Cuba. Cuatro discursos de Fidel Castro a través de la mirada de jóvenes cubanos
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Los últimos años han sido años de profunda transformación en Cuba . Asediado por el siempre presente bloqueo estadounidense, el proyecto socialista cubano atraviesa uno de sus desafíos más complejos: transformar el proceso político y social sin perder su horizonte y deseo de emancipación.
En la semana en que se celebró el cumpleaños de Fidel Castro, Brasil de Fato preguntó a cuatro jóvenes sus recuerdos del líder revolucionario y su legado en la actualidad.
La Revolución es obra de las generaciones pasadas, presentes y futuras.
Este verano, el lugar elegido para el campamento de la Organización de Pioneros José Martí fue el Parque Lenin. La organización juvenil, que agrupa a niños cubanos, tiene como objetivo promover en los niños valores éticos, formar hábitos de trabajo y estudio, un sentido de responsabilidad social y amor a la patria, similar al movimiento scout. Pero también busca ser un ejercicio político en el que los niños aprendan a intercambiar opiniones y organizarse.
El 6 de julio de 1974, con motivo de la celebración del Día del Niño, Fidel Castro acudió al campamento para intercambiar unas horas de conversación -y, por qué no, de juegos- con aquellos niños.
“(…) Estoy seguro de que todos ustedes albergan hoy en sus corazones infantiles la esperanza de pertenecer en el futuro a nuestro Partido Comunista. La Revolución no ha terminado. La Revolución está en marcha. Y mañana sois vosotros los que tendréis que hacer avanzar nuestra revolución. Y sé que ustedes aman la Revolución, y la Revolución es obra de las generaciones pasadas, de las presentes y de las futuras”, dijo Fidel en aquella tarde lluviosa frente a los cientos de niños que lo escuchaban.
Entre juegos de la tarde con los niños, Fidel dio una de sus tantas definiciones del concepto de Revolución. La revolución sería un proceso continuo que cada generación debería poder afrontar como creadora de esta obra colectiva.
“Para mi gran alegría, la mayoría de los recuerdos que tengo relacionados con la figura de Fidel son recuerdos familiares”, dice a Brasil de Fato Daniela Pujol Coll, profesora universitaria de 28 años .
Mezcla historias de sus padres y abuelos con recuerdos de todas las veces que visitaron la Plaza de la Revolución. Una memoria emocional individual y colectiva.
“Recuerdo la primera y única vez que vi a Fidel sin estar con mi familia. Fue en la inauguración o clausura de uno de los Congresos de Pioneros, me imagino que fue el cuarto Congreso de Pioneros en el año 2006. Yo tenía 10 años en ese momento. y Fuimos con un amigo de primaria Fue un día de mucha expectativa para los dos, un día atípico en el colegio recuerdo que salimos temprano a tomar una siesta al mediodía, ya que era la actividad que íbamos a participar. por la noche, en el Teatro Karl Marx”, dice.
“Nos pusimos nuestro mejor uniforme”, recuerda con una sonrisa. Daniela es profesora de la Facultad de Artes y Letras. Su propia experiencia como docente parece ser una metáfora de la relación entre las generaciones pasadas, presentes y futuras. Ella es solo unos pocos años mayor que sus alumnos, mientras que es una de las más jóvenes entre sus compañeros.
“La presencia de Fidel en los congresos pioneros, y no sólo en los congresos sino en las actividades pioneras en general, era muy frecuente, no era nada extraordinario. Sin embargo, para todos los que lo vimos era un evento muy esperado. Siempre estuvo muy atento. a las necesidades de los niños, de los estudiantes, de los pioneros, a sus inquietudes, y siempre los tuvo presente como el futuro de la revolución, los futuros revolucionarios”, reflexiona.
Daniela afirma que el tiempo y la dedicación que un hombre como Fidel dedicaba a los niños fue una de las muestras del carácter del líder revolucionario. Una entrega que se basó en la comprensión de la Revolución como una lucha presente pero siempre comprometida con el futuro.
“Estar ahí un día laborable, a las 8 de la noche, en una conferencia para niños de 6 a 15 años, para hablar con ellos, es tener mucha fe en el futuro y en estos niños. Ese tiempo y esa atención son la medida de quién era Fidel. Una persona que, a pesar de las muchas responsabilidades que tenía, a pesar de sus jornadas de 24 horas, siempre encontraba un momento, cuando podía, para dedicarse a los niños que eran el futuro de la Revolución. Él también se ve a sí mismo como un niño, lo cual fue un motivo de gran orgullo para los pioneros. Creo que esto dice mucho de su carácter y su eterno espíritu soñador”.
Una tirada de dados: el día más feliz de la Revolución
El Teatro Karl Marx estaba lleno de gente. Aquel 22 de diciembre de 1975 las expectativas eran enormes. Habían transcurrido diez años desde su fundación, y finalmente ese día se celebró la clausura del Primer Congreso del Partido Comunista de Cuba. Desde el escenario, Fidel se dirigió a los presentes.
“En esta etapa del proceso revolucionario que todos estamos viviendo, los peligros eran grandes, el peligro de la presunción, el peligro de la soberbia, el hábito de tener autoridad, el hábito de tener poder, el ejercicio del poder, cuántos riesgos esto Esto implica y ¡cuántos errores se han cometido a lo largo de la historia de la humanidad a causa de esto!
“Así que ha sido muy importante a lo largo de este período -y siempre será importante- que los hombres que tienen autoridad, hombres que tienen grandes responsabilidades dadas por sus compatriotas, tengan el deber de ser duros y estrictos consigo mismos. Y creemos que Este es un principio que nuestro partido siempre debe tener, incluso si en nuestro partido y en nuestro futuro los hombres individuales importan cada vez menos, los líderes individuales importan cada vez menos”.
“La Revolución es, ante todo, mérito y obra de un pueblo. El esfuerzo de miles y miles de personas anónimas que, en un momento dado, deciden tomar las riendas de su propio destino. La profundización de la Revolución no debe ser otra nada más que la desaparición de la diferencia entre líderes y seguidores.”
Ernesto Teuma, profesor de la Universidad de las Artes de 28 años, dice que sus recuerdos de Fidel son lo suficientemente generales como para no ser suyos. Y, sin embargo, identifica momentos imborrables.
“Recuerdo estar sobre los hombros de mi padre un Primero de Mayo, cruzar la plaza y ver a lo lejos una figura alta, verde, una figura gigantesca. Escuchando su voz en los altavoces, todo el tiempo que pasamos por la plaza”, dice.
Años más tarde, siendo estudiante, descubrió una manera de entender la revolución y al propio Fidel que lo marcaría hasta el día de hoy.
“Mientras debatía con otros compañeros sobre el pensamiento de Fidel, me topé con un discurso del que, hasta entonces, sólo conocía fragmentos, pero nunca había leído completo. Quizás sea mi discurso favorito hoy.”
El 22 de diciembre de 1975 Fidel pronunció dos discursos. Uno en el Teatro Karl Marx y otro unas horas más tarde, frente a millones de personas, en la Plaza de la Revolución, donde, en un momento, llegó a decir que aquel era quizás “el día más feliz de la revolución”.
“La felicidad de ese día parecía que iba a durar para siempre. Que la Revolución había triunfado y seguiría triunfando a partir de entonces. Pero ese día, también, esos discursos versaban sobre la fragilidad de la Revolución misma y el papel del azar y la posibilidad de la muerte en la Historia”, reflexiona.
Ernesto Teuma afirma que el discurso está lleno de “giros inesperados y metáforas dramáticas y sorprendentes con las que Fidel intentó pensar los desafíos de un país que salía del tiempo de crisis y entraba en otro tipo de tiempo, el institucional”.
“Es en esta fragilidad, frente al peligro que siempre acecha, que la fuerza de la Revolución debe residir en su capacidad de arraigarse y expandirse como cultura entre el pueblo. En la capacidad de la Revolución de aparecer a través de la socialización del conocimiento, constituyéndose en un genio colectivo”.
Al estudiar este discurso, Teuma afirma haber descubierto una manera de leer a Fidel no como si supiera lo que encontraría en él, sino dejándose sorprender por la incertidumbre misma de una lucha siempre en curso.
¿Cuándo colapsa la revolución?
El 17 de noviembre de 2005, con motivo de la celebración del Día del Estudiante, Fidel pronunció un largo discurso en el aula principal de la Universidad de La Habana.
“No crean que no hemos pensado a menudo en esto. Ese increíble fenómeno en el que una de las mayores potencias del mundo, que había logrado igualar su fuerza con otra superpotencia, un país que pagó con la vida de más de 20 millones de ciudadanos por la lucha contra el fascismo. Un país que aplastó el fascismo.”
“¿Está la revolución destinada a colapsar? ¿Pueden los hombres hacer que las revoluciones colapsen, pueden los hombres impedir que las revoluciones colapsen o no, puede la sociedad impedir que las revoluciones colapsen o no? Y yo podría agregar una pregunta de inmediato: ¿crees que este proceso revolucionario socialista puede colapsar? ¿O no? ¿Has pensado en esto en profundidad?
José Enrique González trabaja como guía de la historia de la revolución. Cada día habla con los turistas sobre la situación del país, sus problemas y sus logros. Dice que es común escuchar entre la gente de izquierda la expresión de que Fidel podría ver el futuro. Sin embargo, entre risas dice que no lo cree.
“Parece simple y tal vez no lo sea tanto. Creo que tenemos que pensar en Fidel como un estratega, alguien que se propuso ver y analizar lo que otros no querían o no querían ver”.
El mayor mérito que Pepe, como lo llaman sus amigos, atribuye a Fidel es el de “analizar minuciosamente todas las posibilidades que existían y que otros no querían ver”.
“En este fragmento del discurso en la Universidad, precisamente en el mismo año, cuando Fidel, por motivos de salud, tuvo que renunciar a la dirección del proceso revolucionario cubano, en ese momento Fidel hizo un llamado de atención a los jóvenes. Creo que esto es muy actual. Pregúntenos qué cosas podríamos estar haciendo nosotros mismos para poner fin a la revolución. No creo que lo escuchemos lo suficiente”.
La revolución es un sentido del momento histórico.
Habían transcurrido más de 40 años desde el triunfo revolucionario de 1959, cuando, el 1 de mayo de 2000, Fidel pronunció la que tal vez fue su definición más completa de lo que es una revolución.
“La revolución es la sensación de un momento histórico; es cambiar todo lo que hay que cambiar; es igualdad y libertad plenas; es ser tratado y tratar a los demás como seres humanos; es emanciparnos por nosotros mismos y con nuestro propio esfuerzo; es defender valores en los que creemos al precio de cualquier sacrificio; es desafiar poderosas fuerzas dominantes dentro y fuera de la esfera social y nacional; es defender los valores en los que creemos: modestia, desinterés, altruismo, solidaridad y heroísmo; es luchar con audacia, inteligencia y realismo; nunca miente ni viola principios éticos”, afirmó ese día, con motivo del Día Internacional de los Trabajadores.
“Últimamente he estado pensando mucho en el concepto de revolución”, dice Iramís Rosique Cárdenas, de 29 años. Dice que los discursos de Fidel en los años 2000 parecen “advertir sobre algo”.
“Normalmente la gente piensa mucho en la parte en la que dice ‘Revolución y cambio de todo lo que hay que cambiar’. Pero últimamente he estado pensando en otro fragmento, cuando advierte algo tan profundo como ‘está desafiando a las poderosas fuerzas dominantes internas y externas’. fuera del ámbito social y nacional'”.
La referencia a este “fuera de la esfera nacional” es clara: el imperialismo. De la misma manera, este “fuera del ámbito social” son aquellas fuerzas que siempre han perseguido a Cuba, como los huracanes, y recuerdo un spot televisivo de la época que ilustraba este fragmento del discurso con estos desastres naturales.
“Pero dentro del ámbito nacional y social, ¿qué es esto? ¿A qué se refiere? ¿Qué nos quería decir? ¿Para quién era ese mensaje? ¿En qué estaba pensando?”, se pregunta Iramís.
“¿Cuáles son nuestros monstruos y qué revolución tendrá que conjurarlos? ¿Cuáles son estos monstruos que son poderosas fuerzas dominantes? Creo que el destino de la Revolución también está en juego en estas luchas”.
Este discurso, afirma Iramis, debe considerarse el testamento político de Fidel. Y subraya que el fragmento en el que dice que la Revolución es “modestia, desinterés, altruismo, solidaridad y heroísmo” debe pensarse como lo que distingue un modo revolucionario de producción política de cualquier otro modo de producción política, ya sea liberal, autoritario, progresista u oportunista.