Fidel periodista
Datum:
17/08/2007
Quelle:
Revista La Jiribilla
Ser periodista es algo más que pertenecer a la nómina de un periódico o escribir una crónica o un reportaje, es un espíritu de vida, una pasión y una voluntad por expresarse, por dar a conocer una idea, tener un sentido de la historia y de los acontecimientos políticos de un país y de la humanidad.
Para alimentar esa disposición es imprescindible a su vez, el interés por la prensa. En Fidel alentaba desde tiempos inmemoriales, no como ejercicio activo, sino pasivo porque desde que era niño leía periódicos; lo hacía en voz alta para informar al cocinero de la casa, el gallego Manuel García, que era un furibundo partidario y defensor de la República española y a quien Fidel leía las noticias, al principio tal como eran reportadas, y luego, con cuidado, para que no lo entristecieran las adversidades que sobrevinieron con el curso —favorable a la reacción— de los acontecimientos en la guerra civil. Entonces, Fidel agradecía el hecho de que no todos los diarios llegados a Birán —el lugar de Oriente donde nació y creció— fueran tan extremadamente de derecha como lo era el Diario de la Marina, donde las informaciones publicadas siempre fueron ferozmente contrarias a los republicanos.
Empezando por ahí, por el afán temprano de conocer las noticias de actualidad por los diarios y las estaciones de radio, puede vislumbrarse al Fidel periodista. Primero pasivamente y sin proponérselo: acopiando datos, recuentos, historias, vivencias..., luego activamente, cuando comienza desde muy joven a escribir.
Las primeras publicaciones de Fidel en la prensa no fueron materiales escritos para los diarios, ni pensados con ese propósito. Fueron discursos, palabras pronunciadas en mítines, actos y encuentros estudiantiles. Luego comienza una labor meditada, cuando ya graduado, ejerce como abogado, es miembro del Partido Ortodoxo y aspira a diputado por una circunscripción de La Habana. Para la difusión de las ideas, tiene un programa en la emisora Radio Álvarez, y poco antes del golpe de Estado del 10 de marzo, había publicado varias denuncias sobre la corrupción del gobierno de Carlos Prío en el periódico de mayor circulación entonces, que era Alerta. Ya en esa etapa, Fidel tiene una clara conciencia del papel de los medios en la difusión de las ideas, en la importancia de escribir sus análisis acerca de aquella sociedad y sobre sus ideales y el futuro de Cuba. Confiere un peso preponderante a los medios como ámbito para la denuncia.
En aquellos trabajos publicados en Alerta afirmó con pruebas contundentes que no era necesario ir a Guatemala para verificar la corrupción de las autoridades civiles y militares del gobierno priísta. En la preparación de los reportajes fungió como camarógrafo, fotógrafo y redactor. A veces, Chenard Piña1 captaba las imágenes; en otras ocasiones lo hacía el propio Fidel. Fue una etapa en que, además, económicamente se resintieron mucho sus bolsillos pues tuvo que alquilar la avioneta para sobrevolar las fincas, donde se empleaban soldados en obras particulares. Era una investigación seria y riesgosa la que desarrollaba; era como un corresponsal de guerra, pero en una guerra muy especial.
Hubo un testimonio de Fidel en que recuerda cómo van a las fincas que en las circunstancias mencionadas tenía del Jefe del Regimiento Militar de Pinar del Río. Ese día detienen a René Rodríguez2 y Fidel consigue salvar los rollos fotográficos. Periodista en ciernes, va acumulando cada vez mayor experiencia, pues conoce que no solo debe publicar las imágenes, sino guardarlas, preservarlas como prueba vital y contundente de su verdad. No podía sucederle como a Chibás, que no contó con las pruebas cuando debía presentarlas y ello lo llevó a una decisión tremenda para salvar su honor, demostrar con qué dosis de altruismo se inspiraba su lucha y para que la gente la continuara.
Constantemente pueden citarse ejemplos de la importancia que Fidel concede al ejercicio periodístico. Casi todo lo que escribe a partir de que tiene un rol protagónico en la lucha por la Revolución, lo hace para argumentar sus razones, explicar los fundamentos y estrategias revolucionarias, y para lograr la movilización consciente del pueblo. Nunca debe olvidarse aquel principio enunciado como un rayo de luz: «Al pueblo no le vamos a decir cree, le vamos a decir, lee». Los medios de difusión masiva constituyen en ese camino los puentes.
Cuando el ataque al Moncada, estaba previsto como parte de los acontecimientos que tendrían lugar en una segunda fase del plan, que a través de una estación de radio se transmitiera el discurso que Chibás pronunció antes de su «último aldabonazo» y luego, una alocución del movimiento insurreccional para explicar las leyes que se adoptarían —estas aparecieron después en el alegato La Historia me absolverá—, y exhortar al pueblo a la huelga general, algo similar a lo ocurrido el 1ro. de Enero de 1959 cuando, ya derrotada la tiranía, tuvo lugar el golpe de Estado en la capital.
En México, durante el exilio, Fidel trabajó por mantener informado al pueblo cubano acerca de todos los esfuerzos del movimiento revolucionario, de su postura íntegra y diáfana; de los principios que le eran irrenunciables a la Revolución. El envía lo escrito en madrugadas de invierno a los medios en Cuba. Los Manifiestos 1 y 2 del Movimiento 26 de Julio son preparados en hojas sueltas en la vieja imprenta de la familia Vanegas.
En la Sierra es conocida su participación en la Radio Rebelde, dando a conocer en forma de noticias partes de guerra, comunicaciones, anécdotas, homenajes de recordación y decisivos mensajes al pueblo.
Tras el triunfo revolucionario de 1959, era perenne la presencia de Fidel en los programas de televisión y a menudo escribía a los periódicos. El programa televisivo se titulaba Ante la prensa, de CMQ. A las calumnias de la prensa internacional, referidas a la justicia revolucionaria, publicadas en las semanas iniciales de enero, respondió con la Operación Verdad, que convocó a unos 380 periodistas de Estados Unidos y Latinoamérica para difundir nuestra posición, el respaldo del pueblo y contestar a todas las preguntas que quisieran hacerle, convencido de que Cuba actuaba recta y justamente.
La primera visita de Fidel a Estados Unidos, después del triunfo de la Revolución, no es de carácter oficial. Responde a una invitación de la Asociación de Editores de Periódicos de Estados Unidos, lo que da la medida de cómo era considerado: además de Primer Ministro y líder de la Revolución, era visto como un hombre de prensa. Me refiero no propiamente a que suscitaba el interés de los medios, lo cual también sucedía desde antes, sino a que se le consideraba como un hombre del sector, como alguien que pertenecía al medio. Fidel había asumido el Premierato en febrero y va en abril. Cuando asiste a las Naciones Unidas, la Sociedad de Corresponsales Periodísticos de ese organismo mundial le ofreció una recepción y un almuerzo los días 21 y 22 de abril del 59. En Nueva York visitó el periódico La Prensa, editado en español.
Entre otras tantas circunstancias históricas que unen a la ciudad de Nueva Orleans con Cuba, podría citarse el hecho de que por un cable de la agencia AP, fechado allí, se confirmó que por primera vez, después del triunfo revolucionario, Fidel visitaría los Estados Unidos, invitado por los editores de ese país.
Durante todos estos años se ha probado la importancia que Fidel concede a los medios de difusión, porque no solo ha seguido su trabajo sino que ha formado parte de él, se ha involucrado directamente; lo mismo ante la inminencia del paso de un huracán que para explicar una decisión política o un acontecimiento histórico, para orientar y movilizar al pueblo. Él conoce y prioriza los medios en su inagotable interés por informar, explicar, convencer, sumar, intercambiar opiniones en pos de un conocimiento también más profundo de la opinión pública.
Fue precisamente en encuentros con periodistas, intelectuales y artistas de la UNEAC y de la UPEC, en los años 80, que analizó el rumbo de la sociedad socialista en Cuba y otros países, y esbozó los inicios de la rectificación de errores, denominada «Por el camino correcto».
Fidel periodista podría ser un excelente tema de investigación para un joven estudiante de Periodismo.
No pretendo hacer un recuento detallado de la participación de Fidel en los medios, sino abordar más bien el espíritu que le anima no solo a la hora de ofrecer una información o hacer una denuncia pública, o de explicar, razonar a través de los medios de difusión masiva, sino del espíritu que alienta cuando escribe. En un mensaje a García Márquez cuando se iba a publicar Vivir para contarla, el primer volumen de la Autobiografía del autor colombiano, Fidel confesó que le habría gustado en su reencarnación ser escritor, pero no como cualquier escritor, sino serlo como el Gabo, y es que le fascinan las palabras, los conceptos, los significados. Recuerdo que en 1996, cuando íbamos en avión hacia Holguín, tuve la oportunidad de presenciar un encuentro entre el Comandante y el Gabo. Estuvieron conversando sobre un diccionario que García Márquez había obsequiado a Fidel por su cumpleaños 70. Era un volumen muy particular, junto a la significación de los vocablos, citaba ejemplos de elocuentes y maravillosas frases de la literatura iberoamericana en que se apreciaba el uso excepcionalmente correcto, literario, artístico y simbólico de la palabra de interés.
Era un material prodigioso, y ellos se perdieron en una prolongada e interesantísima conversación. García Márquez defiende una postura, con toda probabilidad sacrílega para los gramáticos y los más ortodoxos académicos de la lengua, sobre el innecesario uso de los acentos y de letras del alfabeto con similar pronunciación. Fidel le decía que compartía esa misma visión. Charlaron largamente sobre el tema; ambos coinciden en que la realidad y la fantasía, la realidad y la imaginación, se desdibujan entre nosotros. En nuestro continente, la realidad es tan sorprendente, insólita, exuberante, y desgarradora, que no hay argumento más novelado, fantasioso e imaginativo, que pueda ser creado por los escritores, que la propia realidad de los pueblos de nuestras tierras. Nunca olvido que Últimas noticias de un secuestro, en el invierno de 1993, era su lectura predilecta entre toda la obra garciamarquiana. El volumen narraba la historia de personas secuestradas en Colombia por el cartel de la droga de Medellín.
Fidel y Gabo comparten también una obsesión muy grande por la búsqueda de la palabra exacta. Fidel afirma que en su trabajo de hombre público, que todos los días tiene que escribir y que nosotros sabemos que lo hace también para los medios, porque es un periodista de espíritu, no descansa, no tiene paz hasta que encuentra la palabra exacta para expresar una idea, un concepto.
No se conforma nunca, su búsqueda de la perfección no termina hasta que sin remedio, el tiempo le arrebata de las manos el papel en que anota, perfila, pule sus ideas. En fin, la palabra exacta en su caso es algo inalcanzable, porque cuando considera que encontró la palabra exacta, apenas un instante después cambia de parecer y sigue buscando la palabra exacta, la perfección.
Solo recuerdo alguien así como antecedente —no como personalidad política, ni tampoco por su disposición para la vida—, pero sí como inconforme tenaz con lo escrito y también por los hábitos trasnochadores: Balzac. El método de Fidel recuerda el método de Balzac al escribir... una perenne búsqueda de la perfección de la línea y de la fidelidad entre el contenido y la forma.
Otra cuestión raigal en Fidel es que al escribir, nunca abdica de una idea, por muy difícil que sea expresarla con claridad. Otros en su lugar dicen: «Bueno, esto es muy complicado, voy a obviarlo»; él no. Recuerdo una vez en que un grupo de compañeros analizaba un documento y en una parte, para demostrar que la Revolución Cubana en un momento determinado de su historia aún no había adoptado medidas que pudieran ser consideradas muy radicales, se afirmaba que la Reforma Agraria de mayo de 1959 era nada socialista.
Comprendía perfectamente lo que se deseaba expresar: no era lo suficientemente radical como para ser considerada socialista, pero aún así señalé como inadecuada la expresión «nada socialista». Apunté que de alguna manera toda acción o medida que tenga un componente provechoso para la sociedad, para el pueblo, de alguna forma es socialista. Propuse no hacer referencia al tema. Era una pequeña sutileza en el lenguaje y podía extender la discusión y sugerí bojear el asunto, eludirlo. En primera instancia, la propuesta fue aceptada.
Al día siguiente, cuando tuve en mis manos la segunda y acabada versión del documento, había ya una formulación correcta de la idea, redactada en el espíritu que había defendido. Él no había quedado conforme y volvió a retomarla para buscar la forma de expresar el contenido correctamente. No desechó la idea, no abdicó, lo cual constituyó para mí una gran enseñanza.
Hace ya algún tiempo leí una definición de Fidel acerca de los discursos martianos. De la oratoria del Apóstol dijo que era una catarata de ideas en un pequeño arroyo de palabras. Se refería a la confluencia de un torrente de ideas y de la síntesis, algo que también está muy presente en Fidel. Es decir, para él vale también esa bellísima frase. Por supuesto, la impronta de José Martí es grande en Fidel, como resultado de todas las lecturas que hizo del Apóstol, en especial de su Diario de Campaña.
Como escritor, Fidel cuenta con la luz de todas las lecturas que ha realizado de la historia de la humanidad y de las vidas de los ilustres. Siempre ha dicho que se fascinó primero por los grandes héroes de la antigüedad, por los grandes mitos de la historia universal: Aníbal, Alejandro, César, Napoleón... Luego se deslumbró ante los héroes de nuestra región como Simón Bolívar, José Artigas, San Martín, Sucre, Benito Juárez, y de ese sentimiento pasó a la admiración por los hombres de nuestra historia patria: Carlos Manuel de Céspedes, Máximo Gómez, Antonio Maceo y José Martí. Influyeron marcadamente en él los diarios de Gómez, el epistolario de Maceo, las crónicas de Miró Argenter y toda la obra martiana.
En presidio tuvo tiempo para leer y lo hizo infatigablemente. Entre sus libros favoritos menciona siempre la novela Juan Cristóbal, de Romain Rolland, y las biografías de Stefan Zweig, la de Balzac... Creo que él puede haber recibido alguna influencia de Balzac en los métodos y ritmo de trabajo, los horarios, la dinámica de su quehacer, y sobre todo la obsesión por el párrafo perfecto, la línea perfecta, la palabra exacta.
Fidel además encuentra distinciones importantes entre la oratoria y la escritura.
Conoce dos cuestiones esenciales para su comunicación con la gente: una, la importancia de los medios; otra: la predilección de la gente por la improvisación. Él afirma que aunque puede ser más preciso, más exacto en lo escrito; aprecia que la gente valora, disfruta, siente deleite cuando ve al hombre frente al reto, frente a la necesidad de discurrir con fluidez, con elocuencia, con un hilo conductor, sin perderse en la maraña de lo que está diciendo.
Es una capacidad tremenda de Fidel la de escribir en la mente. Realmente aprecio esa capacidad extraordinaria en él. No puedo retomar algo que dejé prendido con un alfiler un buen rato atrás. Fidel lo hace maravillosamente, y con intervalos de tiempo increíbles. Podría estudiarse profundamente lo escrito desde el punto de vista literario, a cuántas incidentales, párrafos, cuartillas, consigue retomar una idea.
Pero ahora pienso: ¿A cuántos minutos en su discurso es capaz de retomar algo que dejó pendiente? No dudo que haya casos en que ha discurrido durante media hora, o una hora, o más, y vuelve al asunto que dejó atrás, inconcluso, para redondearlo, afirmarlo y concluirlo.
Un ejemplo clásico fue su discurso en la Universidad de La Habana en noviembre de 2005. Se cumplían 60 años de su ingreso a La Colina, del inicio de sus luchas revolucionarias. Abordó un tema y creo que como una hora o dos después retomó el hilo inicial, e incluso advirtió a los presentes que sabía que había hecho una digresión y que tenía que regresar al punto de partida. Esto último tiene que ver con la capacidad de escribir. Hablar es escribir en el momento, escribir con la celeridad de la luz.
Nunca olvido una cosa muy simpática que él comentó en un congreso de la Unión de Periodistas de Cuba refiriéndose a los libros publicados sobre las misiones de nuestros médicos en diversas partes del mundo. Pensé en el libro que escribí hace años: Después de lo increíble, y en los testimonios de Voces y Niños del Milagro, donde trabajamos conjuntamente un grupo de compañeros, volúmenes de pocas páginas, 100 ó 200 a lo sumo... «¡Ah, bueno —decía él—, entonces escribo un libro cada vez que !». Y era verdad, porque después los discursos se publican y él escribió en tres, cuatro, seis horas, lo que a nosotros nos demora un mes, o mucho más tiempo.
El periodista está presente en todo Fidel. No se puede diferenciar entre el estadista excepcional, la personalidad ilustrísima de la historia de la humanidad, el guerrillero, el revolucionario y el periodista. Es algo que está implícito en su vida, en todo lo que hace y de una manera muy marcada. Es una mirada, una convicción, un espíritu palpitante en Fidel a partir del sentimiento genuino de que ser periodista en sus obras es útil a la causa de la Revolución, a la causa del pueblo.
Cuando redactaba las órdenes que después serían trasmitidas por Radio Rebelde durante la guerra, conocía que lo iba a escuchar la persona que debía cumplir la orden, pero también todo el pueblo; la verdad se propagaría y ello serviría al triunfo.
Él está consciente, además, de la gran repercusión de sus palabras y por eso es cada vez más celoso de lo que escribe. Sabe que una palabra vale, que una palabra pesa, que una palabra puede ser determinante. Entonces hoy es el mismo y a su vez otro diferente.
*Fragmentos del conversatorio de la autora en el Ciclo Fidel periodista, de la cátedra Juan Gualberto Gómez del Instituto Internacional de Periodismo José Martí.
1Fernando Chenard Piña, combatiente revolucionario caído durante el asalto al Moncada. Periodista de profesión.
2René Rodríguez Cruz, combatiente revolucionario, expedicionario del Granma, ocupó diferentes responsabilidades, entre ellas la de Presidente del Instituto Cubano de Amistad con los Pueblos. Murió en 1990.
Para alimentar esa disposición es imprescindible a su vez, el interés por la prensa. En Fidel alentaba desde tiempos inmemoriales, no como ejercicio activo, sino pasivo porque desde que era niño leía periódicos; lo hacía en voz alta para informar al cocinero de la casa, el gallego Manuel García, que era un furibundo partidario y defensor de la República española y a quien Fidel leía las noticias, al principio tal como eran reportadas, y luego, con cuidado, para que no lo entristecieran las adversidades que sobrevinieron con el curso —favorable a la reacción— de los acontecimientos en la guerra civil. Entonces, Fidel agradecía el hecho de que no todos los diarios llegados a Birán —el lugar de Oriente donde nació y creció— fueran tan extremadamente de derecha como lo era el Diario de la Marina, donde las informaciones publicadas siempre fueron ferozmente contrarias a los republicanos.
Empezando por ahí, por el afán temprano de conocer las noticias de actualidad por los diarios y las estaciones de radio, puede vislumbrarse al Fidel periodista. Primero pasivamente y sin proponérselo: acopiando datos, recuentos, historias, vivencias..., luego activamente, cuando comienza desde muy joven a escribir.
Las primeras publicaciones de Fidel en la prensa no fueron materiales escritos para los diarios, ni pensados con ese propósito. Fueron discursos, palabras pronunciadas en mítines, actos y encuentros estudiantiles. Luego comienza una labor meditada, cuando ya graduado, ejerce como abogado, es miembro del Partido Ortodoxo y aspira a diputado por una circunscripción de La Habana. Para la difusión de las ideas, tiene un programa en la emisora Radio Álvarez, y poco antes del golpe de Estado del 10 de marzo, había publicado varias denuncias sobre la corrupción del gobierno de Carlos Prío en el periódico de mayor circulación entonces, que era Alerta. Ya en esa etapa, Fidel tiene una clara conciencia del papel de los medios en la difusión de las ideas, en la importancia de escribir sus análisis acerca de aquella sociedad y sobre sus ideales y el futuro de Cuba. Confiere un peso preponderante a los medios como ámbito para la denuncia.
En aquellos trabajos publicados en Alerta afirmó con pruebas contundentes que no era necesario ir a Guatemala para verificar la corrupción de las autoridades civiles y militares del gobierno priísta. En la preparación de los reportajes fungió como camarógrafo, fotógrafo y redactor. A veces, Chenard Piña1 captaba las imágenes; en otras ocasiones lo hacía el propio Fidel. Fue una etapa en que, además, económicamente se resintieron mucho sus bolsillos pues tuvo que alquilar la avioneta para sobrevolar las fincas, donde se empleaban soldados en obras particulares. Era una investigación seria y riesgosa la que desarrollaba; era como un corresponsal de guerra, pero en una guerra muy especial.
Hubo un testimonio de Fidel en que recuerda cómo van a las fincas que en las circunstancias mencionadas tenía del Jefe del Regimiento Militar de Pinar del Río. Ese día detienen a René Rodríguez2 y Fidel consigue salvar los rollos fotográficos. Periodista en ciernes, va acumulando cada vez mayor experiencia, pues conoce que no solo debe publicar las imágenes, sino guardarlas, preservarlas como prueba vital y contundente de su verdad. No podía sucederle como a Chibás, que no contó con las pruebas cuando debía presentarlas y ello lo llevó a una decisión tremenda para salvar su honor, demostrar con qué dosis de altruismo se inspiraba su lucha y para que la gente la continuara.
Constantemente pueden citarse ejemplos de la importancia que Fidel concede al ejercicio periodístico. Casi todo lo que escribe a partir de que tiene un rol protagónico en la lucha por la Revolución, lo hace para argumentar sus razones, explicar los fundamentos y estrategias revolucionarias, y para lograr la movilización consciente del pueblo. Nunca debe olvidarse aquel principio enunciado como un rayo de luz: «Al pueblo no le vamos a decir cree, le vamos a decir, lee». Los medios de difusión masiva constituyen en ese camino los puentes.
Cuando el ataque al Moncada, estaba previsto como parte de los acontecimientos que tendrían lugar en una segunda fase del plan, que a través de una estación de radio se transmitiera el discurso que Chibás pronunció antes de su «último aldabonazo» y luego, una alocución del movimiento insurreccional para explicar las leyes que se adoptarían —estas aparecieron después en el alegato La Historia me absolverá—, y exhortar al pueblo a la huelga general, algo similar a lo ocurrido el 1ro. de Enero de 1959 cuando, ya derrotada la tiranía, tuvo lugar el golpe de Estado en la capital.
En México, durante el exilio, Fidel trabajó por mantener informado al pueblo cubano acerca de todos los esfuerzos del movimiento revolucionario, de su postura íntegra y diáfana; de los principios que le eran irrenunciables a la Revolución. El envía lo escrito en madrugadas de invierno a los medios en Cuba. Los Manifiestos 1 y 2 del Movimiento 26 de Julio son preparados en hojas sueltas en la vieja imprenta de la familia Vanegas.
En la Sierra es conocida su participación en la Radio Rebelde, dando a conocer en forma de noticias partes de guerra, comunicaciones, anécdotas, homenajes de recordación y decisivos mensajes al pueblo.
Tras el triunfo revolucionario de 1959, era perenne la presencia de Fidel en los programas de televisión y a menudo escribía a los periódicos. El programa televisivo se titulaba Ante la prensa, de CMQ. A las calumnias de la prensa internacional, referidas a la justicia revolucionaria, publicadas en las semanas iniciales de enero, respondió con la Operación Verdad, que convocó a unos 380 periodistas de Estados Unidos y Latinoamérica para difundir nuestra posición, el respaldo del pueblo y contestar a todas las preguntas que quisieran hacerle, convencido de que Cuba actuaba recta y justamente.
La primera visita de Fidel a Estados Unidos, después del triunfo de la Revolución, no es de carácter oficial. Responde a una invitación de la Asociación de Editores de Periódicos de Estados Unidos, lo que da la medida de cómo era considerado: además de Primer Ministro y líder de la Revolución, era visto como un hombre de prensa. Me refiero no propiamente a que suscitaba el interés de los medios, lo cual también sucedía desde antes, sino a que se le consideraba como un hombre del sector, como alguien que pertenecía al medio. Fidel había asumido el Premierato en febrero y va en abril. Cuando asiste a las Naciones Unidas, la Sociedad de Corresponsales Periodísticos de ese organismo mundial le ofreció una recepción y un almuerzo los días 21 y 22 de abril del 59. En Nueva York visitó el periódico La Prensa, editado en español.
Entre otras tantas circunstancias históricas que unen a la ciudad de Nueva Orleans con Cuba, podría citarse el hecho de que por un cable de la agencia AP, fechado allí, se confirmó que por primera vez, después del triunfo revolucionario, Fidel visitaría los Estados Unidos, invitado por los editores de ese país.
Durante todos estos años se ha probado la importancia que Fidel concede a los medios de difusión, porque no solo ha seguido su trabajo sino que ha formado parte de él, se ha involucrado directamente; lo mismo ante la inminencia del paso de un huracán que para explicar una decisión política o un acontecimiento histórico, para orientar y movilizar al pueblo. Él conoce y prioriza los medios en su inagotable interés por informar, explicar, convencer, sumar, intercambiar opiniones en pos de un conocimiento también más profundo de la opinión pública.
Fue precisamente en encuentros con periodistas, intelectuales y artistas de la UNEAC y de la UPEC, en los años 80, que analizó el rumbo de la sociedad socialista en Cuba y otros países, y esbozó los inicios de la rectificación de errores, denominada «Por el camino correcto».
Fidel periodista podría ser un excelente tema de investigación para un joven estudiante de Periodismo.
No pretendo hacer un recuento detallado de la participación de Fidel en los medios, sino abordar más bien el espíritu que le anima no solo a la hora de ofrecer una información o hacer una denuncia pública, o de explicar, razonar a través de los medios de difusión masiva, sino del espíritu que alienta cuando escribe. En un mensaje a García Márquez cuando se iba a publicar Vivir para contarla, el primer volumen de la Autobiografía del autor colombiano, Fidel confesó que le habría gustado en su reencarnación ser escritor, pero no como cualquier escritor, sino serlo como el Gabo, y es que le fascinan las palabras, los conceptos, los significados. Recuerdo que en 1996, cuando íbamos en avión hacia Holguín, tuve la oportunidad de presenciar un encuentro entre el Comandante y el Gabo. Estuvieron conversando sobre un diccionario que García Márquez había obsequiado a Fidel por su cumpleaños 70. Era un volumen muy particular, junto a la significación de los vocablos, citaba ejemplos de elocuentes y maravillosas frases de la literatura iberoamericana en que se apreciaba el uso excepcionalmente correcto, literario, artístico y simbólico de la palabra de interés.
Era un material prodigioso, y ellos se perdieron en una prolongada e interesantísima conversación. García Márquez defiende una postura, con toda probabilidad sacrílega para los gramáticos y los más ortodoxos académicos de la lengua, sobre el innecesario uso de los acentos y de letras del alfabeto con similar pronunciación. Fidel le decía que compartía esa misma visión. Charlaron largamente sobre el tema; ambos coinciden en que la realidad y la fantasía, la realidad y la imaginación, se desdibujan entre nosotros. En nuestro continente, la realidad es tan sorprendente, insólita, exuberante, y desgarradora, que no hay argumento más novelado, fantasioso e imaginativo, que pueda ser creado por los escritores, que la propia realidad de los pueblos de nuestras tierras. Nunca olvido que Últimas noticias de un secuestro, en el invierno de 1993, era su lectura predilecta entre toda la obra garciamarquiana. El volumen narraba la historia de personas secuestradas en Colombia por el cartel de la droga de Medellín.
Fidel y Gabo comparten también una obsesión muy grande por la búsqueda de la palabra exacta. Fidel afirma que en su trabajo de hombre público, que todos los días tiene que escribir y que nosotros sabemos que lo hace también para los medios, porque es un periodista de espíritu, no descansa, no tiene paz hasta que encuentra la palabra exacta para expresar una idea, un concepto.
No se conforma nunca, su búsqueda de la perfección no termina hasta que sin remedio, el tiempo le arrebata de las manos el papel en que anota, perfila, pule sus ideas. En fin, la palabra exacta en su caso es algo inalcanzable, porque cuando considera que encontró la palabra exacta, apenas un instante después cambia de parecer y sigue buscando la palabra exacta, la perfección.
Solo recuerdo alguien así como antecedente —no como personalidad política, ni tampoco por su disposición para la vida—, pero sí como inconforme tenaz con lo escrito y también por los hábitos trasnochadores: Balzac. El método de Fidel recuerda el método de Balzac al escribir... una perenne búsqueda de la perfección de la línea y de la fidelidad entre el contenido y la forma.
Otra cuestión raigal en Fidel es que al escribir, nunca abdica de una idea, por muy difícil que sea expresarla con claridad. Otros en su lugar dicen: «Bueno, esto es muy complicado, voy a obviarlo»; él no. Recuerdo una vez en que un grupo de compañeros analizaba un documento y en una parte, para demostrar que la Revolución Cubana en un momento determinado de su historia aún no había adoptado medidas que pudieran ser consideradas muy radicales, se afirmaba que la Reforma Agraria de mayo de 1959 era nada socialista.
Comprendía perfectamente lo que se deseaba expresar: no era lo suficientemente radical como para ser considerada socialista, pero aún así señalé como inadecuada la expresión «nada socialista». Apunté que de alguna manera toda acción o medida que tenga un componente provechoso para la sociedad, para el pueblo, de alguna forma es socialista. Propuse no hacer referencia al tema. Era una pequeña sutileza en el lenguaje y podía extender la discusión y sugerí bojear el asunto, eludirlo. En primera instancia, la propuesta fue aceptada.
Al día siguiente, cuando tuve en mis manos la segunda y acabada versión del documento, había ya una formulación correcta de la idea, redactada en el espíritu que había defendido. Él no había quedado conforme y volvió a retomarla para buscar la forma de expresar el contenido correctamente. No desechó la idea, no abdicó, lo cual constituyó para mí una gran enseñanza.
Hace ya algún tiempo leí una definición de Fidel acerca de los discursos martianos. De la oratoria del Apóstol dijo que era una catarata de ideas en un pequeño arroyo de palabras. Se refería a la confluencia de un torrente de ideas y de la síntesis, algo que también está muy presente en Fidel. Es decir, para él vale también esa bellísima frase. Por supuesto, la impronta de José Martí es grande en Fidel, como resultado de todas las lecturas que hizo del Apóstol, en especial de su Diario de Campaña.
Como escritor, Fidel cuenta con la luz de todas las lecturas que ha realizado de la historia de la humanidad y de las vidas de los ilustres. Siempre ha dicho que se fascinó primero por los grandes héroes de la antigüedad, por los grandes mitos de la historia universal: Aníbal, Alejandro, César, Napoleón... Luego se deslumbró ante los héroes de nuestra región como Simón Bolívar, José Artigas, San Martín, Sucre, Benito Juárez, y de ese sentimiento pasó a la admiración por los hombres de nuestra historia patria: Carlos Manuel de Céspedes, Máximo Gómez, Antonio Maceo y José Martí. Influyeron marcadamente en él los diarios de Gómez, el epistolario de Maceo, las crónicas de Miró Argenter y toda la obra martiana.
En presidio tuvo tiempo para leer y lo hizo infatigablemente. Entre sus libros favoritos menciona siempre la novela Juan Cristóbal, de Romain Rolland, y las biografías de Stefan Zweig, la de Balzac... Creo que él puede haber recibido alguna influencia de Balzac en los métodos y ritmo de trabajo, los horarios, la dinámica de su quehacer, y sobre todo la obsesión por el párrafo perfecto, la línea perfecta, la palabra exacta.
Fidel además encuentra distinciones importantes entre la oratoria y la escritura.
Conoce dos cuestiones esenciales para su comunicación con la gente: una, la importancia de los medios; otra: la predilección de la gente por la improvisación. Él afirma que aunque puede ser más preciso, más exacto en lo escrito; aprecia que la gente valora, disfruta, siente deleite cuando ve al hombre frente al reto, frente a la necesidad de discurrir con fluidez, con elocuencia, con un hilo conductor, sin perderse en la maraña de lo que está diciendo.
Es una capacidad tremenda de Fidel la de escribir en la mente. Realmente aprecio esa capacidad extraordinaria en él. No puedo retomar algo que dejé prendido con un alfiler un buen rato atrás. Fidel lo hace maravillosamente, y con intervalos de tiempo increíbles. Podría estudiarse profundamente lo escrito desde el punto de vista literario, a cuántas incidentales, párrafos, cuartillas, consigue retomar una idea.
Pero ahora pienso: ¿A cuántos minutos en su discurso es capaz de retomar algo que dejó pendiente? No dudo que haya casos en que ha discurrido durante media hora, o una hora, o más, y vuelve al asunto que dejó atrás, inconcluso, para redondearlo, afirmarlo y concluirlo.
Un ejemplo clásico fue su discurso en la Universidad de La Habana en noviembre de 2005. Se cumplían 60 años de su ingreso a La Colina, del inicio de sus luchas revolucionarias. Abordó un tema y creo que como una hora o dos después retomó el hilo inicial, e incluso advirtió a los presentes que sabía que había hecho una digresión y que tenía que regresar al punto de partida. Esto último tiene que ver con la capacidad de escribir. Hablar es escribir en el momento, escribir con la celeridad de la luz.
Nunca olvido una cosa muy simpática que él comentó en un congreso de la Unión de Periodistas de Cuba refiriéndose a los libros publicados sobre las misiones de nuestros médicos en diversas partes del mundo. Pensé en el libro que escribí hace años: Después de lo increíble, y en los testimonios de Voces y Niños del Milagro, donde trabajamos conjuntamente un grupo de compañeros, volúmenes de pocas páginas, 100 ó 200 a lo sumo... «¡Ah, bueno —decía él—, entonces escribo un libro cada vez que !». Y era verdad, porque después los discursos se publican y él escribió en tres, cuatro, seis horas, lo que a nosotros nos demora un mes, o mucho más tiempo.
El periodista está presente en todo Fidel. No se puede diferenciar entre el estadista excepcional, la personalidad ilustrísima de la historia de la humanidad, el guerrillero, el revolucionario y el periodista. Es algo que está implícito en su vida, en todo lo que hace y de una manera muy marcada. Es una mirada, una convicción, un espíritu palpitante en Fidel a partir del sentimiento genuino de que ser periodista en sus obras es útil a la causa de la Revolución, a la causa del pueblo.
Cuando redactaba las órdenes que después serían trasmitidas por Radio Rebelde durante la guerra, conocía que lo iba a escuchar la persona que debía cumplir la orden, pero también todo el pueblo; la verdad se propagaría y ello serviría al triunfo.
Él está consciente, además, de la gran repercusión de sus palabras y por eso es cada vez más celoso de lo que escribe. Sabe que una palabra vale, que una palabra pesa, que una palabra puede ser determinante. Entonces hoy es el mismo y a su vez otro diferente.
*Fragmentos del conversatorio de la autora en el Ciclo Fidel periodista, de la cátedra Juan Gualberto Gómez del Instituto Internacional de Periodismo José Martí.
1Fernando Chenard Piña, combatiente revolucionario caído durante el asalto al Moncada. Periodista de profesión.
2René Rodríguez Cruz, combatiente revolucionario, expedicionario del Granma, ocupó diferentes responsabilidades, entre ellas la de Presidente del Instituto Cubano de Amistad con los Pueblos. Murió en 1990.