Carmona Calaña, Liudys

La flor que tú regaste

Tú conducías la corriente con suspiros sosegados y sostenías la respiración bajo las aguas bravas; te convertiste en río loado por el aire y esos gritos que escuchábamos en tus hombros, no eran más que fieros relámpagos estremeciendo al mundo; de sus luces salían banderas, uniformes blancos como flores, que rompían sus crisálidas y se abrían al amor.