Cincuenta años de honrosa resistencia
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Si en algún país, el triunfo de la Revolución Cubana encabezada por Fidel Castro y los heroicos guerrilleros causó gran impacto, fue en la Venezuela recién liberada de la dictadura de Pérez Jiménez. Ello era lógico. Durante el curso del año 1958 los sectores populares venezolanos y la Junta de Gobierno presidida por Wolfgang Larrázabal mostraron su solidaridad con los guerrilleros que desde la Sierra Maestra combatían la cruel dictadura de Fulgencio Batista, continuando la gesta emancipadora iniciada con el desembarco del yate Granma, en una punta de mangle nombrada Los Cayuelos, a dos kilómetros de la playa Las Coloradas en el oriente cubano en 1956, y aún antes, en 1953, cuando con una demostración de arrojo y decisión irrevocable de libertad habían intentado posesionarse del Cuartel Moncada en la ciudad de Santiago de Cuba. La lucha del pueblo cubano ennoblecía y dignificaba a sus hijos caídos en combate, torturados o asesinados, como alegó en el juicio por el asalto al Moncada, el compañero Fidel en ese histórico discurso que en el tiempo ha significado una sentencia, "Condenadme no importa, la historia me absolverá".
Ahora, medio siglo más tarde cuando tuve el honor de estrechar la mano del presidente cubano, General del Ejército Raúl Castro, e intercambiar con él algunas palabras sobre la futura creación de la Contraloría General República de Cuba, en su reciente visita a nuestro país; mi mente trajo recuerdos imperecederos vinculados a la Revolución Cubana, y a las conversaciones mantenidas con el Comandante Fidel.
Presente estuvo en mi memoria la primera visita que realizó Fidel Castro a país alguno, el 23 de enero de 1959, conmemorando el primer aniversario del derrocamiento del dictador Marcos Pérez Jiménez y lo que muchos considerábamos el inicio de la democracia en Venezuela. Recordaba su discurso en la Plaza O'Leary de El Silencio, y su presencia en el altar de la patria; igualmente sus comentarios sobre las montañas caraqueñas, impactado como estaba de la majestuosidad del cerro El Ávila. Pensé en la bifurcación de ambos procesos, el venezolano y el cubano. El venezolano, se deslizó por el mantenimiento de la estructura que había servido de base a la construcción de la Cuarta República desde 1830 y se caracterizó por servir a los intereses extranjeros; especialmente los norteamericanos representados por Fedecámaras, la CTV, el Alto Clero y los sectores más reaccionarios de las Fuerzas Armadas, provocando la desunión del pueblo venezolano y la inevitable confrontación entre los hijos de una misma patria. - La represión del gobierno, encabezado por Betancourt Caldera, (AD - COPEI), cerró progresivamente los espacios a para la lucha democrática y pacífica y obligó a los sectores nacionalistas de las fuerzas armadas a levantarse en Carúpano (4 de mayo de 1962) y en Puerto Cabello (2 de junio 1962), y a los sectores de vanguardia del movimiento revolucionario, a iniciar la lucha guerrillera en la montaña y en las ciudades.
Estas decisiones, hay que reconocerlo, tuvieron en la Revolución Cubana y en su ejemplo de resistencia y dignidad un gran estímulo de componente moral. Por este motivo, alguna vez he afirmado, que así como a los revolucionarios venezolanos nos sirvió de ejemplo el camino a seguir de la revolución cubana, a ésta le sirvió de ejemplo como camino equivocado lo que derivó del proceso venezolano de entonces, caracterizado por sucesivos gobiernos nacional-traidores. Rememoré a los venezolanos y venezolanas que, como Livia Gouverner, Édgar González. Márquez, Rudas Mesones, Algimiro Gabaldón, Teniente Nicolás Hurtado, José Manuel' Saher y Fabricio Ojeda ofrendaron sus vidas, por comulgar con las ideas de libertad y antimperialismo del proceso cubano; así como la de los cientos de connacionales que con orgullo derramaron su sangre, en manifestaciones de solidaridad con la patria de la Martí. Se cumplen 50 años de una Revolución que ha sido consecuente en sus y principios y ha sabido resistir las constantes agresiones del imperialismo norteamericano, contra el modelo político y social que se instaló en Cuba por voluntad de su pueblo, y en el que ellos veían un factor de influencia en toda la región, como inexorablemente lo ha la sido. Por mi mente desfilaron en estos días de celebraciones: los incendios de ni cañaverales, de centros comerciales, los atentados, la aplicación del terrorismo de Estado más encarnizada contra nación alguna de la época moderna. Y el que como respuesta a la influencia cubana en el continente se creara el programa la Alianza para el Progreso; tampoco olvidé que en esos años el SI gobierno de Venezuela se había convertido en la punta de lanza de la política imperial contra Cuba y por ello, al finalizar la Sexta Conferencia de Cancilleres de la OEA en Costa Rica, en agosto de 1960, fuese Venezuela quien propusiera para el día siguiente la realización de una séptima, con el Propósito de excluir a Cuba del Sistema Interamericano, como efectivamente ocurrió. Vale señalar, que el Canciller venezolano de - entonces, Ignacio Luis Arcaya, prefirió renunciar a su cargo antes que sepultar su dignidad, siendo el ejecutor de las órdenes del imperio, su sustituto, Marcos Falcón Briceño, Embajador de Venezuela en Washington DC. La conducta del doctor Arcaya trajo consigo el rompimiento del pacto celebrado en el Hotel Waldorf Astoria de Nueva York, en la madrugada del 23 de enero de 1958, por Rómulo Betancur Jóvito Villalba y Rafael Caldera, conocido luego como el Pacto de Punto Fijo, por el nombre de la casa en Caracas, del último de los nombrados, cuando se ratificó en octubre de ese año.
No pude dejar de pensar en los días de la invasión de Bahía de Cochinos en abril de 1961, pagada y ejecutada por mercenarios contratados por la CIA. Siguiendo el gobierno demócrata de John Kennedy el plan que había heredado de la administración republicana de Eisenhower y sus nefastos secretario de Estado y jefe de la CIA, John Foster Dulles yAllan Dulles, respectivamente, donde venezolanos patriotas y comprometidos estuvieron dispuestos a alistarse para defender a Cuba. E igualmente recordé la zozobra desatada en octubre de 1962, cuando el presidente de Estados Unidos, John Kennedy, amenazó con una tercera guerra mundial en la denominada crisis de los misiles.
Hoy cincuenta años más tarde podemos decir que el ejemplo cubano ha vencido con grandes sacrificios y vicisitudes, la crueldad que significa la más prolongada guerra económica que contra país alguno recuerda la historia de la humanidad. Y que con el impulso que representa los pronunciamientos que contra el bloqueo genocida impuesto por Estados Unidos, han expresado la totalidad de los países miembros de las Naciones Unidas, a excepción de los verdugos y sus lacayos, terminará por derrotarlo.
La reciente inclusión de Cuba en instituciones regionales, apoyada por los países latinoamericanos y caribeños que aspiran a contar con la experiencia cubana en el seno de sus organizaciones como aporte esencial para el desarrollo, de nuestros pueblos, es sin lugar a dudas un ejemplo de la vigencia de la Revolución Cubana, 50 años después.