Discursos e Intervenciones

Discurso en la ceremonia de despedida a su santidad Juan Pablo II, efectuada en el aeropuerto internacional "José Martí"

Fecha: 

25/01/1998

Santidad:

Creo que hemos dado un buen ejemplo al mundo: usted, visitando lo que algunos dieron en llamar el último bastión del comunismo;  nosotros, recibiendo al jefe religioso a quien quisieron atribuir la responsabilidad de haber destruido el socialismo en Europa.  No faltaron los que presagiaban acontecimientos apocalípticos.  Algunos, incluso, lo soñaron.

Era cruelmente injusto que su viaje pastoral fuese asociado a la mezquina esperanza de destruir los nobles objetivos y la independencia de un pequeño país bloqueado y sometido a una verdadera guerra económica hace ya casi 40 años.  Cuba, Santidad, se enfrenta hoy a la más poderosa potencia de la historia, como un nuevo David, mil veces más pequeño, que con la misma honda de los tiempos bíblicos, lucha para sobrevivir contra un gigantesco Goliat de la era nuclear que trata de impedir nuestro desarrollo y rendirnos por enfermedad y por hambre.  Si no se hubiese escrito entonces aquella historia, habría tenido que escribirse hoy.  Este crimen monstruoso no se puede pasar por alto ni admite excusas.

Santidad:

Cuantas veces escucho o leo las calumnias contra mi patria y mi pueblo, urdidas por aquellos que no adoran otro Dios que  el oro, recuerdo siempre a los cristianos de la antigua Roma, tan atrozmente calumniados, como ya expresé el día de su llegada, y que la calumnia ha sido muchas veces en la historia la gran justificadora de los peores crímenes contra los pueblos.  Recuerdo también a los judíos exterminados por los nazis, o a los 4 millones de vietnamitas que murieron bajo el napalm, las armas químicas y los explosivos.  Ser cristiano, ser judío o ser comunista no le daba derecho a nadie a exterminarlos.

Miles de periodistas trasmitieron a miles de millones de personas en el mundo cada detalle de su visita y cada palabra pronunciada.  Infinidad de nacionales y extranjeros fueron entrevistados en todo el país.  Nuestras cadenas nacionales de televisión trasmitieron a nuestro pueblo, en vivo y en directo, todas las misas, homilías y discursos.  Nunca, tal vez, tantas opiniones y noticias sobre una nación tan pequeña pudieron ser escuchadas, en tan breve tiempo, por tantas personas, en nuestro planeta.

Cuba no conoce el miedo; desprecia la mentira; escucha con respeto; cree en sus ideas; defiende inconmovible sus principios y no tiene nada que ocultar al mundo.

Me conmueve el esfuerzo que Su Santidad realiza por un mundo más justo.  Los estados desaparecerán;  los pueblos llegarán a constituir una sola familia humana.  Si la globalización de la solidaridad que usted proclama se extiende por toda la Tierra y los abundantes bienes que el hombre puede producir con su talento y su trabajo se reparten equitativamente entre todos los seres humanos que hoy habitan el planeta, podría crearse realmente un mundo para ellos, sin hambre ni pobreza; sin opresión ni explotación; sin humillaciones ni desprecios; sin injusticias ni desigualdades, donde vivir con plena dignidad moral y material, en verdadera libertad, ¡ese sería el mundo más justo!  Sus ideas sobre la evangelización y el ecumenismo no estarían en contradicción con él.

Por el honor de su visita, por todas sus expresiones de afecto a los cubanos, por todas sus palabras, aun aquellas con las cuales pueda estar en desacuerdo, en nombre de todo el pueblo de Cuba, Santidad, le doy las gracias (APLAUSOS).

(VERSIONES TAQUIGRÁFICAS - CONSEJO DE ESTADO)