Constitución del Movimiento Revolucionario 26 de Julio: “Seremos libres o seremos mártires”
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Las acciones llevadas a cabo el 26 julio de 1953 por los jóvenes de la Generación del Centenario, encabezados por Fidel Castro, y posteriormente el encarcelamiento, así como la salida de ellos del presidio de la entonces Isla de Pinos, terminarían de dar por creado el Movimiento Revolucionario 26 de Julio, el 12 de junio de 1955.
¿Cómo nació aquella dirección? ¿Cómo ordenó Fidel el Movimiento desde México y que pasaba mientras en la Isla? Desde las anécdotas que el mismo líder histórico de la Revolución le contara a Katiuska Blanco para el libro “Todo el tiempo de los cedros”, Cubadebate y el sitio Fidel Soldado de las Ideas le proponen recordar las historias de aquellos jóvenes en el 65 aniversario de constituido el Movimiento.
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Presionado por un amplio movimiento popular en favor de la liberación de todos los prisioneros políticos y queriendo dar una imagen de apertura democrática, en mayo de 1955 el gobierno de facto de Fulgencio Batista dicta una amnistía general. El día 15 Fidel Castro y los demás compañeros que cumplían sentencia por participar en los asaltos a los cuarteles Moncada y Carlos Manuel de Céspedes, salen del presidio modelo de Isla de Pinos.
El mismo día que Fidel sale de la cárcel se reúne en Nueva Gerona y hace un comunicado a la prensa. Desde ese momento empieza la gran batalla que daría en los próximos años. En la madrugada del 16 de mayo el Pinero atraca en Batabanó. Los moncadistas toman el tren que los llevará hasta la estación central de ferrocarriles de La Habana, donde a Fidel lo sacan por una ventanilla y lo pasean en hombros, mientras todos los presentes cantan el himno nacional.
Apenas transcurren unos días de su llegada a La Habana y Fidel comienza a librar una intensa batalla política para demostrar a la opinión pública que no había posibilidades de resolver los problemas de Cuba por la vía de la lucha cívica.
Entonces, convocada por Fidel en la noche del domingo 12 de junio de 1955, tiene lugar en la calle Factoría número 62, en La Habana una reunión. Asisten Haldeé Santamaría, Melba Hernández, Ñico López, José Suárez Blanco y Pedro Celestino Aguiler, Armando Hart. Allí se toman los acuerdos de adoptar próximamente el nombre del Movimiento Revolucionario 26 de julio y crear la primera dirección de la organización.
Fidel prepara entonces las condiciones para salir de Cuba y obtiene la visa número 2863 como turista en la sede diplomática cubana. Al día siguiente parte del aeropuerto Rancho Boyeros rumbo a Mexico. Para entonces había sido designado como máximo dirigente del Movimiento 26 de Julio. Al salir de Cuba, dejaban integradas, además, la dirección nacional y la de Oriente.
Antes de marchar Fidel diría a la prensa:
“Ya estoy haciendo la maleta para marcharme de Cuba, aunque hasta el dinero del pasaporte he tenido que pedirlo prestado, porque no se va ningún millonario, sino un cubano que todo lo ha dado y lo dará por Cuba. Las puertas adecuadas a la lucha civil me las han cerrado todas. Como martiano, pienso que ha llegado la hora de tomar los derechos y no pedirlos, de arrancarlos en vez de mendigarlos. La paciencia cubana tiene límites. Residiré en un lugar del Caribe. De viajes como éste no se regresa, y si se regresa es con la tiranía decapitada a mis pies”.
Poco después, el 9 de septiembre de 1955, Raúl escribiría desde México:
“Ya somos cuatro combatientes aquí. Fidel no te escribirá hoy porque lleva dos días sin dormir, escribiendo y mandando instrucciones para Cuba, que dicho sea de paso, todo lo relacionado con nuestro movimiento está marchando a las mil maravillas y cada día que pasa nos encontramos más optimistas, llenos de fe, aunque nunca la hemos perdido, ni en los peores momentos”.
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Como estructura del Movimiento, se crearon los frentes económicos, propaganda, acción, juvenil y obrero en todas las provincias y municipios. Pedro Miret sería el responsable bélico, Antonio Ñico López atendería la juventud, Luis Bonito, a los obreros y Faustino Pérez, las finanzas. Los objetivos tácticos eran la insurrección armada, el apoyo interno al desembarco de una expedición que debía llegar a Cuba y una huelga general, lo que fue expuesto por Fidel incluyendo su salida de Cuba.
Para Fidel era muy importante que el Movimiento tuviera como fuente principal a lo mejor de la juventud ortodoxa, designando a compañeros de su absoluta confianza en esa tarea. Así, envió a José Suárez Blanco, Pepe, a la provincia de Pinar del Rio, a Calixto Morales, Cándido González y García Peláez, junto a Reinaldo Benítez, a Camagüey y a Universo Sánchez hacia Matanzas. Personalmente, Fidel se entrevistó con jóvenes habaneros para constituir el Movimiento en San Antonio de las Vegas, Quivicán y Jaruco.
A la santiaguera María Antonia Figueroa se le encargó, además, por Fidel, hablar con Frank País para sumarlo al Movimiento. Jefe de Acción y Sabotaje del Movimiento 26 de Julio e integrante de su Dirección Nacional, organizó el Alzamiento del 30 de Noviembre en Santiago de Cuba en apoyo a los expedicionarios del Granma, y luego brindó un apoyo vital a la guerrilla. Fue asesinado por la dictadura de Batista el 30 de julio de 1957.
En una carta enviada por los guerrilleros de la Sierra Maestra a Frank País estos patentizaron el papel vital de Celia durante la guerra cuando escribieron: “En cuanto a la Sierra, cuando se escriba la historia de esta etapa revolucionaria, en la portada tendrán que aparecer dos nombres: David (el propio Frank) y Norma”.
Sobre Celia y el Movimiento, Fidel dijo: ella fue “la primera en establecer el contacto entre nosotros y el Movimiento, la primera en hacernos llegar los primeros recursos, el primer dinero que nos llegó a la Sierra y que hacía mucha falta”.
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Mientras el Movimiento trabajaba en Cuba, la escasez de fondos, el rigor de los entrenamientos, las dificultades para comprar y ocultar las armas, mantener el vínculo natural del grupo en México con la Isla, y conseguir un medio de transporte para realizar el viaje, caracterizaron el exilio.
Con sarcasmo unas veces y escepticismo otras, los diarios y publicaciones de la capital, mostraban incredulidad en relación con las palabras de Fidel Castro: “Puedo informarles con toda responsabilidad que en el año 1956 seremos libres o seremos mártires”.
—Confío en esa premonición –respondía el padre de Raúl y Fidel, don Ángel, cuando le preguntaban.
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La primera tarea que se le asignó a las brigadas en la Isla consistió en pintar en las paredes de los diferentes barrios de la Habana el número 26, anunciando de esa forma al pueblo, la existencia y actividad del Movimiento.
Otra de las tareas fue repartir los Manifiestos 1,2 y 3, enviado por Fidel desde México y que se imprimieron en la Imprenta de Sergio González, El Curita, situada en la calle Águila 618, en la Plaza del Vapor, en La Habana. Con él se entrevistaron para organizar el primer equipo impresor de la propaganda clandestina. Igualmente a varios jóvenes revolucionarios presos en el Castillo del Príncipe, como fueron Juan Pedro Carbó Serviá, José Machado Rodríguez, Efigenio Ameijeiras, y otros.
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Desde el Moncada, don Ángel vivía orgulloso de los muchachos y seguía sus pasos, atento a los detalles, las sutilezas o las noticias. Pero al padre se le apagaron las fuerzas el 21 de octubre de 1956. Restaban sólo cuarenta y dos días para el desembarco de la expedición revolucionaria.
Fidel tenía quince años cuando el viejo le brindó por primera vez habanos y vino como una forma de distinguirlo sin palabras ni elogios, porque respetaba su presencia y autoridad con una discreta admiración inconfesada. Cuando el padre murió tomó uno y comenzó a absorber el humo con la misma fruición con que su padre lo hacía el día que ellos asaltaron el Cuartel Moncada.
Años después, en los días difíciles de la Sierra, se acostumbraría a reservar uno en la mochila para los momentos más reconfortantes y para los más difíciles. Así conseguía soportar la escasez, hasta que llegaban buenas o malas noticias. Si se trataba de un acontecimiento feliz, lo disfrutaba sentado en un horcón caído. Si llegaba una noticia dolorosa, sobre un compañero muerto o un problema grave, entonces se apartaba y fumaba pensativo su tabaco.
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Con una exactitud de relojero o de afinador de pianos, Fidel había preparado la expedición a Cuba, una minuciosidad solo comparable con la otra de Fernando Magallanes al pensar en el avituallamiento de sus barcos para la búsqueda de un paso del Atlántico al Pacífico. No olvidó embarcar lo imprescindible en el yate Granma: las geografías del Caribe y de las corrientes del Golfo de México, el ansia revolucionaria de cada uno de los ochenta y dos hombres y aquella definitiva resolución de desembarcar con un fusil al hombro, en una costa cualquiera de Cuba.
Una vez en Cuba, durante el período de la guerra, en el M-26-7 surgieron dos grupos claramente demarcados, y denominados con los términos de “la sierra” y “el llano”, refiriéndose el primero al grupo guerrillero, directamente dirigido por Fidel con gran ayuda de Ernesto Che Guevara y Raúl, y el segundo a los dirigentes que se encontraban en las ciudades realizando tareas de sabotaje y unificación de las fuerzas de izquierda antibatistiana (partidos políticos, sindicatos y el movimiento estudiantil).
Desde antes y después del desembarco de los expedicionarios del yate Granma, el Movimiento 26 de Julio ocuparía, hasta el triunfo de la Revolución, y con la autoridad de Fidel, la vanguardia en una lucha que duró cinco años, cinco meses y cinco días. Fidel cumpliría con lo expresado a la revista Bohemia, el 6 de julio de 1955:
“Volveremos cuando podamos traerle a nuestro pueblo la libertad y el derecho a vivir decorosamente sin despotismo y sin hambre”.