Santiago de Cuba resulta un signo querible, pero al mismo tiempo indispensable en el proyecto emancipatorio de Fidel. En su alegato de autodefensa La Historia me Absolverá, consignaba la seguridad de contar con el pueblo. Y habló del valor, del civismo, del coraje sin límites, de la rebeldía y del patriotismo de los hijos de la vieja capital oriental.
 
Aquel primero de enero de 1959, las primeras palabras a sus compatriotas, fueron precisamente autos de fe: “Al fin hemos llegado a Santiago”. Como dictando otra sacra escritura ante el altar glorioso de la Patria, el Comandante en Jefe habló entonces del duro y largo camino hasta Santiago.
 
El presidente de la Unión de Historiadores de Cuba (UNHIC) en el Centro Fidel Castro Ruz, el investigador, escritor y periodista cubano Abel Aguilera Vega, recordó la cercanía afectiva del Líder de la Revolución Cubana desde su niñez con la rebelde, hospitalaria y heroica ciudad.
 
Abel Aguilera Vega recordó aquellas primeras horas tras la extraordinaria victoria, en que Santiago de Cuba fue la capital provisional del país, como el propio Fidel expresó en su histórico discurso de ese día frente al Parque Céspedes de la heroica ciudad.

Desde diciembre de 2016, tras su partida a la inmortalidad, la vocación del Comandante invicto reposa y sigue siendo inspiración para encarar la empresa dura y llena de peligros de su pueblo, en aquella comarca que él definió como “el baluarte más firme de la Revolución”.