Discurso pronunciado por el Comandante en Jefe Fidel Castro Ruz en la clausura de la Reunión de la Presidencia del Consejo Mundial de la Paz, efectuada en el Palacio de Convenciones, el 21 de abril de 1981
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Queridos compañeros:
Nuestra patria se ha sentido inmensamente honrada al servir como sede de esta reunión de la Presidencia del Consejo Mundial de la Paz. Aquilatamos el valor que entraña para Cuba este gesto de amistad y solidaridad. Nos alegramos en particular, de saludar nuevamente en suelo cubano a ese activo, infatigable y tenaz luchador de renombre internacional, nuestro querido compañero y amigo Romesh Chandra (APLAUSOS).
A nuestro juicio, este encuentro se destaca por su carácter oportuno, y por el acierto de sus organizadores en escoger el área de Centroamérica y el Caribe para su realización.
Puede decirse que hasta hoy, desde los días de la llamada Crisis de Octubre de 1962, la humanidad no había tenido motivos para sentirse tan preocupada, amenazada e inquieta por el peligro de guerra.
También en aquella ocasión, hace más de 18 años, fue la política imperialista de Estados Unidos lo que llevó al mundo al peligro inminente de una confrontación nuclear. Es necesario recordar que el gobierno norteamericano creó tan tremendo riesgo, en su afán de desquitarse por la aplastante derrota de la invasión mercenaria de Playa Girón, y como reacción soberbia y prepotente frente a las medidas legítimas tomadas por la Revolución a fin de defender la integridad y la soberanía del país. El mundo logró detenerse entonces al borde del abismo. La invulnerable posición de Cuba demostró que a nuestro pueblo no se le podía intimidar ni doblegar por ningún medio. La solidaridad internacional y en especial la política serena de la Unión Soviética permitió preservar la paz e hizo ceder las tensiones en los instantes de mayor peligro. La humanidad respiró con alivio después de atravesar esa prueba espeluznante, que puso de manifiesto la insensatez de la política imperialista de "guerra fría" y chantaje internacional.
Tras la Crisis de Octubre, no sin sortear numerosos escollos, se fue abriendo gradualmente la vía hacia la distensión.
Nuevamente la Unión Soviética, vitalmente asociada a los intereses de la comunidad socialista y el movimiento revolucionario, liberador y progresista en todo el mundo, desempeñó el papel más activo y decisivo en la lucha por crear un clima internacional basado en la confianza mutua, el desarrollo de relaciones normales e incluso una colaboración económica, científica y técnica, mutuamente satisfactoria, que sirviera de base para lograr la distensión en el plano militar, la limitación de la carrera armamentista y posteriormente las medidas que harían posible el desarme.
Como ya sabemos, no se avanzó más allá de la distensión en el terreno político. La firma del Acta de Helsinki señala el punto más alto alcanzado. Posteriormente, sobre todo en estos últimos años, las fuerzas ultrarreaccionarias de Estados Unidos, atrincheradas en sus posiciones, lograron sabotear y paralizar la distensión, y tratan de invertir hoy el rumbo de ese proceso de saneamiento de la atmósfera internacional.
Es absolutamente criminal e irresponsable la forma en que esos grupos de poder pretenden jugar con la supervivencia de la humanidad. Si en 19ó2 ya sobraban en los arsenales los megatones para aniquilar hasta el último vestigio de vida sobre la Tierra, hoy el número, la potencia y la efectividad de los sistemas de armas estratégicas se han multiplicado de modo escalofriante. Las fronteras del terror han quedado atrás hace tiempo ya, y ningún nuevo medio de destrucción masiva que se agregue hoy puede infundir mayor temor a sus presuntas víctimas. La humanidad sólo puede ser exterminada una sola vez. Ninguna persona sensata alberga duda de que en una guerra nuclear, en las condiciones actuales, los resultados serían igualmente crueles para agresores y agredidos, para beligerantes y neutrales, para las potencias atómicas y para todos los pueblos que no poseen estas armas. Se corre incluso el riesgo de que una falla técnica, un error o descuido subjetivo precipite una reacción de consecuencias catastróficas.
Los pueblos del mundo, que afrontan problemas tan numerosos y dramáticos, se ven de esta forma en peligro de desaparecer, aun a consecuencia de factores accidentales. Sobre sus cabezas se balancean decenas de miles de armas atómicas. Jamás en su historia milenaria la sociedad humana conoció nada semejante. Es por eso que la lucha por conjurar el estallido de una nueva guerra mundial se convierte en la más apremiante, insoslayable y decisiva tarea de nuestra época.
No somos ni seremos nunca fatalistas. No aceptamos ni aceptaremos jamás la idea de que un holocausto mundial sea inexorable. El género humano debe tener un destino más noble.
Los intereses egoístas y explotadores de una exigua minoría imperialista no pueden disponer a su antojo de los frutos de toda la historia de la civilización, y la suerte de los pueblos. La inteligencia del hombre tiene ante sí retos enormes, y la paz no es por sí sola la solución de todos los problemas. La paz es solo la condición primaria para poder volcar, consecuentemente, los colosales caudales de energía y recursos necesarios para que toda la humanidad, y no solo una parte de ella, pueda vivir en forma honorable, decente y decorosa. La paz es indispensable, como requisito para la gran batalla contra el subdesarrollo, contra las enfermedades, contra el analfabetismo, contra la falta de viviendas, contra la creciente escasez de alimentos, materias primas, energía y agua que ya constituye un angustioso problema para cientos de millones de seres en las áreas más pobres del mundo.
No es posible cerrar los ojos ante los peligros evidentes de guerra que se desprenden de las acciones de los elementos más agresivos y peligrosos del imperialismo.
Es conocido que las largas negociaciones de más de siete años que dieron origen al Tratado SALT-II, hoy ignorado por decisión unilateral de Estados Unidos, se basaron en reconocer la existencia de un equilibrio militar. Cualquier intento por quebrar ese equilibrio es extremadamente peligroso y puede acarrear funestas consecuencias.
El presupuesto militar del gobierno norteamericano se aproxima hoya los 150 000 millones de dólares al año. No obstante, la nueva Administración plantea aumentos sostenidos en estos gastos en los próximos años de tal forma que en 1985 podría llegarse a la increíble asignación de 300 ó 330 000 millones de dólares para fines guerreristas.
Semejante decisión solo puede servir para arrastrar al mundo a una nueva e insoportable espiral de la carrera de armamentos, precisamente en los instantes en que son más dramáticas y urgentes las necesidades mundiales de ayuda y cooperación para el desarrollo. Este nuevo fardo, como siempre, caería sobre las espaldas de los trabajadores y de los países más pobres. El espejismo de aminorar a corto plazo los efectos de la crisis económica, mediante las inversiones con fines militares, solo puede conducir a hacer aun más graves e irreversibles el estancamiento de la producción, la inflación, el desempleo y el caos del sistema monetario. No se olvide a dónde condujeron los exorbitantes gastos improductivos de la guerra de agresión contra Viet Nam. Por otro lado, el mundo socialista no se plegará a la amenaza. El más elemental sentido de responsabilidad obliga al socialismo a preservar a cualquier precio sus conquistas, su integridad y las condiciones básicas de la paz mundial. Incluso a costa de sacrificar enormes recursos que podrían servir al propio desarrollo y a la colaboración con otros países, la situación es de tal gravedad que no admite alternativas. Si hoy los gastos militares globales se elevan ya a unos 500 000 millones de dólares al año, si hoy constituyen ya una carga insostenible, criminal y absurda, tenemos derecho a preguntarnos, con profunda inquietud, hasta qué nuevos límites podría llevarlos la política actual del imperialismo yanki, y cuáles podrían ser las consecuencias de esa política aventurera e irresponsable.
Estados Unidos circunda a la Unión Soviética y a otros países revolucionarios con 2 500 bases e instalaciones militares en territorios de decenas de países. Mantiene a más de medio millón de soldados y miles de ojivas nucleares desplegados agresivamente en todo el mundo. La propia Cuba, como ustedes conocen bien, tiene que soportar contra su voluntad que una parte de su territorio nacional siga ocupada por una base naval, con tropas e instalaciones militares yankis. En
Europa, Estados Unidos obliga a sus aliados de la OTAN a un acelerado crecimiento de los gastos militares, trata de reducir la resistencia a su política agresiva y les impone la instalación de armas estratégicas cualitativamente nuevas. Se mantiene la decisión de emplazar 572 cohetes nucleares de alcance medio en Europa Occidental, apuntados contra la Unión Soviética y demás países socialistas. Los encargos para producir los cohetes "Pershing-2" y los llamados "cohete- crucero", destinados a engrosar el arsenal atómico en Europa Occidental, se elevan a varios miles de millones de dólares norteamericanos. Esto es mucho más que la renta nacional de todo un año para muchos países del mundo juntos.
Pero Estados Unidos no solamente convierte a Europa en un polvorín. En el Extremo Oriente, tratan de arrastrar a Japón a la carrera armamentista y a una alianza estratégica agresiva contra la Unión Soviética contando con las posiciones chinas como un aliado para el enfrentamiento con la URSS y contra el movimiento de liberación en Asia. China a su vez, con el beneplácito de Estados Unidos lleva a cabo incesantes agresiones contra Viet Nam, redobla las presiones sobre Lao y alienta las bandas contrarrevolucionarias y la hostilidad de gobiernos vecinos contra el pueblo de Kampuchea.
A la luz de estas realidades, se comprende la urgencia de trabajar en base a un programa concreto, que permita retener el camino andado en la búsqueda de la paz y conjurar las peligrosas tendencias de la actual situación internacional. La actitud serena y constructiva de la Unión Soviética, pese a las provocaciones y amenazas de Estados Unidos, se ha puesto de manifiesto una vez más en las iniciativas de paz formuladas por el distinguido compañero Leonid Ilich Brezhnev, en el 26 Congreso del Partido Comunista de la Unión Soviética. Ellas han tenido una favorable acogida por la opinión mundial. Afortunadamente la Unión Soviética sabe mantener la serenidad y no desfallece en su lucha por la noble causa de la paz.
Es explosiva la situación creada por el imperialismo en el Medio Oriente. Es inocultable que Israel se siente estimulado por las garantías que recibe de Washington en sus recientes agresiones al sur del Líbano, en las que cientos de personas fueron asesinadas. Al mismo tiempo, la componenda yanki con el régimen egipcio de El Sadat y el suministro de miles de millones de dólares en armas a este gobierno reaccionario, revelan la esencia de la traición y el crimen perpetrados contra los intereses del pueblo palestino y demás países árabes víctimas de la rapiña sionista. Se llevan a cabo amenazas de agresión contra Siria, Libia y otros gobiernos árabes antimperialistas. Utilizando como pretexto el lamentable conflicto entre Irán e Irak, los imperialistas de Estados Unidos llevan adelante el plan para instalar en el Medio Oriente a sus llamadas "fuerzas de intervención rápida" y multiplican su presencia militar naval y sus bases de operaciones en el Golfo Pérsico y el Océano Indico. El hecho de que en el Medio Oriente se concentren las mayores reservas petroleras del mundo capitalista, confiere a las acciones del imperialismo en esta área una especial agresividad.
Al igual que Israel, los fascistas de Africa del Sur se sienten alentados por la nueva Administración norteamericana. Está en marcha una turbia maniobra de varias potencias occidentales para tratar de frustrar el derecho de Namibia a la independencia y desconocer al legítimo y único representante de ese pueblo: la SWAPO. Aumentan sin cesar las provocaciones contra los países de la Línea del Frente. Mozambique se enfrenta a constantes acciones hostiles. Sobre Zimbabwe independiente se ciernen amenazas. Se habla incluso de grandes concentraciones de tropas sudafricanas en el norte del territorio ocupado de Namibia, y de la inminencia de un ataque racista en gran escala contra el sur de la República Popular de Angola. Se ponen al desnudo los nexos económicos y tecnológicos entre compañías imperialistas de Estados Unidos y otros países occidentales con los racistas de Pretoria, en flagrante burla de todos los acuerdos de la ONU. En estas relaciones se sustenta, entre otros aspectos, el programa de desarrollo nuclear sudafricano, que permitirá a ese país, si es que no lo ha logrado ya, la fabricación de sus propias armas atómicas. ¿Quiénes son, pues, los culpables de que semejante peligro de exterminio pueda levantarse contra los pueblos independientes de Africa? ¿Quiénes son los que se empeñan en sostener a todo trance a un régimen que constituye un escarnio para la conciencia civilizada de la humanidad?
¿No son acaso estos mismos intereses imperialistas los que han convertido a Somalia y a otros países en una base agresiva directamente enfilada contra las revoluciones de Etiopía y Yemen Democrático?
Esta reunión de la Presidencia del Consejo Mundial de la Paz ha puesto su acento en la situación de América Latina y, en particular, de la región de Centroamérica y el Caribe. A ella debemos referirnos.
Hace muy pocos meses, en nuestro Segundo Congreso, se destacó el hecho de que, mientras en otros escenarios Estados Unidos se vería obligado a tomar en consideración los factores reales de la situación mundial, el poderío innegable del socialismo y la propia cautela de sus aliados; en América Latina, sin embargo, los imperialistas se considerarían con las manos más libres para emprender acciones y llevar adelante su política reaccionaria. El tiempo transcurrido desde entonces viene demostrando esta verdad.
La heroica y decidida lucha del pueblo de El Salvador concitó de inmediato las mayores preocupaciones del nuevo Gobierno norteamericano. Como es habitual, se apeló a los pretextos más burdos. Se ha tratado de hacer creer al mundo que la batalla de ese pueblo, donde en el transcurso de solo 15 meses han sido asesinadas por el ejército y los grupos represivos de la tiranía más de 15 000 personas, era producto de una conjura internacional. Afirmar eso equivale a ignorar que el pueblo salvadoreño viene luchando desde hace 50 años por su liberación. Equivale a desconocer la situación de terrible miseria, ignorancia y feroz explotación en que una reducidísima e insaciable oligarquía mantiene a ese país. Equivale a pasar por alto que los hombres y mujeres de esa pequeña nación, incluso los viejos y los niños, se ven forzados a defender su propia supervivencia frente a un régimen genocida que arrasa literalmente con poblaciones enteras y comete enloquecidas masacres. A despecho de la opinión pública mundial, Estados Unidos está enviando cantidades masivas de armas y personal militar para dirigir y asesorar la represión y el terror. Ya se ha anunciado oficialmente que la ayuda prestada en lo que va de año por Estados Unidos a la Junta fascista y demócrata-cristiana se duplicará durante 1981.
Contra la heroica Nicaragua y su gloriosa Revolución Sandinista, enfrascadas hoy en las arduas y complejas tareas de la reconstrucción nacional, se ha enfilado también el giro agresivo del imperialismo. Es indignante que un Estado grande y poderoso como Estados Unidos aplique contra el pueblo nicaragüense represalias económicas e intente rendirlo por hambre, mediante la supresión de créditos para alimentos esenciales. En territorio norteamericano se entrenan actualmente cientos de elementos somocistas y mercenarios, dispuestos a invadir a Nicaragua, sin que el Gobierno norteamericano se dé siquiera por enterado. Es igualmente inconcebible que la organización, entrenamiento, suministro de armas y financiamiento de los numerosos campamentos de agentes contrarrevolucionarios, existentes junto a las fronteras de Nicaragua en Honduras, puedan llevarse a cabo sin la intervención de la CIA y del Gobierno de Washington. Todo intento por ahogar en sangre a la Revolución Nicaragüense, constituye una amenaza a la paz y un desafío a la opinión democrática y progresista del mundo.
En este mismo contexto se inscriben los intentos por desestabilizar al gobierno revolucionario de Granada, caracterizado por su vertical e inequívoca posición progresista y antimperialista.
El pueblo guatemalteco lucha en forma denodada por su libertad. Más de 70 000 patriotas de ese país han sido asesinados desde la invasión mercenaria, organizada por la CIA y la United Fruit en 1954. Hoy la lucha popular crece y crece también la represión. Pero el régimen brutal que ensangrienta a ese país, entra en la categoría de los "gobiernos amigos" a quienes no se debe molestar. Sus esbirros, corno los de Haití, Chile, Uruguay, Paraguay y otros gobiernos reaccionarios, reciben de sus protectores a manos llenas las armas y los recursos para sostenerse en el poder.
El Gobierno norteamericano ha creado un comando especial para el Caribe. Maniobras agresivas tienen lugar en los mares cercanos a nuestras costas. Estados Unidos desarrolla una política esencialmente" militarista en esta región. ¿Cuál es el sentido de ese lenguaje de las armas, prepotente y amenazador? Se pretende sencillamente intimidar a los pueblos que luchan y sobre todo, se trata de amedrentar, aislar e imponer una política de presión y chantaje contra Cuba.
Nuestro país, corno es de todos conocido, hace ya 20 años que sufre un riguroso y total bloqueo económico. A la sangre derramada por las agresiones armadas, los ataques piratas, los sabotajes y demás acciones subversivas llevadas a cabo por el imperialismo contra nuestro país, hay que sumar también hechos criminales corno el de impedir que hasta medicinas necesarias para salvar vidas puedan ser adquiridas por Cuba en Estados Unidos. Los imperialistas no se resignan a la política de principio de nuestro pueblo. Ultimamente han vuelto a cobrar auge las voces que en ese país reclaman que Cuba sea borrada del mapa político de este continente. Las campañas de prensa han tratado de generar un clima anticubano de extrema hostilidad. Se ha hablado de planes para un bloqueo militar u otras acciones, incluyendo la posibilidad de una agresión militar directa. Cuba no amenaza a Estados Unidos. Frente a las amenazas Cuba mantiene una actitud serena y responsable, pero firme. Luchamos por el derecho a la vida pacífica de nuestro pueblo, en la medida en que nos hacemos cada día más fuertes e invulnerables ante cualquier agresión enemiga, en la medida en que hacemos de cada compatriota un soldado espartano, preparado y dispuesto a defender la soberanía y la integridad de nuestra patria hasta la última gota de sangre (APLAUSOS).
La política injerencista del imperialismo convierte al área centroamericana y del Caribe en un explosivo foco de tensión, similar al del Golfo Pérsico, el Océano Indico, el Medio Oriente y Europa.
Pero contra la paz no solo conspira el guerrerismo y el intervencionismo. No son solo los fabulosos arsenales de armas los que amenazan la paz. También la ponen en peligro los extraordinarios y complejos problemas que el imperialismo, el colonialismo y el neocolonialismo han acumulado en el mundo. Como hemos dicho en otras oportunidades, si no hay desarrollo y un mínimo de justicia para los pueblos, tampoco habrá paz.
En el mundo de hoy tiene que abrirse un urgente período de cooperación internacional en gran escala, si es que realmente queremos elevar el nivel de vida de los pueblos, sacar a la mayor parte de la humanidad del subdesarrollo, y salvaguardar la paz internacional. El hecho cierto, sin embargo, es que todas las justas y ponderadas iniciativas promovidas por nuestros países chocan inexorablemente contra la actitud egoísta o francamente saboteadora de las principales potencias capitalistas. Al despilfarro colosal que supone la carrera armamentista, se une la dura realidad de que la ayuda oficial para el desarrollo apenas alcanza el 5% de los recursos globales dedicados a producir sistemas de exterminio.
Mientras tanto, las áreas más pobres del planeta ven multiplicarse la población en forma vertiginosa, sin que nadie sepa de dónde saldrá la alimentación, el vestido, la vivienda, la educación, los servicios de salud y las nuevas fuentes de empleo para esa gigantesca marea humana que se avecina en los próximos años. Si hoy la Tierra alberga a más de 4 000 millones de personas, ya a finales de siglo se acercará a los 7 000 millones, y en las décadas siguientes volverá a duplicarse. La deuda externa de los países subdesarrollados se calcula hoy día en más de 500 000 millones de dólares. Cada año que transcurre se hace mas pronunciado el déficit de la balanza de pagos de estos países. El intercambio desigual y el alto costo de la energía están aniquilando virtualmente la economía de los países más pobres. Gran número de ellos, sobre todo los importadores de petróleo, tienen que dedicar gran parte de sus escuálidos recursos solo a pagar los servicios de esta deuda. Entretanto, las empresas transnacionales en el período 1970-1978 extrajeron 2,4 dólares en forma de ganancia por cada nuevo dólar invertido en los países subdesarrollados, y Estados Unidos en particular obtiene en ese mismo período, como promedio 4,5 dólares por cada nuevo dólar que invierte en las atrasadas economías de Asia, Africa y América Latina.
En el propio Estados Unidos y otros países capitalistas altamente industrializados, las masas trabajadoras son víctimas de la crisis económica y la carrera armamentista. En estos países el desempleo se mantiene actualmente en los niveles más altos de la postguerra. Solo en Estados Unidos, más de 8 millones de personas vagan en busca de trabajo, y entre 20 y 25 millones de norteamericanos pobres verán afectada su situación por el impopular presupuesto guerrerista establecido para este año. Esa es también una amenaza directa a la paz.
Estamos persuadidos de que, sin un esfuerzo extraordinario, serio y responsable de carácter mundial, no podrá haber solución a los angustiosos problemas que se abaten sobre nuestros pueblos, y la paz estará en precario.
Sin una verdadera cooperación, sin un Nuevo Orden Económico Internacional real y tangible, cuyos resultados alcancen a todos y beneficien a todos, comenzando por los más necesitados, la paz a que aspiramos será un espejismo inalcanzable.
No aceptamos la idea de la inevitabilidad de la guerra. Medimos los peligros en forma serena, sin dejarnos arrastrar a una actitud pesimista. Los revolucionarios, por naturaleza, somos optimistas. No creemos, sin embargo, en la espontaneidad: creemos que la paz, la distensión, la coexistencia civilizada entre los Estados, debemos conquistarlas con nuestra lucha y con nuestra fuerza. El socialismo no necesita la guerra. El socialismo vino al mundo con el Decreto sobre la Paz como bandera. Las armas son únicamente el recurso forzoso que nos impone la necesidad de defendernos frente a las amenazas y las agresiones del enemigo. Las glorias a las que aspira nuestro pueblo son las del trabajo creador. ¡Sabremos luchar por ellas! Ya los imperialistas y los guerreristas no pueden manejar a su antojo los destinos del mundo. Tienen que contar con el poderío del socialismo. Tienen que contar con la fuerza del movimiento revolucionario mundial. Tienen que contar con la firme posición de paz de los países que componen el Movimiento de los Países No Alineados, que son, por cierto, la mayoría absoluta de la comunidad internacional. Tienen que contar con el vasto y creciente movimiento universal en defensa de la paz, en el que se expresa la conciencia vigilante de toda la humanidad.
El Consejo Mundial de la Paz, precisamente, encarna la voluntad de los más amplios sectores sociales del mundo de unirse para conjurar una nueva guerra. Su historia de más 32 años de trabajo tenaz y abnegado lo hacen digno de nuestra confianza y nuestro decidido apoyo.
Si nunca como hoy han sido grandes los peligros, nunca tampoco como hoy ha sido tan grande nuestra fuerza. Ustedes, queridos compañeros y amigos del Consejo Mundial de la Paz, nos trasmiten con esta reunión la certeza de que el futuro de los pueblos, sea cuales fueran las pruebas que nos aguarden en lo adelante, pertenece por entero a la libertad, a la justicia y a la paz.
¡Patria o Muerte!
¡Venceremos!
(OVACION)