La verdad en una entrevista y una foto
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Hace medio siglo una entrevista periodística y una foto publicada en The New York Times revelaron la verdad sobre lo que estaba ocurriendo en las montañas de la Sierra Maestra.
“El señor es un americano rico interesado en comprar la arrocera de Gómez", le dijo al militar de la tiranía que detuvo el yipi, el revolucionario que trasladaba de incógnito al prestigioso editorialista y corresponsal de guerra de The New York Times, Herbert Mattews, nada menos que para entrevistarse con Fidel Castro en la Sierra Maestra.
La referencia a un poderoso burgués de la zona venció los recelos del soldado, que, confiado, dejó pasar el vehículo sin sospechar que estaba contribuyendo a desmentir la noticia, ampliamente difundida por el régimen del tirano Fulgencio Batista, de que Fidel y sus compañeros habían sido aniquilados después del desembarco del Granma.
Pero Fidel y una pequeña parte de los expedicionarios que lo acompañaron en la azarosa travesía de tierras mexicanas a Cuba, habían salvado la vida y tras contactar con los revolucionarios de la zona, se aprestaban a emprender la lucha.
Esa verdad era la que el Jefe de la Revolución quería dar a conocer al pueblo cubano y al mundo y con ese fin, a través de la corresponsal del periódico estadounidense en La Habana, se hizo contacto con Mattews, quien viajó a la Isla para realizar una histórica entrevista con Fidel.
Para entonces el alto y delgado periodista era un hombre que rondaba la sexta década, había reportado la guerra en Abisinia y en la guerra civil española, publicado libros y recibido premios por su labor, y en su órgano de prensa se dedicaba a escribir editoriales y reportajes especiales sobre Latinoamérica.
El encuentro con Fidel, que duró casi tres horas, se efectuó en la finca del campesino Epifanio Díaz, en un lugar conocido por Los Chorros situado al sur del Purial de Jibacoa, en plena Sierra Maestra.
Sobre la entrevista, escribió el Che en su diario de campaña: “según los cuentos de Fidel el hombre se mostró amigable y no hizo preguntas capciosas. Hizo a Fidel la pregunta de si era antimperialista, contestando él que sí lo era, en el sentido de ambicionar despojar de su patria las cadenas económicas, pero no en el odio a EE.UU. y a su pueblo. Fidel se quejó de la ayuda militar prestada a Batista, haciéndole ver lo ridículo [que era pretender] que esas armas eran para la defensa del continente cuando no podían acabar con un grupo de rebeldes en la Sierra Maestra.”
Raúl por su parte recogió así sus impresiones: “le di la mano al periodista y recordando mi rudimentario inglés escolar le dije ¿How are you? No entendí lo que me contestó y seguidamente llegó F. [Fidel], quien después de saludarlo se sentó con él en la chabola y empezó con él la entrevista periodística, que seguramente se constituirá en un “palo”.
Y como él mismo describió el diálogo no estaba exento de riesgos: “Mientras ellos seguían en la entrevista, el oficial de guardia Almeida triplicó la vigilancia, tomando todas las medidas de seguridad que estuvieran a nuestro alcance dentro de aquel cayito de manigua, que más bien era una ratonera. Desgraciadamente esta es una zona completamente desmontada y fue un atrevimiento nuestro separarnos tanto de nuestros queridos bosques. Si aquí nos sorprendieran por efecto de un chivatazo, el 26 de Julio sufriría un colapso, pues por muy bien que saliéramos corríamos el riesgo de perder algunas de nuestras valiosas cabezas.”
Tal como vaticinó Raúl la entrevista fue un tremendo “palo” periodístico. “Visita al rebelde cubano en su refugio” fue el título de la primera parte del reportaje que apareció en la edición del The New York Times del 24 de febrero de 1957.
Gran impacto causaron a los lectores las siguientes palabras escritas por Mattews:
“Fidel Castro, el líder rebelde de la juventud cubana, está vivo y peleando con éxito en la intrincada Sierra Maestra, en el extremo sur de la Isla. El presidente Fulgencio Batista tiene la crema y nata de su ejército en la región, pero hasta ahora está en desventaja en la batalla por vencer al más peligroso enemigo que jamás haya enfrentado en su larga y azarosa carrera como regidor de los destinos cubanos.
“Esta es la primera noticia confirmada de que Fidel Castro está todavía vivo y todavía en Cuba. Nadie fuera de la Sierra Maestra ha visto a Castro, con excepción de este reportero. Nadie en La Habana, ni aún en la embajada de los Estados Unidos, con todos sus recursos para obtener informaciones, conocerá hasta la publicación de este reportaje que Fidel Castro está realmente en las montañas orientales de Cuba.”
La noticia y el contenido de la entrevista donde Mattews exponía las ideas de Fidel y la trayectoria del jefe rebelde, constituyeron un mazazo para la dictadura que en su desesperado intento por ocultar la verdad tildó la entrevista de invento.
El mismísimo ministro de Defensa cubano la cuestionó con el argumento de que si el periodista hubiese tenido realmente la oportunidad de burlar a las tropas del régimen destacadas en la zona y llegar a Fidel, se habría retratado con él para demostrarlo.
Pero la tiranía recibió otro duro golpe cuando en la edición siguiente de The New York Times apareció una foto del líder de la Revolución conversando con Mattews. La foto, al igual que el reportaje le dieron, con la verdad, la vuelta al mundo.