Dos octubres de jóvenes
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Las nubes obedecían al clima invernal del décimo mes del año, pero su caprichosa presencia encima de Cuba hizo que durante cinco días el avión estadounidense U-2 tuviese que esperar para sobrevolar la Isla.
Transcurría 1962, y al amanecer del 14 de octubre, por la voluntad de un cielo azul, seis minutos bastaron para que la nave paseara sobre occidente y tomara 928 fotos que constituirían la primera evidencia segura de la presencia de cohetes soviéticos de alcance medio en la Isla.
Con esa certeza, ante las cámaras de televisión, la tarde del lunes 22, el presidente de Estados Unidos, John F. Kennedy, reveló el hallazgo aéreo y concluyó su discurso con unas palabras de «amigo» para el «pueblo cautivo de Cuba»: «Nuestro país no quiere causaros sufrimientos ni imponeros ningún sistema político (...)».
Ajenas a los relojes que marcan 54 años y acercando en el tiempo idénticos propósitos, la historia de esos días y la de estas horas parecen encontrarse en algunos momentos del camino.
Tal vez por eso, el martes 22 de marzo de 2016, después de más de medio siglo, y olvidadizo de las lágrimas y la lucha del pueblo cubano, Obama repetía lo mismo en el Gran Teatro de La Habana Alicia Alonso: «Estados Unidos no tiene ni la capacidad ni la intención de imponer cambios en Cuba. No vamos a imponerles a ustedes nuestro sistema político o económico».
Mas, cuando las manecillas giran a la izquierda buscando el retroceso de algunas páginas y evocan el pasado, surge aquella semana del 22 al 28 de octubre de 1962 cuando Cuba, Estados Unidos y la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS) protagonizaron la batalla más peligrosa de la Guerra Fría.
A solo tres años del triunfo de enero, la Revolución sintió la amenaza de una ofensiva nuclear: bloqueo naval estadounidense ante sus costas, la inminencia de bombardeos e invasión, aviones yanquis surcando el cielo y la demanda de Kennedy para que el mandatario soviético Nikita Jrushchov retirase sus armas estratégicas de Cuba, las cuales había ubicado allí secretamente a pesar de que Fidel abogaba porque la instalación fuera pública.
Comenzaba entonces la Crisis de los Misiles. Todas las unidades de las Fuerzas Armadas Revolucionarias estaban en alarma de combate y los jóvenes cubanos se dispusieron, como siempre, a defender lo que tanta sangre nueva había costado.
Muchos de los estudiantes universitarios cambiaron sus libros por cañones antiaéreos CAAD de 30 milímetros, o se incorporaron como médicos a los batallones.
Hace algunos años, Juan Vela Valdés, presidente de la Federación Estudiantil Universitaria (FEU) de la Colina habanera entre 1967 y 1968, recordaba que la Universidad Médica se convirtió en una escuela de artillería con el comandante Delio Gómez Ochoa al frente.
En medio de esas tensiones, Cuba, que albergaba las armas nucleares soviéticas, estaba en la mira de un ataque yanqui y era mantenida al margen de las negociaciones entre la URSS y Estados Unidos. El país insular supo por las ondas de Radio Moscú la decisión de Jrushchov de desmontar y devolver a la URSS sus proyectiles, asido a la garantía de que EE. UU. no invadiría la Isla.
Fidel, con la dignidad de siempre, dejó clara la postura de Cuba ante la URSS. Recordando aquellos días, el Che, en su carta de despedida al Comandante, escribía: Pocas veces brilló más alto un estadista que en esos días luminosos y tristes de la crisis del Caribe.
En la tarde de aquel domingo 28 de octubre, Fidel exigió a Estados Unidos:
1. Cese del bloqueo económico y de todas las medidas de presión comercial y económica que ejercen los Estados Unidos contra Cuba.
2. Cese de todas las actividades subversivas, lanzamientos y desembarcos de armas y explosivos por aire y mar, organización de invasiones mercenarias, infiltración de espías y sabotajes (…).
3. Cese de los ataques piratas (…).
4. Cese de todas las violaciones del espacio aéreo y naval por aviones y navíos de guerra norteamericanos.
5. Retirada de la Base Naval de Guantánamo y devolución del territorio cubano ocupado por Estados Unidos.
Así terminaban las zozobras de la crisis. Pero hoy, como aquel domingo de 1962, continúan Fidel, Raúl y el pueblo cubano exigiendo idénticas reclamaciones a quienes nos llamaron «amigos» y hoy nos convidan a «olvidar la historia».
Los muchachos de la Cuba actual, desde otro escenario pero con iguales convicciones a las de quienes durante la Crisis de los Misiles nutrieron los batallones, resguardan hoy lo logrado, cuando la Historia se empeña en recordar. Dos octubres se cruzan y las nubes obedecen al clima invernal del décimo mes del año.