Herederos de la historia, los herederos de Fidel
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Seguramente la Historia sospechó aquel 13 de agosto de 1926, que no fue el suyo un alumbramiento cualquiera. Fidel nació de ella, con el permiso de Lina, la historia fue quien de manera irrefutable le engendró.
Tan dominante fue el genotipo de su progenitora, que encontró la forma de nacer todos los día, luego de la muerte, incluso.
Poco importa si en Birán, en Holguín o en Santiago, surgió entre los cedros el hombre Caguairán. Supo nutrirse de una savia tan genuina, que alcanzó para hacer retoñar a un país, como si retoñar bastara para expresarlo. Tanto le dio Fidel a Cuba.
Puesto que Varela nos enseñó primero en pensar, pasó por entre siglos el Guerrillero del tiempo para enseñar a soñar, a creer, obrar, ir por el bien y resistir.
Llegó la hora de probar que somos buenos aprendices; nosotros, herederos de Fidel y de la Historia, hemos de hacerle vivir, porque nuestra es la leyenda del hombre época, hombre árbol, hombre humanidad hecho Revolución.
Y es que ha vuelto a nacer en sucesos extraordinarios o cotidianos, en las vacunas anticovid aportadas por Cuba, en la voz de los científicos que citan al principal impulsor de la biotecnología.
En los campismos populares cada verano, otra vez Fidel, como líder creador vuelve a los recuerdos, el fundador de hospitales y de escuelas. Protagonista de anécdotas por doquier, de los Joven Club de Computación, de tal o más cuál industria, de combatientes que le conocieron, los poemas de Carilda. La gente no lo olvida porque lo impide la fuerza de la utilidad, la gente fiel, los leales a su impronta.
Con las medallas y el himno que entonan los atletas, en el sentimiento que junta a todos los hijos de Cuba aupados por las emociones de la gloria olímpica, también vuelve el amante del deporte que fue.
Cuando piensas que ahora mismo hasta la suerte nos golpea, surgen ejemplos de buena voluntad y en las vivencias de algunos, sientes que tu isla parió un cubano aferrado a la justicia como pocos y vuelve a nacer cuando todos nosotros amamos y creemos en lo justo cual irrenunciable vocación. Nadie ha dico que es fácil en medio de realidades tan difíciles, en una Cuba que es muchas a la vez.
Pero un hombre ha fijado sobre la eternidad los pasos, el hombre que se hizo nación a un grito colectivo, aquellas voces que aseguraron ser Fidel una mítica noche de 2016 en la Plaza, le siguieron cientos, le ratificaron millones; porque más que un compromiso con la obra del líder, de un estado de gratitud sin precedentes, se conmovió la isla toda bajo el efecto Patria que solo personajes de su estirpe despiertan.
El hombre también se hizo canción, se hizo cabalgata de un pueblo a estela de todos los imprescindibles. Se hizo lágrima en tantos y tantos rostros, el hombre vibró en la garganta de una Corina Mestre, que para él, tiró abajo los portones de la Historia en poema sublime.
Se hizo descubrimiento de niños, recuerdo presente, lugares recorridos, pasión, ícono, bandera, razón. El hombre no ha dejado de ser.
Es singular tormenta en liras de Buena Fe, no asusta la tempestad si se le guía a buen curso. A sangre y sudor se hizo cosecha tras los pasos del hombre país ¿Cómo no sentirlo latir todavía? Claro que está y se le espera a diario, vive por sí solo y Cuba tiene el reto de hacerle vivir.
Ahora mismo, hacerle vivir, se trata de asumir el servicio de darse al bienestar de los otros. Entender las esencias que ponen al ser humano en el centro de la sociedad, se llama sentido común, se llama intransigencia ante todo lo que daña o resta. Venga usted con buenas obras, de lo justo que hagamos, depende nuestra sobrevida y la de Fidel.