El bien del pueblo en el centro de su inspiración
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Antes del alba del 7 de junio de 1965, Fidel tomó el avión para dirigirse a la provincia de Oriente, donde cosería el saco de los seis millones de toneladas de azúcar. El viaje transcurrió plácidamente. Durante la travesía, el Jefe de la Revolución jugó al ajedrez con el Comandante Faustino Pérez, leyó la prensa y se refirió en más de una ocasión al éxito de la V Zafra del Pueblo. Además de Faustino, viajaban con él el Director del Hospital Nacional, doctor José Cambó, y el viceministro de Salud Pública, doctor José A. Miyar, Chomi.
Cuando la nave aterrizó en Oriente Fidel decidió dirigirse a Birán, donde funcionaba el plan agropecuario 6 de Agosto. Con la visita se iniciaba un extenso recorrido por la provincia, para el que se utilizarían casi todos los medios de transporte, principalmente el marítimo.
El viaje duraría ocho días de intensa actividad, en cuyo curso el Jefe de la Revolución aparecería en distintos puntos al volante de un jeep o de un auto, o como timonel de una embarcación marítima, surcando las intranquilas y profundas aguas de la costa sur oriental.
Durante esas jornadas se descansaría en una casa de visita, en la vivienda de un campesino, en un hospital de montaña, en una extensión de cocoteros o en el faro de cayo Cruz.
Estos relatos reflejan el sistema de trabajo riguroso y difícil, pero de estrecha comunión con el pueblo, que siempre practicó Fidel, su labor educativa de las masas, su método didáctico de ofrecer las orientaciones a sus más cercanos y colaboradores, su valor y sentido de la justicia, y la pasión que pone en cada empeño dirigido a lograr el bienestar de sus compatriotas, hacer respetar la posición de Cuba en el mundo o impulsar nuestro desarrollo económico. Destacan la atención que él pone en todos los asuntos; cómo escucha, pregunta o investiga las quejas que plantean las gentes más humildes; sus conversaciones con los ancianos, los adolescentes, los niños, y las mujeres, sobre los más diversos temas.
EN LA BIJA
Amanece en la costa sur de Oriente. Fidel pernoctó en una tienda de campaña. Había hecho planes para iniciar un recorrido en las primeras horas de la mañana, pero la afortunada llegada de las lluvias hizo variar el programa.
Luego le recordaría al Comandante Guillermo García: «Cuando estábamos en la Sierra y llovía así, acampábamos. Vamos a hacer lo mismo».
El improvisado campamento estaba situado en La Bija, un lugar cercano al Uvero, donde la tarde anterior había hablado el Jefe de la Revolución bajo un torrencial aguacero, en ocasión de conmemorarse el octavo aniversario de la primera importante batalla librada victoriosamente por el Ejército Rebelde, en mayo de 1957.
La primera actividad de Fidel en La Bija, aquella mañana, fue la lectura de los cables y la prensa, que había traído el correo. Leyó, analizó los materiales y expuso conclusiones que derivaba de los mismos al agrupo de compañeros que estaban con él. Ocupaba una silla de hierro y madera ante una larga mesa situada en la tienda de lona dispuesta para comedor; tenía la cabeza descubierta y llevaba un yaqui verde olivo enguatado.
Aún sus compañeros dormían cuando él inició la lectura.
Algunos cables le provocan risa; otros, indignación (…). De pronto, surgió otro motivo de euforia colectiva: el Comandante Reinerio Jiménez, jefe del Ejército de Oriente, se acercó a Fidel para anunciarle que estaba lloviendo en una amplia faja del sur de la provincia. Posteriormente le comunicaría que la lluvia se generalizaba en Oriente.
–¡Menos mal, eso es muy bueno!
–fue la respuesta de Fidel, para añadir: «–No puede haber noticia más agradable que esta que has traído. Dime si llueve en otros lugares; hay que estar pendiente de las lluvias porque esta seca ya era insoportable».
Continuó la lectura y los comentarios. Había terminado y se puso de pie, abandonó la tienda y se dirigió al monte. Aún no había escampado, pero la lluvia era menos intensa. Lo siguieron los comandantes Armando Acosta, Guillermo García, Joel Domenech,
Pepín Naranjo e Isidoro Malmierca, entre otros compañeros.
En un claro de monte, en el propio campamento, en un pequeño valle, se dirigió a Armando Acosta:
–Tenemos que ver qué hacemos con estas montañas e incluso con el firme de la Sierra. Es evidente que en las lomas se puede criar el ganado en pastoreos, que tendrán que ser diferentes a los que se hacen en el llano, desde luego. Mira, Armando, tenemos que investigar cómo resuelven ese problema en Suiza, porque allí se cría el ganado en terrenos montañosos.
–Es importante conocer cada cuánto tiempo se rotan los rebaños allá y qué hierba tienen sembradas –observó Guillermo García.
–Sí, hay que ver qué hacen ellos y aplicarlo a nuestras condiciones,
–añadió Fidel, e indicando para las lomas dijo:
–Veo mucha erosión en estas lomas. Todo se tiene que sembrar, no puede quedar un palmo de tierra ociosa; si no se puede una cosa, pues la otra. Miren, tal vez si hacemos caminos blanqueados, para que transite el ganado fácilmente, los pastoreos den buen resultado en las lomas. Los firmes tienen que convertirse en bosques, los bosques son una solución y una riqueza incalculable.
Fidel se aleja unos pasos, observa detenidamente el paisaje.
–Esta región es muy bella –comenta, y hace un pequeño círculo con los comandantes Casilla, Guillermo García y Armando Acosta. Hablan de planes específicos sobre el desarrollo agropecuario. Luego se le escucha mencionar con vivo interés la posibilidad inmediata de sembrar anones y guanábanas en las tierras no aptas para otros cultivos,
y se refiere a los frutales que han sido sembrados en terrenos próximos al aeropuerto de Santiago.
–El helado de anón es muy sabroso, podemos fabricar helados de infinidad de sabores, debemos tener los frutales en producción para cuando tengamos leche abundante.
El anuncio del desayuno atrae a todos al improvisado comedor.
–¡Hay fufú!, es muy sabroso y un gran alimento –dice Fidel; invita a todos a que lo coman y habla de sus propiedades alimenticias y delicioso sabor.
La noche anterior, el Comandante Dermidio Escalona comentaba en el Uvero que la empresa agropecuaria Cauto tiene sembradas 400 caballerías de plátanos vianda.
La sobremesa del desayuno fue una fuente de conocimientos en torno a nuestro porvenir. Fidel habló apasionadamente de nuestros recursos y de cuánto la Revolución hace y hará para el desarrollo de la riqueza nacional, y dio argumentos sólidos y avalados con ejemplos palpables.
Un viejo haitiano se acerca a Fidel
-¡Muchacho! –le dice y él lo reconoce.
–Piti, ¿cómo estás?, ¿y el problema de la garganta?
-Ya bien, ahí –le dice el haitiano y Fidel, volviéndose a otro anciano, le pregunta:
–¿Qué pasa, Jesús?
–Me dio una embolia, Fidel –le contesta.
–Pero si se te ve bien, ¿te retiraste? –indaga.
El anciano asiente y otro granjero aporta más datos:
–Fidel, casi todos los haitianos se han jubilado, están viejos, y de los gallegos que había, no queda ninguno.
–Ahí viene su tío Alejandro –le anuncian, y cuando el campesino está cerca de él, Fidel le pregunta:
–¿Tiraste mucha caña en esta zafra, Alejandro?
–Medio millón de arrobas, soy el que más ha tirado con un camión por aquí –le informa.
–Entonces debes haber ganado mucho dinero, ¿cuánto ahorraste? –pregunta Fidel de nuevo, bromeando con Alejandro, y afirma:
–Tienes que haber ahorrado, porque ese dinero queda libre, ya no hay que pagar la medicina, ni el médico, ¿cuántos años hace que tiras caña para el Central?
–Cuando cumplí los 14 años el viejo me dio una carreta y desde entonces, ahora tengo 55, así que ya tú sabes.
–Hace 41 años –calcula Fidel inmediatamente, y añade:
–Con lo que me dices que tiraste este año debes haber ganado como 1 105 pesos.