La travesía
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No vinieron en el Granma, no lucharon en la Sierra Maestra, ni tampoco en Playa Girón; no vivieron la Crisis de los Misiles, no alfabetizaron ni cortaron caña en los calurosos días de la Zafra de los Diez Millones; no estudiaron en la URSS ni arriesgaron sus vidas en Angola. Para ellos, los duros 90 son un cuento de mal gusto, una pesadilla que a ratos recuerdan sus familiares cuando conversan sobre aquellos años de escaseces y necesidades en que sus hijos nacieron y echaron a andar.
Desde entonces vienen labrando su propio rumbo, distinto al de sus padres, madres y abuelos. Sin embargo, su marcha tiene muchos rasgos en común con la de generaciones anteriores: Daniela Muñoz Barroso (22 años) y Jorge Ricardo Ramírez Fuentes (26 años) han recorrido los caminos ya sembrados por Fidel y su Revolución. Y su travesía, aunque no comenzó hace 60 años en Tuxpan, ha estado estrechamente vinculada con los derroteros de la Cuba de las últimas cinco décadas.
Así crecieron y estudiaron —estudiaron y crecieron— hasta llegar a la Facultad de Arte de los Medios de Comunicación Audiovisual, de la Universidad de las Artes, donde estudian hoy, porque su pasión crece detrás de la lente de una cámara. Y a su Cuba la ven de una manera distinta, claro. Desde sus retinas nos llegan otras miradas, otros compromisos, otras reflexiones; pero también muchos puntos de encuentro con la realidad de sus padres.
Daniela y Jorge no pudieron escapar al embrujo de Fidel, al galopar del caballo, a la travesía de ese hombre al que respetaron y amaron sus padres y abuelos, a ese «barbudo» que siempre estuvo allí desde que tienen uso de razón.
Por eso el 25 de noviembre no creyeron en su muerte, luego la aceptaron y lloraron; y más tarde, activados por el resorte que mueve a los artistas, perpetuaron su memoria con la fotografía. Entonces decidieron acompañarlo, viajar junto a él, junto al pueblo, en su camino de retorno. Y en el camino improvisaron su propia travesía.
La peregrinación hasta Santiago se organizó sobre la marcha, entre las lágrimas, el desconcierto y la emoción. Y sobre la marcha aparecieron, ante la lente, los rostros del dolor. Primero durante la despedida en la Plaza de la Revolución de La Habana, luego en la llegada de sus cenizas a Santiago, en el recibimiento de su pueblo, y otra vez en la despedida pública en la Plaza Antonio Maceo.
De tal forma nació y creció Despedida, exposición que acaban de inaugurar este jueves Daniela y Jorge en la sede de La Jiribilla (5ta. y D, en el Vedado capitalino), la revista cultural cubana que promovió esta iniciativa.
En la muestra, el público puede dialogar con una selección de unas 25 imágenes tomadas por estos jóvenes sobre aquellos tristes y estremecedores días de finales de noviembre de 2016. Son fotos que no fueron pensadas para ser expuestas, pero sí para ser compartidas. Era (es) necesario que se conociera bien y se recuerde ese pedazo de historia: la reacción de miles de cubanos y cubanas ante la muerte de su líder. En ellas están retratados muchos de los seres más auténticos de este país: esos tantos «agradecidos» de que habla la canción.
Esta ha sido, sin dudas, una nueva y difícil travesía. Para nuestro Fidel, la última en su eterno cabalgar. Para Daniela y Jorge, su primera exposición juntos.