América Latina, España y Cuba: Entrevista con Luis Cebrián
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“Menoyo es tan cubano como yo y yo soy más español que él.” Bajo su visera verde oliva, a la que parece estar indisolublemente unido como los vaqueros al sombrero tejano, Fidel Castro gesticula suavemente. Es un hombre tímido, de hablar pausado y cuidadoso, dubitante al principio, acorazado en su inmensa corpulencia y en su proteica verbosidad, que le hace pasearse con sus interlocutores lo mismo sobre los beneficios de nadar con aletas —“se hace más esfuerzo en menos tiempo y se oxigena hasta el cerebro”— que sobre el plan de reconversión industrial en España. Su despacho del Consejo de Estado en Cuba, junto al edificio del Comité Central del Partido Comunista, lo preside un formidable retrato de Camilo Cienfuegos, un cuadro que huye de la figuración hacia el abstracto. Le comento que me ha sorprendido cómo en la isla el comunismo no ha cometido los atentados moscovitas contra la plástica y el sentimiento estético. Otro día estaremos sentados en su avión por imprevista invitación suya, rumbo a Managua, o en torno a una mesa comentando la situación en Centroamérica, cuál será el menú que mañana ofrecerá a los comandantes sandinistas y qué significa el leninismo en la revolución.
A sus 58 años, Fidel tiene todas las características del seductor y todas las condiciones del líder. Lo mismo en público que en las conversaciones privadas, sabe dar siempre con el tono y el contenido de lo que los demás le quieren oír. En su favor juegan un indudable atractivo físico y una humanidad real, mitificada con el paso del tiempo y el peso del poder por los que le rodean. A veces me recuerda las memorias de algunos emperadores de Roma que escribían, gobernaban, guerreaban, disfrutaban, administraban y decidían la historia todo a la vez. El imperio viajaba con ellos como con Castro viaja la revolución. Nada sucede si él no lo imagina personalmente, y lo mismo organiza una conferencia de los (CV) no alineados (RE) que un festival de cine.
Motivos de seguridad y esa incontenible afición suya a ser protagonista de su propio espectáculo le han llevado a una organización vital tan arbitraria que todavía sigue sorprendiendo a sus más antiguos colaboradores. Trabajador infatigable, es noctívago y duerme bastante poco durante el día. La vitamina C le ayuda a mantenerse en vela hasta las seis de la mañana, hora en la que sus ministros, los embajadores y dignatarios extranjeros o sus amigos deciden atreverse a pedirle permiso para irse a la cama. Los que le rodean (casi todos, si no todos, antiguos compañeros de Sierra Maestra) le temen tanto como le quieren, y parecen quererle mucho. Algún día alguien escribirá, sin fervores de afiliado ni fobias de perseguido, el retrato de este guerrillero que, a base de no ser otra cosa, merecerá en la historia los honores de hombre ilustre.
“Después de la revolución, inmediatamente después, teníamos muchos presos políticos. Quince mil, creo, pues había más de trescientas organizaciones contrarrevolucionarias apoyadas por Estados Unidos. Hoy quedan aún unos 300, e irán saliendo según cumplan condena. Algunos de ellos no han salido antes de cumplir la sentencia, como ocurrió con la inmensa mayoría, porque acumulan faltas de indisciplina en la cárcel, se niegan a vestir el uniforme del penado o a cumplir otras normas. Nosotros nunca los hemos obligado por la fuerza. Menoyo está entre ellos. Hay que tener en cuenta que la revolución se tenía que defender, se tiene que defender. Pero nosotros, contrariamente a lo que sucede en otros países revolucionarios, somos partidarios de que quien no esté de acuerdo se pueda marchar. La revolución es tarea voluntaria de hombres libres. No queremos tener a los contrarrevolucionarios dentro. Yo ya expliqué en mi escala en Madrid, en febrero pasado, que Menoyo es un terrorista. No podemos liberarlo para que a las dos semanas se encuentre en Miami otra vez dirigiendo Alfa 66. Su estancia en la cárcel le ha conferido además un carácter de mártir para sus seguidores. Pero mantengo la promesa que también hice en Madrid: nos ocuparemos de este asunto ‘más adelante’, a su debido tiempo. Hay que tener en cuenta que para mí también es difícil de explicar aquí a nuestro pueblo la decisión de soltarle; y el año pasado ha estado rodeado de tensiones, de amenazas internacionales. Una situación más relajada permitirá decisiones en este terreno. Por lo demás, ya sé que nació en Madrid, pero para nosotros es cubano. En cuanto a su participación en la primera hora de la revolución, es discutible. Su hermano fue un héroe. Pero él estaba en el Escambray con el tercer frente, y no pegó un solo tiro hasta que cayó La Habana. Yo me encontraba tan preocupado entonces con aquella situación que tuve que enviar al Che para aquella región porque no estaba seguro de lo que haría aquella gente. Los llamaban los (CV) comevacas (RE) porque decían que se dedicaban a pedir comida a los campesinos y no arriesgaban luego ni esto. Se dieron los grados militares que quisieron y yo los respeté al triunfo de la revolución. Más tarde, Menoyo se fue a Miami y creó una organización que realizó numerosos ataques piratas contra embarcaciones pesqueras e instalaciones civiles cubanas. Luego se infiltró con un grupo armado en las montañas de Oriente. Aquella acción costó la vida a varios milicianos campesinos cuyos familiares no lo olvidan. Menoyo se rindió a los pocos días al verse rechazado por la población y perseguido por los propios campesinos, habló por televisión y confesó públicamente su estupidez. Han pasado más de veinte años de aquella historia. Pero Alfa 66 sigue existiendo.
“Yo quiero ayudar a Felipe y sé que el caso Menoyo se está convirtiendo en España en un tema de política interior. El gobierno español conoce nuestra disposición a cooperar con el proceso democrático español. En el tema ETA, por ejemplo, se nos solicitó por las autoridades de Madrid que aceptáramos en nuestro país a seis de ellos que habían sido expulsados de Francia a Panamá, que aceptó recibirlos sólo por unos días y sin que ningún otro país estuviera dispuesto a recibirlos. Esto para nosotros constituía un riesgo político, pues no queremos ser ni cómplices ni carceleros de los etarras, ni inmiscuirnos en los asuntos internos de España. Podíamos ser víctimas de acusaciones en uno u otro sentido. Sin embargo, por ayudar a encontrar una solución, aceptamos recibirlos por un período de seis meses que ya por cierto han transcurrido. Los de ETA constantemente nos están pidiendo contactos con el Partido para exponer sus puntos de vista políticos. No lo hemos hecho ni queremos hacerlo para mantenernos totalmente al margen de los problemas internos de España. Pero, por otra parte, tampoco podemos impedir que vengan gentes de España, del País Vasco, a verles, porque no están presos. Y supongo, como es lógico, que se intercambirán mensajes. Es una situación delicada para nosotros, que no tenemos ninguna necesidad de vernos envueltos en estos problemas.”
Desafiar durante 26 años el poder de Estados Unidos, a solo 70 millas de las costas de Florida, no es cualquier cosa, aun contando con la abundante ayuda soviética que se ha volcado sobre la isla durante este cuarto de siglo. Fidel está en disposición de establecer algún tipo de diálogo más fluido con la administración norteamericana. Un reciente acuerdo sobre inmigración firmado con el gobierno de Reagan, a su juicio, puede abrir perspectivas de ulteriores soluciones a problemas pendientes.
“Al principio temimos que se tratara solo de un propósito electoral con vista a las elecciones de noviembre. Cuando vimos que después de la victoria de Reagan continuaba por parte de Estados Unidos el interés en las negociaciones, comprendimos que había una disposición seria y negociamos en un marco de seriedad, flexibilidad y respeto. Quizás es la señal de un nuevo clima. Por supuesto, no vamos a arrodillarnos ante Estados Unidos. Ellos han aprendido a respetarnos. Durante la negociación del reciente acuerdo, un avión espía violó el espacio aéreo cubano y nosotros interrumpimos las conversaciones hasta que quedó debidamente esclarecido que no existía el propósito de intimidarnos o presionarnos. A ellos les interesaba resolver el problema de los considerados excluibles para residir en Estados Unidos entre los que viajaron a ese país por el puerto de Mariel. Tal vez tengan dificultades legales internas en cumplirlo: los abogados de los que quieren devolver a Cuba están presentando recursos ante los tribunales americanos, y no está tan claro que en todos los casos puedan lograr devolverlos. Pero ya no porque Cuba obstaculice su regreso. Un número de cubanos, por otro lado, podrá viajar cada año a Estados Unidos para reunirse con sus familiares. Ha sido sin duda un paso constructivo. Hemos observado atentamente las conversaciones Shultz-Gromiko en Ginebra: el comunicado conjunto es muy positivo. Quién sabe si Reagan intenta pasar a la historia ahora como un presidente de paz. Esto concierne tanto a los intereses de Estados Unidos como al resto del mundo. En cualquier caso, nunca antes se había sugerido como ahora la posibilidad de hablar de la total desaparición de las armas nucleares. Este clima de distensión nos favorece también a nosotros.”
Se multiplican las visitas de periodistas, intelectuales y simples turistas americanos a Cuba. La semana pasada, tres miembros del Congreso, entre ellos un republicano, llegaron a La Habana con científicos, hombres de empresas y periodistas, para mantener conversaciones sobre cómo mejorar las relaciones entre los dos países. Castro no ha negado nunca sus deseos de que algo así suceda, pero mantiene a la población galvanizada y unida ante la amenaza de una hipotética invasión norteamericana. Lanzado a su campaña de (CV) guerra popular (RE), está convencido de que la resistencia de los cubanos haría imposible, por lo costosa en vidas, una intervención militar del Pentágono.
“Conocí a Jackson en meses recientes y lo considero realmente un político excepcional. Actualmente ocupa el tercer lugar en las listas de popularidad de Estados Unidos. Se trata de un verdadero líder y de un hombre muy valioso. Mi temor es que lo puedan asesinar como ocurrió con Martin Luther King, y así se lo dije cuando vino aquí.
Debería cuidarse más. Ahora se propone viajar a Suráfrica, a visitar a Tutu, lo mismo que antes hizo con el Papa. En cuanto a la Iglesia, no tenemos problemas. Y desde luego no queremos tenerlos. Su influencia no fue, por lo demás, nunca tan grande en Cuba como en Nicaragua. ¿Sabe lo que he dicho a monseñor Vega durante la toma de posesión de Daniel Ortega? Le he invitado a visitarnos. Y he estado por sugerir que, si el gobierno sandinista le regala un terreno, nosotros le ayudemos a construir la Catedral de Managua, toda vez que la antigua fue destruida por el terremoto. Si es preciso, traemos microbrigadas de voluntarios para ello.”
Voluntarios cubanos en Nicaragua se cuentan por cientos, por miles. Maestros, médicos, asesores de todo género. El todavía endeble edificio burocrático y el considerable poderío bélico que los nicaragüenses han conseguido construir en estos últimos cinco años hubieran sido imposibles de levantar sin el apoyo cubano.
“Nosotros somos internacionalistas. Nuestros médicos están por todas partes, no sólo en Nicaragua; también en Etiopía, en Angola, en Mozambique, en la República Saharauí, en más de 25 países del Tercer Mundo. Hay más de 2 000 médicos y técnicos de la salud cubanos prestando servicios en el exterior. Sí, soldados también.
Sería un error que nos retiráramos de Angola sin la aplicación de la Resolución 435 de Naciones Unidas, la independencia de Namibia, la retirada de las tropas surafricanas a su propio territorio y el cese de toda ayuda exterior a las bandas contrarrevolucionarias, mediante acuerdo garantizado por el Consejo de Seguridad de la ONU.
“Los angolanos aceptarían nuestra retirada únicamente sobre esas bases y en forma progresiva. Suráfrica está cerca y Cuba muy distante. Los angolanos tienen el justificado temor de que Suráfrica, a través de las bandas contrarrevolucionarias o de un ataque directo, inicie entonces una presión bélica definitiva contra el régimen progresista de Luanda. Ya ve lo que ha pasado en Mozambique después del acuerdo de Nkomati entre Maputo y Pretoria: las bandas siguen con una enorme actividad. Y las bandas sin Suráfrica son impotentes. Por eso, nuestra presencia en Angola es todavía imprescindible. Naturalmente, si el gobierno de Angola nos pide que nos retiremos, no tardaríamos un minuto en iniciar la retirada.
“De todas maneras, no es Africa lo que debe preocuparle a Estados Unidos. En Africa negra hay una situación de pobreza y atraso económico extraordinaria que heredó del colonialismo; el desierto avanza, las sequías son cada vez más desoladoras, una apocalipsis natural amenaza con exterminar por hambre a ese continente si no se realiza un esfuerzo internacional económico y científico de gran envergadura por detener y revertir el curso de los acontecimientos.
“Pero en Africa no existe la estructura de clases que pueda determinar un estallido social. Decenas de millones de personas viven todavía en humildes y apartadas aldeas como hace cientos o tal vez miles de años. Soportan el hambre, el sufrimiento y la muerte con un gran estoicismo. El estallido sí puede ocurrir en América Latina, donde existen grandes masas de campesinos, obreros, estudiantes, intelectuales y capas medias en situación cada vez más desesperada. Hay que estar muy ciego para no verlo. Y no solo es Centroamérica. Mire Chile: ni los yankis quieren ya a Pinochet. Saben que cuanto más tiempo dure, más peligro de radicalización, de explosión hay en el país. Observe la situación de Perú: finalmente va a gobernar el APRA, Alán García. ¿Qué se va a encontrar cuando reciba la banda presidencial? Una situación económica insoportable, problemas sociales insolubles y una guerrilla en la sierra cuya creciente actividad nadie sabe explicarse, porque nadie sabe bien cómo piensa, qué es y qué se propone Sendero Luminoso, pero refleja sin duda un fenómeno de inestabilidad y convulsión social sin precedentes en naciones de América Latina. Se habla muchas veces superficialmente de la subversión exportada desde el exterior para explicar estos problemas. No comprenden que las revoluciones no se pueden exportar, como tampoco se pueden evitar cuando un conjunto de factores incontrolables hacen estallar la sociedad.”
Crear en América Latina muchos Viet Nam: he ahí el sueño del Che. Ya en los principios de su revolución, antes del estrechamiento de lazos con la Unión Soviética, Fidel confesaba que su conciencia de revolucionario le había acercado progresivamente al pensamiento marxista-leninista y que para él era imposible entender que un revolucionario de nuestros días no se orientara en él. Pero el aliento original parece venirle de más lejos, de los sueños de los libertadores, de un concepto global sobre América Latina y sus proyectos de independencia. Es imposible no reconocer en la aventura castrista — y el régimen se empeña en enfatizarlo— la revuelta contra la apropiación de la soberanía de la isla por parte de Estados Unidos al final de su guerra con España. El liderazgo de Fidel Castro, que un día se extendió por la izquierda europea y los barrios de estudiantes de París, Madrid, Londres o Roma, busca ahora su concreción en el continente suramericano.
“América Latina está en una situación explosiva, ya le digo. Al subdesarrollo económico, los graves problemas sociales acumulados, el intercambio desigual, la exportación de ganancias y la fuga de capitales, que son ya tradicionales, se suman ahora la crisis económica internacional, una enorme deuda externa, altas tasas de interés, medidas proteccionistas dictadas por el egoísmo de las naciones industrializadas y la política imposible que el Fondo Monetario Internacional aplica. No se pueden exigir esfuerzos de austeridad y sacrificios económicos a poblaciones que rozan ya el nivel de subsistencia y que han visto descender vertiginosamente en la última década su nivel de vida. Mire usted los problemas del presidente Alfonsín, enfrentado valerosamente hasta el límite de sus fuerzas a las condiciones que se le imponen para el refinanciamiento de una deuda de 45 mil millones de dólares que no es responsabilidad del actual gobierno ni del pueblo argentino. Piense usted que la deuda exterior argentina es tan elevada como la deuda de Francia, uno de los países más industrializados de Europa. Lo sitúan en la alternativa de adoptar medidas que arruinen el proceso democrático o resistir las exigencias insaciables del Fondo Monetario, las tasas de interés leoninas y la amortización de una inmensa e impagable hipoteca.
“Situación aún más grave debe enfrentar el proceso democrático de Uruguay con una deuda de 5 500 millones de dólares, sólo mil millones de exportación por año y el nivel de vida del pueblo reducido en un 50 por ciento. De igual modo el proceso democrático de Brasil y el nuevo gobierno de Tancredo Neves enfrentará una deuda de 100 mil millones. En Santo Domingo el Fondo Monetario obligó al gobierno a lanzar al ejército y la policía a disparar contra el pueblo, matando a decenas de ciudadanos. La crítica situación económica y social se repite en Bolivia, Colombia, Panamá, México y otros países del Caribe, Centro y Suramérica.
“No pagar la deuda es la única alternativa que le queda a América Latina. Y no lo digo por Cuba; es relativamente pequeña su deuda externa en divisas convertibles y es de los pocos países del Tercer Mundo que puede y quiere pagar su deuda, sin que ello entrañe grandes sacrificios. Pero es imposible que América Latina haga frente a esos 360 000 millones de dólares y a los intereses que devengan. No estoy diciendo, por lo demás, que el no pago de la deuda sea la solución a los problemas latinoamericanos; es sólo la condición primera para comenzar a solucionarlos. En el caso de los bancos privados, los Estados de las naciones industrializadas pueden perfectamente asumir ante sus propios bancos privados la deuda del Tercer Mundo, que no es tan elevada si se le compara con las cantidades ingentes de dinero que se dedican a los gastos militares. En un solo año se gastan en estos fines peligrosos e improductivos más que toda la deuda acumulada del Tercer Mundo. Es la única forma de buscar una salida.
“América Latina, repito, está arruinada. Yo recibo visitantes procedentes de esos países, de las más diversas filiaciones políticas, y conozco sus hondas inquietudes. Muchas veces les pregunto si existe solución, y no hay respuesta. Puede decirse que los trabajadores, las capas medias y en algunos países hasta los propios oligarcas, se sienten asfixiados.
“Es terrible, pero es así. Esto puede llevar a la desesperación a las poblaciones. Los países ricos están subestimando el momento crítico de este continente. Ha pasado un cuarto de siglo desde que Kennedy lanzó la idea de la Alianza para el Progreso: 20 000 millones de dólares para sacar del subdesarrollo y la pobreza a América Latina. Hoy, la población de esta se ha duplicado, los problemas sociales se han multiplicado, la deuda contraída es 18 veces mayor que la cifra de que habló Kennedy, no se salió del subdesarrollo, y la pobreza es mayor. Muchos países no producen siquiera para pagar los intereses, y sus habitantes, habituados en otra época, por lo menos en algunas capas sociales, a formas de vida semejantes a las de la sociedad de consumo, se ven ahora enfrentados al hambre y a la desnutrición. Es imposible e injusto que la comunidad internacional trate de imponerles nuevos sacrificios y privaciones. Pero hasta ahora lo que vemos es más bajos precios de los productos y materias primas de nuestros países, más intercambio desigual, más medidas proteccionistas, más altas tasas de interés. Puede afirmarse que frente a esta crisis, el mundo capitalista industrializado ha lanzado la consigna de ‘sálvese quien pueda’.”
A Fidel no le agrada viajar fuera de Cuba, aunque no le guste confesarlo. Vive consciente de los riesgos de atentado, y quizás gracias a eso y a un magnífico servicio de seguridad ha sobrevivido un cuarto de siglo al frente de su país. Durante el viaje a Managua cambió la ruta programada para evitar accidentes sospechosos. “Acuérdese de Torrijos y de Roldós. Esta vez nos tenemos que guardar también de la artillería antiaérea sandinista”, bromea, “no vayan a confundir. Aunque en realidad no hay peligro de error”, me dice cuando aterrizamos en Managua, en una pista rodeada de cañones con su dotación bien pertrechada. “Junto a los sandinistas hay colaboradores cubanos que saben que llegamos en este avión.” En Managua, Castro se entrevistó con los Cancilleres del Grupo de Contadora.
“México es fundamental, en realidad es la clave. Mientras se mantenga firme, y hay que decir que su comportamiento está siendo admirable, Contadora seguirá adelante. La cuestión está en saber qué modificaciones del Acta se pretenden: es humillante para Contadora aceptar las pretensiones de Washington respecto al derecho a establecer bases militares en el área de Centroamérica. Ese es, a mi juicio, uno de los puntos más críticos. Hay otros aspectos que han contribuido al actual impasse.
“Si existe flexibilidad, buena fe y voluntad de encontrar soluciones políticas entre las partes involucradas, se pueden superar las dificultades que subsisten. En mi opinión, los problemas relacionados con la verificación no constituirán obstáculo alguno, pues a Nicaragua, cuyos dirigentes están sinceramente decididos a cumplir los compromisos que se deriven de un acuerdo, le beneficia más que a nadie. La misma deberá ser eficiente y práctica, sin que se pretenda reducir a los Estados centroamericanos a la categoría de municipios intervenidos. No debe olvidarse que desde hace tres años se llevan a cabo hostilidades contra Nicaragua, organizadas por Estados Unidos desde bases situadas en países vecinos. Sin embargo, esto siempre se ha negado.
“Otro problema importante a resolver está relacionado con los ocho mil o diez mil mercenarios armados que se encuentran dentro de Nicaragua en las inmediaciones de la frontera de Honduras. Esos hombres, que por la extensión y topografía del territorio pueden hacer mucho daño a las instalaciones económicas, a las vías de comunicación y al pueblo nicaragüense, no van a ser expulsados de Nicaragua por la 82 División aerotransportada de Estados Unidos. ¿Y cómo puede exigírsele a Nicaragua que comience de inmediato a desarmarse mientras subsista una guerra interna que le ha sido impuesta desde el exterior? De no resolverse adecuadamente este problema, el acuerdo de paz puede convertirse en un NKomati para Nicaragua.
“Me parece esencial que Contadora no se olvide del problema de El Salvador. Sería irreal pretender resolver el problema de Centroamérica ignorando a El Salvador. Allí es indispensable estimular y apoyar decididamente el diálogo y la solución política negociada entre el FMLN-FDR y el gobierno, si se desea de un modo realista alcanzar una paz sólida y duradera en la región. Sobre estos temas cambié impresiones con los Cancilleres de México, Panamá y Colombia, expresándoles mi convicción de que es posible vencer los obstáculos que subsisten todavía y ofreciéndoles el pleno apoyo y la cooperación de Cuba.”
Exuberante, ingenuo a veces, Fidel parece un niño que quiere todos los juguetes para él. En sus discursos dice muchas cosas que la prensa cubana calla —esta lo calla casi todo en realidad—, y en sus esfuerzos por diversificar la economía cubana, ha desbordado su imaginación: hay vacas frisonas de Canadá pastando en Cuba y produciendo leche a precios insostenibles en el mercado mundial; hay quesos que les hacen competencia, con ventaja, a los franceses, pero que muchos cubanos no pueden servir en su mesa; hay (CV) whisky (RE) Havana Club y no solo ron, que Fidel se preocupa de distribuir en las tiendas para extranjeros; y los comandantes sandinistas tuvieron la oportunidad de probar el primer (CV) foie-gras (RE) experimental, con gansos criados en la isla, que el régimen castrista ha producido. Estos remedos de autarquía un tanto arbitristas y bastante comunes a los países comunistas hacen disfrutar visiblemente al líder cubano, que no olvida de señalar cuáles son los dos grandes logros de su revolución: la extensión de la educación y la sanidad gratuitas y de calidad para todo el mundo. Pero también sabe cuál es una de sus principales carencias, que trata ahora de recomponer: la ausencia de viviendas. Una ley que facilita de manera generosa el acceso a la propiedad privada de la vivienda parece encaminada a procurar que sean los propios ciudadanos, y no el Estado, los que se ocupen de la conservación de los edificios (muchos de ellos en considerable mal estado). El bloqueo económico impuesto por Estados Unidos y la presión política objetiva del partido comunista han llevado así a Cuba a una dependencia progresiva de la Unión Soviética.
Fidel habla poco de la Unión Soviética, o me habló poco a mí durante tres días de conversaciones, pero se le ve agradecido del apoyo económico y político que recibe de ella. Los cuadros del Gobierno, los militares, los técnicos, la clase dirigente de Cuba, se han formado en Moscú, en Rumania, en Bulgaria, en Hungría. El ruso ha sustituido en gran parte al inglés como segunda lengua, y los esfuerzos de institucionalización del régimen para cuando Fidel falte se han hecho sobre el calco explícito del modelo soviético: economía centralizada, controles severos sobre la población. Sin embargo, este modelo se adapta mal a la propia idiosincrasia del Comandante, cuyo poder parece por encima de cualquier (CV) aparatchik (RE). Castro gusta de presentarse como un revolucionario de los de antes de Stalin. Es, además, un hombre pragmático: la Unión Soviética está demasiado lejos, y Estados Unidos, demasiado cerca de la isla.
“Una condición de todo revolucionario es la de ser realista. Lo importante es tomar el poder y mantener la integridad revolucionaria, pero las transformaciones sociales no se hacen de golpe. Es más fácil ganar la guerra que llevar a cabo la revolución, y esta es una lección que los revolucionarios latinoamericanos deben aprender.”
Fascinante. Esta es quizás la palabra que mejor cuadra al individuo. Vencida su inseguridad del primer momento, Castro se vuelve cordial, españolísimamente exagerado en sus expresiones, abrumadoramente cubano en su simpatía. Fabrica su propia imagen de líder con un cuidado exquisito. En el espacio de segundos puede ser terrible, humano, divertido, trascendente. Quiere saber de todo, hablar de todo, opinar sobre todo; demasiado distante de la costumbre soviética de sacar un papelito del bolsillo de la americana y leer las respuestas, siempre conocidas, a preguntas que son siempre las mismas. Castro habla hasta la inconveniencia, se rectifica cien veces sin pudor, pero para mantenerse siempre en una misma dirección. Es una especie de encantador de serpientes que improvisa cada vez la sinfonía de su flauta con la seguridad de que el reptil saldrá en cualquier caso de la cesta. Y tiene una virtud rara en los jefes de Estado: escucha hasta la saciedad a quienes le hablan, y tiene en cuenta las opiniones ajenas.
Provocador siempre, controla su propia extravagancia. Es capaz de hacer esperar durante una hora al líder del Partido Laborista Británico para luego espetarle, al filo de las dos de la madrugada y ante las cámaras de la televisión británica, que espera devuelva Gibraltar a los españoles cuando él sea el primer ministro. Y bromear al tiempo sobre las dudas que tiene en torno a si debe teñirse o no la barba. “No me atrevo”, toda vez que no se la ha de afeitar. “Gano así 80 horas útiles al año por no tener que rasurarme, es decir, prácticamente dos semanas de trabajo.” Sus ojos escrutan el entorno entre huidizos y pícaros, buscando sorprender a su interlocutor. Maestro de la dialéctica, discute consigo mismo a cada instante, pero no parece más mentiroso que el resto de los políticos, e incluso se muestra más sincero que la mayoría de ellos.
La lectura de los primeros discursos del Castro victorioso demuestra bien a las claras que ha sido fiel a su pensamiento durante este cuarto de siglo y que su pragmatismo no le ha apartado en lo esencial de sus objetivos. Pero sí de sus nostalgias. España es una que le desborda, aunque no lo confiesa.
En 1962 apareció en directo en la televisión cubana, junto al presidente Dorticós, acusando a la Embajada española en La Habana de ser un nido de contrarrevolucionarios y dirigiendo los más duros ataques contra el régimen franquista. El embajador Lojendio, un falangista con apego a la dialéctica de los puños, acudió a los estudios durante el discurso y trató de agredir al Primer Ministro cubano. Le dieron 24 horas para abandonar el país. “Franco no se portó mal, hay que reconocerlo. Pese a las presiones que tuvo, no rompió las relaciones diplomáticas y comerciales con nosotros. (CV) No tocar a Cuba (RE), fue su frase terminante. El gallego supo habérselas. Que se portó bien, caramba.”
Enrique Laroque, actual embajador de España en Cuba, nació en La Habana. Eloy Gutiérrez Menoyo, ex comandante de la Revolución cubana, activo anticastrista y prisionero de Fidel desde hace 20 años, nació en Madrid. A Madrid vino Ramón Castro, el hermano mayor de la familia, que entregó la finca paterna al Gobierno de la Revolución, y hoy dirige una explotación agraria del Estado, a “comprar algunas armitas”, en la década de los cincuenta, a un falangista de la guardia de Franco que se llamaba Leoncio “y que resultó ser un delincuente común, porque ni armitas ni nada”. Los españoles mantuvieron la esclavitud en la isla hasta hace menos de un siglo, y todavía espera un trono vacío en el Museo de la Capitanía General de La Habana, donde luce una fotografía dedicada a Juan Carlos II la llegada de algún rey de España.
Hay demasiada huella de España en Cuba, que se confunde ahora con puñados de turistas de nuestro país y soportadores de las deficiencias del servicio hotelero y con el tráfico de los familiares de los (CV) etarras (RE), las visitas de intelectuales, los intercambios culturales en auge. Todos tienen un español a sus espaldas, o como padre, o como amo. Cuba era la Perla del Caribe para los indianos que la añoraron, y el dolor de cabeza para los militares que la batallaron. Hoy se ha convertido en un verdadero dolor de muelas para Washington. Pero visto por Fidel, su magia de equilibrista, su inventiva desbaratante, su florentino hacer político, como si fuera un Médicis trasplantado, uno llega a pensar que Estados Unidos puede estar satisfecho de que le controlara la Unión Soviética. Incontrolado, quién sabe a dónde iría.
A sus 58 años, Fidel tiene todas las características del seductor y todas las condiciones del líder. Lo mismo en público que en las conversaciones privadas, sabe dar siempre con el tono y el contenido de lo que los demás le quieren oír. En su favor juegan un indudable atractivo físico y una humanidad real, mitificada con el paso del tiempo y el peso del poder por los que le rodean. A veces me recuerda las memorias de algunos emperadores de Roma que escribían, gobernaban, guerreaban, disfrutaban, administraban y decidían la historia todo a la vez. El imperio viajaba con ellos como con Castro viaja la revolución. Nada sucede si él no lo imagina personalmente, y lo mismo organiza una conferencia de los (CV) no alineados (RE) que un festival de cine.
Motivos de seguridad y esa incontenible afición suya a ser protagonista de su propio espectáculo le han llevado a una organización vital tan arbitraria que todavía sigue sorprendiendo a sus más antiguos colaboradores. Trabajador infatigable, es noctívago y duerme bastante poco durante el día. La vitamina C le ayuda a mantenerse en vela hasta las seis de la mañana, hora en la que sus ministros, los embajadores y dignatarios extranjeros o sus amigos deciden atreverse a pedirle permiso para irse a la cama. Los que le rodean (casi todos, si no todos, antiguos compañeros de Sierra Maestra) le temen tanto como le quieren, y parecen quererle mucho. Algún día alguien escribirá, sin fervores de afiliado ni fobias de perseguido, el retrato de este guerrillero que, a base de no ser otra cosa, merecerá en la historia los honores de hombre ilustre.
“Después de la revolución, inmediatamente después, teníamos muchos presos políticos. Quince mil, creo, pues había más de trescientas organizaciones contrarrevolucionarias apoyadas por Estados Unidos. Hoy quedan aún unos 300, e irán saliendo según cumplan condena. Algunos de ellos no han salido antes de cumplir la sentencia, como ocurrió con la inmensa mayoría, porque acumulan faltas de indisciplina en la cárcel, se niegan a vestir el uniforme del penado o a cumplir otras normas. Nosotros nunca los hemos obligado por la fuerza. Menoyo está entre ellos. Hay que tener en cuenta que la revolución se tenía que defender, se tiene que defender. Pero nosotros, contrariamente a lo que sucede en otros países revolucionarios, somos partidarios de que quien no esté de acuerdo se pueda marchar. La revolución es tarea voluntaria de hombres libres. No queremos tener a los contrarrevolucionarios dentro. Yo ya expliqué en mi escala en Madrid, en febrero pasado, que Menoyo es un terrorista. No podemos liberarlo para que a las dos semanas se encuentre en Miami otra vez dirigiendo Alfa 66. Su estancia en la cárcel le ha conferido además un carácter de mártir para sus seguidores. Pero mantengo la promesa que también hice en Madrid: nos ocuparemos de este asunto ‘más adelante’, a su debido tiempo. Hay que tener en cuenta que para mí también es difícil de explicar aquí a nuestro pueblo la decisión de soltarle; y el año pasado ha estado rodeado de tensiones, de amenazas internacionales. Una situación más relajada permitirá decisiones en este terreno. Por lo demás, ya sé que nació en Madrid, pero para nosotros es cubano. En cuanto a su participación en la primera hora de la revolución, es discutible. Su hermano fue un héroe. Pero él estaba en el Escambray con el tercer frente, y no pegó un solo tiro hasta que cayó La Habana. Yo me encontraba tan preocupado entonces con aquella situación que tuve que enviar al Che para aquella región porque no estaba seguro de lo que haría aquella gente. Los llamaban los (CV) comevacas (RE) porque decían que se dedicaban a pedir comida a los campesinos y no arriesgaban luego ni esto. Se dieron los grados militares que quisieron y yo los respeté al triunfo de la revolución. Más tarde, Menoyo se fue a Miami y creó una organización que realizó numerosos ataques piratas contra embarcaciones pesqueras e instalaciones civiles cubanas. Luego se infiltró con un grupo armado en las montañas de Oriente. Aquella acción costó la vida a varios milicianos campesinos cuyos familiares no lo olvidan. Menoyo se rindió a los pocos días al verse rechazado por la población y perseguido por los propios campesinos, habló por televisión y confesó públicamente su estupidez. Han pasado más de veinte años de aquella historia. Pero Alfa 66 sigue existiendo.
“Yo quiero ayudar a Felipe y sé que el caso Menoyo se está convirtiendo en España en un tema de política interior. El gobierno español conoce nuestra disposición a cooperar con el proceso democrático español. En el tema ETA, por ejemplo, se nos solicitó por las autoridades de Madrid que aceptáramos en nuestro país a seis de ellos que habían sido expulsados de Francia a Panamá, que aceptó recibirlos sólo por unos días y sin que ningún otro país estuviera dispuesto a recibirlos. Esto para nosotros constituía un riesgo político, pues no queremos ser ni cómplices ni carceleros de los etarras, ni inmiscuirnos en los asuntos internos de España. Podíamos ser víctimas de acusaciones en uno u otro sentido. Sin embargo, por ayudar a encontrar una solución, aceptamos recibirlos por un período de seis meses que ya por cierto han transcurrido. Los de ETA constantemente nos están pidiendo contactos con el Partido para exponer sus puntos de vista políticos. No lo hemos hecho ni queremos hacerlo para mantenernos totalmente al margen de los problemas internos de España. Pero, por otra parte, tampoco podemos impedir que vengan gentes de España, del País Vasco, a verles, porque no están presos. Y supongo, como es lógico, que se intercambirán mensajes. Es una situación delicada para nosotros, que no tenemos ninguna necesidad de vernos envueltos en estos problemas.”
Desafiar durante 26 años el poder de Estados Unidos, a solo 70 millas de las costas de Florida, no es cualquier cosa, aun contando con la abundante ayuda soviética que se ha volcado sobre la isla durante este cuarto de siglo. Fidel está en disposición de establecer algún tipo de diálogo más fluido con la administración norteamericana. Un reciente acuerdo sobre inmigración firmado con el gobierno de Reagan, a su juicio, puede abrir perspectivas de ulteriores soluciones a problemas pendientes.
“Al principio temimos que se tratara solo de un propósito electoral con vista a las elecciones de noviembre. Cuando vimos que después de la victoria de Reagan continuaba por parte de Estados Unidos el interés en las negociaciones, comprendimos que había una disposición seria y negociamos en un marco de seriedad, flexibilidad y respeto. Quizás es la señal de un nuevo clima. Por supuesto, no vamos a arrodillarnos ante Estados Unidos. Ellos han aprendido a respetarnos. Durante la negociación del reciente acuerdo, un avión espía violó el espacio aéreo cubano y nosotros interrumpimos las conversaciones hasta que quedó debidamente esclarecido que no existía el propósito de intimidarnos o presionarnos. A ellos les interesaba resolver el problema de los considerados excluibles para residir en Estados Unidos entre los que viajaron a ese país por el puerto de Mariel. Tal vez tengan dificultades legales internas en cumplirlo: los abogados de los que quieren devolver a Cuba están presentando recursos ante los tribunales americanos, y no está tan claro que en todos los casos puedan lograr devolverlos. Pero ya no porque Cuba obstaculice su regreso. Un número de cubanos, por otro lado, podrá viajar cada año a Estados Unidos para reunirse con sus familiares. Ha sido sin duda un paso constructivo. Hemos observado atentamente las conversaciones Shultz-Gromiko en Ginebra: el comunicado conjunto es muy positivo. Quién sabe si Reagan intenta pasar a la historia ahora como un presidente de paz. Esto concierne tanto a los intereses de Estados Unidos como al resto del mundo. En cualquier caso, nunca antes se había sugerido como ahora la posibilidad de hablar de la total desaparición de las armas nucleares. Este clima de distensión nos favorece también a nosotros.”
Se multiplican las visitas de periodistas, intelectuales y simples turistas americanos a Cuba. La semana pasada, tres miembros del Congreso, entre ellos un republicano, llegaron a La Habana con científicos, hombres de empresas y periodistas, para mantener conversaciones sobre cómo mejorar las relaciones entre los dos países. Castro no ha negado nunca sus deseos de que algo así suceda, pero mantiene a la población galvanizada y unida ante la amenaza de una hipotética invasión norteamericana. Lanzado a su campaña de (CV) guerra popular (RE), está convencido de que la resistencia de los cubanos haría imposible, por lo costosa en vidas, una intervención militar del Pentágono.
“Conocí a Jackson en meses recientes y lo considero realmente un político excepcional. Actualmente ocupa el tercer lugar en las listas de popularidad de Estados Unidos. Se trata de un verdadero líder y de un hombre muy valioso. Mi temor es que lo puedan asesinar como ocurrió con Martin Luther King, y así se lo dije cuando vino aquí.
Debería cuidarse más. Ahora se propone viajar a Suráfrica, a visitar a Tutu, lo mismo que antes hizo con el Papa. En cuanto a la Iglesia, no tenemos problemas. Y desde luego no queremos tenerlos. Su influencia no fue, por lo demás, nunca tan grande en Cuba como en Nicaragua. ¿Sabe lo que he dicho a monseñor Vega durante la toma de posesión de Daniel Ortega? Le he invitado a visitarnos. Y he estado por sugerir que, si el gobierno sandinista le regala un terreno, nosotros le ayudemos a construir la Catedral de Managua, toda vez que la antigua fue destruida por el terremoto. Si es preciso, traemos microbrigadas de voluntarios para ello.”
Voluntarios cubanos en Nicaragua se cuentan por cientos, por miles. Maestros, médicos, asesores de todo género. El todavía endeble edificio burocrático y el considerable poderío bélico que los nicaragüenses han conseguido construir en estos últimos cinco años hubieran sido imposibles de levantar sin el apoyo cubano.
“Nosotros somos internacionalistas. Nuestros médicos están por todas partes, no sólo en Nicaragua; también en Etiopía, en Angola, en Mozambique, en la República Saharauí, en más de 25 países del Tercer Mundo. Hay más de 2 000 médicos y técnicos de la salud cubanos prestando servicios en el exterior. Sí, soldados también.
Sería un error que nos retiráramos de Angola sin la aplicación de la Resolución 435 de Naciones Unidas, la independencia de Namibia, la retirada de las tropas surafricanas a su propio territorio y el cese de toda ayuda exterior a las bandas contrarrevolucionarias, mediante acuerdo garantizado por el Consejo de Seguridad de la ONU.
“Los angolanos aceptarían nuestra retirada únicamente sobre esas bases y en forma progresiva. Suráfrica está cerca y Cuba muy distante. Los angolanos tienen el justificado temor de que Suráfrica, a través de las bandas contrarrevolucionarias o de un ataque directo, inicie entonces una presión bélica definitiva contra el régimen progresista de Luanda. Ya ve lo que ha pasado en Mozambique después del acuerdo de Nkomati entre Maputo y Pretoria: las bandas siguen con una enorme actividad. Y las bandas sin Suráfrica son impotentes. Por eso, nuestra presencia en Angola es todavía imprescindible. Naturalmente, si el gobierno de Angola nos pide que nos retiremos, no tardaríamos un minuto en iniciar la retirada.
“De todas maneras, no es Africa lo que debe preocuparle a Estados Unidos. En Africa negra hay una situación de pobreza y atraso económico extraordinaria que heredó del colonialismo; el desierto avanza, las sequías son cada vez más desoladoras, una apocalipsis natural amenaza con exterminar por hambre a ese continente si no se realiza un esfuerzo internacional económico y científico de gran envergadura por detener y revertir el curso de los acontecimientos.
“Pero en Africa no existe la estructura de clases que pueda determinar un estallido social. Decenas de millones de personas viven todavía en humildes y apartadas aldeas como hace cientos o tal vez miles de años. Soportan el hambre, el sufrimiento y la muerte con un gran estoicismo. El estallido sí puede ocurrir en América Latina, donde existen grandes masas de campesinos, obreros, estudiantes, intelectuales y capas medias en situación cada vez más desesperada. Hay que estar muy ciego para no verlo. Y no solo es Centroamérica. Mire Chile: ni los yankis quieren ya a Pinochet. Saben que cuanto más tiempo dure, más peligro de radicalización, de explosión hay en el país. Observe la situación de Perú: finalmente va a gobernar el APRA, Alán García. ¿Qué se va a encontrar cuando reciba la banda presidencial? Una situación económica insoportable, problemas sociales insolubles y una guerrilla en la sierra cuya creciente actividad nadie sabe explicarse, porque nadie sabe bien cómo piensa, qué es y qué se propone Sendero Luminoso, pero refleja sin duda un fenómeno de inestabilidad y convulsión social sin precedentes en naciones de América Latina. Se habla muchas veces superficialmente de la subversión exportada desde el exterior para explicar estos problemas. No comprenden que las revoluciones no se pueden exportar, como tampoco se pueden evitar cuando un conjunto de factores incontrolables hacen estallar la sociedad.”
Crear en América Latina muchos Viet Nam: he ahí el sueño del Che. Ya en los principios de su revolución, antes del estrechamiento de lazos con la Unión Soviética, Fidel confesaba que su conciencia de revolucionario le había acercado progresivamente al pensamiento marxista-leninista y que para él era imposible entender que un revolucionario de nuestros días no se orientara en él. Pero el aliento original parece venirle de más lejos, de los sueños de los libertadores, de un concepto global sobre América Latina y sus proyectos de independencia. Es imposible no reconocer en la aventura castrista — y el régimen se empeña en enfatizarlo— la revuelta contra la apropiación de la soberanía de la isla por parte de Estados Unidos al final de su guerra con España. El liderazgo de Fidel Castro, que un día se extendió por la izquierda europea y los barrios de estudiantes de París, Madrid, Londres o Roma, busca ahora su concreción en el continente suramericano.
“América Latina está en una situación explosiva, ya le digo. Al subdesarrollo económico, los graves problemas sociales acumulados, el intercambio desigual, la exportación de ganancias y la fuga de capitales, que son ya tradicionales, se suman ahora la crisis económica internacional, una enorme deuda externa, altas tasas de interés, medidas proteccionistas dictadas por el egoísmo de las naciones industrializadas y la política imposible que el Fondo Monetario Internacional aplica. No se pueden exigir esfuerzos de austeridad y sacrificios económicos a poblaciones que rozan ya el nivel de subsistencia y que han visto descender vertiginosamente en la última década su nivel de vida. Mire usted los problemas del presidente Alfonsín, enfrentado valerosamente hasta el límite de sus fuerzas a las condiciones que se le imponen para el refinanciamiento de una deuda de 45 mil millones de dólares que no es responsabilidad del actual gobierno ni del pueblo argentino. Piense usted que la deuda exterior argentina es tan elevada como la deuda de Francia, uno de los países más industrializados de Europa. Lo sitúan en la alternativa de adoptar medidas que arruinen el proceso democrático o resistir las exigencias insaciables del Fondo Monetario, las tasas de interés leoninas y la amortización de una inmensa e impagable hipoteca.
“Situación aún más grave debe enfrentar el proceso democrático de Uruguay con una deuda de 5 500 millones de dólares, sólo mil millones de exportación por año y el nivel de vida del pueblo reducido en un 50 por ciento. De igual modo el proceso democrático de Brasil y el nuevo gobierno de Tancredo Neves enfrentará una deuda de 100 mil millones. En Santo Domingo el Fondo Monetario obligó al gobierno a lanzar al ejército y la policía a disparar contra el pueblo, matando a decenas de ciudadanos. La crítica situación económica y social se repite en Bolivia, Colombia, Panamá, México y otros países del Caribe, Centro y Suramérica.
“No pagar la deuda es la única alternativa que le queda a América Latina. Y no lo digo por Cuba; es relativamente pequeña su deuda externa en divisas convertibles y es de los pocos países del Tercer Mundo que puede y quiere pagar su deuda, sin que ello entrañe grandes sacrificios. Pero es imposible que América Latina haga frente a esos 360 000 millones de dólares y a los intereses que devengan. No estoy diciendo, por lo demás, que el no pago de la deuda sea la solución a los problemas latinoamericanos; es sólo la condición primera para comenzar a solucionarlos. En el caso de los bancos privados, los Estados de las naciones industrializadas pueden perfectamente asumir ante sus propios bancos privados la deuda del Tercer Mundo, que no es tan elevada si se le compara con las cantidades ingentes de dinero que se dedican a los gastos militares. En un solo año se gastan en estos fines peligrosos e improductivos más que toda la deuda acumulada del Tercer Mundo. Es la única forma de buscar una salida.
“América Latina, repito, está arruinada. Yo recibo visitantes procedentes de esos países, de las más diversas filiaciones políticas, y conozco sus hondas inquietudes. Muchas veces les pregunto si existe solución, y no hay respuesta. Puede decirse que los trabajadores, las capas medias y en algunos países hasta los propios oligarcas, se sienten asfixiados.
“Es terrible, pero es así. Esto puede llevar a la desesperación a las poblaciones. Los países ricos están subestimando el momento crítico de este continente. Ha pasado un cuarto de siglo desde que Kennedy lanzó la idea de la Alianza para el Progreso: 20 000 millones de dólares para sacar del subdesarrollo y la pobreza a América Latina. Hoy, la población de esta se ha duplicado, los problemas sociales se han multiplicado, la deuda contraída es 18 veces mayor que la cifra de que habló Kennedy, no se salió del subdesarrollo, y la pobreza es mayor. Muchos países no producen siquiera para pagar los intereses, y sus habitantes, habituados en otra época, por lo menos en algunas capas sociales, a formas de vida semejantes a las de la sociedad de consumo, se ven ahora enfrentados al hambre y a la desnutrición. Es imposible e injusto que la comunidad internacional trate de imponerles nuevos sacrificios y privaciones. Pero hasta ahora lo que vemos es más bajos precios de los productos y materias primas de nuestros países, más intercambio desigual, más medidas proteccionistas, más altas tasas de interés. Puede afirmarse que frente a esta crisis, el mundo capitalista industrializado ha lanzado la consigna de ‘sálvese quien pueda’.”
A Fidel no le agrada viajar fuera de Cuba, aunque no le guste confesarlo. Vive consciente de los riesgos de atentado, y quizás gracias a eso y a un magnífico servicio de seguridad ha sobrevivido un cuarto de siglo al frente de su país. Durante el viaje a Managua cambió la ruta programada para evitar accidentes sospechosos. “Acuérdese de Torrijos y de Roldós. Esta vez nos tenemos que guardar también de la artillería antiaérea sandinista”, bromea, “no vayan a confundir. Aunque en realidad no hay peligro de error”, me dice cuando aterrizamos en Managua, en una pista rodeada de cañones con su dotación bien pertrechada. “Junto a los sandinistas hay colaboradores cubanos que saben que llegamos en este avión.” En Managua, Castro se entrevistó con los Cancilleres del Grupo de Contadora.
“México es fundamental, en realidad es la clave. Mientras se mantenga firme, y hay que decir que su comportamiento está siendo admirable, Contadora seguirá adelante. La cuestión está en saber qué modificaciones del Acta se pretenden: es humillante para Contadora aceptar las pretensiones de Washington respecto al derecho a establecer bases militares en el área de Centroamérica. Ese es, a mi juicio, uno de los puntos más críticos. Hay otros aspectos que han contribuido al actual impasse.
“Si existe flexibilidad, buena fe y voluntad de encontrar soluciones políticas entre las partes involucradas, se pueden superar las dificultades que subsisten. En mi opinión, los problemas relacionados con la verificación no constituirán obstáculo alguno, pues a Nicaragua, cuyos dirigentes están sinceramente decididos a cumplir los compromisos que se deriven de un acuerdo, le beneficia más que a nadie. La misma deberá ser eficiente y práctica, sin que se pretenda reducir a los Estados centroamericanos a la categoría de municipios intervenidos. No debe olvidarse que desde hace tres años se llevan a cabo hostilidades contra Nicaragua, organizadas por Estados Unidos desde bases situadas en países vecinos. Sin embargo, esto siempre se ha negado.
“Otro problema importante a resolver está relacionado con los ocho mil o diez mil mercenarios armados que se encuentran dentro de Nicaragua en las inmediaciones de la frontera de Honduras. Esos hombres, que por la extensión y topografía del territorio pueden hacer mucho daño a las instalaciones económicas, a las vías de comunicación y al pueblo nicaragüense, no van a ser expulsados de Nicaragua por la 82 División aerotransportada de Estados Unidos. ¿Y cómo puede exigírsele a Nicaragua que comience de inmediato a desarmarse mientras subsista una guerra interna que le ha sido impuesta desde el exterior? De no resolverse adecuadamente este problema, el acuerdo de paz puede convertirse en un NKomati para Nicaragua.
“Me parece esencial que Contadora no se olvide del problema de El Salvador. Sería irreal pretender resolver el problema de Centroamérica ignorando a El Salvador. Allí es indispensable estimular y apoyar decididamente el diálogo y la solución política negociada entre el FMLN-FDR y el gobierno, si se desea de un modo realista alcanzar una paz sólida y duradera en la región. Sobre estos temas cambié impresiones con los Cancilleres de México, Panamá y Colombia, expresándoles mi convicción de que es posible vencer los obstáculos que subsisten todavía y ofreciéndoles el pleno apoyo y la cooperación de Cuba.”
Exuberante, ingenuo a veces, Fidel parece un niño que quiere todos los juguetes para él. En sus discursos dice muchas cosas que la prensa cubana calla —esta lo calla casi todo en realidad—, y en sus esfuerzos por diversificar la economía cubana, ha desbordado su imaginación: hay vacas frisonas de Canadá pastando en Cuba y produciendo leche a precios insostenibles en el mercado mundial; hay quesos que les hacen competencia, con ventaja, a los franceses, pero que muchos cubanos no pueden servir en su mesa; hay (CV) whisky (RE) Havana Club y no solo ron, que Fidel se preocupa de distribuir en las tiendas para extranjeros; y los comandantes sandinistas tuvieron la oportunidad de probar el primer (CV) foie-gras (RE) experimental, con gansos criados en la isla, que el régimen castrista ha producido. Estos remedos de autarquía un tanto arbitristas y bastante comunes a los países comunistas hacen disfrutar visiblemente al líder cubano, que no olvida de señalar cuáles son los dos grandes logros de su revolución: la extensión de la educación y la sanidad gratuitas y de calidad para todo el mundo. Pero también sabe cuál es una de sus principales carencias, que trata ahora de recomponer: la ausencia de viviendas. Una ley que facilita de manera generosa el acceso a la propiedad privada de la vivienda parece encaminada a procurar que sean los propios ciudadanos, y no el Estado, los que se ocupen de la conservación de los edificios (muchos de ellos en considerable mal estado). El bloqueo económico impuesto por Estados Unidos y la presión política objetiva del partido comunista han llevado así a Cuba a una dependencia progresiva de la Unión Soviética.
Fidel habla poco de la Unión Soviética, o me habló poco a mí durante tres días de conversaciones, pero se le ve agradecido del apoyo económico y político que recibe de ella. Los cuadros del Gobierno, los militares, los técnicos, la clase dirigente de Cuba, se han formado en Moscú, en Rumania, en Bulgaria, en Hungría. El ruso ha sustituido en gran parte al inglés como segunda lengua, y los esfuerzos de institucionalización del régimen para cuando Fidel falte se han hecho sobre el calco explícito del modelo soviético: economía centralizada, controles severos sobre la población. Sin embargo, este modelo se adapta mal a la propia idiosincrasia del Comandante, cuyo poder parece por encima de cualquier (CV) aparatchik (RE). Castro gusta de presentarse como un revolucionario de los de antes de Stalin. Es, además, un hombre pragmático: la Unión Soviética está demasiado lejos, y Estados Unidos, demasiado cerca de la isla.
“Una condición de todo revolucionario es la de ser realista. Lo importante es tomar el poder y mantener la integridad revolucionaria, pero las transformaciones sociales no se hacen de golpe. Es más fácil ganar la guerra que llevar a cabo la revolución, y esta es una lección que los revolucionarios latinoamericanos deben aprender.”
Fascinante. Esta es quizás la palabra que mejor cuadra al individuo. Vencida su inseguridad del primer momento, Castro se vuelve cordial, españolísimamente exagerado en sus expresiones, abrumadoramente cubano en su simpatía. Fabrica su propia imagen de líder con un cuidado exquisito. En el espacio de segundos puede ser terrible, humano, divertido, trascendente. Quiere saber de todo, hablar de todo, opinar sobre todo; demasiado distante de la costumbre soviética de sacar un papelito del bolsillo de la americana y leer las respuestas, siempre conocidas, a preguntas que son siempre las mismas. Castro habla hasta la inconveniencia, se rectifica cien veces sin pudor, pero para mantenerse siempre en una misma dirección. Es una especie de encantador de serpientes que improvisa cada vez la sinfonía de su flauta con la seguridad de que el reptil saldrá en cualquier caso de la cesta. Y tiene una virtud rara en los jefes de Estado: escucha hasta la saciedad a quienes le hablan, y tiene en cuenta las opiniones ajenas.
Provocador siempre, controla su propia extravagancia. Es capaz de hacer esperar durante una hora al líder del Partido Laborista Británico para luego espetarle, al filo de las dos de la madrugada y ante las cámaras de la televisión británica, que espera devuelva Gibraltar a los españoles cuando él sea el primer ministro. Y bromear al tiempo sobre las dudas que tiene en torno a si debe teñirse o no la barba. “No me atrevo”, toda vez que no se la ha de afeitar. “Gano así 80 horas útiles al año por no tener que rasurarme, es decir, prácticamente dos semanas de trabajo.” Sus ojos escrutan el entorno entre huidizos y pícaros, buscando sorprender a su interlocutor. Maestro de la dialéctica, discute consigo mismo a cada instante, pero no parece más mentiroso que el resto de los políticos, e incluso se muestra más sincero que la mayoría de ellos.
La lectura de los primeros discursos del Castro victorioso demuestra bien a las claras que ha sido fiel a su pensamiento durante este cuarto de siglo y que su pragmatismo no le ha apartado en lo esencial de sus objetivos. Pero sí de sus nostalgias. España es una que le desborda, aunque no lo confiesa.
En 1962 apareció en directo en la televisión cubana, junto al presidente Dorticós, acusando a la Embajada española en La Habana de ser un nido de contrarrevolucionarios y dirigiendo los más duros ataques contra el régimen franquista. El embajador Lojendio, un falangista con apego a la dialéctica de los puños, acudió a los estudios durante el discurso y trató de agredir al Primer Ministro cubano. Le dieron 24 horas para abandonar el país. “Franco no se portó mal, hay que reconocerlo. Pese a las presiones que tuvo, no rompió las relaciones diplomáticas y comerciales con nosotros. (CV) No tocar a Cuba (RE), fue su frase terminante. El gallego supo habérselas. Que se portó bien, caramba.”
Enrique Laroque, actual embajador de España en Cuba, nació en La Habana. Eloy Gutiérrez Menoyo, ex comandante de la Revolución cubana, activo anticastrista y prisionero de Fidel desde hace 20 años, nació en Madrid. A Madrid vino Ramón Castro, el hermano mayor de la familia, que entregó la finca paterna al Gobierno de la Revolución, y hoy dirige una explotación agraria del Estado, a “comprar algunas armitas”, en la década de los cincuenta, a un falangista de la guardia de Franco que se llamaba Leoncio “y que resultó ser un delincuente común, porque ni armitas ni nada”. Los españoles mantuvieron la esclavitud en la isla hasta hace menos de un siglo, y todavía espera un trono vacío en el Museo de la Capitanía General de La Habana, donde luce una fotografía dedicada a Juan Carlos II la llegada de algún rey de España.
Hay demasiada huella de España en Cuba, que se confunde ahora con puñados de turistas de nuestro país y soportadores de las deficiencias del servicio hotelero y con el tráfico de los familiares de los (CV) etarras (RE), las visitas de intelectuales, los intercambios culturales en auge. Todos tienen un español a sus espaldas, o como padre, o como amo. Cuba era la Perla del Caribe para los indianos que la añoraron, y el dolor de cabeza para los militares que la batallaron. Hoy se ha convertido en un verdadero dolor de muelas para Washington. Pero visto por Fidel, su magia de equilibrista, su inventiva desbaratante, su florentino hacer político, como si fuera un Médicis trasplantado, uno llega a pensar que Estados Unidos puede estar satisfecho de que le controlara la Unión Soviética. Incontrolado, quién sabe a dónde iría.
Lugar:
Ciudad de la Habana
Fecha:
20/01/1985