Fidel Castro: “Es el Apóstol el guía de mi vida”
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Fidel Castro fue un gran martiano por excelencia y discípulo del pensamiento y la obra del Apóstol de Cuba: José Martí. El año 1953, se convertiría en un homenaje perenne al Maestro. En el centenario de su nacimiento, aquella generación estaba dispuesta a lograr la libertad de Cuba y asaltan los cuarteles Moncada, en Santiago de Cuba, y Carlos Manuel de Céspedes, en Bayamo, el 26 de julio de 1953.
La proeza fracasó lamentablemente, pero el juicio, celebrado el 16 de octubre de 1953, se convertiría en uno de los escritos más populares en la Historia de Cuba: “La Historia me absolverá”. Una denuncia sin precedentes donde Fidel cita varias veces principios expuestos por Martí como germinación del legado martiano e insiste en la importancia para el pueblo cubano en no dejar morir a su Apóstol.
Fidel confirma que él fue el autor intelectual de aquella proeza cuando expresa:
“De igual modo se prohibió que llegaran a mis manos los libros de Martí; parece que la censura de la prisión los consideró demasiado subversivos. ¿O será porque yo dije que Martí era el autor intelectual del 26 de Julio? Se impidió, además, que trajese a este juicio ninguna obra de consulta sobre cualquier otra materia”.
Y agrega: ¡“No importa en absoluto! Traigo en el corazón las doctrinas del Maestro y en el pensamiento las nobles ideas de todos los hombres que han defendido la libertad de los pueblos”.
Sobre sus compañero caídos afirma: “Mis compañeros, además, no están ni olvidados ni muertos; viven hoy más que nunca y sus matadores han de ver aterrorizados cómo surge de sus cadáveres heroicos el espectro victorioso de sus ideas. Que hable por mí el Apóstol: “Hay un límite al llanto sobre las sepulturas de los muertos, y es el amor infinito a la patria y a la gloria que se jura sobre sus cuerpos, y que no teme ni se abata ni se debilita jamás; porque los cuerpos de los mártires son el altar más hermoso de la honra””.
Se recuerda con profunda emoción cuando casi terminado su defensa aquel joven abogado dice: “Parecía que el Apóstol iba a morir en el año de su centenario, que su memoria se extinguiría para siempre, ¡tanta era la afrenta! Pero vive, no ha muerto, su pueblo es rebelde, su pueblo es digno, su pueblo es fiel a su recuerdo; hay cubanos que han caído defendiendo sus doctrinas, hay jóvenes que en magnífico desagravio vinieron a morir junto a su tumba, a darle su sangre y su vida para que él siga viviendo en el alma de la patria. ¡Cuba, qué sería de ti si hubieras dejado morir a tu Apóstol!”
Después del triunfo de la Revolución cubana, el 27 de enero 1960, reflexiona:
“¿Por qué se pudo llevar adelante la última guerra libertadora? ¿Por qué se pudo alcanzar la victoria? ¿Por qué avanza la Revolución? Se logró porque habían virtudes en nuestro pueblo, y esas virtudes fueron el fruto de las semillas que sembraron los fundadores de nuestra República, de la semilla, de la abundante semilla que sembró nuestro Apóstol José Martí. Porque ese amor acendrado a la libertad, esa prédica constante de dignidad, ese sentido humano del pensamiento martiano, ese odio a la tiranía, ese odio al vicio, ese odio a la esclavitud que lo hizo decir: “sin Patria, pero sin amo”, sin Patria, pero sin amo, es decir preferir la muerte a tener un amo, esa prédica fue la que nutrió el espíritu rebelde y heroico de nuestro pueblo, que allá en Santiago de Cuba, junto a la tumba de Martí, en el Año del Centenario, ofrendó la vida de casi un centenar de jóvenes.”
Ambos continuarán llamando al pueblo a recordar y honrar su historia, a perseverar y mantenerse firmes en la defensa de la justicia, la igualdad, la independencia y la soberanía. Y se puede afirmar que Fidel fue su más logrado discípulo y continuador, cuando el 29 de mayo de 1955 declarara: “Es el Apóstol el guía de mi vida”.