Fidel nos hizo humanistas convencidos
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Corría el mes de Octubre del año 2004, un día poco habitual alteraba nuestra rutina de estudiantes de medicina. Esa tarde tendríamos la posibilidad de participar de un acto en la Plaza Ernesto Che Guevara, que contaría con la presencia del líder de la revolución. Como estudiantes de la Escuela Latinoamericana de Medicina habíamos tenido la posibilidad de escucharlo en varias ocasiones, muchas de las cuales tocaba temáticas relativas a nuestros avatares cotidianos, como si fuera uno más de nosotros, pero regalándonos una visión y sentido estratégico de la experiencia de formación y de vida, capaz de disipar cualquier banal inconveniente.
Se realizaría en la mencionada plaza la graduación del primer curso de las Escuelas de Instructores de Arte, materialización de uno entre tantísimos sueños que el Comandante en Jefe había concebido. Cuadras antes se respiraba esa peculiar sensación de alegría que embargaba a cada cubano en vísperas de su presencia, “viene el tipo”, era el rumor que se repetía entre el mar de gente que se aproximaba al inolvidable acto.
Nuestra localización como contingente de la Universidad de Ciencias Médicas no auguraba una cercanía que prometiera, con una dosis de fortuna, estrechar su mano ante un hipotético acercamiento. Aun así, el imponente espectáculo de miles de personas, disciplinadamente ordenadas y atentas al curso de aquel interesante acto político cultural, era digna de ser narrado hasta por un incipiente cronista como quien rearma estas palabras.
El momento cumbre fueron las palabras de Fidel, el recorrido por la idea y por cada uno de los pasos que permitieron su materialización, datos y cifras que ilustraban la importancia de aquella empresa, detalles de la inversión realizada, impresiones, preocupaciones y anhelos de los noveles instructores de arte, daban forma al discurso que aquella tarde el pueblo de Santa Clara escuchaba con atención y regocijo. La mención final al guerrillero heroico y su destacamento de refuerzo con su Hasta la Victoria Siempre desencadenaron fervientes aplausos.
Entonces una pausa mayor de lo habitual, se veían personas corriendo en el escenario y sus alrededores. Las miradas de cada uno de los presentes en aquella plaza comenzaron a cruzarse, una preocupación devenida silencio absoluto se esparció rápidamente. Nadie se movía de su lugar, parecía una imagen congelada, un halo de profundo miedo paralizaba a todos los presentes. Allí apareció su inconfundible voz:
“Les pido perdón por haberme caído. Seguramente… tengo alguna fractura en la rodilla y tal vez una en el brazo, pero estoy entero… Me despido de ustedes, y les voy a rogar una cosa, que no suspendan el acto cultural, que han trabajado muchos artistas, y, complázcanme, por favor, no quiero tristeza, quiero alegría, quiero felicidad para todos”
Retirado el Comandante en Jefe, se aprestaban los presentes a complacer su petición, cumplida en parte pues nadie se movió de su sitio, sin embargo parecía un colectivo de autómatas, podía percibirse el desconcierto general, la sensación de vacío, el miedo y la desazón, una extraña idea de desamparo, de desprotección se adueñaba de cada una de las almas allí presentes.
Al año siguiente Fidel les decía a los estudiantes en su mítico discurso en la Universidad de La Habana que la Revolución podía caer, y lo único que podía evitarlo era que cada uno de los actores de la sociedad estuviera dispuesto a defender los principios constitutivos del proceso revolucionario. Defenderlo en el día a día, el ejemplo cotidiano, el compromiso ético y la convicción en el triunfo de las ideas, el sentido de la unidad, el amor a los hombres que pisan el suelo, el humanismo y la concepción internacionalista como bandera al mundo.
Al año siguiente llegó la enfermedad que lo alejó de la máxima dirección del gobierno y el partido, y el pueblo bajo la conducción de Raúl, fue materializando sin prisa y sin pausa, las primeras líneas del medular concepto de Revolución pronunciado por Fidel, que invitaba con sentido del momento histórico a cambiar todo lo que debía cambiarse. De este modo, mediante un proceso de consulta y discusión popular de varios años, fueron aprobados en el año 2011 los Lineamientos de la Política Económico y Social, verdaderos ejes estratégicos, refrendados, enriquecidos y actualizados en 2016, demostración irrefutable de la adaptación del modelo de desarrollo cubano al mundo actual. Era la etapa del fortalecimiento de la democracia como poder del pueblo, con mecanismos directos de participación en la construcción de su futuro. En los 10 años transcurridos, el pueblo de Cuba fue comprendiendo que el éxito de la tarea, que la verdadera defensa del proceso revolucionario los implicaba a todos, desde su accionar cotidiano, desde su quehacer comprometido, desde el ejemplo de la dirigencia histórica de la Revolución.
Hoy la profunda, intensa e inenarrable tristeza por la pérdida de ese padre con el cual se identifica la gran mayoría del pueblo de Cuba, no se acompaña de aquella desazón, no existe hoy la sensación de ¿Y ahora qué?, más bien lo sucedido redobla el sentido de compromiso para con la batalla cultural, política, económica y social que debe librar un pueblo que anhela mantener la justicia social, que está convencido de defender sus conquistas sociales, educativas y sanitarias. Una sociedad que tiene muchos valores por defender, que hizo de la solidaridad un bien común, una acción cotidiana. Una nación que ostenta un caudal de numerosas experiencias internacionalistas, epopeyas que van desde la resistencia militar que impidió el triunfo del Apartheid en el continente africano, hasta la presencia casi ininterrumpida de la colaboración sanitaria en todo el mundo.
Estas cuartillas están emborronadas, llenas de lágrimas por la partida del líder del pueblo que me acogió durante 12 años, que permitió convertirme en profesional y por encima de eso, en un humanista convencido. Conocí al Comandante en Jefe en cada profesor que compartió su conocimiento, en cada uno de los responsables de nuestra adaptación, bienestar y formación en la ELAM y en la Universidad de Ciencias Médicas de Villa Clara. Fidel se hizo presente en el barrio en que viví, en la solidaridad instantánea e incondicional de mis vecinos, pude reconocerlo en la familia maravillosa de la que tengo el honor de pertenecer. Estaba el Comandante en cada una de las personas con las que interactué en mi experiencia de Médico de Familia en Santa Clara. Pude vislumbrar su figura de gigante en cada colaborador de la Brigada Internacional Henry Reeve con el que trabajé en Haití, luego de ocurrido el terremoto y ante la aparición y propagación de la epidemia de Cólera. Allí, en aquel país hermano, experimenté el internacionalismo, “ese brusco y hermoso crecimiento de las cualidades humanas que le brinda más a quien lo presta que a quien lo recibe, como bien dijo Fernando Martinez Heredia.
Según sus propias palabras: “Una vez dije que el día que muera de verdad nadie lo va a creer, podría andar como el Cid Campeador que ya muerto lo llevaban a caballo ganando batallas”.
Sin lugar a dudas seguirás ganando batallas, todas y cada una de las conquistas que el pueblo de Cuba y los pueblos del mundo refrenden de ahora hacía el futuro.
¡Hasta la Victoria Siempre Comandante!