Las respuestas "en caliente" de Fidel ante los petardos imperialistas del 28 de septiembre (+ Fotos)
Datum:
Quelle:
Autor:
Hacía dos días, Fidel había hecho su primera y magistral alocución en las Naciones Unidas. Cuatro horas y 29 minutos “cantádoles las cuarenta” a los imperialistas estadounidenses por las agresiones aéreas y económicas hacia Cuba durante los últimos meses, 269 minutos denunciando las crueles verdades del capitalismo en los países subdesarrollados, más de 16 000 segundos mostrándoles con cifras a los “amos” del universo, la revolución popular que vivía la pequeña isla del caribe.
Ahora, el primer ministro cubano tiritaba de emoción desde el balcón del antiguo Palacio Presidencial (hoy Museo de la Revolución) mientras compartía con casi un millón de compatriotas algunas impresiones de las jornadas anteriores vividas en la ciudad de Nueva York.
Contó al pueblo acerca de la campaña difamatoria de la prensa norteamericana contra el proceso revolucionario. También les describió la triste realidad de muchos ciudadanos neoyorkinos. No obstante, la especial acogida de los emigrados cubanos y los negros de Harlem a la delegación de la isla, en tanto el gobierno estadounidense desplegaba consignas en todos los hoteles para que no les alquilasen habitaciones bajo el pretexto de la seguridad.
“¡Traemos con nosotros una impresión y un recuerdo que sí no podremos olvidar jamás: la impresión y el recuerdo de los cubanos que viven en Nueva York. Los héroes de la Revolución, los verdaderos héroes de la Revolución son en este minuto esos cubanos, que allá se mantienen fieles a su patria; esos cubanos, que allá se mantienen firmes; esos cubanos, que allá gritan: '¡Malanga sí, chicle no!'".
“Nosotros vimos vergüenza, nosotros vimos honor, nosotros vimos hospitalidad, nosotros vimos caballerosidad, nosotros vimos decencia en los negros humildes de Harlem”.
“Son los grupos más explotados y más oprimidos por el imperialismo en su propio suelo y constituye un fenómeno tan extraordinario que impresiona profundamente y hay que ver cómo desde que nuestra delegación a cualquier hora del día o de la noche comenzaba a transitar en los automóviles por el barrio de Harlem, desde el instante en que aparecía el primer hombre negro, comenzaban a alzarse los brazos para saludarnos”.
Fue entonces cuando sonó el primer petardo en la noche habanera del 28 de septiembre de 1960.
“¿Una bomba? ¡Deja...! Ese petardito ya todo el mundo sabe quién lo pagó, son los petarditos del imperialismo. Creen... claro, mañana le irán a cobrar a su señoría y le dirán, le dirán: 'Fíjate bien, fíjate bien, en el mismo momento en que estaban hablando del imperialismo sonó el petardo'”, respondió Fidel a aquel intento de sabotear la concentración popular.
El fervor revolucionario creció en los congregados cuando el que arengaba desde el balcón del Palacio aseguraba que si no pudieron doblegar a los rebeldes en la Sierra con bombas hasta de 1 000 libras que decían Made in USA, cómo avanzarían ahora con “petarditos”.
"¡Qué ingenuos son! Si cuando tiraban bombas de 500 [...] y hasta de 1 000 libras que decían Made in USA no pudieron hacer nada [...] a pesar de sus aviones, sus cañones y sus bombas, los casquitos se tuvieron que rendir [...] no pudieron tomar la Sierra Maestra, ni pudieron librarse de los cercos [...] Son los gajes de la impotencia y de la cobardía [...] si el pueblo está aquí en plan de resistir, no ya los petarditos [...] el pueblo está en plan de resistir lo que tiren o lo que caiga, aunque sean bombas atómicas".
"¡Por cada petardito que pagan los imperialistas nosotros construimos quinientas casas! ¡Por cada petardito [...] nosotros hacemos tres veces más cooperativas! ¡Por cada petardito [...] nacionalizamos un central azucarero yanki! ¡Por cada petardito [...] nacionalizamos un banco yanki! ¡Por cada petardito [...] refinamos cientos de miles de barriles de petróleo! ¡Por cada petardito [...] construimos una fábrica...! ¡Por cada petardito [...] creamos cien escuelas en nuestros campos! ¡Por cada petardito [...] convertimos un cuartel en una escuela! ¡Por cada petardito [...] hacemos una ley revolucionaria! ¡Y por cada petardito [...] nosotros armamos, por lo menos, mil milicianos!".
Después de recordarles a los autores intelectuales y materiales de la intentona que por cada petardito la Revolución construía cientos de instituciones en beneficio de la población, nacionalizaba empresas yanquis radicadas en el país y armaba a miles de milicianos; el gigante de verdeolivo hizo gala de esa vis cómica suya que tanto gustaba al pueblo.
“El compañero Osmany nos da una buena idea, que por qué al petardito ese no le dedicamos el Regimiento de Santa Clara y lo convertimos, en un mes, en una ciudad escolar más, lo que queda allí. Vamos a decirle también al compañero Llanusa que al petardito ese le dedique un nuevo círculo social obrero”.
La multitud dio vivas, aplaudió, cantó el himno nacional y reafirmó su compromiso con el proyecto social del gobierno revolucionario. El café no estaba colado para los “marines”, como algunos pensaban. Todo lo contrario, los petarditos de aquella noche encontraron inmediatamente una respuesta decisiva en el destino de la nación: la creación de los Comités de Defensa de la Revolución (CDR).
“Parece que de verdad se han creído eso de que vienen los 'marines' [...] que ya está el café colado... ¡Vamos a establecer un sistema de vigilancia revolucionaria colectiva! Y vamos a ver cómo se pueden mover aquí los lacayos del imperialismo, porque, en definitiva, nosotros vivimos en toda la ciudad, no hay un edificio de apartamentos de la ciudad, ni hay cuadra, ni hay manzana, ni hay barrio, que no esté ampliamente representado aquí. Vamos a implantar, frente a las campañas de agresiones del imperialismo, un sistema de vigilancia colectiva revolucionaria que todo el mundo sepa quién vive en la manzana, qué hace el que vive en la manzana y qué relaciones tuvo con la tiranía; y a qué se dedica; con quién se junta; en qué actividades anda.
“Porque si creen que van a poder enfrentarse con el pueblo, ¡tremendo chasco se van a llevar!, porque les implantamos un comité de vigilancia revolucionaria en cada manzana..., para que el pueblo vigile, para que el pueblo observe, y para que vean que cuando la masa del pueblo se organiza, no hay imperialista, ni lacayo de los imperialistas, ni vendido a los imperialistas, ni instrumento de los imperialistas que pueda moverse.
“Están jugando con el pueblo, y no saben todavía la tremenda fuerza revolucionaria que hay en el pueblo. Y, por lo pronto, hay que dar nuevos pasos en la organización de las milicias; hay que ir a la formación, ya, de los batallones de milicias, zona por zona, en todas las regiones de Cuba, ir seleccionando cada hombre para cada arma, e ir dándole estructura a toda la gran masa de milicianos, para que lo antes posible estén perfectamente formadas y entrenadas nuestras unidades de combatientes”.
Nacían los CDR con el propósito fundamental de enfrentar a la contrarrevolución interna del país, pero dada la funcionalidad de la organización para movilizar a las masas –porque radicaban en los barrios con vecinos de los propios barrios–, el Gobierno le fue dando nuevas tareas.
La dirección del país, especialmente su líder, Fidel Castro, sabía que en los Comités de Defensa de la Revolución tenía una fuerza motriz determinante para alcanzar el éxito en cualquier proyecto popular que desplegara la Revolución.