El pueblo uniformado
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La victoria de Playa Girón, en abril de 1961, tuvo dos grandes protagonistas. El primero fue el pueblo, estructurado en las Milicias Nacionales Revolucionarias (MNR). El otro el Comandante en Jefe Fidel Castro Ruz, quien avizoró el ataque con mucha antelación. Su dirección exitosa de la batalla, dotes organizativas y la capacidad de preparar y armar a las masas, garantizaron la aplastante derrota del imperialismo.
Inmediato fue el apoyo y la respuesta de los milicianos, ante la agresión militar desatada con el desembarco de la Brigada de Asalto Anfibia 2506, entrenada y financiada por Estados Unidos. Junto a las fuerzas del entonces Ejército Rebelde (ER) y de la Policía Nacional Revolucionaria (PNR), las MNR, fueron las primeras en contener el avance del contingente invasor fuertemente armado y respaldado por efectivos aéreos y navales.
Encima del enemigo extranjero cayó el pueblo uniformado. Bastaron solo 66 horas para que el intento de ocupación fuera aniquilado. Sus fuerzas vivas, desmoralizadas, se pusieron en fuga por los tremedales costeros. Después de capturados, fueron juzgados legalmente en tribunales populares y casi todos intercambiados por alimentos y medicinas para los niños cubanos, tras la admisión de Washington sobre su responsabilidad en los hechos.
El pentágono guarda hacia nosotros todo el odio y todo el rencor de ese revés, el resentimiento y la humillación que, ante el mundo, significó para el poderoso imperio la derrota a manos del pueblo pequeño y heroico de la mayor de Las Antillas.
Nuestro socialismo no vino al mundo en pañales de seda, sino en el rudo algodón de los uniformes de las milicias obreras, campesinas, estudiantiles, de los combatientes del ER y la PNR. No hubo agua bendita en su primer bautismo de fuego en medio del combate contra los enemigos de la nación, sino sangre de patriotas, una vez más derramada en este archipiélago por sus bravos hijos, en su prolongada lucha por la libertad y en su largo camino por la independencia.