Si no fuera porque es tan real, tangible, objetiva,  científica… yo diría que la fotografía es obra de la magia.
 
Otra cosa es que muchas veces el fotógrafo tenga que convertirse en un “mago” para lograr una buena imagen.
 
No es, sin embargo, para disquisiciones técnicas y mucho menos para disertar, que estoy tecleando estas líneas.
 
Es que vuelve a sucederme lo de tantas veces: una sencilla foto me inquieta o revuelve (en el más sano y motivante sentido de la palabra), al punto de que no puedo evadir la necesidad de inclinarme sobre el  teclado.
 
Me refiero a esa instantánea publicada recientemente en nuestro sitio, para graficar un material relacionado con la esperada Serie Nacional de Beisbol en su edición número 61.
 
Hablo de la imagen del Comandante en Jefe Fidel Castro haciéndole swing a un lanzamiento,  durante la apertura oficial de aquel torneo inicial, en 1962.
 
¿Y a qué no le hacía swing Fidel? –podría preguntarse usted a modo de obvia respuesta.
 
Es verdad, pero todos coincidiremos en que para el deporte él siempre tuvo preocupaciones y ocupaciones deferentes, sin ignorar otros campos o esferas de la vida económica, política y social de la nación.
 
Pues bien, mirando la foto de marras, han acudido a mi mente dos que casi le robé a la pequeña pero acogedora e interesantísima galería (así, con toda esa adjetivación) asentada en los antiguos Estudios Cinematográficos y de Televisión de las FAR (ECITV-FAR).
 
En medio de una selección o colección, dedicada de manera especial a Fidel y a su hermano Raúl, con imágenes como para uno “chuparse los dedos de gozo espiritual”,  el lente de mi diminuta cámara abrió boca y garganta hasta donde pudo frente a dos fotografías.
 
En una de ellas Fidel, vistiendo el uniforme de los Barbudos, se dispone a lanzar una pelota, obviamente hacia el home.
 
Palmas, en lo personal, para el autor, por la sagacidad para –con cámaras no a la altura de las posibilidades técnicas o tecnológicas de hoy- congelar ese trozo de realidad justo en el instante en que la bola, a punta de dedos, sería enviada.
 
Por lo inusual del hecho, ojalá pudiera hallar una palabra que defina con exactitud el impacto de la segunda foto en mí. Privilegiado ese hombre o mujer que captó a Raúl, muy bien plantado junto al home, con la mirada fija en el lanzador, los puños fuertemente aferrados al mango del bate, listo para hacer contacto con la pelota, en busca del batazo que todo pelotero quiere dar.
Poco conocida, sé que esta foto causa gran interés.
 

No digo más. Ni falta hace. Todo lo que pudiera añadir está, a modo de observación, de curiosidad, de comentario, dentro de ustedes, queridos lectores de nuestra BOHEMIA, queridos aficionados a nuestro deporte nacional.
 
Por último, un detalle en el cual sé que coincidiremos: a la altura de este 2022, con sus 95  y  90 años, respectivamente, Fidel sigue lanzando su recta de humo cercana a las 100 millas y las curvas que menos imagina el adversario, mientras madero en mano Raúl le puede sacar la pelota a cualquiera por encima de los 400 pies. No cometa usted el error de ponerlo en duda si quiere seguir saboreando la victoria.