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¿Saben lo que quisiera ser?: deportista

El deporte nacional lo emocionaba como a cualquier otro cubano. Foto: Liborio Noval
El deporte nacional lo emocionaba como a cualquier otro cubano. Foto: Liborio Noval

Fecha: 

22/11/2018

Fuente: 

Periódico Granma

Autor: 

«Hay dos técnicas en el baloncesto que yo defendí mucho. Una de ellas es el gardeo a presión, hombre a hombre. Yo tenía cierta especialidad en ese gardeo a presión, que es incluso sicológico, porque el hombre se siente desesperado y la responsabilidad está muy definida. En el gardeo por zona no está tan claro. En el ataque era partidario de penetrar en el tablero, jugar a la ofensiva, procurando no cometer foul a la ofensiva y obligando al contrario a cometer el foul.
 
«No me oponía a los tiros a distancia. Yo tenía buen aro en los tiros a distancia, pero me parecía más segura la entrada por distintas vías. Defendía las combinaciones y los pases. Hay otros que son muy partidarios de tirar a distancia. Eso depende de que se domine en el aro, qué resultados se tienen, qué promedio de canastas, pero yo siempre fui partidario de ese tipo de juego a la ofensiva.
 
«Cuando era estudiante de bachillerato jugué fútbol... Una vez compramos unos guantes de boxeo y los llevamos para el campo donde vivíamos. Fue en unas vacaciones de verano. Organizamos el ring en una valla de pelea de gallos, que es redonda, hicimos un cuadrilátero allí con soga, y a decir verdad, yo me ponía los guantes y estaba horas boxeando».
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Claro que puedes ser tú, él o cualquiera de nosotros quien así habla. El cubano lleva el deporte en la sangre, es competidor nato. Pero este atleta que nos cuenta su amor por la cultura física, la comprendió en una dimensión casi galáctica, hizo de ella una concepción que terminó convirtiendo a una pequeña geografía, desconocida por muchos años en el mapa mundial de las grandes competiciones, en una verdadera potencia.
«Nosotros aprendimos a hacer la guerra jugando pelota, jugando básquet, jugando fútbol, haciendo todos los deportes, nadando en el mar, nadando en los ríos y subiendo montañas.
 
«Nadie sabe cuánta utilidad le puede reportar en la vida el deporte, los ejercicios físicos, y nosotros tenemos la experiencia de ello. Tuvimos la oportunidad de practicar deportes, y el deporte nos ayudó en muchas etapas; los deportes que habíamos practicado nos ayudaron en los momentos duros de la lucha revolucionaria, cuando tuvimos que vivir en los bosques y cuando tuvimos que hacer enormes esfuerzos físicos».
 
Sí, este medallista de oro, el campeón olímpico de la Revolución, es Fidel, quien al decir de Katiuska Blanco en Todo el tiempo de los Cedros, también fue un líder en el deporte.
 
«Cada vez que uno de los jugadores del equipo de Belén se alzaba y colaba una canasta, la bancada vivía la animación del partido de una manera desbordada y vocinglera. Fidel Castro fue la revelación como efectivo guard en los equipos de menores de 16 y 18 años, tal como se reseñaba en la sección de Deportes de la Revista Ecos de Belén, donde aparecieron las fotografías de equipos de baloncesto. Se le veía erguido, enfundado en la camiseta y el short distintivos de Belén y se le reconocía una “impetuosidad indomable”.
 
Todavía entonces, nadie adelantaba que llegaría a ser el jugador en el que descansaría toda la esperanza de triunfo del colegio.
 
«Al final del tercer año de bachillerato figuraba como miembro del equipo de fútbol, participaba en competencias de track (atletismo), establecía récord de 5,8 pies en salto alto, y sobre todo, era excelencia de su año con premios en las asignaturas de Español, Inglés e Historia».
 
Pero no solo emuló al recordista mundial de altura Javier Sotomayor con aquella marca, sino también a Alberto Juantorena y a Ana Fidelia Quirot. «Recuerdo que de estudiante también intentaba hacer esa carrera y practicaba esa distancia de los 800 metros, precisamente, y esas dos vueltas exigen un esfuerzo físico muy grande a los pulmones y a los músculos. Es una carrera dura, que es, en parte resistencia, pero también, en parte, de velocidad».
 
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No quiso nunca mérito alguno, su máxima martiana de «toda la gloria del mundo cabe en un grano de maíz» le apartó de cualquier vanagloria. Sin embargo, la obra más grande del movimiento deportivo cubano fue
justamente preparar la hazaña y, parafraseando al poeta, eso tiene un nombre, Fidel Castro Ruz.
 
Apenas transcurridos cuatro meses de la triunfante Revolución ilustró la verdadera intención de la naciente obra en el ámbito de la cultura física. Dijo el 1ro. de abril de 1959: «Cuando cada muchacho encuentre en la ciudad, en el pueblo, en el barrio, un lugar apropiado para desarrollar sus condiciones físicas y dedicarse por entero a la práctica del deporte de su preferencia, habremos visto satisfecho el deseo de todos los que hemos hecho esta Revolución».
 
Su concepción incluía una enorme cantera, pues la idea era convertir al deporte en un verdadero fenómeno de masas, de participación, y estaba seguro de que esa era la piedra angular del desarrollo. Claro que su convencimiento pasaba por haber profundizado en los males de una época que también hizo elitista al deporte, tanto que solo el 0,25 % de la población practicaba la educación física o los deportes.
 
Fue su idea, a diferencia de los más avanzados pensamientos sobre esta actividad, incluir la educación física desde primer grado y Cuba se convirtió en el iniciador de esa experiencia. «El deporte y la educación física no le irán a quitar el espacio a los estudios, sino que irán a fortalecer los estudios de los alumnos… La educación física del pueblo es la base del deporte».
 
Fue un deportista, pero como nadie supo leer las ventajas que promueve su práctica y trasladó su prédica en aras de una mejor comprensión de su importancia: «Quien tiene la voluntad para el deporte, quien tiene la disciplina para el deporte, tiene también la voluntad para cualquier cosa en la vida y tiene también la disciplina para cualquier otra cosa en la vida... No todos podrán ser campeones, pero eso no tiene importancia, lo importante es que practiquen el deporte y crezcan saludables y fuertes… Las competencias son importantes, las medallas son importantes; hay una cosa más importante que eso: el deporte como actividad recreativa y cultural del pueblo».
 
Esas bases no tardaron en desbordarse en los escenarios competitivos y lo había advertido, no cual profeta, sino como hacedor de futuro: «El deporte va a ser una actividad que se va a popularizar y generalizar hasta una dimensión que probablemente ahora muchos ni se lo imaginen», dijo el 21 de marzo de 1961, cuando aún Cuba ni dominaba el área centrocaribeña y ya ha llegado a estar entre las primeras cinco naciones en unos Juegos Olímpicos, como ocurrió en Barcelona-1992. Hoy es el país número 17 en la historia de todas esas citas por medallas de oro alcanzadas.
 
Previsor como el que más, se adelantaba porque conocía los ritmos del desarrollo en cualquier esfera y su sentencia del 23 de febrero del 2001, en ocasión del aniversario 40 del Inder, es hoy tarea insoslayable para mantener lo logrado: «Hablar de ejercicios y hablar de deportes no es hablar de campeones olímpicos y mundiales, es hablar de bienestar diario y constante, es hablar de plenitud de salud, es hablar de capacidad de estudio y de trabajo… Hablar de educación física y deportes, es hablar de una ciencia, de una actividad universal… No puede haber (…) un deporte ampliamente desarrollado sin el apoyo de la ciencia».
 
En las escuelas de deportes, creadas al fragor de esa concepción y que están en todas las provincias, lo mismo a nivel escolar, juvenil que de mayores, o en el sistema de enseñanza deportiva, ha de servir de motor impulsor aquella pregunta que se hizo muchas veces y que siempre encontró la misma respuesta: «Si yo naciera en esta época ¿saben lo que quisiera ser?: deportista».
 
Si un profesor de educación física o un entrenador quiere medir su alcance más allá de un récord o una medalla, si quiere saber cuán importante es, repita con él que «el deporte es y debe ser uno de los medios más eficaces con que cuenta la sociedad para contribuir al fomento del bienestar y la salud de los ciudadanos, para el desarrollo del espíritu de superación y de emulación entre las personas, para la consolidación de hábitos de disciplina social, de solidaridad entre los hombres, para el cultivo de una mejor calidad de vida, en una palabra, para la realización plena del ser humano».
 
Fuente: Mario Torres de Diego. Fidel y el Deporte,
Editorial Deportes 2007