Errol Flynn vino a Cuba para ver a Fidel hace 50 años
Fecha:
27/06/2009
Fuente:
Cubadebate
Autor:
El actor hollywodense Errol Flynn cumpliría 100 años de nacido el 20 de junio del 2009, de no haber muerto prematuramente en octubre de 1959, cuando ya había cumplido su última aventura: acompañar a los rebeldes de Fidel Castro en los cinco días finales de la dictadura batistiana y entrar victorioso con esos combatientes en Santiago de Cuba.
Nació en Australia como Robert Taylor, Mel Gibson o Kate Blanchett, hijo de Theodore Thomson Flynn,oceanógrafo, biólogo y botánico de origen irlandés, Errol desde niño mostró una personalidad hiperactiva, indisciplinada, impulsiva y aventurera, ideal para Hollywood.
Matriculó en el exclusivo Eton College, y acabó en París, tras ser expulsado por indisciplinado de la férrea institución británica donde cursaba.
Dedicado al deporte total optó por el boxeo y formó parte del equipo de esgrima australiano de los Juegos Olímpicos de 1928 en Ámsterdam.
Hollywood incluyó en su nómina de galanes a muchos atletas olímpicos, por ejemplo Johnny Weissmuller, el más famoso Tarzán de la historia, fue campeón de natación, como Buster Crabbe (Flash Gordon) o Herman Brix-Bruce Bennett (El tesoro de la Sierra Madre) en el disco.
Por aquella época Australia tenía una poderosa industria cinematográfica que atrajo a muchos occidentales como el actor inglés Roy Redgrave, el abuelo de la legendaria Vanessa Redgrave y padre de Michael Redgrave, según me contó la actriz de Julia en diciembre pasado.
El joven Flynn, pelirrojo, alto, apuesto y simpático fue captado de inmediato para el séptimo arte.
Pero lejos de allí, en Hollywood, Irving Thalberg, el niño prodigio de la Metro Goldwyn Mayer preparaba Motín a bordo, con Clark Gable en el rol de Christian Fletcher y Charles Laughton en el del cruel y valiente capitan Bligh.
La Metro no quería competidores y cuando los productores estadounidense se enteraron que existía una primera versión sobre el amotinamiento realizada en Australia ordenaron comprar todas las copias para (sencillamente) quemarlas (crimen de lesa cinematografía).
Antes de cremar el material vieron el filme y descubrieron a un deslumbrante actor en el rol de Christian Fletcher, nada menos que Errol Flynn y decidieron contratarlo.
Errol Flynn desembarcó por San Francisco, marchó a Los Angeles y no fue a dar a la Metro sino a la Warner Bros. El cerebro de esa compañía, el viejo Jack Warner quedó prendado del joven por su innegable atractivo, atributos físicos y una personalidad histriónica y desbordante.
El capitán Blood (1935), fue su primer filme hollywoodense con éxito total. Hacía falta un relevo de las glorias de Doug Fairbansk y allí estaba ese mozalbete díscolo, gamberro como pocos, pero simpatico y de una personalidad imantada.
Al primer éxito le seguirían La carga de los 600 (1936); El Halcón de los mares y Robin Hood (1938).
Jack Warner situó a su lado como eterna novia a Olivia de Havilland, de villano al inglés Basil Rathborne (conocido también por los roles de Sherlock Holmes) y de amigo sempiterno al estadounidense Alan Hale.
Aventurero, galán, héroe, Errol Flynn se erigió en una mina de oro para la Warner y ya podía tomarse libertades como servir de reportero para la cadena Hearts durante la guerra civil española (1936-1939).
En esa década del 30 precisamente realizó su primer viaje a Cuba con Lily Damita, quien era su esposa y actriz muy recordada por acompañar a Gary Cooper en la excelente Jornada Trágica.
El astro australiano solía emborracharse en las cantinas habaneras, y sobre todo en el Sloopy Joe, junto a colegas de la fama de Richard Dix (Cimarrón), Tyrone Powers (Jesse James) o César Romero.
Visitaba a Hemingway en Finca Vigía y la pasaban en grande junto a Ava Gardner, la diva sexual que Darryl Zanuck llamó “el animal más bello del mundo”.
A finales de 1958 volvió a Cuba para rodar La pandilla del soborno, en la que trabajó Carlos Mas, aquel formidable actor que algunos recuerdan en el papel cómico de Simplicio.
BUSCANDO A FIDEL
Batista se estaba cayendo y al escuchar que un joven abogado llamado Fidel Castro peleaba victoriosamente en las montañas buscó contacto con él.
Flynn llegó hasta Fidel por el central América, en la antigua provincia de Oriente, al oriente de la Isla, cuando el líder rebelde realizaba su exitosa campaña de liberación en el valle del Cauto.
Luego de permanecer cinco días con los rebeldes entró con estos a Santiago de Cuba. De estas experiencias el astro de Murieron con las botas puestas dejó constancia en un relato personal que tituló «Castro y yo» y que apareció en la revista Bohemia, meses más tarde.
«Pronto estuvimos en el aire -apunta-, con un piloto silencioso, sobrepasando cordilleras y montañas [...] tenía un revólver a su lado y me dijo: ΄Está cargado y con una bala en el directo; es para mí en caso de caer prisionero΄» Apenas dos horas después de dejar al actor en territorio libre, el conductor del aeroplano cae prisionero. Una ametralladora de mano lo hizo pedazos, agujereándole el cuerpo de arriba abajo.
Los guardias batistianos esperaban el regreso de Flynn, que viajaban al interior del país con el pretexto de buscar locaciones para el rodaje de una película. “En realidad -refiere-, esto era cierto en parte porque yo originalmente había pensado en entrevistarme con Castro con vistas a un filme sobre él y su Movimiento.”
El 27 de diciembre se encuentran. “Castro estaba sentado en una cama. No pude distinguirle la cara muy bien. Se le enmarcaba la barba y estaba ocupado: tenía los oídos pegados a la pequeña bocina de un receptor de radio. Sobre una mesa, a menos de medio metro de él, un revólver belga, un arma de pavoroso aspecto”, escribe. Un intérprete los ayuda en la conversación:
- ¿Debo llamarle Comandante, señor Castro o qué?
- Llámeme como todo el mundo me llama, Fidel. Tiene libertad de hacer lo que quiera hable con quien lo desee, tome todas las fotos que le venga en gana…
- ¿Puedo tomar su fotografía…?
- La mía, la de mi secretaria, la de todo el mundo. Tiene usted completa libertad.
En un limitado español Flynn pregunta a Fidel si tiene algún inconveniente en que, de cuando en cuando, se toque con un trago de ron cubano.
“No objetó -relata-, pero en lo que a él respecta no gusta de licores de ninguna especie. Deduje, por la forma en que expuso sus objeciones, que estaba tratando de darme a entender que padecía, en verdad, de alergia al alcohol. Entonces le dije: Yo padezco lo mismo, pero gracias a mi gran disciplina he logrado vencer esa alergia.”
En un jeep se mueven por arduos caminos “este remolino con Castro -aseveró-, fue de los varios recorridos que hice por las poblaciones vecinas, visitando lugares liberados [...] Creo que la gente lo conocerá, a la gente les alegrará saber que alguien en los Estados Unidos, a quien tal vez han visto en la pantalla, se interesa bastante para venir de tan lejos a verlos, me dijo Fidel. Creí que yo le cansaría cuando en realidad fue él quien por poco me desencuaderna durante varios días de viaje por aquellos caminos polvorientos.”
A Errol y a su fotógrafo lo despiertan de modo precipitado. El tirano ha huido. Los rebeldes entrarán pronto a Santiago. Flynn tomaba notas constantemente. “Era el único corresponsal de guerra norteamericano con Castro y a ningún otro de los Estados Unidos le permitían estar con él”, relata en su reportaje.
El prolijo y extenso relato que hace en la revista cubana Bohemia dejó en Errol Flynn una emoción profunda.
El actor disfrutó plenamente sus días “rebeldes”, la reducida subsistencia y hasta mostró orgullo por una rozadura de metralla en la pantorrilla.
Y por último, valiéndose de su fama, abordó un avión que trajo desde Venezuela hasta Santiago de Cuba a un numeroso grupo de exiliados cubanos y regresó a casa..
De sus experiencias cubanas habló por la televisión estadounidense y sus postreras obras como artista tuvieron temática isleña.
Como productor y reportero realizó el documental The Truth About Fidel Castro Revolution y un film sobre el mismo tema Cuban Store.
El actor en su juventud dilapidó mucha salud, estado que se vio agravado por el paludismo que adquirió cuando pescaba y capturaba piedras preciosas en Nueva Guinea.
Errol Flynn falleció de un infarto cardíaco prematuramente, el 14 de octubre de 1959 en Vancouver, Canadá, con 50 años. Los cinéfilos lo recuerdan como uno de los más espléndidos arquetipos de estrella cinematográfica del Gran Hollywood de los 30 y el 40.
Nació en Australia como Robert Taylor, Mel Gibson o Kate Blanchett, hijo de Theodore Thomson Flynn,oceanógrafo, biólogo y botánico de origen irlandés, Errol desde niño mostró una personalidad hiperactiva, indisciplinada, impulsiva y aventurera, ideal para Hollywood.
Matriculó en el exclusivo Eton College, y acabó en París, tras ser expulsado por indisciplinado de la férrea institución británica donde cursaba.
Dedicado al deporte total optó por el boxeo y formó parte del equipo de esgrima australiano de los Juegos Olímpicos de 1928 en Ámsterdam.
Hollywood incluyó en su nómina de galanes a muchos atletas olímpicos, por ejemplo Johnny Weissmuller, el más famoso Tarzán de la historia, fue campeón de natación, como Buster Crabbe (Flash Gordon) o Herman Brix-Bruce Bennett (El tesoro de la Sierra Madre) en el disco.
Por aquella época Australia tenía una poderosa industria cinematográfica que atrajo a muchos occidentales como el actor inglés Roy Redgrave, el abuelo de la legendaria Vanessa Redgrave y padre de Michael Redgrave, según me contó la actriz de Julia en diciembre pasado.
El joven Flynn, pelirrojo, alto, apuesto y simpático fue captado de inmediato para el séptimo arte.
Pero lejos de allí, en Hollywood, Irving Thalberg, el niño prodigio de la Metro Goldwyn Mayer preparaba Motín a bordo, con Clark Gable en el rol de Christian Fletcher y Charles Laughton en el del cruel y valiente capitan Bligh.
La Metro no quería competidores y cuando los productores estadounidense se enteraron que existía una primera versión sobre el amotinamiento realizada en Australia ordenaron comprar todas las copias para (sencillamente) quemarlas (crimen de lesa cinematografía).
Antes de cremar el material vieron el filme y descubrieron a un deslumbrante actor en el rol de Christian Fletcher, nada menos que Errol Flynn y decidieron contratarlo.
Errol Flynn desembarcó por San Francisco, marchó a Los Angeles y no fue a dar a la Metro sino a la Warner Bros. El cerebro de esa compañía, el viejo Jack Warner quedó prendado del joven por su innegable atractivo, atributos físicos y una personalidad histriónica y desbordante.
El capitán Blood (1935), fue su primer filme hollywoodense con éxito total. Hacía falta un relevo de las glorias de Doug Fairbansk y allí estaba ese mozalbete díscolo, gamberro como pocos, pero simpatico y de una personalidad imantada.
Al primer éxito le seguirían La carga de los 600 (1936); El Halcón de los mares y Robin Hood (1938).
Jack Warner situó a su lado como eterna novia a Olivia de Havilland, de villano al inglés Basil Rathborne (conocido también por los roles de Sherlock Holmes) y de amigo sempiterno al estadounidense Alan Hale.
Aventurero, galán, héroe, Errol Flynn se erigió en una mina de oro para la Warner y ya podía tomarse libertades como servir de reportero para la cadena Hearts durante la guerra civil española (1936-1939).
En esa década del 30 precisamente realizó su primer viaje a Cuba con Lily Damita, quien era su esposa y actriz muy recordada por acompañar a Gary Cooper en la excelente Jornada Trágica.
El astro australiano solía emborracharse en las cantinas habaneras, y sobre todo en el Sloopy Joe, junto a colegas de la fama de Richard Dix (Cimarrón), Tyrone Powers (Jesse James) o César Romero.
Visitaba a Hemingway en Finca Vigía y la pasaban en grande junto a Ava Gardner, la diva sexual que Darryl Zanuck llamó “el animal más bello del mundo”.
A finales de 1958 volvió a Cuba para rodar La pandilla del soborno, en la que trabajó Carlos Mas, aquel formidable actor que algunos recuerdan en el papel cómico de Simplicio.
BUSCANDO A FIDEL
Batista se estaba cayendo y al escuchar que un joven abogado llamado Fidel Castro peleaba victoriosamente en las montañas buscó contacto con él.
Flynn llegó hasta Fidel por el central América, en la antigua provincia de Oriente, al oriente de la Isla, cuando el líder rebelde realizaba su exitosa campaña de liberación en el valle del Cauto.
Luego de permanecer cinco días con los rebeldes entró con estos a Santiago de Cuba. De estas experiencias el astro de Murieron con las botas puestas dejó constancia en un relato personal que tituló «Castro y yo» y que apareció en la revista Bohemia, meses más tarde.
«Pronto estuvimos en el aire -apunta-, con un piloto silencioso, sobrepasando cordilleras y montañas [...] tenía un revólver a su lado y me dijo: ΄Está cargado y con una bala en el directo; es para mí en caso de caer prisionero΄» Apenas dos horas después de dejar al actor en territorio libre, el conductor del aeroplano cae prisionero. Una ametralladora de mano lo hizo pedazos, agujereándole el cuerpo de arriba abajo.
Los guardias batistianos esperaban el regreso de Flynn, que viajaban al interior del país con el pretexto de buscar locaciones para el rodaje de una película. “En realidad -refiere-, esto era cierto en parte porque yo originalmente había pensado en entrevistarme con Castro con vistas a un filme sobre él y su Movimiento.”
El 27 de diciembre se encuentran. “Castro estaba sentado en una cama. No pude distinguirle la cara muy bien. Se le enmarcaba la barba y estaba ocupado: tenía los oídos pegados a la pequeña bocina de un receptor de radio. Sobre una mesa, a menos de medio metro de él, un revólver belga, un arma de pavoroso aspecto”, escribe. Un intérprete los ayuda en la conversación:
- ¿Debo llamarle Comandante, señor Castro o qué?
- Llámeme como todo el mundo me llama, Fidel. Tiene libertad de hacer lo que quiera hable con quien lo desee, tome todas las fotos que le venga en gana…
- ¿Puedo tomar su fotografía…?
- La mía, la de mi secretaria, la de todo el mundo. Tiene usted completa libertad.
En un limitado español Flynn pregunta a Fidel si tiene algún inconveniente en que, de cuando en cuando, se toque con un trago de ron cubano.
“No objetó -relata-, pero en lo que a él respecta no gusta de licores de ninguna especie. Deduje, por la forma en que expuso sus objeciones, que estaba tratando de darme a entender que padecía, en verdad, de alergia al alcohol. Entonces le dije: Yo padezco lo mismo, pero gracias a mi gran disciplina he logrado vencer esa alergia.”
En un jeep se mueven por arduos caminos “este remolino con Castro -aseveró-, fue de los varios recorridos que hice por las poblaciones vecinas, visitando lugares liberados [...] Creo que la gente lo conocerá, a la gente les alegrará saber que alguien en los Estados Unidos, a quien tal vez han visto en la pantalla, se interesa bastante para venir de tan lejos a verlos, me dijo Fidel. Creí que yo le cansaría cuando en realidad fue él quien por poco me desencuaderna durante varios días de viaje por aquellos caminos polvorientos.”
A Errol y a su fotógrafo lo despiertan de modo precipitado. El tirano ha huido. Los rebeldes entrarán pronto a Santiago. Flynn tomaba notas constantemente. “Era el único corresponsal de guerra norteamericano con Castro y a ningún otro de los Estados Unidos le permitían estar con él”, relata en su reportaje.
El prolijo y extenso relato que hace en la revista cubana Bohemia dejó en Errol Flynn una emoción profunda.
El actor disfrutó plenamente sus días “rebeldes”, la reducida subsistencia y hasta mostró orgullo por una rozadura de metralla en la pantorrilla.
Y por último, valiéndose de su fama, abordó un avión que trajo desde Venezuela hasta Santiago de Cuba a un numeroso grupo de exiliados cubanos y regresó a casa..
De sus experiencias cubanas habló por la televisión estadounidense y sus postreras obras como artista tuvieron temática isleña.
Como productor y reportero realizó el documental The Truth About Fidel Castro Revolution y un film sobre el mismo tema Cuban Store.
El actor en su juventud dilapidó mucha salud, estado que se vio agravado por el paludismo que adquirió cuando pescaba y capturaba piedras preciosas en Nueva Guinea.
Errol Flynn falleció de un infarto cardíaco prematuramente, el 14 de octubre de 1959 en Vancouver, Canadá, con 50 años. Los cinéfilos lo recuerdan como uno de los más espléndidos arquetipos de estrella cinematográfica del Gran Hollywood de los 30 y el 40.