Cincuenta y cinco años después la semilla es un árbol robusto
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“…Ser militar revolucionario, ser soldado u oficial de un pueblo revolucionario significa, sí, un honor; significa, sí, una consideración, un respeto y un cariño muy grande de su pueblo; significa, sí, un lugar desde donde se puede servir con orgullo a la Patria; pero significa también un puesto de sacrificio y de abnegación, significa un puesto de riesgo y de esfuerzo, significa que a ese honor, y a ese respeto y cariño del pueblo, no se llega si no se tiene mérito, no se llega si no se tienen condiciones para ello, no se llega si no se tiene espíritu de sacrificio…”
Fueron esas unas de las primeras palabras que expresara el Comandante en Jefe Fidel Castro Ruz hace 55 años al presidir el acto de la primera graduación de los cadetes del Ejército Rebelde, en el campamento militar de Managua, el 29 de octubre de 1960.
El embrión de lo que hoy son las decenas de prestigiosos y reconocidos centros de altos estudios militares de nuestro país, germinó en la idea del líder de la Revolución de que era imprescindible la preparación para la defensa de la independencia y soberanía total, conquistada menos de dos años antes, el 1ro. de enero de 1959.
Aquel día de octubre, cuando egresaban los primeros 55 cadetes, Fidel dijo que sin aquella graduación no habría milicia, ni defensa, tampoco poderío revolucionario, y afirmó que “a la gran masa del pueblo hay que entrenarla, organizarla, hay que prepararla y esa es la tarea que a ustedes, los responsables de milicias, les corresponde”. Y explicó que “un grupo pequeño enseñó a un grupo mayor, y ese grupo mayor enseñó a otro grupo mucho mayor, y todos juntos, el primero, el segundo y el tercer grupo, se dedicarán ahora a enseñar a las decenas de miles de milicianos que han estado esperando por sus maestros; y sin maestros, sin esos cuadros, no habría entrenamiento, porque para entrenar y organizar un batallón hacen falta hombres que conozcan y estén lo suficientemente capacitados para organizarlo. No se improvisa una unidad de combate, no se resuelven los problemas técnicos de una unidad de combate con el entusiasmo solamente”.
Recalcó la idea de que los oficiales deben pasar en su preparación pruebas más duras que el soldado para que sean más completos y alcanzaran más prestigio ante quienes iban a mandar.
También en la velada insistió en que el imperialismo atacaría directa o indirectamente y que al pueblo le tocaba razonar frente a cada agresión y se debía estar preparados y serenos. Y no le faltaba razón, como tampoco careció de ella, en fecha tan temprana como el 21 enero de 1959, cuando el Comandante Camilo Cienfuegos emitía el documento que disponía la creación de la Escuela de Cadetes, incluyendo el nombramiento de su director, el entonces primer teniente, José Ramón Fernández Álvarez.
Cuatro meses, dos semanas y un día después, el director de la escuela de Managua, el ya capitán Fernández Álvarez, recibía la orden del Jefe de la Revolución de partir hacia la Ciénaga de Zapata, zona por donde se estaba produciendo un desembarco enemigo, plagado de los mismos mercenarios a los que se había referido en la graduación de los cadetes. Así de grande era la importancia y el reconocimiento que había alcanzado aquel pionero centro docente militar.
Junto a las indicaciones de Fidel de que se trasladara hacia la zona del desembarco, Fernández recibió también la instrucción de que se pusiera al frente de la Escuela de Milicias de Matanzas y combatiera la invasión, a lo que respondió organizando la escuela como un Batallón de Combate.
La idea de la preparación de los cuadros, oficiales y milicianos para la defensa de la Patria tuvo, en ese abril de 1961, su evaluación práctica ante los cañones del imperialismo. Fidel lo llamó no más entró a la zona de la invasión. Fernández relató en una entrevista de la periodista Magalys García Moré, que el Comandante en Jefe se interesó por conocer el estado moral de los alumnos. “El ánimo es excelente”, respondió. Y recordó que “aquellos alumnos se preparaban para oficiales y fueron seleccionados en un proceso riguroso; ascendieron tres veces el Pico Turquino y se probaban día a día durante el desarrollo del curso basado en esfuerzo, exigencia, disciplina”.
Después del triunfo de la Revolución en 1959, ningún hecho marcó tanto el destino y el futuro de nuestro pueblo como la batalla de Playa Girón, sentenció el líder de la Revolución Cubana en el aniversario 40 de aquella histórica gesta en defensa del socialismo. Ese futuro escribió las heroicas páginas del internacionalismo al lado de los pueblos oprimidos del mundo y rubrica hoy la custodia de nuestros cielos, mares y cada palmo de tierra soberana. La semilla de aquella primera graduación de cadetes, es hoy árbol robusto al servicio del pueblo.