Una lección al mundo
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"Se siente, se siente, el Papa está presente" y "Juan Pablo, amigo, Cuba está contigo", coreaban entusiastas al paso del "Papamóvil" por las atestadas calles de La Habana.
Entre el 21 y el 25 de enero de 1998 Cuba dio una lección al mundo; una de tantas. No era necesario tener fe religiosa para sentir la vibración del encuentro entre el pueblo cubano y el Sumo Pontífice.
Nuestros enemigos quisieron festejar. Pero la idea del presunto Apocalipsis que brindaban medios informativos desde el exterior, cedió paso forzoso a la imagen de un pueblo que escuchó con cariño y respeto el mensaje del sucesor de Pedro. Esos cinco días no cambiaron la historia de Cuba, la enriquecieron.
El entonces presidente de la Pontificia Comisión de Justicia y Paz, el cardenal Roger Etchegaray, indicó en una entrevista con el diario Granma que "rara vez una visita papal ha suscitado un interés tan universal e infundido a sus diversos interlocutores una responsabilidad tan alta que compromete a todo el hombre y a todos los hombres".
Juan Pablo II definió un tema central en cada una de las cuatro misas que ofició. En Santa Clara dedicó su homilía a la Familia; en Camagüey a la Juventud y en Santiago de Cuba a la Patria.
En la Plaza de la Revolución José Martí consagró sus reflexiones al papel de los laicos en la Iglesia.
REENCUENTRO CON FIDEL
Ya se conocían. Se habían reunido en el Vaticano el 19 de noviembre de 1996. Miles de periodistas, camarógrafos y reporteros transmitieron al exterior, para diversas cadenas de televisión y medios de prensa, las imágenes de un Papa y de un líder comunista que dejaron de lado los comentarios malintencionados sobre supuestas diferencias para estrecharse las manos por segunda vez.
Fidel Castro lo esperó y lo despidió en el aeropuerto internacional José Martí, y lo recibió en privado en el Palacio de la Revolución. También lo acompañó en el encuentro con personalidades del ámbito de la cultura y durante la misa en la Plaza de la Revolución.
"Fidel fue el presidente que mejor atendió al Papa Juan Pablo II", afirmó años después el actual Secretario de Estado del Vaticano, cardenal Tarcisio Bertone. Lo contó en su libro Un cuore grande, Omaggio a Giovanni Paolo II (Un gran corazón. Homenaje a Juan Pablo II). Fidel Castro mostró afecto por el Papa, que ya estaba enfermo, y Juan Pablo II me confió que posiblemente ningún jefe de Estado se había preparado tan a fondo para la visita de un Pontífice (... ) Fidel había leído las encíclicas y los principales discursos de Juan Pablo II e incluso algunas poesías".
UNA LECCIÓN AL MUNDO
La visita del Sumo Pontífice a Cuba ocurrió en la convulsa década de los noventa. La caída del socialismo en Europa oriental y en la URSS había desencadenado una gran euforia en el gobierno de Estados Unidos y entre los grupos contrarrevolucionarios de Miami. Se vaticinaba que el desmoronamiento de la Revolución Cubana era cosa de días o semanas. Llegaron a realizar gestiones políticas para la organización e integración de un nuevo gobierno.
Esos mismos describían a Juan Pablo II como una especie de "ángel exterminador del socialismo", alguien cuya visita sería perjudicial para nuestro proyecto social.
Ya Fidel, con esa luz de siempre, lo había advertido: "Veo cuántas ilusiones se hacen, en su desesperación, de que la visita del Papa sea algo trágico para la Revolución Cubana, una espada de fuego que va a liquidar el socialismo y el comunismo en Cuba (... ) No conocen al Papa, no lo conocen (... ) Subestiman su inteligencia, subestiman su carácter, subestiman su pensamiento".
Por eso, como para responderle a los ilusos, en la despedida al Santo Padre el Comandante en Jefe apuntó: "Creo que hemos dado un buen ejemplo al mundo: usted, visitando lo que algunos dieron en llamar el último bastión del comunismo; nosotros, recibiendo al jefe religioso a quien quisieron atribuir la responsabilidad de haber destruido el socialismo en Europa. No faltaron los que presagiaban acontecimientos apocalípticos. Algunos, incluso, lo soñaron".
Para infortunio de esos "soñadores", Cuba demostró al mundo que, a pesar de interpretaciones erróneas, el socialismo no es irreconciliable con la fe religiosa. Fidel lo ratificó en las palabras de recibimiento al Sumo Pontífice. "No habrá ningún país mejor preparado para comprender su feliz idea, tal como nosotros la entendemos y tan parecida a la que nosotros predicamos, de que la distribución equitativa de las riquezas y la solidaridad entre los hombres y los pueblos deben ser globalizadas".
CONTRA EL BLOQUEO
Fidel recordó a Juan Pablo II las injusticias contra nuestro país. "Cuba, Santidad, se enfrenta hoy a la más poderosa potencia de la historia como un nuevo David, mil veces más pequeño, que con la misma onda de los tiempos bíblicos, lucha para sobrevivir contra un gigantesco Goliat de la era nuclear que trata de impedir nuestro desarrollo y rendirnos por enfermedad y por hambre. Si no se hubiese escrito entonces aquella historia, habría tenido que escribirse hoy. Este crimen monstruoso no se puede pasar por alto ni admite excusas".
Por eso fue grato escuchar al líder de la Iglesia Católica condenar el bloqueo estadounidense contra Cuba, al calificarlo como "medidas económicas restrictivas impuestas desde fuera del país, injustas y éticamente inaceptables".
Asimismo criticó al neoliberalismo, en su apogeo por esos años. "Se imponen a las naciones, como condiciones para recibir nuevas ayudas, programas económicos insostenibles" y se constata "el enriquecimiento exagerado de unos pocos a costa del empobrecimiento creciente de muchos".
MENSAJES DE ALIENTO Y GRATITUD
"Queridos cubanos, al dejar esta amada tierra, llevo conmigo un recuerdo imborrable de estos días y una gran confianza en el futuro de su Patria", confesó Juan Pablo II en su despedida.
"He vivido unas densas y emotivas jornadas con el Pueblo de Dios, que peregrina en las bellas tierras de Cuba, lo cual ha dejado en mí una profunda huella. Me llevo el recuerdo de los rostros de tantas personas, que he encontrado a lo largo de estos días. Les estoy agradecido por su cordial hospitalidad, expresión genuina del alma cubana".
Sus palabras eran el resultado de todo el afecto que le profesó la población cubana. Todos —creyentes y no creyentes— dieron una masiva demostración de hospitalidad y respeto al Santo Padre.