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Fidel recuerda los sucesos del Moncada (Parte II)

Fecha: 

26/07/2022

Fuente: 

Centro Fidel Castro Ruz

Autor: 

Los primeros esfuerzos organizativos del núcleo inicial de nuestro movimiento se concretaron a crear e instruir los primeros grupos de combate, con la idea de participar en la lucha común con todas las demás fuerzas oposicionistas, sin ninguna pretensión de encabezar o dirigir esa lucha. Como humildes soldados de fila, tocábamos a las puertas de los dirigentes políticos ofreciendo la cooperación modesta de nuestros esfuerzos y de nuestras vidas y exhortándolos a luchar.
 
Ellos tenían los medios económicos, las relaciones, la ascendencia y los recursos para emprender la tarea de los cuales nosotros carecíamos por completo. Dedicados febrilmente al trabajo revolucionario, un grupo de cuadros, que constituyó después la dirección política y militar del movimiento, nos consagramos a la tarea de reclutar, organizar y entrenar a los combatientes. Fue al cabo de un año de intenso trabajo en la clandestinidad, cuando arribamos a la convicción más absoluta de que los partidos políticos y los hombres públicos de entonces engañaban miserablemente al pueblo.
 
Entretanto, nuestra organización había crecido notablemente y disponía de más hombres entrenados para la acción que el conjunto de todas las demás organizaciones que se oponían al régimen. Nuestros jóvenes combatientes habían sido reclutados, además, en las capas más humildes del pueblo, trabajadores en su casi totalidad, procedentes de la ciudad y del campo, y algunos estudiantes y profesionales no contaminados por los vicios de la política tradicional ni el anticomunismo que infestaba el ambiente de la Cuba de entonces. Esos jóvenes llevaban, en su corazón de patriotas abnegados y honestos, el espíritu de las clases humildes y explotadas de las que provenían y sus manos fueron suficientemente robustas y sus mentes suficientemente sanas y sus pechos suficientemente valerosos para convertirse más tarde en abanderados de la primera revolución socialista en América. (I)
 
Nosotros éramos un puñado de hombres, no pensábamos con un puñado de hombres derrotar a la tiranía batistiana, derrotar a sus ejércitos, no. Pero pensábamos que aquel puñado de hombres podía ocupar las primeras armas para empezar a armar al pueblo; sabíamos que un puñado de hombres podría bastar, no para derrotar aquel régimen, pero si para desatar esa fuerza, esa inmensa energía del pueblo que sí era capaz de derrotar a aquel régimen.
 
Sí teníamos una absoluta fe en el pueblo, y toda la estrategia de la Revolución se basó siempre en el pueblo, siempre —lo hemos dicho en otras ocasiones— en una gran confianza en el pueblo, en una gran convicción acerca de las enormes energías morales del pueblo, acerca de la enorme fuerza revolucionaria que se encerraba en el pueblo. (II)
 
El ataque al cuartel Moncada fue la réplica enérgica y digna al 10 de marzo, fue la réplica decidida a aquel gobierno instaurado a fuerza de bayonetas; y fue la respuesta que, una vez superados los primeros reveses, una vez superadas las deficiencias, una vez superada la inexperiencia, una vez desarrollada plenamente, hizo posible lo que antes parecía imposible: hizo posible la destrucción de un ejército moderno, en contra de una serie de teorías según las cuales el pueblo no podía luchar contra esa fuerza; hizo posible lo que parecía imposible, pero no fue un milagro. (III)
 
Factores absolutamente accidentales desarticularon la acción. La guerra nos enseñó después a tomar cuarteles y ciudades. Pero si con la experiencia que adquirimos en ella se hubiese planteado de nuevo la misma acción, con los mismos medios y los mismos hombres, no habríamos variado en lo esencial el plan de ataque. Sin los accidentes fortuitos que infortunadamente ocurrieron, lo habríamos tomado. Con una mayor experiencia operativa lo habríamos podido tomar por encima de cualquier factor accidental. (IV)
 
El cuartel Moncada no cayó. Factores imprevistos hicieron fallar el intento de ocupar la fortaleza, factores imponderables. Aquello habría podido ser un duro golpe para nosotros, para nuestra convicción y nuestra fe de que aquel era el camino; aquello pudo circunstancialmente fortalecer la opinión de aquellos que afirmaban que no era posible luchar contra el ejército de Batista; pudo circunstancialmente fortalecer la opinión de los politiqueros y los argumentos de los politiqueros en favor de las componendas electoreras donde jamás el pueblo obtiene nada. Sin embargo, nuestra fe se mantuvo firme, inconmovible, de que aquel era el camino; y nos dimos de nuevo a la tarea, ya con más experiencia, ya más elaborada, de llevar adelante aquella lucha. (V)
 
Lo más admirable de aquellos hombres que participaron en la operación, es que, habiendo entrado en combate por primera vez, arremetieron con tremenda fuerza los objetivos que tenían delante, creyendo que se hallaban ya dentro de las fortificaciones, cuya configuración exacta ignoraban. Pero la lucha se había entablado por desgracia en las afueras de la fortaleza. Con aquel ímpetu con que descendieron de sus carros, ninguna tropa desprevenida los habría podido resistir. (VI)
 
En una sola cosa somos iguales al 26 de Julio de 1953: la misma fe en los destinos de la patria, la misma confianza en las virtudes de nuestro pueblo, la misma seguridad en la victoria, la misma capacidad de soñar con todo aquello que serán realidades de mañana por encima de los sueños ya realizados de ayer.
 
Nuestra filosofía desde el 26 de Julio de 1953, pudiera decirse que desde mucho antes, el 10 de octubre de 1868, es que los cubanos nos hemos sentido capaces de luchar por nuestra libertad y defenderla. (VII)
 
Ninguno de nosotros podíamos imaginarnos en ese momento que cada año, cada 26 de julio, habríamos de reunirnos con el pueblo para conmemorar aquella fecha. No eran esos los cálculos, los objetivos que entraban en nuestras mentes. (VIII)
 
El Moncada nos enseñó a convertir los reveses en victorias. No fue la única amarga prueba de la adversidad, pero ya nada pudo contener la lucha victoriosa de nuestro pueblo. Trincheras de ideas fueron más poderosas que trincheras de piedras. Nos mostró el valor de una doctrina, la fuerza de las ideas, y nos dejó la lección permanente de la perseverancia y el tesón en los propósitos justos. Nuestros muertos heroicos no cayeron en vano. Ellos señalaron el deber de seguir adelante, ellos encendieron en las almas el aliento inextinguible, ellos nos acompañaron en las cárceles y en el destierro, ellos combatieron junto a nosotros a lo largo de la guerra. (IX)
 
La gran lección del 26 de Julio es la importancia de las masas en la lucha, la importancia del pueblo en la lucha revolucionaria, y el valor de la constancia y la perseverancia en el esfuerzo. ¡No desalentarse ante ningún revés, ante ninguna dificultad! (X)
 
Desde que el 26 de Julio de 1953 atacamos el Moncada hemos logrado e incluso rebasado los objetivos que nos propusimos entonces, aunque las tareas eran más difíciles de lo que en aquel tiempo fuimos capaces de suponer.
 
Pero si aquel día éramos un puñado de hombres, hoy somos un pueblo entero conquistando el porvenir. (XI)
 
Bibliografía tomada de Versiones Taquigráficas del Consejo de Estado
 
I- Discurso pronunciado por el Comandante en Jefe Fidel Castro Ruz, primer secretario del Comité Central del Partido Comunista de Cuba y primer ministro del gobierno revolucionario, en el acto central en conmemoración del XX aniversario del ataque al cuartel Moncada, efectuado en el antiguo cuartel convertido hoy en escuela, en Santiago de Cuba, Oriente, el 26 de julio de 1973, “Año del XX Aniversario”.
 
II- Discurso pronunciado por el Comandante Fidel Castro Ruz , primer secretario del Comité Central del Partido Comunista de Cuba y primer ministro del gobierno revolucionario, en la conmemoración del XIII aniversario del asalto al cuartel Moncada, en La Habana, Plaza de la Revolución, efectuado en el antiguo cuartel convertido hoy en escuela, en Santiago de Cuba, Oriente, el 26 de julio de 1966, “Año de la Solidaridad”.
 
III- Discurso pronunciado por el Comandante Fidel Castro Ruz, primer secretario del PRUS y primer ministro del gobierno revolucionario, en la clausura del chequeo final de la tercera zafra del pueblo, celebrada en el teatro Chaplin, el 27 de junio de 1963, “Año de la Organización”.
 
IV- Ibídem (I)
 
V- Ibídem (III)
 
VI- Ibídem (I)
 
VII- Discurso pronunciado por el Comandante en Jefe Fidel Castro Ruz, primer secretario del Comité Central del Partido Comunista de Cuba y presidente de los Consejos de Estado y de Ministros, en el acto central por el XXX aniversario del ataque al cuartel Moncada, celebrado en Santiago de Cuba, el 26 de julio de 1983, “Año del XXX Aniversario del Moncada”.
 
VIII- Ibídem (II)
 
IX- Ibídem (I)
 
X- Discurso pronunciado por el Comandante en Jefe Fidel Castro Ruz, primer secretario del Comité Central del Partido Comunista de Cuba y primer ministro del gobierno revolucionario, en el acto central en conmemoración del XXII aniversario del ataque al cuartel Moncada, efectuado en la ciudad de Santa Clara, Las Villas, el 26 de julio de 1975, “Año del Primer Congreso”.
 
XI- Ibídem (I)