Elige tú... como Fidel
Si queremos, los cubanos, asegurar un buen proceso eleccionario, en términos generales, y contar, además, en cada barrio con el hombre o la mujer que de verdad nos represente del mejor modo, habrá que acudir, una vez más, a Fidel.
En sus discursos se concentra la esencia de un fenómeno que diferencia radicalmente a Cuba de otros países, incluso, de aquellos con vocación socialista.
Una de las particularidades que más llama la atención entre estudiosos del tema es el concepto, defendido siempre por él, acerca de que sea el pueblo el que postule y elija a quienes ejercerán su poder desde la base.
Lo dejó claro en fecha tan temprana como el 2 de diciembre de 1976, cuando, en la sesión solemne de constitución de la Asamblea Nacional del Poder Popular afirmó: “Es el mérito, exclusivamente el mérito, la capacidad, la modestia, la entrega total al trabajo, a la Revolución y a la causa del pueblo lo que determina la confianza que la sociedad otorga a cualquiera de sus hijos.”
Quedaba incinerada, así, la mañosa postulación de candidatos que tiene lugar en otras partes del mundo, por vía de partidos políticos, a conveniencia de intereses, en medio de campañas llenas de estridencia, que derrochan millonarias sumas de dinero, con un despliegue mediático cada vez más aplastante, en el que no siempre verdad y contenido van de la mano.
Entre las referencias de Fidel a ese asunto, recuerdo su intervención del 15 marzo de 1993; en respuesta a quienes desde el exterior consideraban no democrático el proceso cubano, por no estar sustentado en el pluripartidismo, dijo que en nuestro país hay “millonaripartidismo, porque si en otros lugares los partidos son los que postulan, aquí cualquier ciudadano mayor de edad —y son millones y millones— puede proponer para que se postule a cualquiera de los millones de ciudadanos con derecho al voto”.
Quince meses atrás, en el Palacio de las Convenciones, había sido diáfano: “... el pluripartidismo es el gran instrumento del imperialismo para mantener a las sociedades fragmentadas, divididas en mil pedazos; convierte a las sociedades en sociedades impotentes para resolver los problemas y defender sus intereses".
¿Dónde podía estar, entonces, la preocupación fundamental? En que los vecinos propusieran y eligieran a los candidatos más capaces y preparados.
Cuando no ha ocurrido así, las cosas no han marchado del mejor modo. Ejemplos hay desde que surgieron los órganos del Poder Popular hasta hoy.
Documentos como las Tesis y Resoluciones del Primer Congreso del Partido también sentaron bases que conservan total vigencia al subrayar que “el delegado es el representante de los electores, no el dirigente de estos ni de las unidades de producción o servicios existentes en su circunscripción... debe mantener un contacto directo, cercano y constante con el pueblo..., su tarea más importante debe ser la de aportar iniciativas que ayuden a solucionar los problemas que plantean las masas que representa”.
Estas jornadas, en fin, son muy propicias para recordar algo que el propio Comandante aconsejó en 1976 para todo cubano o cubana electo por la población, desde la circunscripción hasta el Parlamento: “Ninguno estará por encima de la Ley ni del resto de sus compatriotas. Sus cargos no entrañan privilegios sino deberes y responsabilidades... El ejercicio del poder debe ser la práctica constante de la autolimitación y la modestia.”