La sangre de América
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El Coliseo Carl Herrera Allen, en esta ciudad del interior, no se llenó por completo. Pero eso es sólo si mira el escaso número de asientos vacíos y no lo que los asistentes tienen que decir. Y sobre todo si se trata de lo que tenían que decirles los campesinos de esta región venezolana a los comandantes Hugo Chávez y Fidel.
Las gradas frente a la tribuna estaban bien concurridas y plenas de carteles, de pancartas entre las que hasta ahora no ha faltado el rostro con la mirada penetrante del Che. Júbilo de humildes. El presidente Chávez intervino el primero, luego Fidel, que comenzó preguntando quiénes allí eran realmente agricultores y quiénes consumidores urbanos de productos agrícolas. "Está bien -dijo- hay campesinos aquí.".
El Comandante en Jefe dialogó con cultivadores de caña medianos y pequeños. Les pidió datos de la caña sembrada, de su fertilización, del rendimiento por hectárea, del corte y la transportación. Chávez aclaró que Fidel preguntaba con tanto detalle porque esa información es de valor para el convenio de intercambio entre los dos países que será firmado antes de que concluya esta visita. Pero la gente, además de responder esas preguntas y de expresar con vehemencia su admiración por el Jefe de la Revolución Cubana, de demostrarle el agradecimiento por su presencia y de conversar con él, tenía cosas que denunciarle y pedirle a su presidente Chávez.
Decirle por ejemplo que la privatización de centrales azucareros en la zona y el control de la comercialización del azúcar por los dueños de los ingenios, pone en la quiebra, o poco menos, a los medianos productores, y a los pequeños los deja sin tierras. "Necesitamos el apoyo del Estado, una revisión exhaustiva de cómo se están manejando los centrales en esta zona, la comercialización del azúcar. Y que manden gente honesta para que no la manipulen. Sólo queremos que haya justicia, ciudadano Presidente.".
Fidel, conversando con uno de esos pequeños agricultores cañeros que había denunciado que allí, en los últimos diez años, nadie ha podido pagar el crédito y al no poder pagar los intereses, el central se ha ido quedando con las tierras, le preguntó: "¿Por qué no se han organizado?" "Sí, nos organizamos, pero las directivas se dejan manipular; mientras más pequeños somos, más víctimas". Y mientras más desorganizados estén, más víctimas serán, le previno el Comandante en Jefe. Y así también intervino un caficultor con sus demandas. Y otro hombre del pueblo, trabajador de la rica tierra venezolana, "¿Por qué tiene que ser que nosotros no podemos ni llevar a nuestros hijos al médico, cuando somos los que hacemos el mayor esfuerzo, mientras los industriales, que se llevan las mayores ganancias, se las gastan en carros?".
Hablaron mujeres, y más mujeres y hombres querían hablar para pedirle al Presidente de la República Bolivariana que vaya allá, a su pueblo intrincado, que haga algo por los ancianos. Luisa Escobar, con su pequeño hijo Douglas Angulo Escobar, que sufrió un accidente y daños en un ojo, y por falta de atención médica la lesión se le ha ido agravando, le pide al presidente Chávez que la ayude. Y llora como sólo lloran las madres desesperadas.
A cada demanda, el Presidente bolivariano responde con compromisos de análisis profundos y si es posible con decisiones inmediatas. Lo hace con la sensibilidad y la paciencia que corresponden a un hombre al frente de un país con sus mayorías humildes sedientas de justicia, y de respuestas. Habla el Presidente de Venezuela del convenio que se firmará con Cuba y de nuestros compatriotas médicos que están trabajando en Vargas, viviendo como viven los varguenses, comiendo lo que ellos comen y durmiendo a veces en el piso, para salvar vidas de niños, de seres humanos.
Eso le pedimos a nuestros médicos venezolanos, que trabajen para el pueblo, porque "este es un país en el que la Medicina se mercantilizó".
Insiste en que hay que trabajar para salvar a los niños que a veces andan por ahí sin un ojo, sin un riñón, o se mueren por falta de atención médica. El Presidente dispone allí mismo que el avión presidencial puede ir semanalmente a La Habana para llevar niños a que reciban atención médica. Impresiona, duele, indigna el drama terrible de estos seres humanos para los que, insiste el Presidente, hay que hacer la revolución bolivariana en Venezuela en lo social y en lo económico.