Discurso pronunciado por el Comandante Fidel Castro Ruz, Primer Secretario del Comité Central del Partido Comunista de Cuba y Primer Ministro del Gobierno Revolucionario, en la concentración realizada en la Plaza O'Higgins, campamento de Sewell, "El Teniente", Chile, el 24 de noviembre de 1971
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Queridos trabajadores y vecinos de "El Teniente":
Nosotros bromeábamos con algunos mineros y les decíamos que esta visita nos recuerda el combate famoso entre Sullivan y Jim Corbett. Creo que ocurrió... ¿En qué año?.. Bueno, casi nadie se acuerda, pero creo que duró como 20 ó 21 "rounds". Solo que en este caso nosotros vamos por el "round" número 35 (RISAS). Así que, de vez en cuando, pues bajamos a la mina, subimos; y cuando hizo un poco de frío empezamos a dar unos salticos. Porque a mí me dijeron una cosa: que el que no brinca es bobo (RISAS).
De todas formas yo tenía pensado decir breves palabras para saludarlos a ustedes. Está el acto por la noche en Rancagua. Pero realmente a uno le duele llegar aquí y ver este espectáculo, y simplemente que todo se quede en un saludo de cortesía.
Realmente este cuadro inspira un poquitico más. No un largo discurso, del cual nos excusó el dirigente de los trabajadores, pero sí expresar por lo menos nuestra impresión de esta visita, de esta mina, de los kilómetros y kilómetros de túneles que ustedes han hecho, de las riquezas fabulosas que han extraído de las entrañas de estas montañas, de este pueblo situado aquí en estas abruptas pendientes, de este paisaje duro, pero a la vez bello y a la vez heroico.
En nuestro país es muy difícil imaginarse un cuadro como este, es muy difícil concebir unas montañas desprovistas totalmente de vegetación, sin una sola brizna de hierba. Aquí estamos, además, a 2 000 metros, prácticamente en plena Cordillera de los Andes, a dos mil y tantos metros de altura, y nuestra más alta montaña tiene un alto de 1 960. ¡Miren que hemos tratado de que llegue a dos mil metros! Pero no hay manera (RISAS). La medimos por la mañana, la medimos por la tarde... (RISAS).
Nos recordamos de nuestros tiempos en que combatíamos en las montañas, que varias veces subimos esa cúspide que se llama el Pico Turquino: unas veces íbamos nosotros detrás del enemigo y otras veces el enemigo iba detrás de nosotros (RISAS). Y por aquellas montañas, que eran las más altas, de algunas pendientes fuertes, de alguna dureza en su naturaleza, cruzábamos nosotros muchas veces, y llevábamos un altímetro. Y a pesar de que la geografía nuestra decía: mide 2 050, 2 100, nosotros tuvimos oportunidad de descubrir que aquello era una especie de chovinismo, porque es que en Cuba ninguna montaña llegaba a los 2 000 metros, al extremo de que nosotros a muchos jóvenes que visitaban aquel pico, les decíamos: lleven una piedrecita, a ver si entre todos van poniendo cada uno una piedra y por fin llegamos a los 2 000 metros (RISAS).
Pero aquella es nuestra más alta montaña. Y aquí me dicen que estamos ya a dos mil y tantos metros. Pero miramos a los alrededores y vemos montañas mucho más altas; miramos a los alrededores y vemos aquel pico cubierto por las nubes, o aquella montaña cubierta por las nubes —que ya me dijeron cómo tengo que llamar yo a las montañas por acá (RISAS). Y ni se sabe a qué altura está aquella. A mí me da la impresión de que está por lo menos a más de 3 000 metros, ¡por lo menos!
Y les digo que en nuestra patria es muy difícil poder imaginarse este paisaje. Y por eso ustedes me ven que lo miro y lo miro y lo vuelvo a mirar. Y aunque se tomen muchas fotos, no es lo mismo que verlo como lo estamos viendo en este momento.
Entonces, admiro cómo en medio de esta naturaleza dura, hostil, en estas pendientes, ustedes han construido una ciudad, ustedes han creado un enorme centro de trabajo que debe producir al país entre 150 y 200 millones de dólares en divisas todos los años, incluso ver los esfuerzos que ustedes realizan por tratar de ampliar la producción de esta mina.
Ya nos contaron, apenas llegamos aquí, que se habían hecho unas grandes inversiones anteriormente, pero que las tales inversiones no se habían podido traducir todavía en aumento de producción. Y nosotros le preguntábamos a un técnico y él nos decía que la concepción había sido una concepción equivocada, y que había sido un grupo integrado por técnicos norteamericanos fundamentalmente, y que la concepción había sido errónea.
De manera que obligaron al país a gastar decenas de millones de dólares, a contraer elevadas deudas, y cuando llega la hora de ver el fruto de ese esfuerzo, se encuentran ustedes que de nuevo tienen que hacer estudios, de nuevo tienen que planificar la construcción de un horno de reverbero, de nuevo tienen ustedes que elaborar o desarrollar determinadas tecnologías al efecto de poder incrementar la producción, pasar de 200 000 toneladas de metal por año y llegar a las 270 000 ó 280 000 toneladas.
¡Así son las cosas! ¡Cómo jugaban los propietarios extranjeros con los intereses del país y con la economía del país! ¡Cómo jugaban con el sudor, el sacrificio y la sangre de los obreros! ¡Con qué facilidad decidían invertir tantas decenas de millones de dólares! ¡Qué tranquilamente, aquí donde 10 000 obreros invierten su energía y su sudor en crear las riquezas para la nación chilena! Y esas son cosas verdaderamente dolorosas, son cosas verdaderamente tristes. Y es por eso que se experimenta esta sensación de justicia, esta sensación de equidad, cuando ya se sabe que toda esta riqueza, la que ustedes están extrayendo ahora y la que queda en el corazón de esos cerros, y que se dice que hay para 120 años... Esto quiere decir que aquí hay riqueza para los padres, para los hijos, para los nietos y hasta para los bisnietos de los obreros del cobre de "El Teniente". Y eso sin contar que pueda seguir apareciendo mineral en estas montañas.
Generaciones enteras lucharon, generaciones enteras trabajaron. Y una gran parte de sus recursos, de su sudor, de su esfuerzo, de su sacrificio, fue a parar a los bolsillos de personas que jamás estuvieron ni a 1 000 millas de Chile, de personas que jamás estuvieron aquí en estas minas, de personas que durante decenas de años tenían unas acciones, unos bonos, y todos los años iban a cobrar los dividendos que salían del sudor y del esfuerzo de los mineros chilenos. Personas que jamás bajaron a una mina, personas que disfrutaron de todos los bienes, personas que vivían rodeadas de jardines y de flores, personas que no tienen la menor idea de lo que son estas montañas duras, personas que no tienen la menor idea de lo que es vivir casi a 45, a 60 grados de inclinación, como han vivido ustedes. Personas que no tienen la menor idea de lo que es trabajar en las entrañas de la tierra abriendo túneles, trabajando en los piques; que ha sido la vida de generaciones enteras de obreros, de mineros, de los padres, e incluso de los abuelos de ustedes, y que sirviera en gran medida no para nutrir las riquezas y el desarrollo de la nación, no para llevar la felicidad y el bienestar al pueblo chileno, sino para que se gastara a 15 000 kilómetros de distancia por personas que no tenían nada que ver con el trabajo, que no tenían ni siquiera la menor idea de lo que era el trabajo. ¿Acaso tal sistema puede ser justo? ¿Acaso tal procedimiento puede ser equitativo? ¿Acaso tal humanidad puede tener porvenir? ¿Acaso tal explotación puede soportarse? ¿Acaso tal crimen puede tener justificación?
Cuando bajábamos nosotros y contemplábamos esas montañas, un oficial de carabineros que venia junto a nosotros nos explicaba cómo eran esas tierras, cómo eran esas rocas, y nos contaba que un día un desprendimiento de tierra y de nieve había ocasionado la muerte a 150 personas en esta mina, en el año 1945. Y nos decía que ahora había más protección porque existían las mallas.
Es decir que este esfuerzo de generaciones enteras de obreros no solo ha costado sudor, sacrificio, esfuerzo: ha costado vidas, ha costado sangre. Las vidas, la sangre derramada y las vidas perdidas trabajando con esas máquinas, trabajando con los explosivos, trabajando con los trenes, los accidentes de trabajo. ¡Las vidas que ha costado, el precio que ha cobrado esa naturaleza hostil, esos derrumbes de las montañas, y trabajar así a estas alturas en pleno corazón de la Cordillera de los Andes! ¡Y la riqueza marchaba hacia otras tierras! La riqueza marchaba no digamos hacia otros pueblos, sino a otros bolsillos egoístas que vivían del sudor y de la sangre de los que aquí trabajaban.
Por eso cuando nosotros vemos que estas riquezas han pasado a manos del pueblo chileno, cuando nosotros vemos nuestras banderas —la bandera chilena y la bandera cubana— ondear en este centro de trabajo, tenemos la sensación de ver dos banderas que han conquistado algo, dos banderas que simbolizan algo: ustedes que recuperaron su cobre y nosotros que recuperamos nuestra caña. Ustedes recuperaron su salitre y nosotros recuperamos nuestras tierras. Ustedes recuperaron los minerales de hierro, de oro, de plata. Ustedes han recuperado las industrias y nosotros hemos recuperado nuestro níquel, también nuestro hierro y hasta nuestro poquito de cobre. Porque nosotros también somos microproductores de cobre en una mina donde tenemos magníficos obreros que trabajan en ocasiones a 1 500 metros de profundidad prácticamente, bajo el nivel del mar, en ocasiones con gran calor, en condiciones difíciles.
Esa mina —como nosotros explicábamos a los obreros del cobre en otro centro— estuvo ocho meses parada, casi un año parada, sencillamente porque ya las condiciones eran de peligro. Y a nosotros más que extraer el cobre en aquel instante lo que nos interesaba era crear condiciones de seguridad para esos obreros.
De modo tal que esos emblemas de nuestra patria, esos himnos que se entonaron aquí, son los emblemas y son los himnos de dos patrias que han levantado la cabeza, que han dado el ejemplo, que han recuperado lo suyo y que les han enseñado a los demás pueblos hermanos de América Latina el camino (APLAUSOS).
Son los obreros la vanguardia de los cambios. Son los obreros los constructores de las sociedades más justas. Son los obreros la clase social más capacitada para comprender lo que es la necesidad de establecer la justicia, como clase explotada día a día, segundo a segundo; clase veterana, clase endurecida por la lucha, clase disciplinada por el trabajo, que es vanguardia de la sociedad, que es hoy la forjadora del mundo de mañana.
Nuestros obreros —los obreros cubanos y los obreros chilenos— les están mostrando a los obreros y a los pueblos de los demás países latinoamericanos el camino, el verdadero camino, ¡el único camino!
Nosotros cuando veníamos hacia acá nos detuvimos unos minutos a conversar con los obreros de la Fiat, los 500 trabajadores que salieron allí a la carretera. Ellos nos hicieron algunas preguntas. Y nosotros les explicábamos el papel de la clase obrera. Y entre otras cosas les decíamos que otras generaciones trabajaron durante décadas enteras y no tuvieron el privilegio de decir: trabajamos para el mañana, trabajamos para el futuro. Fueron sencillamente explotadas. Y decíamos que había una contradicción entre el presente y el futuro. Los obreros hoy están trabajando para el futuro.
Alguien dijo una vez —no sé si fue con motivo de la Comuna de París— que los obreros quisieron conquistar el cielo por asalto. Bella frase que explicaba cómo los obreros quisieron conquistar su porvenir. Ahora bien, realmente ningún cielo se conquista por asalto. Y no se conquista ningún cielo por asalto porque ese cielo no existe. Para tener un cielo hay que crearlo. Es decir, ese cielo —dándole a la palabra el contenido social, el contenido de riqueza, el contenido de bienestar— no existe. Lo que nos dejó el imperialismo no fue el cielo, fue el infierno: el infierno de la pobreza, de la ignorancia, de las miserias, de las necesidades, ¡el infierno del subdesarrollo!
Lo que los obreros pueden conquistar no es el cielo, sino la oportunidad de comenzar a construir el porvenir. Serán otras generaciones. Serán esos niños, serán los hijos de esos niños y será cada nueva generación la que tendrá oportunidad de crecer, de educarse y de vivir de una manera distinta.
A esta generación de trabajadores no le correspondió la posibilidad de disfrutar de ese futuro que está por hacer. Le correspondió un privilegio, sí, el privilegio de vivir esta hora, el privilegio de luchar, el privilegio de trabajar y el privilegio de construir ese futuro.
Y decimos que privilegio porque a otras generaciones de obreros que lucharon y trabajaron muy duramente no les quedó ni siquiera ese privilegio. Y no les ha quedado a ustedes solo el privilegio de luchar: les ha quedado el privilegio de luchar en condiciones morales mucho más elevadas, les ha quedado el privilegio de luchar en condiciones decorosas, les ha quedado el privilegio de luchar con el máximo de dignidad con que puede luchar un ser humano. Ya no es un amo extranjero. Ya no es un poderoso señor que da órdenes y nos maltrata y nos humilla y nos desprecia a la vez que nos explota. ¡No! No solo le corresponde a esta generación de trabajadores hacer la historia, sino hacerla con la frente levantada, hacerla con dignidad y sabiéndose dueña de su propio destino.
Por eso nosotros les decíamos ayer a los representantes de los obreros, en la reunión con la CUT, que nos parecía magnifico el movimiento que ustedes están llevando a cabo: los comités de producción, la elección por los propios trabajadores de los comités de producción, la participación de los trabajadores en la dirección de las empresas y de las unidades productivas.
¡Ah!, eso establece un doble deber. En la masa obrera, la selección de los mejores. Pero a esa misma masa le corresponde otro deber de conciencia más elevada, que es exigirles a los elegidos que sean exigentes. No elegir a aquellos que porque son excesivamente bondadosos, son excesivamente blandos, van a tolerar la indisciplina, van a descuidar el deber, van a descuidar la producción. No elegir a aquel que trate de ganarse a los demás con palabras dulces, sino elegir al hombre que tiene una conciencia recta, al hombre honesto, al que tiene un sentido del deber; al que ustedes mandan allí no para fomentar la indisciplina, no para descuidar la producción, sino para mantener la disciplina, fomentar la producción y saber ser un digno representante del espíritu obrero en la dirección de los centros de producción.
Que los dirigentes que los obreros señalen para dirigirlos sean superiores a los dirigentes que mandaban las compañías extranjeras. Porque las compañías extranjeras buscaban sus cuadros, los seleccionaban. ¿A cuáles? A los más listos, a los menos escrupulosos. En ocasiones a los más hipócritas. En ocasiones a los que serían capaces de ponerle la mano por encima a alguien para obtener algún favor.
Los obreros tienen también que señalar. Los obreros tienen que escoger a los mejores, a los más capaces, a los más rectos, a los más firmes, a los que interpretan su espíritu, que sean capaces de dirigir y hacer marchar estos centros de producción mucho mejor de lo que podían dirigirlos los imperialistas y los monopolistas.
Porque además cesó la contradicción fundamental entre los trabajadores y los propietarios. Esa separación cruel en que unos son los dueños y lo reciben todo, y otros no son dueños de nada y lo tienen que dar todo.
Ahora los dirigentes de ustedes, los representantes de ustedes y los administradores designados por el Estado, es decir, designados por el gobierno de la Unidad Popular, no representan un interés diferente al interés de los trabajadores; representan el interés de la patria, representan el interés de la nación chilena, representan el porvenir y las posibilidades de progreso de la nación chilena.
A los trabajadores les ha correspondido ese gran honor, ese gran privilegio, y trabajar en esas condiciones dignas, que se traduce en un beneficio moral. ¡Y qué distinto es sentirse dueño a sentirse criado! ¡Y qué distinto es sentirse dueño a sentirse sirviente en esta riqueza! ¡Qué distinto es sentir que se trabaja para la patria chilena a sentir que se trabaja para propietarios extranjeros, para accionistas que en Nueva York cobran bonos sin tener la menor idea de qué es el trabajo!
Y por eso nosotros hemos visto en los centros de trabajo que han pasado a propiedad de la nación la alegría de los obreros, el entusiasmo de los obreros.
Nosotros podemos comprenderlos. Y nosotros les decíamos a unos compañeros qué venían en el tren subterráneo cuánto placer, cuánta satisfacción, cuánta alegría nos proporcionaba a nosotros trabajar con los obreros, reunirnos con los obreros, conversar con los obreros. Cuánta comunicación, cuántos sentimientos se producían. Y qué felices nos sentíamos nosotros visitando los centros obreros.
Y por eso nosotros pedimos, y pedimos muchas veces, que en el tiempo que estuviéramos aquí no importaran las horas, no importara el descanso, sino tener el máximo de posibilidades de visitar los centros de producción, ver a los obreros y dialogar con los obreros.
Nosotros les decíamos ayer a los representantes de los trabajadores de la CUT que esta obra es la obra de ustedes, que este proceso revolucionario es la obra de ustedes, que esta criatura es la hija de ustedes. Porque la Revolución solo puede ser hija de la clase obrera que la dirige y que busca la unión con otros sectores de la sociedad: busca la unión con los campesinos, busca la unión con los estudiantes, busca la unión con los trabajadores intelectuales, busca la más amplia unión dentro de la patria para ser fuerte, para llevar a cabo el programa.
Y esta criatura es hija de ustedes. No esperen que los oligarcas, no esperen que los reaccionarios defiendan la criatura. Los reaccionarios, los oligarcas, los imperialistas, tratarán de que se les malogre la criatura, tratarán de matar la criatura.
No esperen que los oligarcas y los reaccionarios se sacrifiquen por la criatura. Solo los verdaderos padres son los únicos capaces de sacrificarse por sus hijos.
Y no olviden esto: ¡No confundir el presente transitorio con el mañana! Ustedes están trabajando por el mañana. ¡No confundir los comienzos con las metas finales! Ustedes están en los comienzos, y ustedes tienen una criatura que es hija de la clase obrera. Y quienes tienen que cuidarla son ustedes, los únicos que se pueden sacrificar por ella son ustedes. No esperen que los demás se sacrifiquen. Tratarán de entorpecer el camino por todos los medios, tratarán de impedir por todos los medios la obra.
Lo que nosotros les podemos decir a los obreros chilenos es lo mismo que les decimos a los obreros cubanos: ¡La Revolución es hija de la clase obrera! ¡Cuidar la Revolución, fortalecerla, hacerla avanzar! Porque los obreros no solo son el pilar de la economía, los obreros no solo son el pilar de la producción, los obreros no solo son la vanguardia, llamados a velar por este proceso, a apoyarlo económicamente, a aportarle los sacrificios que sean necesarios. ¡Son los llamados a dirigir ese proceso y los llamados a defenderlo con su vigor y con su fuerza en cualquier circunstancia! Esta es la tarea de la clase obrera revolucionaria (APLAUSOS).
¡El futuro es de ustedes! No hay que tener ningún temor a los demagogos, no hay que tener ningún temor a los hipócritas, no hay que tener ningún temor a los farsantes. Los obreros tienen en su corazón el detector de la verdad, el detector de la honradez. Los obreros saben cuándo les dicen la verdad. Los obreros conocen a los hombres que les hablan con franqueza. Los obreros saben quiénes defienden realmente su futuro. Por eso, sin ningún temor, la franqueza siempre, la verdad siempre y la confianza siempre.
A la clase obrera revolucionaria no la engañarán sus enemigos de clase, disfrácense de lo que se disfracen. ¡A la clase obrera no la engañarán los demagogos ni los farsantes! El detector de verdad que llevan en sus corazones orientará a la clase obrera y la hará ver claro y la hará marchar hacia adelante y la hará cumplir su papel histórico de constructores de un mundo mejor, de constructores de una sociedad humana verdaderamente justa.
Esto es lo que nosotros, de corazón, en nombre de nuestra patria, en nombre de nuestro pueblo, en nombre de nuestra Revolución; en nombre de los intereses no solo de Chile y de Cuba, sino en nombre de los intereses de todos nuestros pueblos, por los cuales tenemos el deber de luchar; en nombre de los intereses no solo de Chile y de Cuba, sino en nombre de los intereses de todos nuestros pueblos, por los cuales tenemos el deber de luchar; en nombre de los intereses de los obreros de América Latina, en nombre de los intereses de los pueblos de América Latina, es lo que nosotros les podemos decir. ¡Es la palabra que nosotros les podemos traer! ¡Son los sentimientos que nosotros podemos portar! ¡Es el mensaje que en nombre de nuestros obreros revolucionarios y de la Revolución Cubana nosotros podemos traerles!
Muchas gracias (APLAUSOS).