Fidel
Soldado de las Ideas
La cultura no fue jamás para Fidel algo ornamental. La llamó muchas veces “escudo y espada de la Nación”: el escudo que la resguardará frente a las influencias desintegradoras de nuestro núcleo identitario y la espada capaz de llegar muy lejos, así como de transportar y defender la verdad de Cuba en los sitios más remotos del resto del mundo.
Celebramos este año el Día de la Cultura Nacional en medio de circunstancias excepcionales. Las restricciones impuestas por la pandemia obligaron a los creadores y a las instituciones a trasladar eventos, presentaciones y debates al ámbito virtual. La televisión apoyó ese gran esfuerzo, y puede decirse que no ocurrió el previsible “apagón” cultural.
Lisandro Otero, al evocar Palabras a los Intelectuales, define 1961 como un año “dramático, fructífero, conmovedor”.1 Por supuesto, podrían añadirse otros adjetivos. Fue, obviamente, uno de esos años decisivos que marcaron para siempre la Historia de Cuba con mayúscula y la historia personal de los hombres y mujeres sumados al torbellino revolucionario.
Quiero en primer lugar agradecer al MINFAR, a los compañeros de la Editorial Verde Olivo, a su director, el Coronel Santiesteban, que me hayan solicitado presentar este libro tan intenso, tan directo, tan ajeno a toda retórica, de tanta densidad testimonial, de tanto valor histórico, como es La batalla de Cabinda, del General de Cuerpo de Ejército Ramón Espinosa Martín.
Quiero en primer lugar agradecer al MINFAR, a los compañeros de la Editorial Verde Olivo, a su director, el Coronel Santiesteban, que me hayan solicitado presentar este libro tan intenso, tan directo, tan ajeno a toda retórica, de tanta densidad testimonial, de tanto valor histórico, como es La batalla de Cabinda, del General de Cuerpo de Ejército Ramón Espinosa Martín.