“Nadie se va a morir, menos ahora”. Es un verso de una canción que Silvio Rodríguez le dedicó a la invasión fallida de la CIA por Playa Girón, en Cuba, y se ha puesto de moda porque, nuevamente, “el aire toma forma de tornado”. El Malecón y otras calles bullangueras de La Habana están desiertas, preparados todos, puertas adentro, para la guerra contra el enemigo invisible.
Una montaña se deslizó espectacularmente, sepultó un caserío y trancó el río Guamá que formó una inmensa laguna entre las lomas de Pinalito, en Guisa. Un nuevo deslave amenazaba con llevarse otro gran trozo de la Sierra Maestra, pero los haitianos y los jamaiquinos se resistían a salir de los varentierras que habían quedado en pie después del paso del ciclón Flora, en los primeros días de octubre de 1963.
Mi amiga Rebeca ha rescatado de las aguas y los vientos de Irma esta rara fotografía. No sabemos quién es el autor de la imagen en la que Fidel, el único de pie, se apoya en los hombros de Almeida para no perder el equilibrio. Detrás, Celia sostiene la gorra verdeolivo con un gesto casi imperceptible de la mano derecha, mientras con la otra se aferra al borde del botecito que navega por una crecida del huracán Flora hasta nosotros, al compás de los paletazos firmes del remero.
Hay una imagen recreada por Margarita Yourcenar en uno de sus libros que me gusta mucho. Habla de ciertas tribus nómadas del Amazonas en la que los indios, al marcharse de los lugares donde han sido felices, cargan consigo unos manojos de juncos que utilizan en cestería y cuya virtud principal consiste en exhalar, si el tiempo es de lluvia, el olor que fue suyo meses y años atrás, cuando todavía eran verdes y frescos a la orilla de los arroyuelos.
Sábado, 25 de abril de 1959. El Primer Ministro del Gobierno Revolucionario de Cuba llega a las 3:45 de la tarde en tren, procedente de Nueva York. Es su sexto día en Estados Unidos y no se ha dado tregua casi ni para dormir.
El nombre que aparece en su carné de identidad es Lucía Lucinda Betancourt Montenegro, pero para “su familia, sus íntimos y El Jefe” ha sido toda la vida “Dinorah, la bordadora”. Tiene 83 años cumplidos, de los cuales lleva más de 50 bordando los grados de Comandante en el uniforme verde olivo de Fidel Castro -“y en la camisa de hilo que él usaba por debajo del uniforme”, aclara.
El Encuentro, escrito por Rosa Miriam Elizalde y Luis Báez en el año 2005, relata el nacimiento de una amistad y la trama que unió por primera vez al teniente coronel Hugo Chávez Frías y al Comandante en Jefe y líder de la Revolución cubana, Fidel Castro, el 13 de diciembre de 1994. Al pie de la escalerilla esperaba a Chávez el Presidente Fidel Castro, quien le tributó al revolucionario bolivariano un recibimiento de Jefe de Estado y lo acompañó durante toda la visita en Cuba.