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Siempre Fidel

Bajo un fuerte temporal de vientos huracanados, el Comandante en Jefe Fidel Castro subió al buque acompañado de otros dirigentes de la Revolución.

Fecha: 

09/06/2016

Fuente: 

Periódico Granma

Autor: 

 

Esta historia comenzó unos meses antes de los X Juegos Centroamericanos y del Caribe de San Juan, cuando el presidente del Comité Olímpico Cubano, Manuel González Guerra, denunció que el Departamento de Estado de Estados Unidos le había informado que no se podía realizar el proceso de trámites de visas en la Embajada Suiza en La Habana, para que la delegación cubana viajara a Puerto Rico a  participar en los mencionados juegos.
 
El Sr. Avery Brundage, presidente del Co­mité Olímpico Internacional (COI), el general Clark Flores, miembro del COI y Felicio To­rre­grosa, presidente del Comité Olímpico de Puer­to Rico, conversaron y exigieron a las au­toridades estadounidenses la autorización de visas para los deportistas cubanos. La respuesta prometida no llegó del Departamento de Estado y el general mexicano José Jesús Clark Flores, miembro del COI, señaló que se le retiraría el “Aval Olímpico” a San Juan si no se daba solución a la participación cubana.
 
El director de Asuntos del Caribe del De­par­tamento de Estado, Sr. Allen Stewart, indicó que el proceso de visado de la delegación cu­bana se tramitaría en la Embajada de Es­tados Unidos en México. El COI sugiere al Comité Olímpico Cubano que acepte la propuesta. Se inicia el proceso pero, diez días antes de la celebración de los Juegos, informaron que no darían visas, sino que estamparían un sello especial en los pasaportes. También se negó el permiso de aterrizaje de las aeronaves de Cubana de Aviación en San Juan, Puerto Rico.
 
El deporte cubano denunció esta agresión y exigió el cumplimiento de las normas y estatutos internacionales para la organización de unos juegos multideportivos regionales. Se defendía nuestro derecho a participar en los Centroamericanos y Caribeños. Ante esta si­tuación, surge el 7 de junio de 1966 la Gesta Heroica del Cerro Pelado, la cual demostró la pujanza y entereza del naciente movimiento deportivo cubano. Con su rapidez característica y discreción, nuestro Comandante en Jefe, Fidel Castro Ruz, ideó, orientó y dirigió esta nueva batalla del Cerro Pelado.
 
En Santiago de Cuba se preparó el barco mercante con el mayor cuidado y reserva para hacer la travesía hasta San Juan, con el mínimo indispensable de comodidades para los deportistas cubanos. El acondicionamiento incluyó dormitorios, cocina, comedores, salas médicas y de masajes, áreas de recreo y descanso. Aquí viajaríamos los 365 integrantes de la delegación cubana, atletas, entrenadores, médicos, federativos, dirigentes y periodistas.
 
Hoy recordamos que ocurrió algo sorpresivo. Si bien los días previos habían sido de constante ajetreo para los organizadores de la participación cubana en los Juegos de San Juan, los restantes integrantes de nuestra delegación no estaban al tanto de todos los detalles.  A la salida de todo el grupo, en el aeropuerto Internacional José Martí, abordamos los aviones de Cubana que nos llevarían a Puer­to Rico, pero aterrizamos en Camagüey y después continuamos viaje a Santiago de Cu­ba. Fue ahí que se conoció que el resto del trayecto no sería en avión. De la Ciudad Heroica zarpó el barco Cerro
 
Pelado con la valiosa “carga” y una tripulación de lujo encabezada por el capitán Onelio Pino.
 
Tras muchas horas en altamar, cerca de las costas de Puerto Rico, mientras los atletas hacían ejercicios y entrenaban en la cubierta de la embarcación, un avión de la guardia costera estadounidense, realizaba vuelos rasantes y arrojó una nota que decía: “Prohibida su entrada en aguas territoriales de Estados Uni­dos y dentro de San Juan o Puerto Rico. Re­pito, prohibida la entrada o sería la confiscación del barco”. El cineasta Santiago Álvarez del Icaic, recogió la nota, y el camarógrafo Iván Nápoles, filmó el sobrevuelo de la nave para que perdurara en la historia.
 
Antes de llegar se aprobó por unanimidad en la cubierta del barco La Declaración del Cerro Pelado, la cual, leída por José Llanusa Gobel, director del Inder, hizo saber la proyección actual y futura del deporte cubano.
 
A tres millas de San Juan, el 10 de junio, el general Clark Flores y el dirigente deportivo puertorriqueño, Germán Rieckehoff Sam­pa­yo, subieron al barco.
 
Se entrevistaron con José Llanusa Gobel, jefe de la delegación, y Ma­nuel González Guerra, presidente del Comité Olímpico Cubano. Se realizaron las coordinaciones y ajustes necesarios para el desembarco de la delegación. Fue una difícil y peligrosa operación; los tiburones mero­dea­ban; la escalerilla del barco tocaba a la em­barcación privada Reacok. Bajamos más de 100 personas.
 
Apenas llegamos a tiempo al estadio Hiram Bithorn, sede del acto inaugural, desfilamos y fuimos muy aplaudidos por el pueblo boricua. Un grupo de amigos solidarios puertorriqueños coreaba ¡Cuba! ¡Cuba! ¡Cuba! La prensa brindó gran cobertura a la llegada, y la radio transmitió en vivo el desembarco.
 
A pesar de las dificultades, la delegación de Cuba se impone con dignidad y voluntad de vencer y los atletas cubanos alcanzaron 77 medallas, 34 de oro, 20 de plata y 23 de bron­ce, para ocupar el segundo lugar en el medallero, detrás de México.
 
Un grupo de enemigos de la Revolución agredieron y ofendieron de palabra, y físicamente, a algunos integrantes de nuestra delegación, pero jamás pudieron socavar los principios, integridad y dignidad de nuestro pueblo.
 
Se inicia el viaje de regreso a Cuba. Transcurren varias horas de navegación, alegres y felices conversamos en la cubierta. El amigo y narrador de radio y televisión, Eddy Martin, me dice: “¡Qué delegación!”; el periodista, Juan Marrero, de Granma, comenta: “Una actuación acorde con las exigencias”; y Llanusa Gobel concluye: “¡Un final feliz!”

En el Cerro Pelado viajaron los integrantes de la delegación cubana,
atletas, entrenadores, médicos, federativos, dirigentes y periodistas.

 
Estamos cerca de las costas de Santiago de Cu­ba y recuerdo, a 50 años, cuando una pe­queña embarcación se acerca al barco Cerro Pelado, se coloca la escalera y, bajo un fuerte temporal de vientos huracanados, cubierto por una capa, sube Fidel acompañado de otros dirigentes de la Revolución. La emoción hace que las lágrimas en mi rostro se confundan con la pertinaz lluvia.
 
El Comandante en Jefe nos saludó a todos y dijo: “Estoy muy orgulloso de su actitud revolucionaria y rendimiento deportivo”; y agregó: “La patria los saluda por su lealtad y firmeza”.
 
Después vendrían los actos y en el recibimiento oficial, el 29 de junio de 1966, cuando Fidel habló, preguntó: “¿Por qué tratar de impedir la participación de un país donde el deporte ya no es privilegio de minorías ricas y explotadoras, donde el deporte ya no es solo actividad de los hijos de los ricos?...”
 
Además comentó, “Alrededor de este hecho la Revo­lución le ganó una batalla más al imperialismo...” Más adelante continúa, “Lo que hizo el Comité Olímpico Cubano fue denunciar el chantaje de que el Gobierno de Estados Uni­dos exigía condiciones de tipo político, que no tenía nada que ver con el deporte, para permitir la presencia de Cuba en su colonia de Puerto Rico...”
 
En otro momento de su intervención Fidel señaló: “Muy pocas veces una delegación y tal vez no haya ocurrido nunca en ningún evento centroamericano, que un número tan alto de atletas, del mismo país, obtengan me­da­llas…” El Comandante en Jefe destacó que, “… posiblemente a ninguna delegación nuestra patria tenga que agradecerle tanto como a esta, por la batalla que libró, por los triunfos que obtuvo en los momentos más difíciles, por la dignidad que ostentó en todo momento…”
 
Esta gesta del Cerro Pelado demuestra que Fidel siempre estuvo junto a nosotros y nos acompañó hasta la victoria.