue una mentira. Luego, si se hizo en nombre de la democracia fue falso, porque después los cañones y los tanques fueron a ayudar a las dictaduras en América Latina y en otras partes. La cuestión es que juzgaron a los alemanes.
Entonces, ¿qué resulta aquí? No era esta una guerra entre naciones. Si algún crimen es odioso es el crimen que cometió Caín. La Biblia habla del crimen de Caín como el peor de los crímenes, porque fue el crimen de un hermano que mata a otros hermanos. Si puede haber crimen odioso, bombardeo odioso, violaciones de derechos odiosas, son aquellas que se reciben no de un país extranjero, sino de hombres que han nacido en el mismo suelo que nosotros. Por eso los criminales de guerra de la dictadura de Batista son mil veces más odiosos que los criminales de guerra si hubieran sido de un país enemigo donde mediaran odios de razas, distintos intereses. Sin embargo, hubo criminales de guerra y hubo hombres, como Sosa Blanco —que lo vamos a juzgar ahí en el Anfiteatro de La Habana y en presencia del pueblo (APLAUSOS)—, que en una sola tarde asesinaron a 53 campesinos, ¡en una sola tarde!, en un lugar donde nunca habíamos estado los rebeldes, en revancha por una derrota que habían sufrido a pocos kilómetros de allí.
A una madre le mataron a los siete hijos y al esposo, y cualquiera que tenga el temor de perder un hijo podrá considerar y calcular lo que será el dolor de perder siete y perder al esposo. Esos casos se dieron, ¡en una tarde! Nadie protestó. Y por aquella época seguían llegando balas, y tanques y bombas a la dictadura de Batista, y una misión militar americana daba clases en Colombia a los asesinos. Esa es una verdad que no tenemos miedo a decirla, cueste lo que cueste (APLAUSOS).
Entonces, ¿qué ocurre? Capturamos a una parte de los criminales de guerra, porque no pudimos capturarlos a todos, desgraciadamente; capturamos una parte considerable de hombres que todos han asesinado a dos, a tres. No es que hayan asesinado, es que torturaban atrozmente, les arrancaban los ojos, destrozaban a los hombres; no es el número de los hombres que han muerto solamente, sino el número de los hombres que han recibido un golpe, un palo, una tortura. Entonces, ¿qué hacemos? Nosotros no los asesinamos en el cuartel, nosotros no los llevamos para una esquina oscura para darles un pistoletazo por la cabeza, no señor; lo que decimos: “Es justo que estos hombres sean castigados.” Se les sometió a la jurisdicción penal de guerra, las leyes que habían regido durante la guerra y los tribunales que habían regido durante la guerra, con juicio; porque para hacer lo que hacía Batista no hacían falta tribunales, ni hacer nada. Entonces fueron detenidos, encarcelados, sometidos a Consejo de Guerra, con pruebas, y fusilados dentro de la ley.
Era imposible dejar a aquellos hombres vivos, porque todo el pueblo pedía castigo ejemplar, porque no hay nada que haga más daño a una sociedad que la impunidad, que la falta de justicia. Los que no tuvieron piedad con millares de nuestros compatriotas, los que no tuvieron piedad con nuestras madres, con nuestros familiares, ¿por qué iban a esperar que se les perdonara? ¿Qué se iba a hacer con aquellos hombres que habían llegado al extremo de barbarie y de crimen al que no llegaron ni siquiera los alemanes?, porque no un día, todos los días era la historia de seis o siete hombres asesinados. Sencillamente se va a aplicar la justicia, porque lo primero que pide el pueblo en todos los mítines es castigo; no pide otra cosa que el castigo de los culpables. El pueblo en esto es más radical que nosotros, nosotros miramos las cosas con más calma, pero el pueblo pide como una necesidad elemental que los criminales de guerra sean castigados (APLAUSOS).
Y entonces se desata la campaña de propaganda contra la Revolución Cubana: que si somos incivilizados, que si estamos vengándonos de los enemigos, que si estamos fusilando a los batistianos. ¿Quién dice? Si fuéramos a fusilar a los batistianos la verdad es que habría unos cuantos fusilados en la república, porque eran más de 10 000 o de 20 000 afiliados. Incluso hubo mucha gente que hasta de buena fe se afilió, mucha gente, porque creía que hacía falta; equivocadamente, en la desesperación por buscar una solución, el pueblo casi creía hasta en un dictador, y ese es el caso. Pero dicen que estamos fusilando a los batistianos, que no se someten a juicio, toda una propaganda, ¿para qué? Para pintar ante el mundo a la Revolución Cubana como una revolución incivilizada; a nosotros, que tenemos el antecedente que no tiene ningún ejército del mundo: el no haber asesinado a un solo prisionero de guerra, el no haber dejado abandonado a un solo herido en los campos de batalla, el no haberle dado un golpe ni al peor confidente para extraerle una noticia.
Yo reto a los detractores de la Revolución Cubana a que busquen un solo caso en toda la historia universal en que se haya librado una guerra más civilizada que esta. ¡Ah!, pero, ¿qué querían? ¿Que soltáramos a los que asesinaron a 20, a 30, a 40 y a 50? ¿Para qué? (EXCLAMACIONES DE: “¡No!” Y APLAUSOS).
Entonces lanzan la campaña de calumnias contra la Revolución. Campaña, sí, parte pagada, pero parte con todo el propósito de desacreditar a la Revolución Cubana, porque saben que es de verdad. Aquí no hay manera de influir en los destinos del país, como no sea de acuerdo con los intereses del país. Aquí lo único que regirá el futuro de Cuba es el interés de Cuba (APLAUSOS).
Nos defenderemos de la calumnia e iremos a hablarle a la opinión pública de Estados Unidos, iremos a hablarle, porque la opinión pública de Estados Unidos tiene que comprender esta verdad. ¿No se habla de democracia? Pues no hay país en este momento más demócrata en el mundo que Cuba. ¿No se habla de libertades? Pues no hay país en este momento más libre en el mundo que Cuba; no hay país donde haya más paz, más seguridad en sus derechos, más confianza, derecho de reunirse, de hablar, de escribir, de salir; se acabaron las torturas, se acabaron todo tipo de violaciones de derechos.
Hemos tenido incluso que tomar medidas contra compañeros que han participado en veinte batallas, sencillamente, por violar un derecho. ¿En qué país del mundo ha pasado eso? Y si de democracia se trata, este es el país más demócrata del mundo. Si de libertad se trata, este es el país más libre del mundo. Creo que somos en este momento en América los verdaderos y los genuinos representantes de las libertades humanas y de la democracia (APLAUSOS).
Hay que hablarle a la opinión pública norteamericana para que esté con nosotros. Nuestra fuerza no está en las armas, nuestra fuerza está en la opinión pública nacional e internacional.
¿Nos atacan? ¡Vamos a defendernos! Aquí están los Clubes Rotarios, ahí están las miles de asociaciones de Clubes Rotarios. El rotarismo cubano le puede prestar un extraordinario servicio a la patria, escribiéndoles a los rotarios de todo el mundo. Invitamos a los representantes de los Clubes Rotarios en todo el mundo a que vengan a ver lo que está pasando en Cuba, y cómo se gobierna en Cuba (APLAUSOS). Y no solamente de los rotarios, sino a los representantes de otras instituciones cívicas y culturales iguales a los rotarios, que vengan, porque nosotros nos sometemos al juicio de la opinión pública, no tenemos nada que ocultar; que vengan para que vean, que vengan para que la mentira no prospere.
Vamos a llamar a la prensa internacional, que venga, porque aquí no hay censura, no estamos en la época de Batista, se puede escribir, lo que no se puede es engañar a nadie cuando hay libertad para que todo el mundo conozca la verdad, cuando hay libertad para que todo el mundo observe y cuando hay libertad para que todo el mundo escriba. Que venga la prensa del mundo entero a ver lo que está pasando aquí, a ver si somos civilizados o no, y que venga la prensa de todo el mundo para que vea los montones de cadáveres, las fosas que encierran los huesos de cientos y de miles de nuestros compatriotas, para que escriban la historia de la tiranía y la historia de la Revolución, porque nos sometemos al veredicto público, nos sometemos a la vigilancia pública, nos sometemos al juicio de la opinión pública.
¡Ah! ¿Qué nos dicen? ¿Que sometamos a los tribunales ordinarios a los criminales de guerra? ¿Y qué tribunales ordinarios hay en Cuba? ¡Si la dictadura no dejó tribunales de ninguna clase! ¿O es que los vamos a llevar a los Tribunales de Urgencia, al Tribunal Supremo, al Tribunal de Cuentas y a todos aquellos tribunales que eran cómplices de la dictadura en general, salvando las excepciones honrosas? (APLAUSOS.) No hay tribunales ordinarios, no los hay, y no se crean tampoco en 5 días, ni en 20 días, ni en 40 días. Si se quieren escoger jueces capacitados y escogerlos por oposición, como deben escogerse, pues nos estamos cinco meses, seis, hasta terminar y tener un poder judicial. ¿Y vamos a esperar eso para juzgar a esos señores? No, si este es un problema que todo el mundo pide que se resuelva cuanto antes, señores, que se castiguen cuanto antes (APLAUSOS). Si es cruel, es cruel tenerlos aquí esperando; ya se sabe el castigo que les toca a los criminales de guerra. Cuanto antes mejor, y se recupera la paz y se olvida todo eso, y se acabó, y sigue el pueblo adelante. Lo que este es un lastre que tiene atrás, porque no los vamos a soltar, señores, no puede ser, no los podemos perdonar. Y, además, para una cosa, para que nosotros aprendamos, para que aprenda todo el mundo lo que se hace con los criminales de guerra, porque esa es una lección para todo el mundo, un ejemplo, porque lo que queremos es que no vuelva a ocurrir jamás lo que ha ocurrido, y el mal hay que arrancarlo de raíz.
Cuando la Guerra de Independencia, los voluntarios se quedaron, y estos chivatos y esbirros de hoy son los hijos de los voluntarios de aquella época. La mala semilla que nadie arrancó de raíz, como esta vez se arrancará de raíz, y en justicia. Pueden tener la seguridad de que no caerá nadie de quien no se tenga la absoluta seguridad, y que es preferible, como reza un principio de la justicia, que algunos culpables se queden sin castigo antes de que sea castigado un inocente. Aquí no habrá un solo inocente castigado (APLAUSOS).
Ese es uno de los problemas que en estos momentos confronta la Revolución: defenderse contra la campaña calumniosa de los enemigos de la Revolución Cubana, de los que no hablaron ni escribieron una palabra, cuando aquí aparecían los racimos de cadáveres asesinados en las calles de La Habana, lo que estuvo ocurriendo durante muchos años, cuando nuestras mujeres eran violadas, cuando nuestros compañeros eran asesinados. Todo el mundo sabe que allá en Marianao, en una noche, aparecieron cerca de 90 muertos, y nadie se enteró, nadie escribió una palabra contra aquellos bárbaros que hacían tales cosas, y cuando llega el momento de castigar a los bárbaros, ¡ah!, no se condolieron de todo un pueblo masacrado durante tantos años y se conduelen de los asesinos, de los verdugos, de los criminales. Estas son las cosas que tiene que tener bien claras y bien sabidas el pueblo de Cuba.
Hay intrigas de todas clases, intriga en la prensa internacional. Ahora mismo me pasan un cable, y sí, efectivamente, esta mañana se estaba hablando de este problema; hubo una revista de Estados Unidos que dijo que la intervención no era cosa del pasado por completo, y casi llegaba a insinuar que podían intervenir aquí. Yo digo que aquí no puede intervenir nadie (APLAUSOS Y EXCLAMACIONES DE: “¡No!”), que aquí no puede intervenir nadie, porque la soberanía no es una gracia que nos conceda nadie, sino un derecho que nos corresponde como pueblo. Y la revista decía que la intervención no era cosa del pasado; y yo digo que sí es cosa del pasado (APLAUSOS).
Digo, en primer lugar, que no creo que jamás se cometa por un país poderoso como Estados Unidos el disparate de intervenir en Cuba. No creo que lo haga, yo tengo casi la seguridad de que no lo haga, aunque uno no sabe, a última hora, quién predomina allí, pero es que la opinión pública en Estados Unidos influye mucho. Desde luego, hay que mirar con preocupación el hecho de que traten de pintarnos ante la opinión pública norteamericana como una tribu salvaje viviendo al lado de Estados Unidos. Yo dije, naturalmente, una frase —sí, la dije, pero no como para que saliera en los cables, porque había un grupito, pero como hay deseos de intrigar, sale, y aquí una agencia internacional de cables publicó la noticia. También ustedes recuerdan que una vez publicaron que a mí me habían matado cuando desembarqué, ustedes recuerdan—, lo que yo dije en la conversación, es lo siguiente: Que aquí no había intervención y, además, que si había intervención nos defenderíamos. Y dije que si mandan a desembarcar a los marinos habría 200 000 muertos en las calles de Cuba.
Lo dije, sí, que iban a morir 200 000 norteamericanos, si desembarcaban aquí; lo dije. No lo dije con ánimo de sembrar la hostilidad en Estados Unidos, no lo dije con ánimo de levantar la tensión, no lo dije con ánimo de producir una declaración insolente. Lo dije en un grupo, no lo dije para la prensa; pero vino una agencia y escribió. La Associated Press pone en boca suya las palabras que yo dije al salir del Habana Hilton hoy, y dice: “Si mandan a desembarcar marinos, habrá 200 000 gringos muertos en las calles de Cuba” (RISAS). No fue una declaración para la prensa, porque yo no hubiera dado esa declaración a la prensa, porque no voy a estar en plan de estar pintándome aquí en actitud retante, insolente y retadora, no. Yo me atrinchero, en mis derechos, me atrinchero en la razón humildemente, si se quiere, modestamente; si se quiere, nos atrincheramos y defendemos la patria, atrincherados, sin amenazas y sin insolencias (APLAUSOS).
Declaraciones agresivas no. Yo a la prensa no le hubiera dado esas declaraciones. Lo dije allí en un grupo de cinco o seis, no lo dije en una tribuna, no lo dije en un mitin. Sin embargo, fueron a publicarla. ¿Para qué? Para pintarme en plan también de agresión, de insolencia, de reto, en plan de individuo que está desaforado, que ha perdido los estribos. Es la mala intención. Me enseñan porque, ya les digo, somos nuevos y tenemos que aprender. Ya no abriré la boca ni aunque tenga tres delante (APLAUSOS). Una lección más. Sí lo dije, lo que no lo dije con esa intención de retar, lo dije ante un grupo, como habla uno ante un grupo y a veces se desahoga. Precisamente se desahoga uno ante un grupo pequeño para no desahogarse ante un grupo grande; se desahoga uno ante un grupo pequeño para no decir algo que salga divulgado. Y yo creo que esa noticia no se debió haber divulgado. Hay libertad, la pueden divulgar, los que lo hicieron tienen garantizado todo y si quieren una escolta para que los cuiden allí, se la pongo, porque esa es libertad; pero, honradamente, si se quiere ayudar a la Revolución, es peligroso dar este tipo de noticia. Es peligroso, porque tienden a crear confusión.
Por lo demás, reitero una sola cosa, y es lo siguiente: No va a ocurrir nada, por supuesto; todos estos problemas se irán resolviendo. Tranquilamente, nadie ha amenazado, yo lo que sí me preocupo, naturalmente, por la campaña de propaganda que se ha hecho, porque hay que salirle al paso a tiempo.
También el día primero de enero Cantillo quiso apoderarse del mando y poner un presidente. Nos preocupamos y a tiempo adoptamos las medidas necesarias para que por la noche no estuvieran ahí. De la misma manera, frente a esta campaña que se está haciendo, nos defenderemos; hablamos con los rotarios, hablamos con la prensa, tocamos a todas las puertas, y les decimos: El problema es este; se está organizando una campaña que no tiene fundamento y que tiende a desacreditar al pueblo de Cuba injustamente, sencillamente, ante un problema de unos criminales que todo el pueblo quiere que se castiguen y que todo el pueblo quiere que se les aplique la pena que les corresponde, y que no hay tribunales ordinarios porque todos están desarticulados, hay que hacerlo a través de los Tribunales de Guerra. ¿Qué otra cosa se puede hacer, señores? Lo que nosotros no hacemos es ir a darles un pistoletazo; lo que nosotros no hacemos es ir a asesinarlos. Entre la justicia y el crimen hay una gran diferencia. Nosotros lo afrontamos públicamente y decimos: “Al fusilado tal, se le ha ajusticiado por esto”, no andamos ocultándolo al pueblo, porque quien actúa con limpieza y con justicia no tiene que ocultar absolutamente nada.
(Del público le dicen que explique el funcionamiento de los tribunales de guerra.)
Pero si incluso se sacó una película donde aparecieron los juicios, que la ha visto el pueblo. Precisamente por el exceso de trabajo no pudimos hacer una cosa que era importante: prohibir que se tomaran fotografías de las ejecuciones —como se prohíbe en Estados Unidos que se tomen fotografías—, por la siguiente razón: hay que distinguir entre la opinión nacional y la internacional. Ya se han dado órdenes de que no se tomen fotografías ni películas de las ejecuciones. ¿Por qué? Por una cuestión psicológica. Cuando aquí se fusila a un Olayón, por ejemplo, todo el mundo sabe quién era, todo el mundo lo veía con desprecio, y cuando lo ve caer, ve caer al criminal. Los que no están enterados, los que no saben las cosas que hizo Olayón, nunca les pasó Olayón por el lado, ni estuvieron a merced de Olayón, allá, lejos de Cuba, no ven al criminal, sino al ser humano que se desploma, y ven el espectáculo de un ser humano desplomándose, no ven un criminal; por lo tanto, si bien en la opinión pública nuestra no habría inconveniente en enseñar la fotografía, sí lo hay desde el punto de vista internacional, porque aquellos no han vivido lo que hemos vivido nosotros.
La idea es: sí, es un criminal, pero nunca les pasó por el lado, ni estuvieron a merced de él, ni las vidas de sus hijos ni de su mujer estuvieron expuestas a que cayeran bajo las garras de aquel criminal. Así que es por una cuestión simplemente psicológica; pero los nombres y los juicios sí.
Y vamos a hacer los juicios en el Anfiteatro de La Habana. Hemos mandado a buscar a las viudas, los hijos y las mujeres de los campesinos que asesinó Sosa Blanco, Grau, Suárez Suquet.
Ustedes oyeron hablar de aquel grupo de prisioneros rebeldes heridos que fueron asesinados en el camino que va a Santa Cruz del Sur. ¿Quién los asesinó? Pues el que los asesinó cayó, le tocó responder ante la justicia, y les traeremos los testigos para que se pruebe. Y haremos los juicios de esos casos connotados, para que se saque, para que se tome testimonio gráfico de cómo se está aplicando la justicia, porque yo les aseguro que no se ha cometido una sola injusticia. Además, que vayan a las prisiones a ver si algunos de esos hombres han sido torturados para que declaren, si algunos de esos hombres han sido golpeados para que declaren. Con tanto odio como el que les tenía el pueblo, y ninguno recibió un golpe. Eso sí es lo que debe destacarse, sobre eso es lo que hay que escribir, que será un ejemplo sin paralelo en la historia de las guerras y de las revoluciones.
Y el que apliquemos la justicia, sí, y deben elogiarlo, porque sin justicia no puede haber paz. Si no se castiga hoy a los criminales, tendremos la venganza dentro de 10 o dentro de 15 años, tendremos el gangsterismo, porque entonces vendrán los compañeros de los muertos y dirán: Este está vivo, míralo por la calle, lo voy a matar, porque no hubo justicia en el país. Y siempre se dijo que no habría venganza en el futuro, porque habría justicia. Lo que se está haciendo, precisamente, es la justicia; porque nadie, ningún familiar de alguien que haya asesinado a 15 o a 20, se siente con fuerza moral para vengar aquel castigo, porque en su fuero interno, aunque le duela, porque sea un ser querido, porque sea un amigo, sabe que era lo que merecía, porque él no tuvo piedad para los demás, porque él fue un hombre que abusó del poder, abusó de la fuerza, y después tendría que atenerse al castigo, y no deja rastro ninguno de odio. Lo que sí deja odio es el crimen injustificado y el crimen impune y, precisamente, para que el día de mañana no haya venganza, se está haciendo justicia, y la Revolución no tiene otra alternativa que hacer lo que está haciendo.
Yo les decía que nuestros problemas los resolveríamos, porque estamos actuando rectamente. Los derechos de nuestro pueblo habrá que respetarlos. ¿Por qué? Porque los derechos hay que respetarlos, sencillamente, y porque los sabemos defender con la palabra, con la razón, con los argumentos. Si nada de eso valiera y un día se empleara la fuerza contra nosotros, ¡ah!, tengan la seguridad de que aquí pelean hasta las mujeres, los niños, los hombres, los jóvenes; y si nos viéramos un día ante esa trágica situación —que no nos veremos, tengan la seguridad de que no nos veremos—, si algún día se agrediera a la República de Cuba, el pueblo se defendería, porque nosotros seríamos los primeros que estaríamos aquí defendiendo al pueblo. Eso es lo que yo he dicho.
No quiero hacer declaraciones alarmantes contra nadie, pero digo que si una revista se toma el derecho de decir que no es cosa del pasado la intervención y la deja entrever, yo digo también que si hay intervención, hay resistencia a toda costa aquí, y una resistencia larga y una resistencia invencible (APLAUSOS).
Se trata, sencillamente, de salirles al paso a tiempo a esas intrigas, salirles al paso a todas esas intrigas a tiempo, porque más vale prever, precaver, que tener que lamentar. Nos callamos la boca y entonces sigue la campaña. Hay que defenderse con la propaganda, con la razón y más nada; nadie se preocupe de nada más. Aquí seguiremos en paz y seguiremos haciendo nuestra Revolución. Los intereses de unas cuantas compañías no valen más que los intereses de Estados Unidos ni el prestigio de ese país que tendrá que velar por su prestigio, ni valen más que los intereses del pueblo de Cuba; al contrario, deseamos las mejores relaciones con Estados Unidos. Buenas relaciones sí, sometimiento no (APLAUSOS).
Es curioso que nos encontramos infinidad de turistas norteamericanos en la calle y nos felicitan (RISAS), están de acuerdo con nosotros, ven lo que pasa aquí. Y seguimos invitando a los turistas norteamericanos, y del Canadá, y de Europa y de todas partes. Vale la pena que vengan a conocer este pueblo nuevo, este pueblo feliz, este pueblo que está luchando por mejorar su destino, este pueblo que vive en paz, un pueblo donde no hay ni policías —creo que es el único— y donde los boyscout van a cuidar el tránsito (RISAS Y APLAUSOS). Vale la pena que vengan los turistas a presenciar este espectáculo, que no se ha dado en ninguna otra parte del mundo, por la sencilla razón —lo creo honradamente— de que no hay otro pueblo en el mundo como el pueblo cubano, ni otro país más rico en el mundo que la nación cubana. Luego, nosotros tenemos derecho a un gran destino, que no es el de dominar a nadie, ni el de avasallar a nadie, ni el de tener poder, sino a crear aquí las condiciones necesarias para que sea feliz nuestro pueblo.
Alguien dijo que cada cual tiene el gobierno que se merece; yo no lo creo, porque nosotros hemos tenido gobiernos que no nos los merecíamos. Pero si vamos a tener el gobierno que nos merecemos, lo vamos a tener de verdad; no el de nosotros, no, el presidente Manuel Urrutia es el presidente de los cubanos un tiempo (APLAUSOS). ¿Que nos llevamos bien los revolucionarios con nuestro Presidente? Sí, y tiene su explicación: es un hombre recto, un hombre capaz, un hombre inteligente, y, además, porque nosotros somos antes que nada civilistas (APLAUSOS), somos hombres desinteresados, que ponemos nuestras armas incondicionalmente a las órdenes del poder civil de la república (APLAUSOS). Por lo tanto, está garantizada la permanencia en el poder del Presidente Provisional de la República. Esto no será como en 1933, que estaba uno tres días, otro 24 horas; aquí seguirá el magistrado Urrutia de presidente de la república hasta que haya un gobierno producto de la elección, de la voluntad del pueblo.
Nosotros no tenemos interés en posponer las elecciones, no; el interés de posponer las elecciones lo tienen los grupos que dan un golpe de Estado, no tienen pueblo y se ponen a hacer milagros para ver cómo ganan votos. Pero para nosotros, que desde el momento que hemos triunfado tenemos el respaldo unánime del pueblo, si mañana fueran las elecciones, ya sería presidente el que se postule por cuatro años. Si es dentro de un año también.
¿Qué interés podemos tener en prolongar la provisionalidad? El tiempo mínimo necesario, ese es el criterio, para que se reorganice la república, que se hagan toda una serie de medidas que hay que hacer, que se restablezca la paz, y para que todo el mundo trabaje ahora. Porque tiempo para discutir, polemizar y atacarnos públicamente, para todo eso hay tiempo más adelante, sobrará tiempo para todas esas cosas. Ahora lo que interesa es trabajar, ahora todo el mundo gobierna.
Es bien sencillo, y les voy a explicar que no es una declaración demagógica: si hay una medida mala, llega el presidente del Club de Leones, del Club Rotario, de los Masones, de los Católicos, de cualquier sector social, los trabajadores, los empresarios, cualquiera, tiene acceso al Presidente de la República y se lo plantea, y le dice y le da sus opiniones, lo que está bien, lo que está mal, y se le va a oír. Hay periódicos, estaciones de radio, de televisión, todo el mundo puede hablar; pero es que no hay necesidad de ir allí cuando se puede ir directamente a plantearlo. ¡Ah!, ¿que hay divergencias de criterios? Vamos a discutirlo en una mesa redonda. Esta medida proclama un sector que es buena y el gobierno cree que no, bueno, vamos a reunir a todas las capacidades en la materia y a discutir sobre ese particular en una mesa redonda para que el pueblo se informe y el pueblo conozca, porque, además, el pueblo, para dar su opinión, tiene que estar informado.
Y aunque el pueblo sabe mucho —porque la verdad es que sabe de todo— y aquí lo mismo el conductor del ómnibus que montamos, que el chofer, que el que vende frutas en las calles, que el que vende periódicos, todo el mundo sabe de política y sabe lo que hay que hacer, además, hay ciertos problemas en los que se necesita mayor información, y el pueblo debe estar informado para que tenga opinión.
Si se deja al pueblo opinar, la mayoría del pueblo siempre opina bien. No es que los pueblos no se equivoquen, los pueblos se equivocan cuando les informan mal y los engañan. ¡Ah!, pero si al pueblo le informan bien, no se equivoca porque es inteligente. Además, porque aquí nadie es genio. No es que se trate de que los miembros del Gabinete sean genio. No señor, los miembros del Gabinete son personas igual que ustedes, igualitas en sentimiento, igualitas en capacidad. Como si a cualquiera de ustedes de repente le dicen: Usted va a ser ministro de tal cosa. Igual. Porque aquí había muchas personas capacitadas, pero había que escoger a algunas. Si no es bueno, ¿saben lo que pasa? El Presidente, con toda seguridad, lo sustituye por otro, con toda seguridad (APLAUSOS).
¿Por qué puede hacer eso? Porque es presidente provisional sin condiciones —nadie le ha puesto condiciones— y escoge libremente a sus funcionarios. Y si aciertan, los respalda, y si no aciertan, con toda seguridad que no los respalda, porque no tiene compromisos políticos, ni de partidos políticos. No tiene más que un compromiso y es con el pueblo de Cuba, que es el compromiso que tenemos todos. Sabemos cuál es su ilusión, la de él, la de sus hijos y la de sus amigos: consagrar su nombre mediante una obra grande ante el pueblo de Cuba, ser fiel a la confianza que el pueblo le ha puesto. Cuando los hombres asumen los cargos con esa idea no pueden fracasar; él sabe que, aunque dure un año, un año y medio, dos años, su provisionalidad, quien sea el primer presidente completo que tenga la república, moralmente seguirá siendo presidente de Cuba siempre, y dondequiera que vaya lo aplaudirán, lo acatarán y lo respetarán (APLAUSOS).
¿Y a qué mayor gloria puede aspirar un ciudadano? Ciudadanos, eso son los ministros, ciudadanos ministros, que pueden seguir siendo ciudadanos honrados, pasear por las calles sin que nadie los señale con el dedo, sin que nadie diga: “Ahí va un ladrón” (Del público le dicen que sin escoltas). ¿Escoltas? ¿Para qué escoltas? (APLAUSOS.) Absolutamente libres y, además, al acceso del pueblo. Antes, ver a un presidente era un fenómeno, era imposible. Al Presidente se lo encuentran por la calle, tranquilamente, cualquiera lo puede ver. Los funcionarios están al alcance de todo el mundo, ya no hay personajes, ya no hay aquella separación entre el pueblo y sus mandatarios, si no es ningún bicho raro el que ocupe un cargo importante. Por lo tanto, aquel divorcio, todo aquello ha desaparecido.
¿Que corremos riesgos? ¡Ah!, bueno, pero para eso estamos aquí, no vamos a venir ahora a ponernos en una caja de caudales nosotros para protegernos. Sería una cosa absurda. Los riesgos, sí, son los que tenemos que correr, ¡qué vamos a hacer!, esa es nuestra misión, nuestro destino. También un médico, cuando va a operar o cuando va a atender un enfermo, corre el riesgo de contagiarse, y cuando hay una epidemia de cualquier índole, la viruela, el tifus, o la peste, los médicos van corriendo el riesgo de morirse o de enfermarse también. Tenemos que cumplir nuestras obligaciones corriendo todos los riesgos, no nos queda otro remedio. Además, por una cosa que les voy a decir, es que a la Revolución no la aguanta nadie. Los que crean que suprimiendo a alguno aquí suprimen a la Revolución, están equivocados; van a unir más al pueblo si lo amenazan. Y si suprimen aquí a un líder revolucionario, lo que van es a despertar más el deseo del pueblo, la indignación del pueblo y el propósito del pueblo de seguir adelante. No le van a hacer ningún daño.
También creían los esbirros que matando aplastaban la idea de la libertad, que asesinando de día y de noche a todo el mundo debilitaban la Revolución, y la Revolución se hacía más fuerte. Si son tan estúpidos que creen que matando van a debilitar la Revolución, se van a encontrar con que la Revolución se va a volver más radical y se van a encontrar con que la Revolución se va a volver más fuerte, porque esto, señores, no hay quien le dé marcha atrás. Esto ni con bombas atómicas retrocede (APLAUSOS).
Y lo bonito es que todo el mundo está claro, todo el mundo conoce los problemas, sabe lo que hay, que hay una Revolución, lo que estamos haciendo; todo el mundo sabe lo que quiere, sabe hacia dónde vamos y cómo vamos; todo el mundo está informado, para eso hay libertad de prensa. Porque conforme a la dictadura la prensa no le conviene porque le estorba, a un gobierno honrado y a un gobierno democrático la prensa le conviene porque lo mantiene en constante contacto con la opinión pública.
La fuerza de un gobierno no está en las armas. Somos fuertes ahora los revolucionarios no porque tengamos todos los tanques cometa ingleses, los Sherman, los aviones ingleses y todas esas demás cosas; somos fuertes no porque tengamos miles y miles de armas; no, somos fuertes, realmente fuertes, porque contamos con la opinión pública del país que es un arma más poderosa que ninguna otra, porque nosotros hemos triunfado en esta guerra con la opinión pública del país. Y ahora que hemos triunfado no vamos a hacernos fuertes en las armas, vamos a hacernos fuertes en la opinión pública, que es nuestra arma: la opinión pública de Cuba y la del mundo (APLAUSOS).
Otra cosa: en la opinión pública es donde nosotros tenemos que buscar nuestra fuerza, no solo dentro, sino también fuera. Nosotros no tenemos acceso a los fusiles de Estados Unidos, ni a los fusiles de Brasil, ni a los de Venezuela; no, nosotros nunca podremos ni acercarnos a un tanque de cualquiera de esos países. Pero, en cambio, en esos países hay opinión pública, y nosotros podemos acercarnos y ganarnos la opinión pública de esos países (APLAUSOS). Luego, nuestra fuerza no está en las armas, hay que estar muy claros; nuestra fuerza está en la opinión pública, dentro y fuera del país.
Y cuando contemos con una sólida opinión pública en toda la América, que debemos ganarla, sostenerla y defenderla, ¡defenderla sobre todo contra las calumnias!, seremos fuertes, seremos invencibles y no habrá que disparar nunca un tiro. Si tenemos la opinión pública no habrá aquí nada, ni agresión, ni intervenciones ni nada. Por eso hay que defender la opinión pública, porque la batalla hay que darla en el campo de la prensa, la batalla hay que darla en el campo de la razón, de la moral y de la conducta. Actuemos rectamente y tendremos el respaldo del pueblo, dentro y fuera, porque los pueblos de América están viendo cómo lo hacemos nosotros, y tienen deseos de que triunfemos para ver si también ellos algún día obtienen todas las cosas que está obteniendo el pueblo cubano.
Así que hemos venido hoy a hablar de estas cosas, hemos venido a hablar de esto.
En Santo Domingo (APLAUSOS) hay un pueblo noble y bueno como el cubano, que ha tenido la desgracia de padecer a un Trujillo durante 26 ó 27 años —nosotros, que sabemos lo que es Batista siete años, podemos comprender perfectamente lo que es Trujillo 27 años—, y hasta allí tiene que haber llegado también el aliento de la Revolución Cubana. Porque antes se decía que era imposible luchar contra un dictador y su ejército moderno, y los dominicanos deben estar pensando ahora que fue posible luchar contra un dictador y contra su ejército moderno (DEL PUBLICO LE DICEN: “¡Vamos para allá!”). Ir para allá no, porque no hace falta. Los dominicanos solos, absolutamente solos, van a derrocar la tiranía de Trujillo, como van a derrocar los nicaragüenses la dictadura de Nicaragua. Y desde luego, con nosotros tienen alguna deuda pendiente, y son las armas que le mandaron al dictador Batista. Los dos tenían que ayudarse, eso era lógico; tanto ayudó Trujillo como ayudó Somoza, y le vendieron armas, ¡y le vendieron armas!
Nosotros podríamos decir que tenemos también el mismo derecho a venderles armas a los exiliados dominicanos. No quiere decir que lo vayamos a hacer, no. Nosotros las cosas las hacemos, no las decimos (APLAUSOS). Y el problema es que aquí no es cuestión de palabras, hay una fe, hay un impulso en los pueblos oprimidos, la América despierta, la América se levanta. Los dictadores caerán, porque no les queda más remedio que caer; como castillos de naipes se destruirán las dictaduras solas, porque el problema es que no necesitan que nosotros intervengamos, no hace falta.
Aquí, sí, aquí tendrán una patria, todos los perseguidos políticos de las dictaduras tendrán aquí una patria y no nos contentaremos con darles visas: si tienen hambre, les damos comida; si necesitan ayuda, se la damos. ¿Por qué no? ¿No nos hubiera gustado a nosotros que a los hermanos que estaban exiliados les hubieran resuelto su problema económico? Los podemos ayudar; del dinero que antes se robaban, bien puede destinarse una pequeña parte a ayudar a los exiliados de estos países (APLAUSOS), lo que, desde luego, sí es preciso advertir algunas cosas. Hay en Santo Domingo algunos aviones que son cubanos, los ladrones se los llevaron y están allí, no los han devuelto. Además, en Santo Domingo están conspirando —cosa de locos, porque ponerse a conspirar contra el pueblo es una cosa absurda—, pero de todas maneras parece que ellos se creyeron que en Cuba iba a venir el desbarajuste, el caos, ellos creían que esto iba a ser un desastre y que a los pocos días iban a estar aquí desesperados llamando a cualquiera. Se han encontrado con que empezaron a conspirar antes de que se acabara de consolidar el gobierno y, desde luego, tienen que ver lo que ha sido esto: una cosa tan extraordinaria, tan maravillosa, un modelo de paz, de orden, de seguridad, de confianza que es lo que es la nación en estos momentos; que todo el mundo, todas las actividades económicas y culturales de Cuba se están iniciando normalmente y con una confianza que promete grandes ventajas al país. Pero ellos creyeron que no. Hombres soberbios, hombres providenciales, pensaban que la gente nueva, que no había sido ministro ni presidente ni nada, pues iba a ser un desastre; que los únicos que sabían de estas cosas eran ellos, y que un pueblo no se puede gobernar si no es a palos, a tiros o a fuerza de cárcel. Y vinimos nosotros y nada de eso, abolido todo eso; y el pueblo, con su buena voluntad, con sus sentimientos nobles, con su deseo de colaborar, con su fe en el porvenir, es el que ha establecido aquí el orden, la paz y la tranquilidad para todo el mundo. Ellos se han encontrado eso, pero ya estaban conspirando y no se resignarán.
Todo tipo de actividades y de provocaciones hay que esperarlas, por eso es lamentable que se hayan escapado. Pero no importa, yo digo que siempre se necesita un enemigo, para estar en guardia, para mantener a los hombres en estado de alerta, de entusiasmo. Si nos quedamos sin enemigos estamos fracasados, porque empieza todo el mundo a olvidarse, a descuidarse, a relajarse la disciplina, el ideal. No. Necesitamos que siempre haya un peligro delante para sentir el estímulo del peligro. Así que en vez de hacernos un mal conspirando, nos están haciendo un bien.
¿Y Trujillo qué, se va a poner ahora a conspirar contra nosotros? ¿Se va a poner a provocar al pueblo de Cuba? No le veo las ganancias de ninguna manera, porque el pueblo de Cuba es fuerte ahora no por sus armas, desde luego, sino por su moral, por su prestigio. Es fuerte Cuba ahora por el ejemplo que les ha dado a otros pueblos. Ese ejemplo de nuestra victoria tiene que estar alentando ahora a millones de corazones, porque no se sabe lo que vale un ejemplo. Vale más que nada.
Difícil era que alguien creyera en la posibilidad del triunfo de la Revolución. Casi nadie creía; simpatizaban con los que estaban allí sacrificándose, pero no había fe. Había deseos de que triunfaran, pero no había fe, que son dos cosas muy distintas. Analice cada cual, vuelvan atrás, retrospectivamente, y analicen los días aquellos del 2 de diciembre, cuando nos “eliminaron”, cuando vinieron las tropas para La Habana, “ya todo se acabó”. ¿Quién creía que iba a triunfar la Revolución? Lloraban algunos, se lamentaban otros, les daba pena a otros, pero no creían, ¿verdad?
El 9 de abril se vuelve otra vez a perder la fe, y lanzan una ofensiva tremenda contra nosotros, y nosotros nos atrincheramos allá en la Sierra Maestra, en espera de la ofensiva. Y allí una vez más, conscientemente de que había que derrotar al enemigo y librar una batalla, se volvió a librar. O sea, que muchas veces, incluso, la fe se perdió. Y, al final, hasta una huelga hubo, que ayudó; porque no fue solo el esfuerzo de los combatientes y de las columnas, sino fue también el esfuerzo del pueblo. Precisamente, la huelga es lo que hace que la victoria sea completa, de lo contrario, pudo no haber sido completa la victoria. Pero el pueblo la convierte con su huelga, en una victoria completa: la victoria de la Revolución: paralizado todo, asustado todo el mundo, desarmado todo el mundo, ante el pueblo rebelde (APLAUSOS).
El pueblo de Cuba es fuerte por su ejemplo. Porque yo decía que antes porque no había fe; ahora, si hubiera habido fe desde el principio, si hubiera habido la seguridad de que se obtendría la victoria, ¿no la hubiéramos logrado mucho antes? Si los soldados hubieran sabido que iban a perder de todas maneras, ¿no se hubiera sumado a la Revolución la mayor parte?
Bueno, ¿pues qué va a pasar en Santo Domingo? Es que ya saben los dominicanos que o se va Trujillo de allí o los dominicanos lo derrotan. Es una cosa elemental. ¿Y si tienen esos problemas, no nos van a devolver nuestros aviones? Nosotros, por las buenas, se los pedimos. Allí hay aviones que se robaron de aquí, que pertenecen a la nación cubana, y hay que devolverlos. Si no los devuelven, ¿quiere decir eso que nosotros los vamos a agredir? No, de ninguna manera. Vamos a protestar aquí, por la prensa, en la Organización de Estados Americanos, en la ONU, en todas partes del mundo. Y vamos a protestar constantemente.
Así que ese es el problema de nuestras relaciones con los demás pueblos. Nuestra simpatía absoluta para todos los demócratas de América, nuestra simpatía sincera y nuestra adhesión con todos los perseguidos políticos; nuestra solidaridad con todos los pueblos que se han liberado de la dictadura y nuestro deseo ferviente de que los que aún quedan bajo las botas de un tirano se liberen. Esa será nuestra política. Nunca agrediremos a nadie, absolutamente; pero, naturalmente, tampoco soportaremos agresiones de nadie. Esa será nuestra política.
Aquí podrán vivir, al amparo del Gobierno Revolucionario, en paz, todos los perseguidos políticos. Yo sé que el pueblo quiere más, porque voy a los actos y voy dondequiera y de veras que lo que el pueblo quiere es más que todo eso. Y frente a eso, nosotros lo que decimos es que estas son cuestiones muy delicadas de política internacional, en que no se pueden hacer pronunciamientos que no se ajusten a las reservas y al cuidado que debe tener todo pronunciamiento que se haga desde el gobierno. Calculen que si no nos viéramos ahora con estas responsabilidades, iríamos a escribir en “Prensa Libre”, en “Bohemia”, en cualquier periódico de Cuba, y lo que diríamos; diríamos todo lo que el pueblo quiere decir. Pero desde nuestra posición tenemos que ser cautelosos en nuestras declaraciones. ¿Nos entendemos? (EXCLAMACIONES DE: “¡Sí!”)
Una vez más les doy las gracias y espero del Club Rotario y de todas las instituciones... (Le entregan un telegrama).
“Mi felicitación más sincera por formidables declaraciones a favor derechos humanos y contra intromisión país que no supo protestar cuando dictadura exterminaba juventud cubana. De usted atentamente, María Bousa, madre cubana” (APLAUSOS).
Necesitamos de ustedes, necesitamos de los Rotarios y de todas las instituciones prestigiosas del país en estos momentos.
¿Usted desea decir algo?
PERIODISTA.- Doctor Castro: una pregunta para la prensa. Usted debería haber llegado aquí a la 1:00 de la tarde, y llegó a las cuatro y media. Un retraso de tres horas y media significa que usted estaba resolviendo problemas trascendentales para la nación. Si no es de carácter privado y se puede decir públicamente, ¿podríamos saber la causa de ese retraso?
CMDTE. FIDEL CASTRO.- Bueno, se la puedo decir, porque a mí me pueden seguir los periodistas dondequiera que yo vaya (RISAS). Fui precisamente al campamento militar donde, con motivo de todas las actividades de estos días, no había podido ir en más de 48 horas y donde había toda una serie de cuestiones fundamentales pendientes. Estamos en un proceso de reorganización que requiere una atención constante. Yo debía haberme pasado allí 72 horas seguidas, sin embargo, no he podido estar porque he tenido que visitar una serie de centros, la universidad, organizaciones revolucionarias, el Consejo Universitario, y he tenido que hacer una serie de actividades, atender la prensa, atender a las personas que me visitan, atender infinidad de cosas y no había podido ir antes. Fui al mediodía, pensaba estar una hora y me fue imposible, porque había que resolver una serie de cuestiones que si no se resolvían no iba a acabar de marchar el proceso de reorganización. Yo creo eso indispensable, no puedo dejar abandonada esa obligación. Entonces, me dijeron a las 2:00; mi retraso no es tan grande (RISAS), yo llegué como a las 3:45, una hora y tanto más tarde, y, además, en consulta y preocupado y diciendo que venía para acá cuando me preguntaban (APLAUSOS).
PERIODISTA.- Le damos por muy bien empleado ese tiempo.
CMDTE. FIDEL CASTRO.- Además, yo creo que he hablado bastante, más de la cuenta.
PERIODISTA.- ¿Podría el gobierno pedir oficialmente a toda la ciudadanía que se dispusiera a informar al Ministerio de Recuperación sobre las propiedades de los malversadores?
CMDTE. FIDEL CASTRO.- ¿Que informara?
PERIODISTA.- Informar de cualquier propiedad de malversador que conociera al Ministerio de Recuperación.
CMDTE. FIDEL CASTRO.- ¿Pedírselo al pueblo?
PERIODISTA.- Pedírselo al público.
CMDTE. FIDEL CASTRO.- ¿Pero el público no tiene entendido que eso es su obligación? ¿No están colaborando con el Gobierno Revolucionario? (APLAUSOS.) Pues mire, yo tengo entendido que todo el mundo, cuando tiene conocimiento de alguna propiedad malversada, lo ha informado, porque no me explico de otra manera cómo han encontrado tantas (RISAS).
PERIODISTA.- Es bueno que se les pida la colaboración.
CMDTE. FIDEL CASTRO.- Sí, desde luego, tiene usted mucha razón, y hay que pedirle al pueblo toda la colaboración, que todo el que tenga algún informe sobre bienes malversados, llene un informe al Ministerio de Recuperación de Bienes. No vayan a informar erróneamente, porque eso puede crear dificultades. Yo sé que muchos verán propiedades por dondequiera, porque cuando se cree la psicosis esa, todo el mundo va a ver un edificio robado (RISAS), un terreno robado. Para eso están las investigaciones, que aparezcan nada más que las que de verdad se han robado; no importa que estén en sociedades anónimas, las cuentas bancarias, todo eso, dondequiera que hay una sospecha, se ha congelado; medidas desde luego que no vayan a paralizar la economía del país ni vayan a perjudicar la economía del país.
PERIODISTA.- Yo no quiero robarme el show aquí.
CMDTE. FIDEL CASTRO.- ¿Ustedes no son periodistas? Los periodistas pueden preguntar, y con eso hacemos ya la conferencia de prensa aquí (RISAS).
PERIODISTA (Brasil).- Yo también soy periodista y pido un saludo a Brasil aquí, que está presente en la tarde de hoy.
CMDTE. FIDEL CASTRO.- Más que un saludo, un abrazo de solidaridad al pueblo de Brasil, que tiene toda nuestra simpatía y del que esperamos también que nos respalde en esta hora dura para nuestra patria (EXCLAMACIONES DE: “¡Bravo!” Y APLAUSOS), a través de Radio “O’Globo”, de Río de Janeiro, y le damos las gracias.
PERIODISTA.- Gracias a usted, Fidel Castro, y el saludo de Brasil aquí está presente (APLAUSOS).
PERIODISTA.- Doctor, usted habló del peligro exterior. Tenemos noticias de que se están moviendo en este momento en Santo Domingo millones de pesos para vertir posteriormente a Estados Unidos, para hacer una campaña insidiosa en lo que respecta a la Revolución Cubana. A ese efecto cabe nuestra pregunta: ¿No cree el doctor Castro que sería muy prudente que todos los organismos, y específicamente el Ministerio de Estado, dieran todas las facilidades posibles a todos los periodistas de Estados Unidos para que ellos vengan a nuestro país y entonces pudieran informar a la opinión pública? Porque de todos es conocido que en Estados Unidos hay muchos periódicos que estaban comprados por el dictador Batista y que estaban desorientando a la opinión pública. En esta forma se presentaría la oportunidad, a través de todos esos juicios que se van a celebrar, que se están haciendo dándose un ejemplo a todos los países de centro y suramericanos.
CMDTE. FIDEL CASTRO.- Calculen ustedes las libertades que les hemos dado a los periodistas norteamericanos, por ese hecho. Siempre que a la Sierra Maestra se presentó un periodista de Estados Unidos o de cualquier otro país, tenía entrada libre, de tal manera que en los archivos del SIM nos hemos encontrado con los nombres de algunos a los que permitimos entrar allí y que eran espías. ¡Aquí pueden venir hasta los espías, si quieren, que tendremos entrada libre! (APLAUSOS.)
Señores directivos del Club Rotario;
Señores miembros:
Yo quiero, antes que todo, pedirles una excusa, y es mi tardanza. Me resulta sumamente desagradable hacerme esperar, y quizás una de las cosas que más me contraríe en estos días de tantas obligaciones, es el tener que hacer esperar a infinidad de personas. He sido puntual siempre y me encuentro con que ahora no puedo ser puntual, aunque no duerma, y me angustia porque algo anda mal que yo no puedo cumplir y algo me falta por saber, por aprender, por adquirir, de manera que pueda irme desenvolviendo, pero la cuestión es que a las 2:00 de la tarde yo estaba obligado a venir aquí y he llegado a las 4:00 de la tarde. Así es que les quiero pedir excusas a todos y explicarles que ha sido en contra de mi voluntad. Lo mismo que si aquí fuese necesario que permaneciera una hora o dos horas por estar con ustedes, por complacerlos a ustedes, lo hago, y otros pues me tendrán que esperar.
En este caso, yo no había venido antes por encontrarme realizando una serie de actividades que eran imprescindibles. Hay muchas cosas por hacer y en estos primeros días, sobre todo, el trabajo es extraordinario porque todo estaba desorganizado, y todo se va organizando poco a poco.
No es lo mismo una revolución que un golpe de Estado. El golpe de Estado quita al presidente, quita a los jefes principales, deja a todos los policías, a todos los soldados, todo el mundo se queda en sus puestos y la maquinaria del Estado sigue funcionando. Eso, por ejemplo, pasó el 10 de marzo. Suelen ocurrir en casi todos los países de América Latina golpes de Estado; muy pocas veces ocurren revoluciones, y me parece que en ninguna circunstancia ha ocurrido una revolución con las características en que se está desarrollando la Revolución Cubana.
Es por eso que nosotros, hombres nuevos, hombres inexpertos —porque es lo que yo digo, ninguno de nosotros ha sido nunca ministro, ni presidente, ni jefe de nada en absoluto— de buenas a primeras nos ponen jefe de todas esas cosas, una serie de responsabilidades, una serie de problemas complicadísimos y nos vemos en la necesidad de tener que resolverlos y, naturalmente, vamos pasando mucho trabajo.
Nos pasa como cuando desembarcamos. Cuando desembarcamos, nadie sabía nada de guerra y, en consecuencia, tuvimos que empezar a sufrir y a soportar todos los inconvenientes de no tener experiencia militar, de no haber estado nunca en combate, por lo menos dirigiendo combates. No sabíamos nada de táctica, nada de estrategia, nada de balística, nada de logística ni de nada absolutamente, y tuvimos que aprender sobre la marcha. Naturalmente, que al cabo de dos años ya sabíamos algo, y, en consecuencia, pudimos entrar en La Cabaña, en Columbia y en todos los demás lugares (APLAUSOS).
Ahora estamos exactamente igual: acabamos de desembarcar y no sabemos nada de casi nada, o casi nada de nada. Pero vamos llenos de buena intención, con el deseo de acertar. Lo que sí yo puedo asegurarles es que no hay ni un solo hombre en el gobierno de la república que no sea un hombre bienintencionado. Es verdad que alguien dijo que de buenas intenciones están empedrados los caminos del infierno (RISAS); pero la verdad es que, hasta ahora, los malintencionados nos han empedrado de verdad el camino del infierno y ni siquiera han hecho aquello que decían que hacía el diablo, que hacía el bien con malas intenciones.
Aquí los que gobernaban la república llenos de malas intenciones, nunca le hicieron el bien a nadie. Cuando vemos lo que han hecho en algunos aspectos, en cualquiera, en cualquiera, casi repugna, indigna, asombra. Lo extraordinario que tiene todo esto es que para nosotros, que hemos visto tantas cosas, cada día aparecen acontecimientos y hechos que nos vuelven a asombrar. A las cosas que han hecho no nos podemos acostumbrar, es difícil.
Si analizamos, por ejemplo, desde el punto de vista económico las cosas que han hecho, ustedes se encuentran que lo han vendido todo. Han vendido el Malecón, el Cuerpo de Ingenieros, el parque “Martí”, han vendido hasta Mazorra (RISAS). Vendieron la tierra de Mazorra, las treinta y tantas caballerías que había allí las vendieron también. Lo han vendido todo y lo han introducido en compañías anónimas, en negocios de todas clases; es una cosa escandalosa.
Calcularán ustedes el desbarajuste que hay en ese orden con la fuga precipitada que ocurrió aquí el día primero de enero. La sensación que me da es el caso de un delincuente, de un ladrón, que entra en una casa, roba, sale huyendo y en el camino lo sorprenden, lo deja todo y sigue corriendo. La impresión que da cuando usted llega a una casa, a una oficina cualquiera de los magnates, a cualquier centro de negocios de los que tenían organizados y se encuentra que dejaron cartas, documentos, papeles, libretas de cheques, lo han dejado todo allí, la sensación que da es la del delincuente que dejó el bulto en el camino y salió huyendo.
El Ministerio de Recuperación de Bienes —por lo que yo veo— va a recuperar una cantidad fabulosa de bienes robados. Están en compañías anónimas, pero se sabe perfectamente bien, y esta vez no se van a poder amparar en pretextos de tipo leguleyesco.
Una revolución no se hace con la ley, sino se hace la revolución y la ley viene detrás de la revolución (APLAUSOS). Yo digo que es como una criatura, un niño: nadie lo bautiza antes de nacer; se espera a que nazca y después que ha nacido se le bautiza, se le pone nombre, se lleva al juzgado a inscribirlo. Y esa es la Revolución, está naciendo al país, y después iremos estableciendo jurídicamente todas las relaciones.
Las leyes de la Revolución son, fundamentalmente, principios morales. Los propósitos por los cuales se está luchando son los que guían y trazan el derrotero de la Revolución. La Revolución no es una cosa loca, la Revolución es algo que tiene una ruta trazada, una serie de principios a los cuales se ajusta, y, además, una serie de principios fundamentales que es necesario dejar bien sentados para que la Revolución se pueda desarrollar pacífica y ordenadamente.
Nosotros empezamos por ratificar aquí que los principios de la Constitución de 1940, los preceptos fundamentales de la Constitución de 1940, son los que regirán el Gobierno Provisional y el gobierno futuro de la república, lo cual le dará ya una pauta a toda la ciudadanía. No puede funcionar la Constitución en cuanto al poder legislativo o al poder judicial, una serie de poderes, que no existen, no existen, porque nosotros no íbamos a dejar ahí el Congreso de Batista, no íbamos a designar un congreso de dedo, porque cuando vuelva a haber un congreso tiene que ser un congreso elegido por el pueblo, y, en consecuencia, la Revolución sí ha dicho que todos los preceptos fundamentales de la Constitución, todos los derechos civiles, políticos y humanos que garantiza la Constitución de la República, están garantizados por la Revolución, porque esa es la norma de la Revolución y porque la Revolución se puede hacer dentro de esos principios.
Cuando se me preguntaba recientemente si, en mi opinión, debía haber una nueva Constitución, yo dije que eso entorpecería la Revolución, porque nadie sabría a qué atenerse. Todo el mundo empezaría a temer qué tipo de Constitución sería esa, nadie se sentiría seguro, mientras que así todo el mundo ya sabe a qué atenerse, que va a regir la Constitución de 1940; porque el problema no era que no hubiera una buena Constitución, sino que no se cumplía la Constitución buena que tenía el pueblo de Cuba (APLAUSOS).
Yo les decía que todo nos lo hemos encontrado desorganizado, y que se está haciendo un extraordinario esfuerzo de organización para que todo vuelva a funcionar. Realmente, uno se maravilla de ver cómo, al desplomarse por completo la maquinaria del Estado, ha funcionado tan bien el país en estos días: las carreteras se están arreglando, la zafra está al empezar, las comunicaciones están perfectamente bien, el orden: no hay robo, no hay saqueo, no hay crimen. Nunca ha habido tanta paz en Cuba como ha habido en estos momentos posteriores a la Revolución (APLAUSOS). Y ese mérito hay que atribuírselo por entero al pueblo de Cuba, ese mérito es la prueba inequívoca de la colaboración que está prestando el pueblo.
Es bien sencillo: cuando Batista asaltó el poder traidoramente el 10 de marzo y todo el mundo comprendió y vio la tragedia —porque adivinó todo el mundo lo que aquello iba a significar para el país—, pues el pueblo lo que quería no era que tuviera éxito aquel gobierno; todo el mundo le ponía una piedra en el camino para que se cayera. Sin embargo, al Gobierno Provisional de la República, al Presidente, al magistrado Urrutia, todo el mundo lo está ayudando para que tenga éxito; es un estado de ánimo. Por eso ha podido marchar adelante el gobierno en estos días dificilísimos, ha marchado el gobierno sin maquinaria estatal; sin embargo, todo marcha normalmente, no hay ni policías en las calles y no hacen falta tampoco (APLAUSOS).
Se ha hablado mucho de la riqueza de nuestra patria, de su riqueza mineral, de su riqueza vegetal, de la fertilidad de su tierra, de las bondades de su clima. Y en verdad todo cuanto se diga de la bondad de la naturaleza de la tierra de Cuba es poco, porque es realmente una de las tierras más feraces y más ricas del mundo. Eso lo han reconocido cuantos han visitado nuestro país, cuando han estudiado la riqueza de nuestro país. Pero hay una riqueza en Cuba todavía más extraordinaria, y les digo con absoluta honradez mi convicción de que lo más rico y lo más extraordinario que tiene Cuba es su pueblo (APLAUSOS).
Tenemos en realidad un pueblo extraordinario. Los acontecimientos lo están demostrando, y creo que un pueblo así bien merece un destino mejor. Un pueblo lleno de hombres bienintencionados, un pueblo que trabaja y quiere trabajar, en que el ansia unánime de la colectividad es no vivir de parásita, que son los menos, y, además, el parasitismo lo engendra muchas veces la falta de trabajo, las condiciones sociales. El hombre que quiere trabajar y no puede trabajar, se encuentra que tiene que aspirar a que le den algo de todas maneras. La falta de trabajo es un mal que engendra otros muchos vicios, vicios que realmente son deprimentes para nuestro pueblo, engendra la delincuencia, engendra el parasitismo, engendra la aspiración a vivir del Estado, engendra la prostitución, engendra el juego, engendra toda una serie de calamidades. Y por eso, incluso, esa minoría que pasa por encima de las reglas del pudor para ir a vivir de una actividad ilegal, quedaría extraordinariamente reducida en proporción cuando el país viviera en otras condiciones sociales.
Por eso digo que con un pueblo tan extraordinario como este, cuyas ansiedades las conocemos todos, se puede llegar realmente muy lejos. Cuba había de tener un destino, porque el que hasta hoy había vivido no era un destino digno de ella. Yo podría decir que los cubanos hemos tenido mala suerte, mala suerte porque todo ha salido mal y todo ha salido al revés desde que se descubrió la isla de Cuba. Desde que el primer español o el primer gobernador español puso aquí sus pies, con su sable, su espada y su ejército hasta hoy, el país ha vivido bajo la explotación, bajo la opresión, bajo la fuerza, bajo la ilegalidad, bajo el vicio, bajo la corrupción, bajo las malas costumbres. No quiere decir eso que no se hayan introducido en nuestra patria todas las ventajas de la civilización. Sí, nos trajeron las cosas buenas, es cierto, y todos somos producto de ello.
Primero eran los españoles los que oprimían a los indios, después oprimían también a los indios y a los negros, después oprimían a los hijos de los indios y de los negros con los españoles; y así, cuando de una nación extranjera pasamos a creer que éramos una nación libre, lo primero que nos tocó sufrir, después de haber luchado 30 años... Porque quien lea la historia de Cuba, quien lea la biografía de Agramonte, de Máximo Gómez, de Maceo, y además, no solo quien la lea, quienes hayan vivido lo que es la campaña, quienes hayan vivido lo que son los rigores de la lucha, sin medicinas, sin médicos, sin recursos, podrán apreciar lo que fueron aquellos 30 años de lucha por nuestra independencia. ¡Cuán grande no sería la tristeza de todos nosotros, los combatientes, y la tristeza del pueblo si, después de haber luchado dos años y un mes, en campaña, en las montañas, nos encontráramos con que la victoria no coronaba nuestro esfuerzo, nos encontráramos con que otros estuviesen mandando aquí! Pues la tristeza sería grande. Piensen si no que todas las libertades y todos los derechos que ustedes disfrutan ahora se los quitemos de repente. Pues bien, los mambises lucharon 30 años y, mala suerte, ¡mala suerte!, cuando se acabó la Guerra de Independencia se quedaron en la calle los voluntarios, los confidentes, los enemigos del país, y los que gobernaban la república no eran los cubanos, eran los extranjeros los que gobernaban la república (APLAUSOS).
Esa ocupación extranjera fue la causa de muchos de nuestros males. Sí, aquí vino una higiene militar: mataron los mosquitos, desecaron los pantanos, hicieron algunas mejoras en ese orden. Pero, ¿qué hicieron? Privaron al pueblo de sus prerrogativas de gobernarse, privaron al pueblo de su soberanía, lo trataron como a un muchacho chiquito que le dicen: “Te damos permiso para que hagas hasta aquí, y si no haces eso, te castigamos.” Y se implantó la Enmienda Platt, que, o nos portábamos bien —bien en el sentido y en el concepto que le interesaba al país extranjero—, o nosotros perdíamos nuestra soberanía, por el derecho de intervenir en Cuba.
Cuba no era libre, porque cuando un extranjero se arroga los derechos de intervenir en los asuntos de un país, ese país no es libre, ese país es un poquito menos esclavo de lo que era antes, pero libre no era. La libertad no admite trabas, la libertad no admite límites, la libertad no admite cortapisas.
¿Y cuál era la consecuencia? ¿Que el gobierno robaba?, pues había que soportarlo. ¿Que mataba el gobierno?, había que soportarlo. ¿Que existía la prebenda, el privilegio, el favoritismo, el nepotismo?, había que soportarlo. Si usted combatía eso, si usted protestaba contra eso, entonces lo podían acusar de poco patriota. Y le decían: Usted tiene que escoger entre dos males: entre el mal gobierno o perder la soberanía. Si nosotros en aquel tiempo nos hubiéramos levantado en armas, nos hubieran acusado —y con algún fundamento— de enemigos de la soberanía y de la patria, porque nos iban a decir:
“Van a intervenir, van a intervenir, así que ustedes van a sacrificar la soberanía, ustedes, los exaltados, van a sacrificarla.”
Entonces aquí se creó un conformismo, una resignación, frente a todos los males públicos. Era inconcebible que un pueblo que había demostrado tantas virtudes en su guerra por la independencia, un pueblo que había sabido gobernarse en plena manigua, un pueblo que había sabido ordenarse jurídicamente, que había tenido su presidencia, sus leyes, su parlamento en plena guerra, llegara la república y fracasara, y que aquí el pícaro, el arrivista, el oportunista, el ladrón, el sinvergüenza, el descarado, fuera el que gobernara la república. Y entonces al mambí, ni tierra ni nada; le dieron una pensión. ¿Para qué? Para sobornarlo, para que cada vez que llegara un nuevo presidente, dijera: “No, yo te aumento cinco pesos la pensión”, y entonces corrompieron a los veteranos de la independencia —esa es la gran verdad— con la cuestión de la pensión (APLAUSOS).
Aquí no se le ha pagado a nadie, ni se le pagará. ¿Por qué? Porque nadie quiere cobrar, pero hay algo más: no se le pagará pensión a nadie. Sí tendrán nuestra asistencia los hijos de los compañeros que han muerto y los familiares, porque eso es muy justo (APLAUSOS), y procuraremos dársela en forma de trabajo, en forma de algún empleo, que presten servicios, de alguna manera que al mismo tiempo que reciben un beneficio de la sociedad, sirvan a la sociedad en algo. Como también tendremos que ayudar, porque es justo y porque es humano, a las víctimas de los soldados que murieron luchando contra nosotros, porque esos hijos y esas esposas no tienen culpa de nada (APLAUSOS). Pero nadie cobrará pensión y nadie podrá sobornar con aumentos de sueldo a los combatientes revolucionarios.
En nuestra república lo que ocurrió fue eso: el soborno, la corrupción y la frustración. Y aquel pueblo fue extraordinario, porque de todos los pueblos de América, aquel que tuvo que pelear más fue el cubano; de todos los pueblos de América, aquel que tuvo que librar su guerra solo fue el cubano. Los demás países libraron aquella guerra ayudados unos por otros. España estaba invadida por Napoleón Bonaparte, tenía una guerra en Europa, no podía atender del todo sus intereses en América, y todos aquellos pueblos, unidos, lograron su independencia. Pero todo aquel poderío español quedó en Cuba y los cubanos solitos, solitos, sin que nadie los ayudara, tuvieron que luchar. Y cuando reunían armas en Estados Unidos se las quitaban —como nos la quitaban ahora también (APLAUSOS)—; y después de tanto tiempo luchando, al final, se les impide recoger el fruto de su victoria. A Calixto García ni siquiera lo dejaron entrar en Santiago de Cuba.
Pero yo decía que lo peor de todo fueron las consecuencias morales, el conformismo, la corrupción que originó todo aquello, y, además, porque los gobernadores militares fueron los que sembraron aquí la semilla de la corrupción en el país también, que eso es una verdad.
Nuestro pueblo tuvo que vivir todo aquel letargo de las primeras tres décadas bajo la égida, bajo la amenaza constante de una intervención extranjera. Viene la revolución contra Machado, se derroca la tiranía de Machado; pero, ¿qué pasa?, pasa algo de lo que quisieron que ocurriera aquí: vino un general de los de Machado y le dijo a Machado que se tenía que ir, o Machado más bien llamó al General y le dijo que ya era imposible y que él se iba —como fue lo que pasó aquí—, y entonces pusieron a un tal Carlos Manuel de Céspedes, hijo muy ilustre del Padre de la Patria, pero que no era más que eso, el hijo del Padre de la Patria (RISAS).
Entonces, ¿qué pasó? Pues no había habido revolución; dejaron al pueblo que se desahogara, que es lo que le permiten al pueblo las castas militares cada vez que hay crisis en el Estado: gobiernan, implantan un dictador por la fuerza y, cuando es tal la resistencia del pueblo que ya no puede más, oportunamente quitan a ese presidente, ponen a otro, restablecen las libertades de todas clases, dejan que el pueblo se desahogue, se tranquilice; y cuando el pueblo está desahogado, tranquilo, un poco escéptico, porque siempre espera maravillas y nunca las maravillas vienen, entonces vienen e implantan otra vez la bota militar, porque queda intacta la fuerza.
Quedó intacta la fuerza a la caída de Machado; los mismos soldados, que posiblemente andaban persiguiendo a los estudiantes y asesinando ciudadanos, eran después los que andaban persiguiendo a los esbirros. Y por ahí andaba una fotografía de un cabo con un fusil, y yo cada vez que veía esa fotografía me preguntaba: “¡Dios sabe cuánta gente mató el cabo ese, que después andaba persiguiendo a los esbirros!” Y vino lo que tenía que ocurrir: las clases, los soldados, ante el descrédito y la desmoralización de los oficiales, un día dieron un golpe de Estado; pero se quedaron con los fusiles las clases y los soldados, se quedaron con las armas en la mano. Era el poder castrense intacto.
Pusieron un gobierno revolucionario, ¿y quieren que les diga lo que pasó aquí? Ustedes lo saben, ¿no? Yo creo que el que más y el que menos lo sabe, pero lo voy a repetir (RISAS Y APLAUSOS). Viene Batista y da el golpe del 4 de septiembre, controla toda la fuerza y ofrece el poder civil —que en aquel momento no tenía quién lo ejerciera— a un gobierno revolucionario. Mucha gente se alegró, creyó que la revolución había llegado al poder, pero se olvidaba de que ahí estaban los cabos, los sargentos y los soldados con los fusiles en la mano, y que los sargentos eran ahora coroneles y comandantes; el poder militar intacto.
Todo el mundo muy contento con una serie de leyes, las leyes de Guiteras, las leyes sociales que se hicieron. Todo el mundo dice que el gobierno del año 1933, el gobierno de Grau, fue un gobierno revolucionario —eso es una cosa reconocida por todos—, aportó una serie de leyes de beneficios sociales, pero, ¿qué pasó? Cuando más contento estaba todo el mundo, más embullados estaban, aquellos que se habían quedado con los fusiles derrocaron al gobierno. Pero, ¿por qué? ¿Qué pasó? ¿Actuaron solos? No. Todo el mundo sabe que aquí había un señor que se llamaba Jefferson Caffery que estaba metido en Columbia y cuando él no estaba metido en Columbia, Batista estaba metido en la embajada, y que los intereses extranjeros aquí, cuando vieron que había un gobierno revolucionario dispuesto a defender los derechos del país, dispuesto a defender los intereses del pueblo, se valieron de Batista para desalojar del poder a la revolución, y nos implantaron una dictadura de 11 años aquí. Eso fue lo que pasó (APLAUSOS).
Considero que no estoy diciendo más que una verdad histórica, y a mí no me van a llamar comunista por eso, porque yo no soy comunista; estoy diciendo la verdad (APLAUSOS). Aquí se han querido poner las cosas que quien no sea un vendido y un incondicional miserable de los norteamericanos, entonces es un comunista (APLAUSOS); pues yo no soy comunista, ni me vendo a los norteamericanos, ni recibo órdenes de los norteamericanos (APLAUSOS). Hacemos aquí en nuestra patria lo mismo que estarían haciendo en este momento Maceo, Máximo Gómez, Martí y todos los que nos dieron nuestra independencia (APLAUSOS). Pero lo cierto es que todo el mundo sabe las causas por las cuales fue derrocado aquel gobierno revolucionario: porque afectó intereses, intereses extranjeros, y, sencillamente, si hubiera sido un gobierno que no hubiera hecho una sola ley revolucionaria, se queda allí, lo respaldan, lo apoyan, le mandan tanques, le mandan aviones y le mandan de todo, como se lo mandaron a Batista.
Yo no voy a hacer comparaciones con lo de otros países, voy a hacer la de aquí, esta, que es la que nosotros tenemos que estar atentamente observando. En el caso de Batista, todo el mundo sabe que Batista les decía a los soldados que a él no había quien lo derrocara, que estaba fuerte, porque los norteamericanos lo apoyaban, y le mandaron la misión militar y le mandaban aviones, todo eso es una verdad. Pero la cuestión es que esos intereses fueron indiferentes a los horrores que ha sufrido nuestra patria durante los primeros 11 años. Después vinieron los ocho años efímeros de gobierno constitucional y después tuvimos otra vez siete años de tiranía, que son 18 años, ¡y cuenten los muertos que ha habido, cuenten los sufrimientos de nuestro pueblo, cuenten las lágrimas que han derramado las mujeres cubanas; cuenten los sufrimientos de todas las madres, hasta las que no han perdido un hijo, porque la que no ha perdido al hijo vio perder al hijo de otra y pensó que algún día podría ser su hijo! Que nadie ha vivido en paz aquí durante ese proceso, nadie ha vivido en paz ni ha vivido seguro un solo minuto desde el 10 de marzo de 1952.
La alegría que el pueblo demuestra y la simpatía que demuestra por nosotros, yo no la atribuyo a ningún mérito especial, la atribuyo al hecho de que era insoportable lo que estaba pasando aquí. Yo lo que mido por esto no son los méritos de los revolucionarios, sino el grado de terror, de crimen y de odio que despertó la dictadura de Batista, y es lógico que ese tremendo dolor y ese tremendo sufrimiento, cuando desaparece, tienda el pueblo a vernos, a los que hemos hecho algo, a los que hemos hecho modestamente lo que hemos podido, casi como a unos dioses aquí. Pero yo creo, sinceramente, que los méritos de nosotros no son absolutamente nada de extraordinarios, y creemos que a lo que estamos obligados es a seguir trabajando, para ver si acertamos, porque es un deber de ustedes y de nosotros, de todos, ver si de una vez echamos a andar la república hacia adelante (APLAUSOS).
Es posible que ustedes se pregunten por qué he traído a colación este tema. He hablado muchas veces, pero no he hablado de estos tópicos que he hablado hoy, y eso se debe, sencillamente, a que en las circunstancias actuales la Revolución Cubana tiene que estar muy alerta y el pueblo cubano tiene que estar muy alerta y muy unido frente a los peligros que lo amenazan. Yo tengo una confianza absoluta en el pueblo, y sé que a un pueblo, aunque sea pequeño, si es un pueblo digno, si es un pueblo unido, si es un pueblo inteligente, no hay quien lo venza, no hay quien se le imponga. Sencillamente, yo les digo, porque en escala menor he visto lo que puede el pueblo desarmado, el pueblo de Cuba, porque ningún pueblo del mundo ha hecho lo que ha hecho el pueblo cubano, un pueblo que no tenía entrenamiento militar, porque aquí no había servicio militar, ni nadie sabía manejar un arma, no tenía un fusil, y frente a él tenía una dictadura con miles y miles de soldados, armas modernas, millones de pesos, porque pudo aprovecharse de las instituciones bancarias, de las instituciones de crédito que habían creado gobiernos anteriores, para llegar aquí y poder disponer no solamente del presupuesto alto que proporcionaba un precio bueno del azúcar, sino, además, de presupuestos extras, al extremo de poder disponer de más de mil millones de pesos. Con aquella abundancia de millones, con aquella cierta prosperidad económica, y con el respaldo de las armas modernas y de miles y miles de soldados que creían en él, porque los tenían engañados, creían en él, se paraba en Columbia todos los 10 de marzo, todos los 4 de septiembre, y les metía un discurso y tenía engañados a los soldados... Señores, ¡la pandilla estaba encantada con el jefe de la pandilla!
Entonces, además, corrompía, repartía primas de la Renta de Lotería, repartía el producto del juego y permitía que todo el mundo por dondequiera se enriqueciera, porque los hombres se unen por dos causas, que son: un gran ideal, que despierta la fiebre que necesita el luchador, que despierta todas aquellas ilusiones que convierte a los hombres en seres capaces de todos los sacrificios, o un gran interés. Batista mantenía la adhesión de los soldados a base de un gran interés, de un gran soborno; todo el mundo se sentía bien, ganaba el triple de lo que señalaba el sueldo, y, además, eran impunes.
El ciudadano que puede vivir dentro de la sociedad haciendo lo que le da la gana, sin que le pase nada, es un ser privilegiado. Por ejemplo, el representante y el senador han sido unos seres privilegiados aquí, y hay que acabar también con esa cuestión (APLAUSOS). Si en algún detallito hay que modificar la Constitución de 1940 es en que se acabe la impunidad, no la inmunidad, sino la impunidad parlamentaria; porque dentro de la sociedad, dentro de un Estado democrático, dentro de una república igualitaria, donde se dice que todos los ciudadanos eran iguales, resultaba que cualquier ladrón, cualquier desfalcador que se llevaba los millones de pesos del Tesoro, aspiraba a representante, salía comprando votos, porque en aquel ambiente y en aquella atmósfera viciada no era muy difícil comprar votos. ¡Que vengan a comprar un voto al pueblo ahora como está lleno de entusiasmo! (APLAUSOS.)
Pero en aquellos días, el pueblo escéptico, con el estado económico que tenía, en aquella atmósfera donde no había virtudes públicas, era fácil comprar votos, comprar sargentos, y más que comprar votos, porque este pueblo es tan puro que, incluso, los que compraban votos, no es que compraran 20 000, compraban a 50 ó a 60 que conocían bien el manejo de ese negocio, que eran compadres de 15 ó 20 porque les hacían un favor, y entonces, el cubano, con esa nobleza característica que tiene, pues cuando venía su compadre, porque era su compadre y venía a pedirle que lo ayudara, pues votaba por el candidato tal porque su compadre se lo pedía. El no se daba cuenta del daño que le estaba haciendo al país, que aquel señor estaba comerciando con su derecho más sagrado, que es el derecho a elegir su soberanía. Y resultaba que compraban los votos, salían electos senadores y representantes y quedaban fuera de la ley. Una vez senadores y representantes, cometían un robo y no les pasaba nada; violaban el tráfico.
Pero, sí era cosa curiosa: los choferes de representantes iban por todas las luces rojas y no se paraban nunca. ¿Y el policía qué? Si el policía los paraba: “Yo soy el representante tal.” ¿Para qué, si eran impunes los representantes? Eso lo sabe todo el mundo, no había ley para ellos; porque si elevaban un suplicatorio a la Cámara, siempre lo rechazaban. Las únicas ocasiones en que accedían era cuando el derecho agredido era el derecho de uno de los de la pandilla. Si el asesinado era un representante, ¡ah!, entonces sí, porque había que garantizar a la pandilla; si el asesinado era cualquier ciudadano del pueblo, ¡ah!, entonces no, porque la pandilla tenía el derecho a que no le pasara nada. Nunca, en los 50 años de república, se accedió a un suplicatorio, como no fuera un delito contra un representante. Y así vivían esos señores dentro de la sociedad.
Pero no eran esos señores, así vivían también los soldados. Nunca que un soldado diera un palo, un golpe, una tortura o cometiera un crimen, jamás fue sancionado, era impune. Si las garantías estaban restablecidas y había un juez digno y firme, que hiciera lo que hizo, por ejemplo, el juez Alabau Trelles, y procesara a Ventura y a toda aquella gente, venía inmediatamente una suspensión de garantías, pasaban al fuero militar, y se acabó. Treinta mil, 40 000, 50 000 hombres armados dentro de la sociedad eran impunes, cuando precisamente al hombre armado es al que más hay que exigirle; al hombre armado es al que hay que hacerle ver su responsabilidad, que es mayor que la de los otros, porque un hombre armado es un hombre peligroso, un desarmado no; a un hombre con un fusil hay que tenerlo muy vigilado, y a ese hombre hay que tenerlo sometido a una disciplina férrea y a un fuero especial. Y aquí se daba el caso de que los que estaban armados no estaban sometidos a ningún fuero, eran absolutamente inmunes a la ley, y por eso es que se cometían tantos crímenes.
Es increíble la cantidad de asesinatos que se han cometido. Yo les digo a ustedes que es increíble. Si ustedes van a algunos lugares de la Sierra Maestra, a un pueblecito como las Minas de Bueycito, y se encuentran que allí, en aquel pueblo pequeñito, que no tiene más que una sola calle, han asesinado a 450 vecinos, ustedes se imaginan entonces la aldea de Lídice, aquella tristeza en que se vive allí; allí no se reía. Nosotros pasábamos y era una alegría vernos pasar; pero en la atmósfera, en aquella loma, en aquella otra, en aquel campo, dondequiera había osamentas de infelices.
(Le preguntan que cuántos prisioneros le devolvió al ejército.)
Nosotros le hemos devuelto más de 2 000 prisioneros al ejército.
(Le preguntan que cuántos les devolvió el ejército a ellos.)
Ninguno, primero, porque nadie se dejaba coger (APLAUSOS) y, segundo, porque a los que cogían los asesinaban. De hecho les hemos devuelto más, porque al final de la Revolución quedaron prisioneros todos los soldados de la república. ¿Y qué hubiera pasado si hubieran sido ellos los que hubieran terminado la Revolución como la hemos terminado nosotros? ¿Qué hicieron en el Moncada? Asesinaron a los prisioneros. ¿Qué hicieron con Calixto Sánchez y sus 16 compañeros? Los asesinaron, hasta se enteraron por radio de que estaban muertos cuando todavía estaban vivos, oyeron la noticia estando vivos. ¿Qué hicieron con los prisioneros del “Corynthia”? Asesinarlos. ¿Qué hicieron con los prisioneros y los heridos del Palacio Presidencial? Asesinarlos. ¿Qué hicieron con los prisioneros del “Granma”? Asesinarlos. Nosotros: curar heridos, devolver prisioneros, hacer prisionero a todo el ejército, y ahí está. ¡Qué distinto hubiera sido si el Ejército Rebelde cae prisionero de la dictadura! ¡Qué distinto!
Y es bueno que esto se saque a relucir ahora y aquí, precisamente, en presencia de una institución tan prestigiosa como el Club Rotario, que tiene asociaciones en todo el mundo, destacar aquí la verdad, porque nos toca ahora defendernos contra la calumnia, defendernos contra la campaña malintencionada de los que quieren desacreditar a la Revolución Cubana.
¿Por qué se ha desatado ahora esta campaña contra la Revolución Cubana en la prensa de Estados Unidos? (EXCLAMACIONES DE: “¡Por dinero!”) No, no; parte sí, pero no tanto. Les voy a dar la explicación: porque ahora no tienen en Columbia a un sargento llamado Batista, porque ahora no tienen a la casta militar armada. Se han quedado asombrados ante el hecho de que el Ejército Rebelde y el pueblo de Cuba hayan desarmado por completo al ejército.
Ellos saben que ahora los que están aquí son revolucionarios, gente que no se vende ni claudica ni está dispuesta a servir a sus intereses, y dicen: “¿Podremos quitar al Presidente, al magistrado Urrutia?” No, porque en Columbia los que están son los rebeldes y en La Cabaña los que están son los rebeldes (APLAUSOS). Entonces, la cuestión es clara: empiezan inmediatamente a desacreditar a la Revolución, a crear un ambiente internacional, porque le tienen miedo al respaldo de opinión que hay en toda la América en favor de la Revolución Cubana y al respaldo de opinión que hay en el mundo entero. Y entonces comienzan a querer quitarle esa fuerza, porque la opinión es una tremenda fuerza en Cuba y fuera de Cuba; la opinión pública es una fuerza formidable, y la Revolución Cubana, el Gobierno Revolucionario cubano, cuenta con un respaldo de opinión extraordinario en el mundo entero en este momento, principalmente en la América Latina.
La quieren debilitar y le quieren empezar a quitar fuerza, pero esa opinión pública mundial no debemos dejar nosotros que la confundan. ¿Y qué pretexto toman? Toman el pretexto de los criminales de guerra. Resulta que en Estados Unidos llevan a la silla eléctrica a los criminales de guerra, cosa que nosotros no hacemos en época de paz, porque la Constitución prohíbe la pena de muerte en época de paz. Estados Unidos, cuando se termina la guerra, va a Alemania con un derecho discutido, porque era una guerra de naciones donde hubo bombardeo a ciudades de parte y parte (APLAUSOS); porque si es verdad que bombardearon a Londres, es verdad que hubo bombardeos en Colonia, en Berlín, donde murieron 300 000 civiles, y todo el mundo lo sabe; porque si es verdad que bombardearon a Londres, es verdad que las bombas atómicas arrasaron ciudades enteras en Hiroshima, y de criminal a criminal de guerra no había nada (APLAUSOS). Sin embargo, uno de los grupos que bombardeó se tomó el derecho de ir a juzgar a los jefes y a los mandatarios de la nación vencida. ¿Por la democracia? Bueno, no tanto, no tanto, porque nosotros hemos visto qué significa esa democracia, porque Trujillo, Batista, Somoza y compañía no son demócratas y al mundo se le dijo que aquello era una guerra por los derechos humanos y que los pueblos eran los que tenían que gobernarse a sí mismos, y eso no fue verdad, eso fue una mentira. Luego, si se hizo en nombre de la democracia fue falso, porque después los cañones y los tanques fueron a ayudar a las dictaduras en América Latina y en otras partes. La cuestión es que juzgaron a los alemanes.
Entonces, ¿qué resulta aquí? No era esta una guerra entre naciones. Si algún crimen es odioso es el crimen que cometió Caín. La Biblia habla del crimen de Caín como el peor de los crímenes, porque fue el crimen de un hermano que mata a otros hermanos. Si puede haber crimen odioso, bombardeo odioso, violaciones de derechos odiosas, son aquellas que se reciben no de un país extranjero, sino de hombres que han nacido en el mismo suelo que nosotros. Por eso los criminales de guerra de la dictadura de Batista son mil veces más odiosos que los criminales de guerra si hubieran sido de un país enemigo donde mediaran odios de razas, distintos intereses. Sin embargo, hubo criminales de guerra y hubo hombres, como Sosa Blanco —que lo vamos a juzgar ahí en el Anfiteatro de La Habana y en presencia del pueblo (APLAUSOS)—, que en una sola tarde asesinaron a 53 campesinos, ¡en una sola tarde!, en un lugar donde nunca habíamos estado los rebeldes, en revancha por una derrota que habían sufrido a pocos kilómetros de allí.
A una madre le mataron a los siete hijos y al esposo, y cualquiera que tenga el temor de perder un hijo podrá considerar y calcular lo que será el dolor de perder siete y perder al esposo. Esos casos se dieron, ¡en una tarde! Nadie protestó. Y por aquella época seguían llegando balas, y tanques y bombas a la dictadura de Batista, y una misión militar americana daba clases en Colombia a los asesinos. Esa es una verdad que no tenemos miedo a decirla, cueste lo que cueste (APLAUSOS).
Entonces, ¿qué ocurre? Capturamos a una parte de los criminales de guerra, porque no pudimos capturarlos a todos, desgraciadamente; capturamos una parte considerable de hombres que todos han asesinado a dos, a tres. No es que hayan asesinado, es que torturaban atrozmente, les arrancaban los ojos, destrozaban a los hombres; no es el número de los hombres que han muerto solamente, sino el número de los hombres que han recibido un golpe, un palo, una tortura. Entonces, ¿qué hacemos? Nosotros no los asesinamos en el cuartel, nosotros no los llevamos para una esquina oscura para darles un pistoletazo por la cabeza, no señor; lo que decimos: “Es justo que estos hombres sean castigados.” Se les sometió a la jurisdicción penal de guerra, las leyes que habían regido durante la guerra y los tribunales que habían regido durante la guerra, con juicio; porque para hacer lo que hacía Batista no hacían falta tribunales, ni hacer nada. Entonces fueron detenidos, encarcelados, sometidos a Consejo de Guerra, con pruebas, y fusilados dentro de la ley.
Era imposible dejar a aquellos hombres vivos, porque todo el pueblo pedía castigo ejemplar, porque no hay nada que haga más daño a una sociedad que la impunidad, que la falta de justicia. Los que no tuvieron piedad con millares de nuestros compatriotas, los que no tuvieron piedad con nuestras madres, con nuestros familiares, ¿por qué iban a esperar que se les perdonara? ¿Qué se iba a hacer con aquellos hombres que habían llegado al extremo de barbarie y de crimen al que no llegaron ni siquiera los alemanes?, porque no un día, todos los días era la historia de seis o siete hombres asesinados. Sencillamente se va a aplicar la justicia, porque lo primero que pide el pueblo en todos los mítines es castigo; no pide otra cosa que el castigo de los culpables. El pueblo en esto es más radical que nosotros, nosotros miramos las cosas con más calma, pero el pueblo pide como una necesidad elemental que los criminales de guerra sean castigados (APLAUSOS).
Y entonces se desata la campaña de propaganda contra la Revolución Cubana: que si somos incivilizados, que si estamos vengándonos de los enemigos, que si estamos fusilando a los batistianos. ¿Quién dice? Si fuéramos a fusilar a los batistianos la verdad es que habría unos cuantos fusilados en la república, porque eran más de 10 000 o de 20 000 afiliados. Incluso hubo mucha gente que hasta de buena fe se afilió, mucha gente, porque creía que hacía falta; equivocadamente, en la desesperación por buscar una solución, el pueblo casi creía hasta en un dictador, y ese es el caso. Pero dicen que estamos fusilando a los batistianos, que no se someten a juicio, toda una propaganda, ¿para qué? Para pintar ante el mundo a la Revolución Cubana como una revolución incivilizada; a nosotros, que tenemos el antecedente que no tiene ningún ejército del mundo: el no haber asesinado a un solo prisionero de guerra, el no haber dejado abandonado a un solo herido en los campos de batalla, el no haberle dado un golpe ni al peor confidente para extraerle una noticia.
Yo reto a los detractores de la Revolución Cubana a que busquen un solo caso en toda la historia universal en que se haya librado una guerra más civilizada que esta. ¡Ah!, pero, ¿qué querían? ¿Que soltáramos a los que asesinaron a 20, a 30, a 40 y a 50? ¿Para qué? (EXCLAMACIONES DE: “¡No!” Y APLAUSOS).
Entonces lanzan la campaña de calumnias contra la Revolución. Campaña, sí, parte pagada, pero parte con todo el propósito de desacreditar a la Revolución Cubana, porque saben que es de verdad. Aquí no hay manera de influir en los destinos del país, como no sea de acuerdo con los intereses del país. Aquí lo único que regirá el futuro de Cuba es el interés de Cuba (APLAUSOS).
Nos defenderemos de la calumnia e iremos a hablarle a la opinión pública de Estados Unidos, iremos a hablarle, porque la opinión pública de Estados Unidos tiene que comprender esta verdad. ¿No se habla de democracia? Pues no hay país en este momento más demócrata en el mundo que Cuba. ¿No se habla de libertades? Pues no hay país en este momento más libre en el mundo que Cuba; no hay país donde haya más paz, más seguridad en sus derechos, más confianza, derecho de reunirse, de hablar, de escribir, de salir; se acabaron las torturas, se acabaron todo tipo de violaciones de derechos.
Hemos tenido incluso que tomar medidas contra compañeros que han participado en veinte batallas, sencillamente, por violar un derecho. ¿En qué país del mundo ha pasado eso? Y si de democracia se trata, este es el país más demócrata del mundo. Si de libertad se trata, este es el país más libre del mundo. Creo que somos en este momento en América los verdaderos y los genuinos representantes de las libertades humanas y de la democracia (APLAUSOS).
Hay que hablarle a la opinión pública norteamericana para que esté con nosotros. Nuestra fuerza no está en las armas, nuestra fuerza está en la opinión pública nacional e internacional.
¿Nos atacan? ¡Vamos a defendernos! Aquí están los Clubes Rotarios, ahí están las miles de asociaciones de Clubes Rotarios. El rotarismo cubano le puede prestar un extraordinario servicio a la patria, escribiéndoles a los rotarios de todo el mundo. Invitamos a los representantes de los Clubes Rotarios en todo el mundo a que vengan a ver lo que está pasando en Cuba, y cómo se gobierna en Cuba (APLAUSOS). Y no solamente de los rotarios, sino a los representantes de otras instituciones cívicas y culturales iguales a los rotarios, que vengan, porque nosotros nos sometemos al juicio de la opinión pública, no tenemos nada que ocultar; que vengan para que vean, que vengan para que la mentira no prospere.
Vamos a llamar a la prensa internacional, que venga, porque aquí no hay censura, no estamos en la época de Batista, se puede escribir, lo que no se puede es engañar a nadie cuando hay libertad para que todo el mundo conozca la verdad, cuando hay libertad para que todo el mundo observe y cuando hay libertad para que todo el mundo escriba. Que venga la prensa del mundo entero a ver lo que está pasando aquí, a ver si somos civilizados o no, y que venga la prensa de todo el mundo para que vea los montones de cadáveres, las fosas que encierran los huesos de cientos y de miles de nuestros compatriotas, para que escriban la historia de la tiranía y la historia de la Revolución, porque nos sometemos al veredicto público, nos sometemos a la vigilancia pública, nos sometemos al juicio de la opinión pública.
¡Ah! ¿Qué nos dicen? ¿Que sometamos a los tribunales ordinarios a los criminales de guerra? ¿Y qué tribunales ordinarios hay en Cuba? ¡Si la dictadura no dejó tribunales de ninguna clase! ¿O es que los vamos a llevar a los Tribunales de Urgencia, al Tribunal Supremo, al Tribunal de Cuentas y a todos aquellos tribunales que eran cómplices de la dictadura en general, salvando las excepciones honrosas? (APLAUSOS.) No hay tribunales ordinarios, no los hay, y no se crean tampoco en 5 días, ni en 20 días, ni en 40 días. Si se quieren escoger jueces capacitados y escogerlos por oposición, como deben escogerse, pues nos estamos cinco meses, seis, hasta terminar y tener un poder judicial. ¿Y vamos a esperar eso para juzgar a esos señores? No, si este es un problema que todo el mundo pide que se resuelva cuanto antes, señores, que se castiguen cuanto antes (APLAUSOS). Si es cruel, es cruel tenerlos aquí esperando; ya se sabe el castigo que les toca a los criminales de guerra. Cuanto antes mejor, y se recupera la paz y se olvida todo eso, y se acabó, y sigue el pueblo adelante. Lo que este es un lastre que tiene atrás, porque no los vamos a soltar, señores, no puede ser, no los podemos perdonar. Y, además, para una cosa, para que nosotros aprendamos, para que aprenda todo el mundo lo que se hace con los criminales de guerra, porque esa es una lección para todo el mundo, un ejemplo, porque lo que queremos es que no vuelva a ocurrir jamás lo que ha ocurrido, y el mal hay que arrancarlo de raíz.
Cuando la Guerra de Independencia, los voluntarios se quedaron, y estos chivatos y esbirros de hoy son los hijos de los voluntarios de aquella época. La mala semilla que nadie arrancó de raíz, como esta vez se arrancará de raíz, y en justicia. Pueden tener la seguridad de que no caerá nadie de quien no se tenga la absoluta seguridad, y que es preferible, como reza un principio de la justicia, que algunos culpables se queden sin castigo antes de que sea castigado un inocente. Aquí no habrá un solo inocente castigado (APLAUSOS).
Ese es uno de los problemas que en estos momentos confronta la Revolución: defenderse contra la campaña calumniosa de los enemigos de la Revolución Cubana, de los que no hablaron ni escribieron una palabra, cuando aquí aparecían los racimos de cadáveres asesinados en las calles de La Habana, lo que estuvo ocurriendo durante muchos años, cuando nuestras mujeres eran violadas, cuando nuestros compañeros eran asesinados. Todo el mundo sabe que allá en Marianao, en una noche, aparecieron cerca de 90 muertos, y nadie se enteró, nadie escribió una palabra contra aquellos bárbaros que hacían tales cosas, y cuando llega el momento de castigar a los bárbaros, ¡ah!, no se condolieron de todo un pueblo masacrado durante tantos años y se conduelen de los asesinos, de los verdugos, de los criminales. Estas son las cosas que tiene que tener bien claras y bien sabidas el pueblo de Cuba.
Hay intrigas de todas clases, intriga en la prensa internacional. Ahora mismo me pasan un cable, y sí, efectivamente, esta mañana se estaba hablando de este problema; hubo una revista de Estados Unidos que dijo que la intervención no era cosa del pasado por completo, y casi llegaba a insinuar que podían intervenir aquí. Yo digo que aquí no puede intervenir nadie (APLAUSOS Y EXCLAMACIONES DE: “¡No!”), que aquí no puede intervenir nadie, porque la soberanía no es una gracia que nos conceda nadie, sino un derecho que nos corresponde como pueblo. Y la revista decía que la intervención no era cosa del pasado; y yo digo que sí es cosa del pasado (APLAUSOS).
Digo, en primer lugar, que no creo que jamás se cometa por un país poderoso como Estados Unidos el disparate de intervenir en Cuba. No creo que lo haga, yo tengo casi la seguridad de que no lo haga, aunque uno no sabe, a última hora, quién predomina allí, pero es que la opinión pública en Estados Unidos influye mucho. Desde luego, hay que mirar con preocupación el hecho de que traten de pintarnos ante la opinión pública norteamericana como una tribu salvaje viviendo al lado de Estados Unidos. Yo dije, naturalmente, una frase —sí, la dije, pero no como para que saliera en los cables, porque había un grupito, pero como hay deseos de intrigar, sale, y aquí una agencia internacional de cables publicó la noticia. También ustedes recuerdan que una vez publicaron que a mí me habían matado cuando desembarqué, ustedes recuerdan—, lo que yo dije en la conversación, es lo siguiente: Que aquí no había intervención y, además, que si había intervención nos defenderíamos. Y dije que si mandan a desembarcar a los marinos habría 200 000 muertos en las calles de Cuba.
Lo dije, sí, que iban a morir 200 000 norteamericanos, si desembarcaban aquí; lo dije. No lo dije con ánimo de sembrar la hostilidad en Estados Unidos, no lo dije con ánimo de levantar la tensión, no lo dije con ánimo de producir una declaración insolente. Lo dije en un grupo, no lo dije para la prensa; pero vino una agencia y escribió. La Associated Press pone en boca suya las palabras que yo dije al salir del Habana Hilton hoy, y dice: “Si mandan a desembarcar marinos, habrá 200 000 gringos muertos en las calles de Cuba” (RISAS). No fue una declaración para la prensa, porque yo no hubiera dado esa declaración a la prensa, porque no voy a estar en plan de estar pintándome aquí en actitud retante, insolente y retadora, no. Yo me atrinchero, en mis derechos, me atrinchero en la razón humildemente, si se quiere, modestamente; si se quiere, nos atrincheramos y defendemos la patria, atrincherados, sin amenazas y sin insolencias (APLAUSOS).
Declaraciones agresivas no. Yo a la prensa no le hubiera dado esas declaraciones. Lo dije allí en un grupo de cinco o seis, no lo dije en una tribuna, no lo dije en un mitin. Sin embargo, fueron a publicarla. ¿Para qué? Para pintarme en plan también de agresión, de insolencia, de reto, en plan de individuo que está desaforado, que ha perdido los estribos. Es la mala intención. Me enseñan porque, ya les digo, somos nuevos y tenemos que aprender. Ya no abriré la boca ni aunque tenga tres delante (APLAUSOS). Una lección más. Sí lo dije, lo que no lo dije con esa intención de retar, lo dije ante un grupo, como habla uno ante un grupo y a veces se desahoga. Precisamente se desahoga uno ante un grupo pequeño para no desahogarse ante un grupo grande; se desahoga uno ante un grupo pequeño para no decir algo que salga divulgado. Y yo creo que esa noticia no se debió haber divulgado. Hay libertad, la pueden divulgar, los que lo hicieron tienen garantizado todo y si quieren una escolta para que los cuiden allí, se la pongo, porque esa es libertad; pero, honradamente, si se quiere ayudar a la Revolución, es peligroso dar este tipo de noticia. Es peligroso, porque tienden a crear confusión.
Por lo demás, reitero una sola cosa, y es lo siguiente: No va a ocurrir nada, por supuesto; todos estos problemas se irán resolviendo. Tranquilamente, nadie ha amenazado, yo lo que sí me preocupo, naturalmente, por la campaña de propaganda que se ha hecho, porque hay que salirle al paso a tiempo.
También el día primero de enero Cantillo quiso apoderarse del mando y poner un presidente. Nos preocupamos y a tiempo adoptamos las medidas necesarias para que por la noche no estuvieran ahí. De la misma manera, frente a esta campaña que se está haciendo, nos defenderemos; hablamos con los rotarios, hablamos con la prensa, tocamos a todas las puertas, y les decimos: El problema es este; se está organizando una campaña que no tiene fundamento y que tiende a desacreditar al pueblo de Cuba injustamente, sencillamente, ante un problema de unos criminales que todo el pueblo quiere que se castiguen y que todo el pueblo quiere que se les aplique la pena que les corresponde, y que no hay tribunales ordinarios porque todos están desarticulados, hay que hacerlo a través de los Tribunales de Guerra. ¿Qué otra cosa se puede hacer, señores? Lo que nosotros no hacemos es ir a darles un pistoletazo; lo que nosotros no hacemos es ir a asesinarlos. Entre la justicia y el crimen hay una gran diferencia. Nosotros lo afrontamos públicamente y decimos: “Al fusilado tal, se le ha ajusticiado por esto”, no andamos ocultándolo al pueblo, porque quien actúa con limpieza y con justicia no tiene que ocultar absolutamente nada.
(Del público le dicen que explique el funcionamiento de los tribunales de guerra.)
Pero si incluso se sacó una película donde aparecieron los juicios, que la ha visto el pueblo. Precisamente por el exceso de trabajo no pudimos hacer una cosa que era importante: prohibir que se tomaran fotografías de las ejecuciones —como se prohíbe en Estados Unidos que se tomen fotografías—, por la siguiente razón: hay que distinguir entre la opinión nacional y la internacional. Ya se han dado órdenes de que no se tomen fotografías ni películas de las ejecuciones. ¿Por qué? Por una cuestión psicológica. Cuando aquí se fusila a un Olayón, por ejemplo, todo el mundo sabe quién era, todo el mundo lo veía con desprecio, y cuando lo ve caer, ve caer al criminal. Los que no están enterados, los que no saben las cosas que hizo Olayón, nunca les pasó Olayón por el lado, ni estuvieron a merced de Olayón, allá, lejos de Cuba, no ven al criminal, sino al ser humano que se desploma, y ven el espectáculo de un ser humano desplomándose, no ven un criminal; por lo tanto, si bien en la opinión pública nuestra no habría inconveniente en enseñar la fotografía, sí lo hay desde el punto de vista internacional, porque aquellos no han vivido lo que hemos vivido nosotros.
La idea es: sí, es un criminal, pero nunca les pasó por el lado, ni estuvieron a merced de él, ni las vidas de sus hijos ni de su mujer estuvieron expuestas a que cayeran bajo las garras de aquel criminal. Así que es por una cuestión simplemente psicológica; pero los nombres y los juicios sí.
Y vamos a hacer los juicios en el Anfiteatro de La Habana. Hemos mandado a buscar a las viudas, los hijos y las mujeres de los campesinos que asesinó Sosa Blanco, Grau, Suárez Suquet.
Ustedes oyeron hablar de aquel grupo de prisioneros rebeldes heridos que fueron asesinados en el camino que va a Santa Cruz del Sur. ¿Quién los asesinó? Pues el que los asesinó cayó, le tocó responder ante la justicia, y les traeremos los testigos para que se pruebe. Y haremos los juicios de esos casos connotados, para que se saque, para que se tome testimonio gráfico de cómo se está aplicando la justicia, porque yo les aseguro que no se ha cometido una sola injusticia. Además, que vayan a las prisiones a ver si algunos de esos hombres han sido torturados para que declaren, si algunos de esos hombres han sido golpeados para que declaren. Con tanto odio como el que les tenía el pueblo, y ninguno recibió un golpe. Eso sí es lo que debe destacarse, sobre eso es lo que hay que escribir, que será un ejemplo sin paralelo en la historia de las guerras y de las revoluciones.
Y el que apliquemos la justicia, sí, y deben elogiarlo, porque sin justicia no puede haber paz. Si no se castiga hoy a los criminales, tendremos la venganza dentro de 10 o dentro de 15 años, tendremos el gangsterismo, porque entonces vendrán los compañeros de los muertos y dirán: Este está vivo, míralo por la calle, lo voy a matar, porque no hubo justicia en el país. Y siempre se dijo que no habría venganza en el futuro, porque habría justicia. Lo que se está haciendo, precisamente, es la justicia; porque nadie, ningún familiar de alguien que haya asesinado a 15 o a 20, se siente con fuerza moral para vengar aquel castigo, porque en su fuero interno, aunque le duela, porque sea un ser querido, porque sea un amigo, sabe que era lo que merecía, porque él no tuvo piedad para los demás, porque él fue un hombre que abusó del poder, abusó de la fuerza, y después tendría que atenerse al castigo, y no deja rastro ninguno de odio. Lo que sí deja odio es el crimen injustificado y el crimen impune y, precisamente, para que el día de mañana no haya venganza, se está haciendo justicia, y la Revolución no tiene otra alternativa que hacer lo que está haciendo.
Yo les decía que nuestros problemas los resolveríamos, porque estamos actuando rectamente. Los derechos de nuestro pueblo habrá que respetarlos. ¿Por qué? Porque los derechos hay que respetarlos, sencillamente, y porque los sabemos defender con la palabra, con la razón, con los argumentos. Si nada de eso valiera y un día se empleara la fuerza contra nosotros, ¡ah!, tengan la seguridad de que aquí pelean hasta las mujeres, los niños, los hombres, los jóvenes; y si nos viéramos un día ante esa trágica situación —que no nos veremos, tengan la seguridad de que no nos veremos—, si algún día se agrediera a la República de Cuba, el pueblo se defendería, porque nosotros seríamos los primeros que estaríamos aquí defendiendo al pueblo. Eso es lo que yo he dicho.
No quiero hacer declaraciones alarmantes contra nadie, pero digo que si una revista se toma el derecho de decir que no es cosa del pasado la intervención y la deja entrever, yo digo también que si hay intervención, hay resistencia a toda costa aquí, y una resistencia larga y una resistencia invencible (APLAUSOS).
Se trata, sencillamente, de salirles al paso a tiempo a esas intrigas, salirles al paso a todas esas intrigas a tiempo, porque más vale prever, precaver, que tener que lamentar. Nos callamos la boca y entonces sigue la campaña. Hay que defenderse con la propaganda, con la razón y más nada; nadie se preocupe de nada más. Aquí seguiremos en paz y seguiremos haciendo nuestra Revolución. Los intereses de unas cuantas compañías no valen más que los intereses de Estados Unidos ni el prestigio de ese país que tendrá que velar por su prestigio, ni valen más que los intereses del pueblo de Cuba; al contrario, deseamos las mejores relaciones con Estados Unidos. Buenas relaciones sí, sometimiento no (APLAUSOS).
Es curioso que nos encontramos infinidad de turistas norteamericanos en la calle y nos felicitan (RISAS), están de acuerdo con nosotros, ven lo que pasa aquí. Y seguimos invitando a los turistas norteamericanos, y del Canadá, y de Europa y de todas partes. Vale la pena que vengan a conocer este pueblo nuevo, este pueblo feliz, este pueblo que está luchando por mejorar su destino, este pueblo que vive en paz, un pueblo donde no hay ni policías —creo que es el único— y donde los boyscout van a cuidar el tránsito (RISAS Y APLAUSOS). Vale la pena que vengan los turistas a presenciar este espectáculo, que no se ha dado en ninguna otra parte del mundo, por la sencilla razón —lo creo honradamente— de que no hay otro pueblo en el mundo como el pueblo cubano, ni otro país más rico en el mundo que la nación cubana. Luego, nosotros tenemos derecho a un gran destino, que no es el de dominar a nadie, ni el de avasallar a nadie, ni el de tener poder, sino a crear aquí las condiciones necesarias para que sea feliz nuestro pueblo.
Alguien dijo que cada cual tiene el gobierno que se merece; yo no lo creo, porque nosotros hemos tenido gobiernos que no nos los merecíamos. Pero si vamos a tener el gobierno que nos merecemos, lo vamos a tener de verdad; no el de nosotros, no, el presidente Manuel Urrutia es el presidente de los cubanos un tiempo (APLAUSOS). ¿Que nos llevamos bien los revolucionarios con nuestro Presidente? Sí, y tiene su explicación: es un hombre recto, un hombre capaz, un hombre inteligente, y, además, porque nosotros somos antes que nada civilistas (APLAUSOS), somos hombres desinteresados, que ponemos nuestras armas incondicionalmente a las órdenes del poder civil de la república (APLAUSOS). Por lo tanto, está garantizada la permanencia en el poder del Presidente Provisional de la República. Esto no será como en 1933, que estaba uno tres días, otro 24 horas; aquí seguirá el magistrado Urrutia de presidente de la república hasta que haya un gobierno producto de la elección, de la voluntad del pueblo.
Nosotros no tenemos interés en posponer las elecciones, no; el interés de posponer las elecciones lo tienen los grupos que dan un golpe de Estado, no tienen pueblo y se ponen a hacer milagros para ver cómo ganan votos. Pero para nosotros, que desde el momento que hemos triunfado tenemos el respaldo unánime del pueblo, si mañana fueran las elecciones, ya sería presidente el que se postule por cuatro años. Si es dentro de un año también.
¿Qué interés podemos tener en prolongar la provisionalidad? El tiempo mínimo necesario, ese es el criterio, para que se reorganice la república, que se hagan toda una serie de medidas que hay que hacer, que se restablezca la paz, y para que todo el mundo trabaje ahora. Porque tiempo para discutir, polemizar y atacarnos públicamente, para todo eso hay tiempo más adelante, sobrará tiempo para todas esas cosas. Ahora lo que interesa es trabajar, ahora todo el mundo gobierna.
Es bien sencillo, y les voy a explicar que no es una declaración demagógica: si hay una medida mala, llega el presidente del Club de Leones, del Club Rotario, de los Masones, de los Católicos, de cualquier sector social, los trabajadores, los empresarios, cualquiera, tiene acceso al Presidente de la República y se lo plantea, y le dice y le da sus opiniones, lo que está bien, lo que está mal, y se le va a oír. Hay periódicos, estaciones de radio, de televisión, todo el mundo puede hablar; pero es que no hay necesidad de ir allí cuando se puede ir directamente a plantearlo. ¡Ah!, ¿que hay divergencias de criterios? Vamos a discutirlo en una mesa redonda. Esta medida proclama un sector que es buena y el gobierno cree que no, bueno, vamos a reunir a todas las capacidades en la materia y a discutir sobre ese particular en una mesa redonda para que el pueblo se informe y el pueblo conozca, porque, además, el pueblo, para dar su opinión, tiene que estar informado.
Y aunque el pueblo sabe mucho —porque la verdad es que sabe de todo— y aquí lo mismo el conductor del ómnibus que montamos, que el chofer, que el que vende frutas en las calles, que el que vende periódicos, todo el mundo sabe de política y sabe lo que hay que hacer, además, hay ciertos problemas en los que se necesita mayor información, y el pueblo debe estar informado para que tenga opinión.
Si se deja al pueblo opinar, la mayoría del pueblo siempre opina bien. No es que los pueblos no se equivoquen, los pueblos se equivocan cuando les informan mal y los engañan. ¡Ah!, pero si al pueblo le informan bien, no se equivoca porque es inteligente. Además, porque aquí nadie es genio. No es que se trate de que los miembros del Gabinete sean genio. No señor, los miembros del Gabinete son personas igual que ustedes, igualitas en sentimiento, igualitas en capacidad. Como si a cualquiera de ustedes de repente le dicen: Usted va a ser ministro de tal cosa. Igual. Porque aquí había muchas personas capacitadas, pero había que escoger a algunas. Si no es bueno, ¿saben lo que pasa? El Presidente, con toda seguridad, lo sustituye por otro, con toda seguridad (APLAUSOS).
¿Por qué puede hacer eso? Porque es presidente provisional sin condiciones —nadie le ha puesto condiciones— y escoge libremente a sus funcionarios. Y si aciertan, los respalda, y si no aciertan, con toda seguridad que no los respalda, porque no tiene compromisos políticos, ni de partidos políticos. No tiene más que un compromiso y es con el pueblo de Cuba, que es el compromiso que tenemos todos. Sabemos cuál es su ilusión, la de él, la de sus hijos y la de sus amigos: consagrar su nombre mediante una obra grande ante el pueblo de Cuba, ser fiel a la confianza que el pueblo le ha puesto. Cuando los hombres asumen los cargos con esa idea no pueden fracasar; él sabe que, aunque dure un año, un año y medio, dos años, su provisionalidad, quien sea el primer presidente completo que tenga la república, moralmente seguirá siendo presidente de Cuba siempre, y dondequiera que vaya lo aplaudirán, lo acatarán y lo respetarán (APLAUSOS).
¿Y a qué mayor gloria puede aspirar un ciudadano? Ciudadanos, eso son los ministros, ciudadanos ministros, que pueden seguir siendo ciudadanos honrados, pasear por las calles sin que nadie los señale con el dedo, sin que nadie diga: “Ahí va un ladrón” (Del público le dicen que sin escoltas). ¿Escoltas? ¿Para qué escoltas? (APLAUSOS.) Absolutamente libres y, además, al acceso del pueblo. Antes, ver a un presidente era un fenómeno, era imposible. Al Presidente se lo encuentran por la calle, tranquilamente, cualquiera lo puede ver. Los funcionarios están al alcance de todo el mundo, ya no hay personajes, ya no hay aquella separación entre el pueblo y sus mandatarios, si no es ningún bicho raro el que ocupe un cargo importante. Por lo tanto, aquel divorcio, todo aquello ha desaparecido.
¿Que corremos riesgos? ¡Ah!, bueno, pero para eso estamos aquí, no vamos a venir ahora a ponernos en una caja de caudales nosotros para protegernos. Sería una cosa absurda. Los riesgos, sí, son los que tenemos que correr, ¡qué vamos a hacer!, esa es nuestra misión, nuestro destino. También un médico, cuando va a operar o cuando va a atender un enfermo, corre el riesgo de contagiarse, y cuando hay una epidemia de cualquier índole, la viruela, el tifus, o la peste, los médicos van corriendo el riesgo de morirse o de enfermarse también. Tenemos que cumplir nuestras obligaciones corriendo todos los riesgos, no nos queda otro remedio. Además, por una cosa que les voy a decir, es que a la Revolución no la aguanta nadie. Los que crean que suprimiendo a alguno aquí suprimen a la Revolución, están equivocados; van a unir más al pueblo si lo amenazan. Y si suprimen aquí a un líder revolucionario, lo que van es a despertar más el deseo del pueblo, la indignación del pueblo y el propósito del pueblo de seguir adelante. No le van a hacer ningún daño.
También creían los esbirros que matando aplastaban la idea de la libertad, que asesinando de día y de noche a todo el mundo debilitaban la Revolución, y la Revolución se hacía más fuerte. Si son tan estúpidos que creen que matando van a debilitar la Revolución, se van a encontrar con que la Revolución se va a volver más radical y se van a encontrar con que la Revolución se va a volver más fuerte, porque esto, señores, no hay quien le dé marcha atrás. Esto ni con bombas atómicas retrocede (APLAUSOS).
Y lo bonito es que todo el mundo está claro, todo el mundo conoce los problemas, sabe lo que hay, que hay una Revolución, lo que estamos haciendo; todo el mundo sabe lo que quiere, sabe hacia dónde vamos y cómo vamos; todo el mundo está informado, para eso hay libertad de prensa. Porque conforme a la dictadura la prensa no le conviene porque le estorba, a un gobierno honrado y a un gobierno democrático la prensa le conviene porque lo mantiene en constante contacto con la opinión pública.
La fuerza de un gobierno no está en las armas. Somos fuertes ahora los revolucionarios no porque tengamos todos los tanques cometa ingleses, los Sherman, los aviones ingleses y todas esas demás cosas; somos fuertes no porque tengamos miles y miles de armas; no, somos fuertes, realmente fuertes, porque contamos con la opinión pública del país que es un arma más poderosa que ninguna otra, porque nosotros hemos triunfado en esta guerra con la opinión pública del país. Y ahora que hemos triunfado no vamos a hacernos fuertes en las armas, vamos a hacernos fuertes en la opinión pública, que es nuestra arma: la opinión pública de Cuba y la del mundo (APLAUSOS).
Otra cosa: en la opinión pública es donde nosotros tenemos que buscar nuestra fuerza, no solo dentro, sino también fuera. Nosotros no tenemos acceso a los fusiles de Estados Unidos, ni a los fusiles de Brasil, ni a los de Venezuela; no, nosotros nunca podremos ni acercarnos a un tanque de cualquiera de esos países. Pero, en cambio, en esos países hay opinión pública, y nosotros podemos acercarnos y ganarnos la opinión pública de esos países (APLAUSOS). Luego, nuestra fuerza no está en las armas, hay que estar muy claros; nuestra fuerza está en la opinión pública, dentro y fuera del país.
Y cuando contemos con una sólida opinión pública en toda la América, que debemos ganarla, sostenerla y defenderla, ¡defenderla sobre todo contra las calumnias!, seremos fuertes, seremos invencibles y no habrá que disparar nunca un tiro. Si tenemos la opinión pública no habrá aquí nada, ni agresión, ni intervenciones ni nada. Por eso hay que defender la opinión pública, porque la batalla hay que darla en el campo de la prensa, la batalla hay que darla en el campo de la razón, de la moral y de la conducta. Actuemos rectamente y tendremos el respaldo del pueblo, dentro y fuera, porque los pueblos de América están viendo cómo lo hacemos nosotros, y tienen deseos de que triunfemos para ver si también ellos algún día obtienen todas las cosas que está obteniendo el pueblo cubano.
Así que hemos venido hoy a hablar de estas cosas, hemos venido a hablar de esto.
En Santo Domingo (APLAUSOS) hay un pueblo noble y bueno como el cubano, que ha tenido la desgracia de padecer a un Trujillo durante 26 ó 27 años —nosotros, que sabemos lo que es Batista siete años, podemos comprender perfectamente lo que es Trujillo 27 años—, y hasta allí tiene que haber llegado también el aliento de la Revolución Cubana. Porque antes se decía que era imposible luchar contra un dictador y su ejército moderno, y los dominicanos deben estar pensando ahora que fue posible luchar contra un dictador y contra su ejército moderno (DEL PUBLICO LE DICEN: “¡Vamos para allá!”). Ir para allá no, porque no hace falta. Los dominicanos solos, absolutamente solos, van a derrocar la tiranía de Trujillo, como van a derrocar los nicaragüenses la dictadura de Nicaragua. Y desde luego, con nosotros tienen alguna deuda pendiente, y son las armas que le mandaron al dictador Batista. Los dos tenían que ayudarse, eso era lógico; tanto ayudó Trujillo como ayudó Somoza, y le vendieron armas, ¡y le vendieron armas!
Nosotros podríamos decir que tenemos también el mismo derecho a venderles armas a los exiliados dominicanos. No quiere decir que lo vayamos a hacer, no. Nosotros las cosas las hacemos, no las decimos (APLAUSOS). Y el problema es que aquí no es cuestión de palabras, hay una fe, hay un impulso en los pueblos oprimidos, la América despierta, la América se levanta. Los dictadores caerán, porque no les queda más remedio que caer; como castillos de naipes se destruirán las dictaduras solas, porque el problema es que no necesitan que nosotros intervengamos, no hace falta.
Aquí, sí, aquí tendrán una patria, todos los perseguidos políticos de las dictaduras tendrán aquí una patria y no nos contentaremos con darles visas: si tienen hambre, les damos comida; si necesitan ayuda, se la damos. ¿Por qué no? ¿No nos hubiera gustado a nosotros que a los hermanos que estaban exiliados les hubieran resuelto su problema económico? Los podemos ayudar; del dinero que antes se robaban, bien puede destinarse una pequeña parte a ayudar a los exiliados de estos países (APLAUSOS), lo que, desde luego, sí es preciso advertir algunas cosas. Hay en Santo Domingo algunos aviones que son cubanos, los ladrones se los llevaron y están allí, no los han devuelto. Además, en Santo Domingo están conspirando —cosa de locos, porque ponerse a conspirar contra el pueblo es una cosa absurda—, pero de todas maneras parece que ellos se creyeron que en Cuba iba a venir el desbarajuste, el caos, ellos creían que esto iba a ser un desastre y que a los pocos días iban a estar aquí desesperados llamando a cualquiera. Se han encontrado con que empezaron a conspirar antes de que se acabara de consolidar el gobierno y, desde luego, tienen que ver lo que ha sido esto: una cosa tan extraordinaria, tan maravillosa, un modelo de paz, de orden, de seguridad, de confianza que es lo que es la nación en estos momentos; que todo el mundo, todas las actividades económicas y culturales de Cuba se están iniciando normalmente y con una confianza que promete grandes ventajas al país. Pero ellos creyeron que no. Hombres soberbios, hombres providenciales, pensaban que la gente nueva, que no había sido ministro ni presidente ni nada, pues iba a ser un desastre; que los únicos que sabían de estas cosas eran ellos, y que un pueblo no se puede gobernar si no es a palos, a tiros o a fuerza de cárcel. Y vinimos nosotros y nada de eso, abolido todo eso; y el pueblo, con su buena voluntad, con sus sentimientos nobles, con su deseo de colaborar, con su fe en el porvenir, es el que ha establecido aquí el orden, la paz y la tranquilidad para todo el mundo. Ellos se han encontrado eso, pero ya estaban conspirando y no se resignarán.
Todo tipo de actividades y de provocaciones hay que esperarlas, por eso es lamentable que se hayan escapado. Pero no importa, yo digo que siempre se necesita un enemigo, para estar en guardia, para mantener a los hombres en estado de alerta, de entusiasmo. Si nos quedamos sin enemigos estamos fracasados, porque empieza todo el mundo a olvidarse, a descuidarse, a relajarse la disciplina, el ideal. No. Necesitamos que siempre haya un peligro delante para sentir el estímulo del peligro. Así que en vez de hacernos un mal conspirando, nos están haciendo un bien.
¿Y Trujillo qué, se va a poner ahora a conspirar contra nosotros? ¿Se va a poner a provocar al pueblo de Cuba? No le veo las ganancias de ninguna manera, porque el pueblo de Cuba es fuerte ahora no por sus armas, desde luego, sino por su moral, por su prestigio. Es fuerte Cuba ahora por el ejemplo que les ha dado a otros pueblos. Ese ejemplo de nuestra victoria tiene que estar alentando ahora a millones de corazones, porque no se sabe lo que vale un ejemplo. Vale más que nada.
Difícil era que alguien creyera en la posibilidad del triunfo de la Revolución. Casi nadie creía; simpatizaban con los que estaban allí sacrificándose, pero no había fe. Había deseos de que triunfaran, pero no había fe, que son dos cosas muy distintas. Analice cada cual, vuelvan atrás, retrospectivamente, y analicen los días aquellos del 2 de diciembre, cuando nos “eliminaron”, cuando vinieron las tropas para La Habana, “ya todo se acabó”. ¿Quién creía que iba a triunfar la Revolución? Lloraban algunos, se lamentaban otros, les daba pena a otros, pero no creían, ¿verdad?
El 9 de abril se vuelve otra vez a perder la fe, y lanzan una ofensiva tremenda contra nosotros, y nosotros nos atrincheramos allá en la Sierra Maestra, en espera de la ofensiva. Y allí una vez más, conscientemente de que había que derrotar al enemigo y librar una batalla, se volvió a librar. O sea, que muchas veces, incluso, la fe se perdió. Y, al final, hasta una huelga hubo, que ayudó; porque no fue solo el esfuerzo de los combatientes y de las columnas, sino fue también el esfuerzo del pueblo. Precisamente, la huelga es lo que hace que la victoria sea completa, de lo contrario, pudo no haber sido completa la victoria. Pero el pueblo la convierte con su huelga, en una victoria completa: la victoria de la Revolución: paralizado todo, asustado todo el mundo, desarmado todo el mundo, ante el pueblo rebelde (APLAUSOS).
El pueblo de Cuba es fuerte por su ejemplo. Porque yo decía que antes porque no había fe; ahora, si hubiera habido fe desde el principio, si hubiera habido la seguridad de que se obtendría la victoria, ¿no la hubiéramos logrado mucho antes? Si los soldados hubieran sabido que iban a perder de todas maneras, ¿no se hubiera sumado a la Revolución la mayor parte?
Bueno, ¿pues qué va a pasar en Santo Domingo? Es que ya saben los dominicanos que o se va Trujillo de allí o los dominicanos lo derrotan. Es una cosa elemental. ¿Y si tienen esos problemas, no nos van a devolver nuestros aviones? Nosotros, por las buenas, se los pedimos. Allí hay aviones que se robaron de aquí, que pertenecen a la nación cubana, y hay que devolverlos. Si no los devuelven, ¿quiere decir eso que nosotros los vamos a agredir? No, de ninguna manera. Vamos a protestar aquí, por la prensa, en la Organización de Estados Americanos, en la ONU, en todas partes del mundo. Y vamos a protestar constantemente.
Así que ese es el problema de nuestras relaciones con los demás pueblos. Nuestra simpatía absoluta para todos los demócratas de América, nuestra simpatía sincera y nuestra adhesión con todos los perseguidos políticos; nuestra solidaridad con todos los pueblos que se han liberado de la dictadura y nuestro deseo ferviente de que los que aún quedan bajo las botas de un tirano se liberen. Esa será nuestra política. Nunca agrediremos a nadie, absolutamente; pero, naturalmente, tampoco soportaremos agresiones de nadie. Esa será nuestra política.
Aquí podrán vivir, al amparo del Gobierno Revolucionario, en paz, todos los perseguidos políticos. Yo sé que el pueblo quiere más, porque voy a los actos y voy dondequiera y de veras que lo que el pueblo quiere es más que todo eso. Y frente a eso, nosotros lo que decimos es que estas son cuestiones muy delicadas de política internacional, en que no se pueden hacer pronunciamientos que no se ajusten a las reservas y al cuidado que debe tener todo pronunciamiento que se haga desde el gobierno. Calculen que si no nos viéramos ahora con estas responsabilidades, iríamos a escribir en “Prensa Libre”, en “Bohemia”, en cualquier periódico de Cuba, y lo que diríamos; diríamos todo lo que el pueblo quiere decir. Pero desde nuestra posición tenemos que ser cautelosos en nuestras declaraciones. ¿Nos entendemos? (EXCLAMACIONES DE: “¡Sí!”)
Una vez más les doy las gracias y espero del Club Rotario y de todas las instituciones... (Le entregan un telegrama).
“Mi felicitación más sincera por formidables declaraciones a favor derechos humanos y contra intromisión país que no supo protestar cuando dictadura exterminaba juventud cubana. De usted atentamente, María Bousa, madre cubana” (APLAUSOS).
Necesitamos de ustedes, necesitamos de los Rotarios y de todas las instituciones prestigiosas del país en estos momentos.
¿Usted desea decir algo?
PERIODISTA.- Doctor Castro: una pregunta para la prensa. Usted debería haber llegado aquí a la 1:00 de la tarde, y llegó a las cuatro y media. Un retraso de tres horas y media significa que usted estaba resolviendo problemas trascendentales para la nación. Si no es de carácter privado y se puede decir públicamente, ¿podríamos saber la causa de ese retraso?
CMDTE. FIDEL CASTRO.- Bueno, se la puedo decir, porque a mí me pueden seguir los periodistas dondequiera que yo vaya (RISAS). Fui precisamente al campamento militar donde, con motivo de todas las actividades de estos días, no había podido ir en más de 48 horas y donde había toda una serie de cuestiones fundamentales pendientes. Estamos en un proceso de reorganización que requiere una atención constante. Yo debía haberme pasado allí 72 horas seguidas, sin embargo, no he podido estar porque he tenido que visitar una serie de centros, la universidad, organizaciones revolucionarias, el Consejo Universitario, y he tenido que hacer una serie de actividades, atender la prensa, atender a las personas que me visitan, atender infinidad de cosas y no había podido ir antes. Fui al mediodía, pensaba estar una hora y me fue imposible, porque había que resolver una serie de cuestiones que si no se resolvían no iba a acabar de marchar el proceso de reorganización. Yo creo eso indispensable, no puedo dejar abandonada esa obligación. Entonces, me dijeron a las 2:00; mi retraso no es tan grande (RISAS), yo llegué como a las 3:45, una hora y tanto más tarde, y, además, en consulta y preocupado y diciendo que venía para acá cuando me preguntaban (APLAUSOS).
PERIODISTA.- Le damos por muy bien empleado ese tiempo.
CMDTE. FIDEL CASTRO.- Además, yo creo que he hablado bastante, más de la cuenta.
PERIODISTA.- ¿Podría el gobierno pedir oficialmente a toda la ciudadanía que se dispusiera a informar al Ministerio de Recuperación sobre las propiedades de los malversadores?
CMDTE. FIDEL CASTRO.- ¿Que informara?
PERIODISTA.- Informar de cualquier propiedad de malversador que conociera al Ministerio de Recuperación.
CMDTE. FIDEL CASTRO.- ¿Pedírselo al pueblo?
PERIODISTA.- Pedírselo al público.
CMDTE. FIDEL CASTRO.- ¿Pero el público no tiene entendido que eso es su obligación? ¿No están colaborando con el Gobierno Revolucionario? (APLAUSOS.) Pues mire, yo tengo entendido que todo el mundo, cuando tiene conocimiento de alguna propiedad malversada, lo ha informado, porque no me explico de otra manera cómo han encontrado tantas (RISAS).
PERIODISTA.- Es bueno que se les pida la colaboración.
CMDTE. FIDEL CASTRO.- Sí, desde luego, tiene usted mucha razón, y hay que pedirle al pueblo toda la colaboración, que todo el que tenga algún informe sobre bienes malversados, llene un informe al Ministerio de Recuperación de Bienes. No vayan a informar erróneamente, porque eso puede crear dificultades. Yo sé que muchos verán propiedades por dondequiera, porque cuando se cree la psicosis esa, todo el mundo va a ver un edificio robado (RISAS), un terreno robado. Para eso están las investigaciones, que aparezcan nada más que las que de verdad se han robado; no importa que estén en sociedades anónimas, las cuentas bancarias, todo eso, dondequiera que hay una sospecha, se ha congelado; medidas desde luego que no vayan a paralizar la economía del país ni vayan a perjudicar la economía del país.
PERIODISTA.- Yo no quiero robarme el show aquí.
CMDTE. FIDEL CASTRO.- ¿Ustedes no son periodistas? Los periodistas pueden preguntar, y con eso hacemos ya la conferencia de prensa aquí (RISAS).
PERIODISTA (Brasil).- Yo también soy periodista y pido un saludo a Brasil aquí, que está presente en la tarde de hoy.
CMDTE. FIDEL CASTRO.- Más que un saludo, un abrazo de solidaridad al pueblo de Brasil, que tiene toda nuestra simpatía y del que esperamos también que nos respalde en esta hora dura para nuestra patria (EXCLAMACIONES DE: “¡Bravo!” Y APLAUSOS), a través de Radio “O’Globo”, de Río de Janeiro, y le damos las gracias.
PERIODISTA.- Gracias a usted, Fidel Castro, y el saludo de Brasil aquí está presente (APLAUSOS).
PERIODISTA.- Doctor, usted habló del peligro exterior. Tenemos noticias de que se están moviendo en este momento en Santo Domingo millones de pesos para vertir posteriormente a Estados Unidos, para hacer una campaña insidiosa en lo que respecta a la Revolución Cubana. A ese efecto cabe nuestra pregunta: ¿No cree el doctor Castro que sería muy prudente que todos los organismos, y específicamente el Ministerio de Estado, dieran todas las facilidades posibles a todos los periodistas de Estados Unidos para que ellos vengan a nuestro país y entonces pudieran informar a la opinión pública? Porque de todos es conocido que en Estados Unidos hay muchos periódicos que estaban comprados por el dictador Batista y que estaban desorientando a la opinión pública. En esta forma se presentaría la oportunidad, a través de todos esos juicios que se van a celebrar, que se están haciendo dándose un ejemplo a todos los países de centro y suramericanos.
CMDTE. FIDEL CASTRO.- Calculen ustedes las libertades que les hemos dado a los periodistas norteamericanos, por ese hecho. Siempre que a la Sierra Maestra se presentó un periodista de Estados Unidos o de cualquier otro país, tenía entrada libre, de tal manera que en los archivos del SIM nos hemos encontrado con los nombres de algunos a los que permitimos entrar allí y que eran espías. ¡Aquí pueden venir hasta los espías, si quieren, que tendremos entrada libre! (APLAUSOS.)
VERSION TAQUIGRAFICA DE LAS OFICINAS DEL PRIMER MINISTRO