El líder con los trabajadores azucareros
Fecha:
08/02/1959
Fuente:
Revista Bohemia
Autor:
Es de vida o muerte el interés de la revolución por la zafra
dijo Fidel en la Asamblea Azucarera
Rota la oprobiosa muralla que " había levantado la tiranía para contener la libre expresión del movimiento obrero, el triunfo del ejército rebelde ha devuelto a los trabajadores el derecho a plantear sus demandas en la plaza pública. Miles de manifestantes se vuelcan diariamente en calles y parques de La Habana y del interior. La Isla entera, tras el histórico sacudimiento que liberó al pueblo de la dictadura, vibra y se conmueve por la inquietud sindical. No podía esperarse otra situación. Los sectores proletarios, barridas las dirigencias que apoyaban el régimen cuartelario, irrumpen en el ámbito de los conflictos sociales con la firme esperanza de satisfacer sus anhelos.
Uno de esos conflictos que amenazó las bases mismas de la seguridad económica y política de la nación, adquirió proporciones alarmantes en el campo azucarero. Viejas demandas cobraron súbitamente un auge extraordinario. La reposición de cientos y cientos de empleados y obreros, lanzados al hambre y la miseria por el déspota, en vergonzoso maridaje con repudiables patronos y líderes obreros sin escrúpulos era el clamor constante de más de 10 000 trabajadores azucareros. El pago de un diferencial decoroso; la superproducción; la mejora salarial y la secular aspiración de introducir cuatro turnos en la industria para aliviar el desempleo, fueron consignas que se agitaron a lo largo de todo el país en una cadena de concentraciones obreras que auspiciaron los líderes revolucionarios de la CTC.
Afortunadamente la palabra mágica de Fidel parece haber detenido la inquietante convulsión laboral. El peculiar estilo del héroe del Moncada —persuasivo y convincente— acalló la indignación proletaria frente a la terca e intransigente actitud de colonos y hacendados. Su discurso —y ya va siendo hora de hacer la colección antológica— ante los delegados de quinientos mil trabajadores azucareros constituyó una pieza modelo de arbitraje político y social en los momentos en que la nación estaba más urgida de una cuota de sacrificio obrero para salvar la zafra y la revolución.
Esta versión gráfica de las grandes concentraciones celebradas en pueblos del interior y de la reciente asamblea plenaria que congregó en el salón teatro de la CTC a más de trescientos delegados pretende poner de relieve la máxima preocupación que hoy embarga al jefe del ejército libertador y a la ciudadanía. Hacer la zafra para mantener la revolución en el poder y salvar la República es la consigna patriótica. Y piénsese que el patético llamamiento formulado sor Fidel no va dirigido a los factores patronales de la industria —a quienes calificó de elementos provocadores—, sino a la gran masa obrera, al medio millón de trabajadores azucareros que no cuentan con otro tesoro que el de su sentimiento patriótico, fuertemente empujado hacia la defensa insobornable de la Revolución.
dijo Fidel en la Asamblea Azucarera
Rota la oprobiosa muralla que " había levantado la tiranía para contener la libre expresión del movimiento obrero, el triunfo del ejército rebelde ha devuelto a los trabajadores el derecho a plantear sus demandas en la plaza pública. Miles de manifestantes se vuelcan diariamente en calles y parques de La Habana y del interior. La Isla entera, tras el histórico sacudimiento que liberó al pueblo de la dictadura, vibra y se conmueve por la inquietud sindical. No podía esperarse otra situación. Los sectores proletarios, barridas las dirigencias que apoyaban el régimen cuartelario, irrumpen en el ámbito de los conflictos sociales con la firme esperanza de satisfacer sus anhelos.
Uno de esos conflictos que amenazó las bases mismas de la seguridad económica y política de la nación, adquirió proporciones alarmantes en el campo azucarero. Viejas demandas cobraron súbitamente un auge extraordinario. La reposición de cientos y cientos de empleados y obreros, lanzados al hambre y la miseria por el déspota, en vergonzoso maridaje con repudiables patronos y líderes obreros sin escrúpulos era el clamor constante de más de 10 000 trabajadores azucareros. El pago de un diferencial decoroso; la superproducción; la mejora salarial y la secular aspiración de introducir cuatro turnos en la industria para aliviar el desempleo, fueron consignas que se agitaron a lo largo de todo el país en una cadena de concentraciones obreras que auspiciaron los líderes revolucionarios de la CTC.
Afortunadamente la palabra mágica de Fidel parece haber detenido la inquietante convulsión laboral. El peculiar estilo del héroe del Moncada —persuasivo y convincente— acalló la indignación proletaria frente a la terca e intransigente actitud de colonos y hacendados. Su discurso —y ya va siendo hora de hacer la colección antológica— ante los delegados de quinientos mil trabajadores azucareros constituyó una pieza modelo de arbitraje político y social en los momentos en que la nación estaba más urgida de una cuota de sacrificio obrero para salvar la zafra y la revolución.
Esta versión gráfica de las grandes concentraciones celebradas en pueblos del interior y de la reciente asamblea plenaria que congregó en el salón teatro de la CTC a más de trescientos delegados pretende poner de relieve la máxima preocupación que hoy embarga al jefe del ejército libertador y a la ciudadanía. Hacer la zafra para mantener la revolución en el poder y salvar la República es la consigna patriótica. Y piénsese que el patético llamamiento formulado sor Fidel no va dirigido a los factores patronales de la industria —a quienes calificó de elementos provocadores—, sino a la gran masa obrera, al medio millón de trabajadores azucareros que no cuentan con otro tesoro que el de su sentimiento patriótico, fuertemente empujado hacia la defensa insobornable de la Revolución.