Nuestros mártires en pie, en cada hora de peligro
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Si para Fidel fue "el más valioso, el más útil, el más extraordinario de nuestros combatientes", y Raúl lo definió "valiente hasta la temeridad y (…) del tipo de hombres que penetran honda y definitivamente en el corazón del pueblo", el cariño con que Cuba recuerda a Frank País, lo convirtió en "el inolvidable".
Apenas tenía 18 años aquel 26 de julio de 1953, cuando, despertado por el tiroteo del asalto al Moncada, supo que su camino también sería luchar contra la tiranía de Batista. En ese afán, razón de su existencia, entró a la inmortalidad apenas cuatro años después, luego de caer asesinado en las calles santiagueras, el martes 30 de julio, hace justo 64 almanaques.
Páginas de profunda entrega, de alto sentido de la responsabilidad y de indiscutible liderazgo, serían el alzamiento del 30 de noviembre de 1956, que en apoyo al desembarco del Granma estrenó en Santiago de Cuba el uniforme verde olivo, y la organización del envío de armas y hombres al naciente Ejército Rebelde.
La prisión no melló su resolución: "el día que quede un solo cubano que crea en esta revolución, ese cubano seré yo", dijo, a pesar de la feroz persecución del régimen, responsable de su muerte.
Dicen que los disparos del crimen cobarde provocaron en cada rincón de la ciudad un trágico presentimiento, que luego fue agudo dolor, más terrible en el pecho de sus compañeros y compañeras de lucha, de su novia, de la madre que, para controlar la sangre generosa, taponeó, una por una, las 36 perforaciones en el cuerpo del hijo amado.
La muchedumbre que acompañó, en medio de consignas revolucionarias su sepelio y el del compañero caído junto a él, Raúl Pujol, mostró que Frank País quedaba vivo en la memoria de los honrados de su pueblo.
Símbolo de lo mejor de su generación, la fecha de su muerte marca el Día de los Mártires de la Revolución, al frente de ellos Frank, aún en pie, impetuoso y movilizador, en cada hora de peligro de la patria.