Betto, Frei

Encuentros con Fidel

Conocí a Fidel en Managua, la noche del 19 de julio de 1980, primer aniversario de la Revolución Sandinista. Lula y yo estábamos en casa de Sergio Ramírez cuando él llegó a reunirse con empresarios nicaragüenses. Nos saludamos y se refugió en la biblioteca. Eran las dos de la madrugada cuando el padre Miguel D'Escoto, canciller de Nicaragua, nos preguntó si estábamos interesados en conversar con el Comandante. El diálogo se extendió hasta las seis de la mañana, observado por Chomi Miyar, atento a las fotografías y un Manuel Piñeiro soñoliento, desplomado sobre su espesa barba que servía de parabán a un largo tabaco apagado. Hablamos de religión. Fue cuando él me preguntó si estaba dispuesto a ir a Cuba a asesorar el reacercamiento entre el Gobierno y la iglesia católica. Respondí que eso dependía de los obispos cubanos, quienes al siguiente año respondieron de manera positiva a la propuesta.

Cuba es un país evangélico

Encontré a Fidel la primera vez en Managua, en ocasión del primer aniversario de la Revolución Sandinista -estaba Chomy Miyar ahí presente-, y le hice una pregunta a él, que desencadenó todo un proceso de diálogo. Le pregunté por qué el Partido y el Estado en Cuba eran confesionales, y él me dijo: “¿Cómo confesionales? Somos oficialmente ateos.” Y yo dije: “Mire, Comandante, negar o afirmar la existencia de Dios es confesionalidad, y la modernidad propone Estados y partidos laicos.” Y él me dijo: “Tú tienes razón, yo nunca había pensado en esa óptica.” Y ustedes saben que hoy el Partido y el Estado en Cuba son oficialmente laicos

La renuncia de Fidel

Es la segunda vez que Fidel renuncia al poder. La primera fue en julio de 1959, siete meses después de la victoria de la Revolución.

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