Gagarin en La Habana
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El primer cosmonauta de la historia, hijo de una humilde familia campesina rusa, profetizó durante aquella histórica visita a nuestro país las futuras conquistas de la humanidad en el espacio sideral
La capital cubana se aprestó a recibir a su ilustre visitante. Las principales tiendas de la ciudad comenzaron a exhibir, junto con las novedades comerciales, retratos del cosmonauta junto a banderas de la Unión Soviética y Cuba. Desde horas tempranas del 24 de julio de 1961, desafiando una pertinaz lluvia que no cesó en todo el día, el pueblo se congregó a ambos lados de la avenida de Boyeros para darle la bienvenida al comandante Yuri Gagarin, el primer ser humano en viajar al espacio sideral.
A la 1:57 de la tarde el avión soviético aterrizó en la pista del aeropuerto internacional José Martí, de Rancho Boyeros. Entonces, como por arte de magia, la lluvia hasta entonces fina, arreció. Por la escalerilla descendió un hombre pequeño, vestido todo de blanco, a quien ni el aguacero pudo borrarle su característica sonrisa cuando pisó suelo cubano y divisó, expectantes, a los principales dirigentes del país y se fundió en un estrecho abrazo con Fidel Castro, ante el aplauso del pueblo allí presente.
Tras cumplir el protocolo con el cuerpo diplomático y pasar revista a la tropa miliciana que le rindió honores, Gagarin, junto a Fidel, abordaron el auto convertible con rótulo del Instituto Cubano de Amistad con los Pueblos (ICAP), que los llevaría por las calles habaneras. Dado que la lluvia no amainaba, el Comandante en Jefe le preguntó al cosmonauta si deseaba que subieran la capota del vehículo. “No, por favor”, dijo Yuri en ruso. El líder cubano sonrió.
Ya en la avenida Boyeros un mar de pueblo coreaba: “¡Gagarin, Fidel!”. Cuando las motos que les precedían anunciaban la cercanía de la caravana, la muchedumbre rompía a aplaudir. Al llegar a la Plaza, doblaron por Paseo. Continuaron por la calle 23 y la avenida 41 hasta Ciudad Libertad.
Esa noche el Gobierno Revolucionario le ofreció al primer cosmonauta de la historia una recepción en el entonces Palacio Presidencial (hoy Museo de la Revolución). Una multitud se congregó, en la explanada frente a la Terraza Norte de la mansión ejecutiva, para vitorearlo. Una vez cumplidas las exigencias protocolarias, Fidel y Gagarin salieron para saludar al pueblo.
De Smolensk al espacio exterior
Yuri Alekséyevich Gagarin nació el 9 de marzo de 1934 en la aldea de Klúshino, cerca de la entonces Gzhatsk (hoy llamada Gagarin), en la provincia de Smolensk, a unos 350 kilómetros de Moscú. Sus antepasados habían sido campesinos, pero con la Revolución soviética su padre se hizo un notable carpintero dentro de la granja colectiva donde trabajaba y la madre, ordeñadora de vacas, devino una voraz lectora de libros y gracias a ello el joven Yuri conoció la literatura rusa, desde Tolstoi y Chéjov hasta Polevoi.
La invasión nazi a la Unión Soviética interrumpió sus estudios primarios. Según testimonio de su sobrina Tamara Filatova, los fascistas, para albergar a un oficial, despojaron a los Gagarin de su casa, quienes tuvieron que irse a vivir a una choza de barro. Cuentan que cuando derribaron a un piloto soviético sobre su pueblo, Yuri junto con otros amigos lo mantuvieron oculto de los nazis hasta que agentes soviéticos vinieron a buscarlo. A partir de entonces quiso pilotear aviones.
Ingresó a la escuela de Artes y Oficios y se hizo fundidor metalúrgico (1951). Continuó estudios en Saratov. Allí frecuentó el aeroclub local. Fue seleccionado para la Escuela de Pilotos de Orenburgo donde consiguió las alas de piloto en 1957. Ese año se casó con Valentina Goriácheva, la futura madre de sus dos hijas. Una de estas, Elena, rememoraría años después: “Cuando volvía a casa, mi padre era el mismo hombre sencillo, encantador, amable y alegre que conocían los demás, al igual que era con sus compañeros. Como seguía con su formación en la academia militar, no tenía mucho tiempo para sus hijos. Tenía que seguir aprendiendo, preparando sus clases. Además, tenía que asistir a actos públicos, pero cuando podía nos dedicaba todo su tiempo”.
El 3 de noviembre de 1957, la Unión Soviética puso en órbita la primera nave Sputnik con un ser vivo como pasajero: la perrita Laika. Dos años más tarde (1959), Yuri Gagarin se presentó como candidato a cosmonauta en el programa espacial soviético junto con otros tres mil 500 voluntarios, escogieron inicialmente a 20 y, tras una serie de experimentos y pruebas, quedaron solo seis. Entre ellos, con el número uno, estaba el joven campesino de Smolensk.
El 11 de abril de 1961 se escucharon con emoción sus palabras, pronunciadas a unos 300 kilómetros de distancia desde el espacio exterior: “Observo la Tierra. La visibilidad es buena, se puede ver todo y solo un poco de espacio está cubierto de nubes […] Todo marcha normalmente. Todo trabaja magníficamente. Sigo adelante”. Según el histórico despacho de la agencia TASS fechado ese mismo día, antes de despegar la nave, el primer cosmonauta de la historia solo pronunció una palabra: “¡Vámonos!”.
Tras concluir la hazaña, en su primera conferencia de prensa declaró: “Vi por primera vez con mis propios ojos la forma esférica de la Tierra y era muy bella […] Tiene un tono azul suave y toda esta transición del azul celeste al negro se produce de una manera increíblemente hermosa, que es difícil describir con palabras”.
La Habana, 26 de julio de 1961
En el acto conmemorativo por los asaltos a los cuarteles Moncada y Céspedes, celebrado en la Plaza de la Revolución, el presidente Dorticós, al hacer uso de la palabra, dio a conocer el acuerdo del Gobierno Revolucionario de otorgarle a Yuri Gagarin la más alta condecoración cubana existente hasta ese momento: la Orden Playa Girón. “Al realizar la histórica hazaña que lo consagra como el primer cosmonauta del mundo, ha contribuido con ejemplar heroísmo al progreso de la humanidad y a la paz”, fundamentó.
Yuri Gagarin se acercó a los micrófonos para su discurso de agradecimiento. Vestía su tradicional traje militar blanco, de mangas cortas, y galones de comandante. La gorra, del mismo color, con los emblemas del ejército soviético. Ante cientos de miles de cubanos, Gagarin lanzó la primera de sus profecías: “Yo estoy seguro de que no está lejos el tiempo en que al cosmos volarán los cosmonautas cubanos, los hijos gloriosos del pueblo cubano, para en esta rama contribuir al progreso de la humanidad”.
“Soy un hombre sencillo”
En un encuentro con la prensa durante su estancia en Cuba, el primer cosmonauta de la historia rectificó a un reportero que lo calificara de ser excepcional. “De ninguna manera debe considerárseme un superhombre. Ustedes pueden comprobar aquí mismo en esta sala: soy un hombre sencillo, como todos. Quiero decirle que muchos jóvenes soviéticos y de otros países, por ejemplo, jóvenes cubanos, pueden realizar vuelos al cosmos. Cada país tiene jóvenes con salud, preparación física y emocional buenas, y esos hombres volarán al cosmos. Creo que esto pertenece a un futuro no muy lejano”. Al corresponsal de una agencia que le pidió opinión sobre los propósitos de Estados Unidos de enviar un hombre al cosmos, respondió: “Me siento contento del éxito de los norteamericanos. Allá arriba hay sitio para todos”.
Otro periodista le comentó que en el acto por el 26 de Julio “observamos que contemplaba la luna con detenimiento”. A Gagarin no le abandonó su sonrisa: “Creo que no entendió bien hacia dónde yo miraba. Yo casi siempre observaba al heroico pueblo cubano. Me impresionó su entusiasmo revolucionario, su unidad alrededor de su Gobierno y de sus dirigentes. Pero si vamos a hablar sobre la Luna, quiero decir que tampoco la olvido. Deseo visitarla y pienso que no será en tiempo muy lejano”.
Gagarin no pudo satisfacer ese sueño. Falleció en un accidente de aviación el 27 de marzo de 1968. No vivió para ver cómo todos sus pronósticos se cumplían. Entre ellos, el viaje al espacio del primer cosmonauta cubano, Arnaldo Tamayo Méndez, el 18 de septiembre de 1980.