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La creación y la disciplina A propósito de la “Orden Militar Número 30 Operación Antiaérea”

Raúl Castro durante la Operación Antiaérea en la zona del II Frente Oriental.

Fuente: 

Cubadebate

Autor: 

“Iba en un  jeep por aquellas lomas a verme con Tomassevich y Efigenio pero  ya llevaba en el bolsillo el informe sobre los bombardeos…”  
 
La imagen que provoca la evocación surge enseguida: el jeep minúsculo avanzando  en medio de un paisaje que puede ser Mícara o Caujerí.  Y después el sonido de la aviación que lanza sus bombas… Conocía por  un extenso  testimonio[1] su relato de la salida de del grupo de la Sierra para fundar el II Frente guerrillero. Raúl Castro detalla la larga travesía hasta asentarse en las montañas, enumeraba combates,  también los problemas y dificultades de la guerra y la alteración de  la vida cotidiana, pero sobresalía, en  medio de esos recuerdos, una historia: la captura de los marines de la Base naval  y sus por qué…
 
Hay muchas fotos  de esos días. En una Raúl está flaco, viste un uniforme raído, se adivina la pelambre debajo de la gorra (otras veces lleva sombrero), pero la misma expresión. También hay una sentado en una hamaca: aquí sonríe con picardía y complicidad. En otra  está sentado en una elevación, muy concentrado en sus pensamientos (esta es muy reveladora tal vez sea los momentos que vive en ese mayo-junio del 58). De fondo el escenario de su guerrilla en la Sierra Cristal. Son los días de la Operación Antiaérea (Orden Militar No.30), una audaz y riesgosa acción pensada y realizada con precisión por  los rebeldes al mando del comandante Raúl, en junio de 1958.
 
…las acciones del enemigo que más se hacían sentir eran los efectos de sus bombardeos indiscriminados, causándole, indudablemente, más daños a la población civil que a los propios miembros del Ejército Rebelde. Conscientemente desataban toda su cobarde furia contra la población, con el fin de aterrorizarla y hacerle pagar un alto precio por el apoyo que brindaban al Ejército Rebelde. Además de las muertes ocasionadas a la población, incluyendo mujeres y niños y la destrucción de bienes materiales, lo más lamentable era el terrible efecto psicológico  que, sobre todo a los niños, ocasionaban los bombardeos; el más triste espectáculo que veíamos, peor incluso que las evacuaciones de campesinos en medio de los gritos y lamento de las mujeres, era el de los niños despavoridos corriendo en todas direcciones en medio de cada bombardeo, y la tarea de recogerlos extremadamente excitados, y dando gritos con todas sus fuerzas después de alejarse los aviones. Había familias enteras que llevaban semanas y hasta meses viviendo hacinados en cuantas cuevas y agujeros había disponibles…

El jefe del Segundo Frente tenía suficientes pruebas de que los aviones de Batista, arrojaban bombas de napalm y rockets, sustancias criminales suministradas por Estados Unidos y pertrechados en la base naval de Guantánamo. En los últimos días del mes de mayo, Raúl Castro recibió una foto y documentos de gran importancia de manos del Departamento de Inteligencia Rebelde que probaba lo anteriormente expuesto.

 
Los efectos morales de este plan conciente y cínico del enemigo no se hicieron esperar por largo tiempo. Muchos campesinos que no comprendían el objetivo de la lucha, que vivían rodeados de una gran miseria y padeciendo una brutal explotación, al ver aparecer el Ejército Rebelde por sus respectivas zonas, a sus desgracias anteriores había que sumar la peor de todas, según ellos consideraban, era la de los bombardeos señalados. Los más atrasados y menos comprometidos razonaban así: “Antes vivíamos mal, pero desde que llegaron los rebeldes vivimos peor”.      
 
En el mes de mayo, Raúl recibió una fotografía tomada dentro de la Base Naval norteamericana de Guantánamo, donde se veían claramente dos aviones de Batista cargando armamento y, más revelador aún, un documento arrancado de los registros de embarques que detallaba la salida el 8 de mayo de uno de los envíos.
 
“Iba en un  jeep por aquellas lomas a verme con Tomassevich y Efigenio  pero  ya llevaba en el bolsillo el informe sobre los bombardeos…”, eso nos cuenta a unos poquitos en un saloncito de Protocolo del teatro Karl Marx, en marzo del 2009[2].
 
Me impresionó -al oírlo- que Raúl conservara tan nítidamente aquellos recuerdos (nadie sabía ni estaba acordado hablar de esta Operación), pero sobre todo los argumentos de los campesinos entrampados en medio de una guerra que no acababan de reconocer como suya, y esta confesión significaba un duro golpe, un impacto emocional con consecuencias de difícil pronóstico para la estrategia que pretendía desarrollar en el II Frente.
 
Relató  que en medio del bombardeo entró en una cueva:
 
Se me acercó una niñita y me dijo ¿quieres que te peine? Le dije que sí. No sé cuántos días hacía que no me bañaba y mi cabeza era un pajonal tremendo. Volvió con una tela blanca o una toalla y empezó a desenredarme el pelo…caían unos piojos gigantes, parecían cucarachas…
 
Desde que recibí los dichosos papeles, frente a cada bombardeo, frente a cada cadáver de cada civil muerto, mujer o niña destrozado por las bombas, frente a cada poblado arrasado por la aviación, pensaba en la forma de detener esos métodos bárbaros (…)
 
Alrededor del 17 de junio, encontrándome en el Puerto de Mando del Cmdte. Ameijeiras… analizábamos las operaciones militares de ese momento. Estábamos en un ranchito abandonado y nos sorprendió un bombardeo, tratábamos de protegernos corriendo hacia un cafetal cercano, buscando una cueva que sabíamos existía en el lugar. La encontramos repleta de familias campesina con el espanto reflejado en los rostros, algunos de los cuales no podían ocultar su manifiesta hosquedad hacia nosotros.
 
Un viejo campesino, con pesar y hasta con cierta indiferencia, mirándome fijamente me preguntó: ¿Cuándo se va a acabar esto? No encontraba mucho que decirle, me limité a contestarle: no se preocupe que esto se va a acabar pronto. Si, será cuando hayan acabado con nosotros, concluyó el anciano mientras seguía sentado en el suelo.
 
Frente a esta situación incomoda decidí salir de la cueva, sentarme cerca de su entrada y a la sombra del cafetal esperar el final del bombardeo. Armé mi hamaca entre dos cafetos, a unos 40 ó 50 metros distantes de la entrada de la cueva…y fue precisamente allí, después de pensar un buen rato, donde tomé la decisión de proceder a detener a los ciudadanos norteamericanos que estuvieran a nuestro alcance, y producir un escándalo internacional, utilizando las pruebas que ya teníamos en nuestro poder…
 
…el 22 de junio de  1958, después de una reunión con diferentes oficiales del Estado Mayor, se informó de los documentos que poseíamos, de la difícil situación general que confrontábamos, les impuse de la decisión que había tomado, e inmediatamente nos dimos a la tarea de analizar las repercusiones así como las consecuencias, sin ignorar por lo tanto, la gravedad del paso que estábamos dando.
 
En primer lugar, la responsabilidad en que yo incurría al tomar esta decisión “por la libre”, sin consultar con la Comandancia General de la Sierra Maestra.
 
Casi con las mismas palabras, esa noche de marzo Raúl nos dijo que él sabía todos los riesgos, incluida su desobediencia al Comandante en Jefe y  me sorprendió con una pregunta: “¿Tú quieres hacer una película con eso? Yo no la veo…, pero la ofensiva de verano que dirigió Fidel… Ahí sí.”
 
Alfredo Guevara y sobre todo Eusebio Leal seguían este intercambio palabra por palabra. Esa noche asistimos a una suerte de “revelación”. Oíamos un testimonio de primera mano que invitaba al conocimiento y estudio de la Historia desde todos los ángulos y a descubrir las complejidades de cada situación. Tener esta visión será crucial para los análisis que tendrán que venir.
 
Me animé a decirle a Raúl que la historia que  nos contaba estaba llena de emoción y de conflictos y aunque conocía su testimonio (parte del cual ustedes leen ahora) y el de otros participantes y creía que  ese suceso estaba perdido en el tiempo, casi desconocido, convertido, a veces, sólo una referencia, sin embargo estaba repleto de ideas, de conflictos, matices y contradicciones,  esenciales para una película. Ofrecía, además, la libertad de buscar esencias y raíces de una historia tan particular como esta. Alfredo sabía que faltaban estas tramas en el cine cubano.
 
¿Serían capaces de intervenir militarmente en Cuba? No éramos un Estado legalmente constituido contra el cual podrían ellos actuar. Legalmente, el Estado estaba representado por su títere Batista, y las intervenciones descaradas, con cualquier pretexto, al estilo de 1898, no eran posibles a mediados del siglo XX, ni podía permitirlo la opinión pública mundial y, sobre todo, la opinión continental. Ellos no tendrían más remedio que venir a parlamentar con nosotros la libertad  de los norteamericanos que pensábamos capturar… El día 26 de junio todas la unidades sabían la misión que tenían que cumplir.
 
Los ataques  contra dos cuarteles en Moa marcaron el inicio de la “Operación Antiaérea”:
 
El capitán Soto, a pesar de las pocas armas que se le habían asignado para dicha Operación, avanzó impetuosamente hasta llegar a introducirse en las propias trincheras enemigas donde una granada lo mató.
 
La muerte de los otros cinco compañeros que cayeron en una emboscada cuando se retiraban, fue consecuencia de la irresponsabilidad y cobardía de dos oficiales que más tarde fueron degradados, expulsados el Ejército Rebelde y condenados a prisión hasta que concluyera la guerra por su irresponsabilidad en los hechos…
 
Esta acción fue  el único combate en el desarrollo de la Operación. Las unidades rebeldes capturaron 49 norteamericanos: componían el grupo Infantes de Marines presentes en la zona y empleados de un grupo de Compañías: United Fruit Sugar Company, Moa Bay Company, Nicaro Níckel Company.
 
Llegué al pueblo de Andrés en las márgenes del río Sagua de Tánamo, donde estaba el puesto de mando del capitán Pedro Sotto, y allí en su propia jefatura, de donde salió muchas veces a cumplir acciones heroicas, ahora se encontraba tendido, junto a los otros cinco compañeros caídos en la acción de Moa. Allí estaban  los doce norteamericanos capturados en dicho lugar, los que mandé a sacar del local para que no oyeran nuestras palabras al despedir el duelo de los compañeros caídos y evitar tener que ligarlos inconscientemente a la indignación general que todos experimentábamos en esos momentos…
 
Copio algunas notas tomadas por el cap. Cuza[3] que se encontraba presente: “Raúl nos habló de la importancia que tenía la Operación realizada, pues el mundo se enteraría de que el pueblo de Cuba estaba dispuesto a pagar cualquier precio por la victoria y que el anhelo de libertad de nuestros mambises vivía en nuestra generación, que al conjuro de ‘Libertad o Muerte’ íbamos a vencer, que la opinión pública mundial sabría que nuestro pueblo estaba siendo asesinado por la dictadura de Batista con armas  que le proporcionaba el Gobierno Norteamericano, y que en nuestro poder obrara fotos de los aviones del dictador cargando bombas en la Base Naval de Guantánamo.”
 
La Orden Militar No.30 se había cumplido a plenitud.
 
A finales de Junio llegó la compañera Déborah, entrando por la vía de Alto Songo, coincidiendo con el Cónsul del Gobierno norteamericano en Santiago de Cuba…  
 
El último avión de la tiranía batistiana que operó durante esos días por el territorio del II Frente, fue precisamente una avioneta artillada, que ametralló el jeep donde iba el Cónsul hacia su destino.
 
En todo este relato hay un encadenamiento de sucesos, puntos de giro, contradicciones y conflictos, claroscuros, matices que hacen posible estructurar un relato de esta realidad, e imaginar sentimientos, emociones, situaciones que pueblan las historias en el cine y la literatura. Permiten especular y aventurar reflexiones desde un hoy que ya sabemos el final.
 
Los problemas reales encontrados por el Jefe guerrillero: la urgencia de lo que ahora percibe, que no es exclusivamente asentar un Frente y operar contra los soldados; los reproches de los campesinos por los bombardeos, y también lo que ve. Todo esto va o impulsa a buscar un camino que implica asumir  toda la responsabilidad. No puede esperar 20 días para que el Comandante en Jefe apruebe esta idea, que significa posponer un plan, no cumplir una orden. Todos coinciden en que puede desatarse una situación más grave de la que ya viven, pero la tragedia de las muertes de civiles pesa más. Las acciones se suceden y hay solo un combate. Sin embargo, el éxito del combate está lleno de tristeza. Hay 12 rehenes en el escenario fúnebre, constancia de la victoria, pero el Jefe guerrillero no quiere que formen parte de ese momento, íntimo y triste, cuando le habla a las tropas, a sus compañeros: Pedro Sotto Alba ha muerto.
 
La aviación desapareció completamente de los cielos del II Frente.
 
Las mujeres y los niños salieron de las cuevas volviendo a sus hogares; a los rostros infantiles volvió nuevamente la alegría; los campesinos, conociendo ya hasta el nombre de la Operación, y viendo los resultados de la misma, cuando se encontraban con algunos de nuestros combatientes, les decían en tono jocoso: “Óiganme, mándenos para el barrio nuestro un par de yanquis, de esos antiaéreos, y no vayan a soltarlos de ninguna manera”.
 
A mí me cuenta luego, cuando casi estoy viendo la película de la Operación Antiaérea ante mis ojos: “Vilma (Déborah) se ocupó de curarme o quitarme aquellos  piojos y, sí, Tomassevich y Efigenio discutían… ¿quién no?”
 
Raúl comprendió que si no hacía algo, si no provocaba un giro en la situación, esos campesinos no iban a confiar en el Ejército Rebelde y eso podía significar, a la larga, no ganar la guerra. Tenía que conquistar esa confianza y corresponderles: ese era el significado y esencia de la Operación Antiaérea. El Jefe guerrillero se enfrentó al dilema de la creación y la disciplina. Estaba ante un conflicto no previsto. Por fortuna se  arriesgó esa vez y muchas veces más. Ganó la creación y el futuro.
 
Notas
 
[1] Publicado el 7 de julio de 1963 en el Suplemento “Hoy Domingo”, del periódico “HOY”. Todas las citas con sangrías en este artículo pertenecen a ese texto.
 
[2] Esa noche se celebró el 50 aniversario de la fundación del ICAIC con el estreno del filme “Ciudad en Rojo”, de la cineasta y autora de este texto Rebeca Chávez.
 
[3] José L.Cuza Téllez Girón. Fue Jefe de la Marina de Guerra Revolucionaria. Almirante –R-.