El desembarco que nos guía
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El Granma y su carga de jóvenes abrazados a la libertad llegó a Cuba el 2 de diciembre de 1956, con la semilla de un nuevo ejército liberador y justiciero. El yate que salió de Tuxpan señaló un rumbo desafiante hacia los mares del futuro.
El 7 de julio de 1955 parte Fidel de Cuba rumbo a México, 53 días después de haber salido del presidio de Isla de Pinos. Allá desde el 24 de junio está Raúl, quien tuvo que irse acusado de colocar explosivos en un cine en La Habana, aunque estaba en Oriente, con su padre enfermo.
El ajetreo organizativo es incesante. Procedentes de Cuba, EE.UU. y Centroamérica, terminan de llegar a suelo mexicano los futuros expedicionarios del Granma. Se consiguen armas y otros útiles a través de distintas fuentes, como el colaborador mexicano Antonio del Conde (el Cuate).
El 21 de junio es apresado Fidel en unión de Ramiro Valdés y de Universo Sánchez, a la salida de la casa-campamento situada en Keppler y Copérnico, en la capital mexicana.
Raúl da instrucciones a los que han logrado evadir a la policía, de que se trasladen hacia Veracruz. Muchos de los revolucionarios reciben la orden de abandonar las casas no detectadas por las autoridades e ir a sitios más seguros.
El 24 de julio Fidel sale en libertad por gestiones del general Lázaro Cárdenas ante el primer magistrado de la República. Y el 31 de julio Ernesto Guevara y Calixto García son también liberados. Poco después, Frank País se entrevista con Fidel en la capital federal, y a fines de agosto tiene lugar allí mismo la primera entrevista de Fidel y José Antonio Echeverría, en la que firman la Carta de México, donde el Directorio Revolucionario y el Movimiento 26 de Julio se comprometen a aunar esfuerzos en la lucha contra Batista.
A fines de septiembre Fidel localiza en Tuxpan el yate Granma, que está en venta. En octubre Frank País sostiene una segunda entrevista con Fidel y este lo convence de lo imprescindible de iniciar la lucha armada, sin más dilación, en 1956.
Frank País encarga a Celia Sánchez la tarea de crear los grupos de apoyo al desembarco por la costa suroeste de la provincia de Oriente: Manzanillo, Campechuela, Media Luna, Niquero y Pilón.
La situación para los futuros expedicionarios se complica inesperadamente con la deserción de dos miembros del campamento de entrenamiento de Abasolo.
Fidel plantea la necesidad de salir rápidamente de México, y ordena a los grupos de combatientes que vayan de inmediato hacia Tuxpan.
Testimonio de Fidel
Hace algunos años, Fidel contó a una periodista estos detalles del desembarco: «Yo tenía muchas cosas encima (…) el fusil, la canana, todas las balas que me parecía que iba a necesitar, y una pistola automática con muchas balas (…).
«El capitán del barco se confunde (…) y no encuentra bien la entrada, entonces da una vuelta y cuando ya creíamos que tenía que llegar a un lugar que era el muellecito que debía estar allí, vira para volver a orientarse. A todo esto pasaba el tiempo, se estaba haciendo de día…
«Esto en parte se debe a un accidente (…) se nos cae Roque al agua y era muy duro —a pesar del apremio del tiempo, de la hora y de los riesgos— dejarlo… Ya casi todo el mundo lo daba por perdido y yo hablo con el capitán del barco y le digo: “¿Qué dirección exacta traíamos? Vamos a dar una vuelta completa a la inversa, en un último esfuerzo” (…) Y en eso sentimos la voz de Roque: “¡Aquí, aquí!”, y (…) logramos acercarnos a él y rescatarlo (…) Qué alegría había…».
Y sigue recordando el líder de la Revolución: «Esa pérdida de tiempo nos impidió hacer un esfuerzo todavía más exacto por encontrar el muellecito de Las Coloradas…
«Cuando por tercera vez él (el capitán) dice que hay que dar otra vuelta, yo digo: “No”. Le hago una pregunta formal, porque yo sabía más o menos dónde estábamos: “¿Esa es la isla de Cuba?” (…) porque hubiera sido terrible desembarcar en un cayo (…) “Bueno, le digo, a toda velocidad pon el barco en esa dirección, hasta que encallemos”, y así salió (…) Nos encontramos un terreno que no era firme…
«Con un gran esfuerzo, logramos desembarcar el grupo. Se fueron quedando (…) unos cuantos compañeros y Raúl, hasta el final, sacando (…) armas, municiones, todo lo que podía sacarse del barco».
Pero los rigores de la operación no habían terminado: «Fuimos avanzando primero a un pedacito de orilla que era firme, pero inmediatamente (…) agua (…) había tanta que de repente se tuvo la impresión —yo al menos la tuve— de si realmente (…) habíamos caído en un cayo. Ya era de día, los aviones de Batista buscándonos, los barcos (…) y hasta un barco que pasa (…) ve la maniobra aquella, ese fue el que avisó allá a Niquero, por eso los aviones llegaron tan pronto.
«Nosotros estuvimos aproximadamente (…) dos horas atravesando aquellas lagunas, hasta que llegamos a terreno firme (…) qué alegría (…) saber que ya estábamos en territorio firme. Pero no con el total de los compañeros, nos faltaban algunos…
«Es que éramos muy malos marineros y había algunos cálculos que teníamos que haber hecho sobre la velocidad, que no fueron correctos; porque a mucho mayor peso y más volumen de agua a desplazar, disminuye la velocidad de un barco que habíamos probado en el río Tuxpan, en aguas tranquilas, con muy poco peso. El barco por poco se hunde…
«Los compañeros de Santiago y nosotros habíamos calculado cinco días de viaje. Y a pesar de los problemas del Granma, por el peso de los hombres, por los problemas mecánicos que tenía (…) tuvimos mucha suerte, porque apenas cuarenta y ocho horas antes se le arregló el motor dos, que se aceleraba…».
La urgencia por llegar a suelo patrio también se alimentaba con la idea de presentar combate a la dictadura con la mayor brevedad. Continúa Fidel: «La idea nuestra era desembarcar allí rápido, subir a unos camiones y tomar Niquero en horas del amanecer (…) pero la forma en que tuvimos que desembarcar, a esa hora, hizo imposible cumplir el plan. Hubiéramos (…) tomado el cuartel de Niquero, a pesar de que las fuerzas enemigas estaban ya sobre aviso (…) se había producido el levantamiento de Santiago de Cuba el día 30, y (…) movilizaron fuerzas hacia la provincia de Oriente.
«Había cuestiones tácticas de cómo hacer aquello, dos criterios: los de Santiago eran partidarios de simultanear; nosotros, como nos considerábamos más fuertes —por tener un grupo de gente mejor armada y mejor entrenada— pensábamos que era mejor llegar, y que cuando las fuerzas enemigas se movieran en dirección al lugar del desembarco, la gente de Santiago se sublevara…
«Calculamos cinco días a partir del cable con la contraseña de que habíamos salido (…) Sufrimos mucho estando en el mar, todavía a dos días de Santiago, al escuchar las noticias del levantamiento…
«Algunos factores fueron adversos (…) porque si nosotros llegamos al muellecito, el desembarco es rápido, unos camiones, sorpresa total y le tomamos Niquero. Y ya era una posición estratégica (…) Por mar no podíamos llegar (…) con dos pulgadas de combustible en los tanques; y eso que habíamos llenado la cubierta de tanques…
«Sufrimos mucho al saber que los compañeros se habían levantado y que no podíamos hacer nada por ellos(…) Lo habían hecho por apoyarnos a nosotros, para hacer más fácil, digamos, nuestra tarea (…) La acción de Santiago fue realmente extraordinaria y heroica…».
Pese a semejantes contratiempos, con el Granma y su carga de jóvenes abrazados a la libertad había llegado a Cuba la semilla de un nuevo ejército liberador y justiciero que tendría el 1ro. de enero de 1959 su primera fiesta victoriosa. Porque el yate que salió de Tuxpan señaló un rumbo desafiante hacia los mares del futuro.
Fuentes: Declaraciones de Fidel a los servicios informativos de la Televisión Cubana recogidas en el libro El quinto expedicionario de la editora Pablo de la Torriente Brau y artículos publicados en Juventud Rebelde.