Una historia que la modestia ha ocultado
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"La heroica solidaridad de Cuba con los pueblos hermanos de África no ha sido suficientemente conocida. Esa gloriosa página de nuestra historia revolucionaria merece serlo, aunque solo sea como estímulo a los cientos de miles de mujeres y hombres, combatientes internacionalistas que la escribieron, para ejemplo de las presentes y futuras generaciones".
Así dijo nuestro Comandante en Jefe al periodista Ignacio Ramonet, en una de las muchas conversaciones que este último recogió en el libro Cien horas con Fidel. Es una valoración que estoy seguro comparte cada cubano, sobre todo si se le agrega que lo menos conocido de esa prolongada epopeya de esfuerzos y sacrificios conscientes por la humanidad y la justicia, son precisamente los detalles de la permanente participación personal del Iíder de la Revolución Cubana.
Durante años no hemos tenido más que esas anécdotas contadas en voz baja y cómplice hasta transformarse en leyenda. Hay dos grandes responsables de que haya sido así. Primero fue la hermética discreción que exigen tareas de ese carácter, donde está en juego la vida de muchos compañeros. Después, cuando el peligro pasó, ha sido la inveterada modestia de Fidel la que ha cerrado las puertas de archivos y probables entrevistas a más de un estudioso del tema.
Pero esa resistencia no puede impedir que al investigar sobre cualquier episodio, grande o pequeño, de aquellos años de heroísmo cotidiano, salte aquí y allá esa confianza de nuestros combatientes internacionalistas derivada de la seguridad de que sus pasos eran conducidos por una mano firme y certera.
Fidel explica también a Ramonet lo que él define como: "Nuestra filosofía: mínimo de bajas, ganar los combates con el mínimo de bajas. Y esa táctica la seguimos al pie de la letra en Angola". Eso lo sabía, sin necesidad de palabras, cada uno de los cientos de miles de internacionalistas, al igual que los padres, madres, hijos y demás familiares que quedaban en la patria. En buena medida ello explica la fidelidad al jefe, a la vez incondicional y consciente, de tantos millones de personas.
Como afirmó el propio Fidel, el 7 de diciembre de 1989, cuando dimos sepultura en la patria a nuestros compañeros caídos en cumplimiento del deber internacionalista: "Cada combatiente sabía que detrás de él estaba el país entero; sabía también que la vida y la salud de cada uno de ellos era preocupación constante de todos nosotros".
Los cinco testimonios que siguen son fragmentos de entrevistas realizadas con otros fines y en diferentes momentos. En ellas se habló sobre el Comandante en Jefe de forma espontánea y siempre con el misterio cómplice de quien comparte un secreto.
Espero se me disculpe por hacer pública esta carga de íntimo cariño y admiración, en una ocasión tan especial para todos los cubanos.
Coronel Armando Quijano Callejas1
El puesto de mando especial tenía como funciones llevar la situación diaria de lo que ocurría en Angola; tener impuestos a los jefes superiores de esa situación; recibir la información, las decisiones, los planteamientos de misiones, y hacérselos llegar a la misión militar; llevar los antecedentes de todos los hechos; asegurar las transportaciones aéreas y navales; recibir el personal que venía de allá, entre otras tareas.
Pero lo esencial era garantizar al Comandante y al ministro de las FAR la información de lo que estaba ocurriendo en Angola. Mientras hubo combatientes internacionalistas en el exterior funcionó de alguna manera, independiente o como parte del puesto general de mando.
Afortunadamente, en una ocasión pasé frente al local donde se estaba analizando una acción de bombardeo sobre unas columnas enemigas en Angola. Como esa es mi especialidad, me llamaron y el Comandante me preguntó qué era preferible, si hacerlo con bombas o tirarles con cohetes C-5. Di la respuesta, algo más bien técnica, y él tomó la decisión, no sin antes averiguar cada detalle sobre los C-5 y las bombas. En fin, un montón de preguntas, como generalmente él profundiza en todo lo que valora.
En sus frecuentes visitas al MINFAR el Comandante casi siempre permanecía en el despacho del ministro, pero varias veces fue al puesto de mando especial. Incluso lo vi trabajar con los mapas en el piso. No los dejaba en la plancheta sino los ponía en el suelo, se agachaba, se sentaba, empezaba a preguntar sobre esto y lo otro.
Estaba un buen rato informándose de la situación con los que trabajábamos allí. A nivel de detalles: ¿qué puente es este?, ¿qué largo tiene?, y el río qué profundidad y quiénes lo protegen y quiénes están amenazándolo, cuántas fuerzas hay, qué armamento. Siempre le prestaba mucha atención a quien estaba al frente de cada cosa.
Hablaba como si estuviera allí presente. Se conocía al detalle, ¡pero detalle!, cada uno de esos lugares. Había que estar preparado; informarle al Comandante es muy difícil. Realmente un trabajo tenso, diario, ¡era el jefe de la Revolución el que estaba allí!, con su especial estilo de trabajo.
Cuando uno iba a Angola tenía que traer todo muy claro, pues te hacía preguntas de cualquier tipo. Había que registrar de verdad porque al regreso eran preguntas y más preguntas hasta de lo más mínimo.
General Kundy Payhama2
En lo personal, hay un hecho que me marca mucho. Estaba en Cunene, como comisario provincial, cuando el presidente Neto me dice: Mira, Kundy, tienes que ir a Huambo a saludar al compañero Comandante Fidel. Yo pensaba: Si me da la mano, nunca más me la lavo. En definitiva, la delegación fue para Namibe por otra ruta y no pude verlo en esa ocasión.
Después fui a Cuba con el presidente Neto, él me presentó y el compañero Fidel nunca más se olvidó de mí. Pasado algún tiempo, el presidente Neto me nombra ministro del Interior y me dice: Pero ahora usted va a cumplir una misión, va a ir a Cuba, a la VI Cumbre de los No Alineados, como mi representante. Yo tenía 35 o 36 años, prácticamente era un muchacho sin experiencia, y en La Habana fui recibido por el compañero Fidel como si fuera un jefe de Estado.
Cada vez que lo permitía el ceremonial de la conferencia, decía: Kundy, ven, me abrazaba y salía conmigo. Yo meditaba ¿será que merezco ese cariño tan profundo? En la casa donde estuvimos hospedados conversó con nosotros un buen rato, preguntaba sobre el batallón tal, sobre tal fecha…
Cuando se produjo una de las mayores batallas en África, la de Cuito Cuanavale, naturalmente, no es necesario decirlo a mis compañeros, sino tal vez repetir, recordar, que el propio Comandante en Jefe Fidel comandaba todo. Yo fui a Cuba y hablábamos de localidades, de unidades que yo no conocía. Y me decía: ¡coño!, ¿cómo es que yo no conozco lo que Fidel está diciendo aquí?
General de brigada Harry Villegas Tamayo3
Cuando el Comandante vio que la situación se tornaba un poco más compleja, que ya se trataba de toda la cuestión de Cuito Cuanavale y de crear una fuerte agrupación por si había que continuar la ofensiva, empezaron a desempeñar un mayor papel los enlaces. Incluso se comenzó a utilizar las filmaciones en video, para que él pudiera tener una idea todavía más exacta de aquel terreno donde se desarrollaban las acciones combativas.
Porque Fidel nos exigía: Tú no me digas lo que te dijeron, dime lo que viste y lo que tocaste, y si es posible, me traes una muestra de eso que viste y tocaste. Nada de que viene el enlace a contar lo que le dijeron en Luanda, en el estado mayor, te preguntaba desde aquí:
-Ese tanque que está allí, ¿tú lo viste?
-Sí.
-Ah, si puedes traerme una foto del tanque ese, tráemela.
¡Un video grabado del tanque aquel en la posición! O sea, en estas cuestiones él era preciso, puntual y exacto.
Mayor (r) Caridad Acosta Quintana4
En la tarea que yo cumplía tratas de olvidarte de cuanto lees o escuchas. Pero de estas cosas no, para mí emocionalmente son muy buenas. El Comandante llegaba a cualquier hora, a las cuatro de la tarde, a las siete de la noche, y se iba al otro día: ocho, nueve de la mañana. Pero es que regresaba ese mismo día, sin haber dormido. Igual tiempo estaba yo allí, no tenía vida familiar; pero han sido los mejores años de mi vida.
Cuando me veía, preguntaba bajito ¿ya comiste?, con su mano en mi hombro como si yo fuera algo muy delicado. Si había que mecanografiar un documento, me lo leía en voz baja como para que nadie oyera. Antes lo había discutido con los que estaban allí, pero lo hacía como si fuera algo solo para mí, como para que nadie se enterara de lo que él me estaba dando de su libreta.
Una vez me pasó una cosa muy… me da un trabajo que si mal no recuerdo era la designación del general Polo, y él mandaba a decir—entendí yo— que para allá va un general muy querido, inteligente y capaz, que es el jefe del mejor ejército que tenemos. Cuando le llevo el documento me dice con mucha delicadeza: No es el mejor jefe ni del mejor ejército, es uno de los mejores jefes de uno de los mejores ejércitos. Nuestros ejércitos todos son buenos y nuestros jefes son muy buenos y capaces.
Me parece que lo que hice le complació. Realmente me llegué a meter en el trabajo del Comandante en Jefe durante la lucha de Angola, pues además tenía familiares cumpliendo misión. Llegué a aprenderme el teatro de operaciones militares, los nombres de los angolanos, de los jefes cubanos allá, y eso lo ayudaba, porque él escribía lo mínimo y yo completaba los nombres, los grados, la denominación de los lugares.
Ese granito de arena que pude poner me hace muy feliz. Mi única queja es que duerme muy poco, que es incansable. No sé si sigue con ese ritmo de trabajo, pienso que sí. ¡Eran horas!: 8, 9, 10, 12, 16.
Realmente él dirigió la guerra desde aquí, ¡la dirigió él!, con los mapas, con los jefes, con la estrategia, pero él dirigió esa guerra y el triunfo también se le debe a él.
1 Por aquellos años integró la dotación del puesto de mando especial de las FAR.
2 Actualmente es el ministro de Defensa de Angola. En aquel entonces ocupó importantes cargos en las fuerzas armadas y el gobierno de su país.
3 Para entonces enlace del Estado mayor General con la misión militar de Cuba en Angola.
4 En aquellos años era la jefa del Buró de Mecanógrafas de la Secretaría del ministro de las FAR.