خطابات و تداخلات

DISCURSO PRONUNCIADO POR EL COMANDANTE EN JEFE FIDEL CASTRO RUZ EN LA CLAUSURA DEL CONGRESO DE MUJERES DE TODA AMERICA, CELEBRADO EN EL TEATRO “CHAPLIN”, EL 15 DE ENERO DE 1963

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15/01/1963

Mujeres de América;

Delegadas fraternales de los países de Europa, Asia y Africa que nos visitan:

 

En primer lugar, quiero hacer constar —y ya se lo dije a algunas de las compañeras de la presidencia del congreso— que si este acto empezó un poquito tarde, no fue por culpa mía (EXCLAMACIONES), porque como este año es el “Año de la Organización” (EXCLAMACIONES), yo estaba en el teatro a las nueve menos tres minutos (EXCLAMACIONES Y APLAUSOS).  Y nosotros tenemos el propósito en este “Año de la Organización” de ser puntuales; lo que ocurrió fue que las compañeras discutieron mucho, las compañeras del congreso, y entonces creo que estuvieron discutiendo hasta las 7:00, o las 8:00, más o menos...  (DEL PUBLICO LE DICEN:  “A las ocho y pico”).  Hasta las ocho y pico, dicen (RISAS).  Y por eso comenzó un poquito tarde este acto.  Yo, simplemente, hago constar que no fue culpa mía.

Para nosotros ha sido un honor muy alto, para nuestro país, que Cuba haya sido sede de este congreso.  Entendemos que ha sido un evento muy positivo, y que ha sido un evento serio.

Nosotros hemos tratado de informarnos, de leer los materiales de los distintos informes que se presentaron al seno del congreso y, en realidad, la impresión nuestra es que todos ellos tienen un gran valor por su seriedad, por el enfoque correcto de los problemas, por la enorme cantidad de datos que aportan acerca de las realidades de nuestro continente.

Naturalmente que los temas del congreso estaban circunscriptos a aquellas cuestiones que se relacionan con los intereses de las mujeres.  Pero, realmente, ¿qué es lo que no le interesa hoy a la mujer en la sociedad moderna?  ¿Qué es lo que no le interesa a la mujer latinoamericana y a la mujer americana de nuestros problemas sociales?

Cuando se discute acerca de los derechos de las mujeres, de las aspiraciones de las mujeres, vemos que no puede haber derecho de mujer en nuestra América, ni derecho de niños, ni derecho de madres, ni de esposas, si no hay revolución (APLAUSOS).  ¡Es que dentro del mundo en que vive la mujer americana, la mujer necesariamente tiene que ser revolucionaria!  (APLAUSOS.)

¿Por qué tiene que ser revolucionaria?  Porque la mujer, que constituye parte esencial de cada pueblo, está en primer lugar como trabajadora explotada y como mujer discriminada.  ¿Y quiénes son los revolucionarios en la sociedad humana?  ¿Quiénes lo fueron a lo largo de la historia?  Sencillamente, los explotados y los discriminados.  Porque no solamente es explotada la mujer como obrera cuando trabaja para un monopolio explotador, para una sociedad de clases explotadoras, sino que aun dentro de su condición de obrera es la obrera más explotada, con más bajos salarios, con peores condiciones, con una serie de contradicciones entre sus funciones sociales, su condición de mujer y la explotación de que es objeto.  Por eso las mujeres, lógicamente, son revolucionarias.  Y en un continente como este tienen que ser revolucionarias.  ¡Y por eso en nuestro país las mujeres son revolucionarias!  (APLAUSOS.)  Porque en nuestro país gran número de mujeres eran obreras explotadas, explotadas como obreras que trabajaban para enriquecer a una clase; pero, además, discriminadas dentro de los obreros.  Y muchas mujeres no tenían siquiera acceso al trabajo, a la oportunidad de trabajar.

En el informe de la compañera Vilma aparece un recuento de las actividades que la mujer cubana ha desarrollado dentro de la Revolución y de los beneficios que la mujer cubana ha recibido dentro de la Revolución.  El recuento era largo, y aun así es posible que haya omisiones dentro de ese recuento, puesto que la Revolución ha hecho aún más por la mujer.  No considera que lo ha hecho todo ni mucho menos, pero se propone seguir luchando por la mujer.

Y ya la mujer en nuestro país no es discriminada, como no lo es el negro.  Y, en realidad, la Revolución ha significado mucho para la mujer cubana.

Y dentro de la Revolución, la dirección revolucionaria se esfuerza por abrir más y más oportunidades a la mujer.  Como ejemplo, podemos citar el caso, el hecho de que al nacionalizarse las empresas medias y grandes de venta de zapatos, de ropas y de ferreterías, se orientó al Ministerio de Comercio Interior seleccionar mujeres como administradoras de esas empresas (APLAUSOS).  Se designaron unos 4 000 administradores, y el 90% o más de esos administradores, es decir, administradores para unos 4 000 centros, y el 90% o más están administrados actualmente por mujeres (APLAUSOS).

Hay otro dato, por ejemplo, que no aparecía en el informe de la compañera Presidenta de la Federación, y es un dato muy ilustrativo, acerca del aumento de la participación de la mujer en actividades que prácticamente estaban vedadas para ella.  Y es el hecho de que, por ejemplo, en algunas profesiones como la de medicina no llegaba al 10%, posiblemente, el número de mujeres que ingresaban en esa facultad universitaria.  Y en este momento, en el Instituto de Ciencias Básicas de Medicina, es decir, el primer curso de la Escuela de Medicina, hay aproximadamente un 50% de mujeres (APLAUSOS).

Esos hechos son simple evidencia de cómo realmente se ha ido incorporando —en cuatro años de Revolución— la mujer a la vida social, a la vida de la sociedad, a la vida de su país, a la vida del medio donde vive y donde se desenvuelve.

Las mujeres también, por ejemplo, desfilaron junto a nuestros soldados el día 2 de enero; contingentes de batallones militares de mujeres.  Y en nuestro ejército existen una serie de funciones donde trabajan y prestan servicio mujeres.

El concepto burgués de la mujer ha ido desapareciendo en nuestro país.  Los conceptos estigmativos, discriminadores, han ido realmente desapareciendo en nuestro país, y las masas de mujeres han captado esa realidad.  Y el prejuicio es sustituido por un concepto nuevo, donde se valoran las cualidades de la mujer para una serie de actividades sociales, en algunas de las cuales demuestran excepcionales virtudes.  Un ancho campo de acción, de actividad, se ha abierto para ellas.

Si ustedes comparan el informe de la delegación cubana con los informes de las delegaciones de América Latina, podrán ver qué grandes diferencias.  Ya aquí los problemas que se plantean son cómo, por ejemplo, liberar a la mujer de la esclavitud doméstica, cómo crear condiciones que le permitan incorporarse lo más ampliamente posible a la producción, con lo cual gana la mujer y gana la Revolución.

Porque dentro de una sociedad como la capitalista, de desempleo, de millones de hombres sin trabajo, resulta lógico que tienda a relegarse a la mujer muchas veces hacia limitadas actividades económicas; dentro de una sociedad como la nuestra, en que por el desarrollo pleno de todos los recursos de la nación y la economía planificada hacen falta cada vez más y más brazos para la producción, es lógico que la Revolución se preocupe de crear esas condiciones.  Y así, hoy es preocupación de la Revolución el establecimiento del mayor número posible de círculos infantiles, de comedores escolares, y de crear aquellas circunstancias que permitan a la mujer no ser una esclava de la cocina (APLAUSOS); el establecimiento de lavanderías (APLAUSOS)...

Claro está que el auge de determinadas de esas instituciones como los círculos infantiles, en cierta circunstancia está limitado por los recursos con que podamos contar.  Y así como este año se está poniendo énfasis en el establecimiento de comedores obreros en las principales fábricas del país, en el próximo año se pondrá el acento en el establecimiento de comedores escolares (APLAUSOS).

El desarrollo de esas instituciones permitirá que la mujer se incorpore cada vez más al trabajo, a la producción y a la vida de su país; no solo a las actividades económicas, sino también a las actividades políticas y sociales (APLAUSOS).

Hoy esas son nuestras preocupaciones, por cuanto las mujeres en nuestro país están en condiciones de poder preocuparse por esas soluciones.

Se ha hablado también por la delegación cubana del gigantesco esfuerzo que en el frente de la educación ha hecho la Revolución.  De eso apenas es necesario hablar, basta ver.  Porque ese movimiento se palpa, se ve; movimiento que está forjando un gran porvenir a este país, movimiento que demuestra el empeño de la Revolución, proyectado sobre todo hacia el futuro, y que ha permitido la duplicación del número de niños en las escuelas, la duplicación del número de estudiantes de escuelas secundarias y superiores, la erradicación del analfabetismo, y que permitirá a este país marchar adelante con la forja de una juventud magnífica, llamada a heredar las condiciones que para esa juventud la Revolución está creando.

Nuestros problemas ahora no son cómo ganarnos el derecho a hacer eso, sino cómo lo hacemos lo mejor y más perfectamente posible.

Hay una diferencia entre la situación de las mujeres de América representadas en este congreso, y la representación de las mujeres cubanas.  Y es que las mujeres cubanas tienen la oportunidad de hacer todo eso, y las mujeres americanas necesitan de esa oportunidad.

Nuestros problemas son distintos, en el sentido de que ahora se trata de cómo lo hacemos y cuán bien podamos hacerlo.  Ya para nosotros se trata de la oportunidad de tener, digamos, cerca de 100 000 jóvenes estudiantes, becados por el Estado, sino cómo organizarlos, cómo hacer que las escuelas donde estudian sean cada vez más eficientes, cómo preparamos cuadros de maestros, y cómo esa tarea la realizamos bien.  No significa que nosotros no tengamos mucho trabajo; por el contrario, en la Revolución se tiene cada vez más y más trabajo.

Pero la Revolución va creando recursos y más recursos sobre la marcha.  Un ejemplo de cómo esos recursos se crean, es el hecho de que en días recientes fue necesario recibir en nuestra capital a cerca de 10 000 jóvenes campesinas procedentes de la provincia de Oriente (APLAUSOS).  ¿A quién encomendar esa tarea?  La Federación de Mujeres había estado al frente de ese trabajo, pero la Federación de Mujeres tenía sobre sí el trabajo de atender todos los albergues de becados, no disponía de suficientes cuadros; pero, sin embargo, había una escuela de maestros, organizada con una selección de muchachas brigadistas, de las que participaron en el año 1961 en la gran campaña de alfabetización, una escuela de 1 100 jóvenes, que estaban estudiando para maestras, y que es una buena escuela, con la compañera que está al frente de esa escuela y que es una gran pedagoga, porque sabe formar, la compañera Elena Gil (APLAUSOS).  Ella había comenzado con un grupo de 300 instructoras revolucionarias (APLAUSOS), es decir, 300 maestras formadas entre núcleos de jóvenes que se ofrecieron para enseñar en las montañas.  Y comenzó a hacer un trabajo con 300 instructoras, a formar 300 instructoras revolucionarias para las escuelas nocturnas de muchachas que trabajan en el servicio doméstico (APLAUSOS).

Esa fue la primera escuela:  primero 300.  Con esas 300 muchachas se organizaron las escuelas nocturnas; después fueron otras 300.  Su número alcanzó a 600.  Con la ayuda de esas jóvenes se organizó el Instituto Pedagógico Makarenko (APLAUSOS), que ya fueron 1 100.  De las 1 100 se seleccionaron 300 para cursos especiales; y con esas 300 y con el resto de las muchachas, se organizaron las escuelas para las        10 000 campesinas que llegaron (APLAUSOS).

Ya teníamos cuadros:  muchachas que alfabetizaron, muchachas que han estudiado ya un año, muchachas que tienen ya una disciplina, un sentido de la responsabilidad.  Y era algo verdaderamente impresionante cruzar por una de estas avenidas donde antes vivían los millonarios, y encontrarse unos grupos de muchachas con sus uniformes, muchachas campesinas, que se trasladaban de un lugar a otro, posiblemente a comer o a alguna clase; y con ellas iba, con su uniforme de becada, una muchacha en algunos casos más joven que las propias campesinas, pero eran las jefas, estaban al frente del grupo, al frente de la casa donde viven y son, además, sus maestras.  Trabajan y estudian.  Consideren cómo se irán formando esas muchachas que ya reciben esa responsabilidad, que ya se les asignan tareas serias, que las cumplen, que tienen un método de trabajo, y que van combinando el estudio con el trabajo.  Esto indica que el número de personas preparadas será cada vez mayor.

Ahora tenemos que organizar una escuela, otra escuela de maestros, más la escuela superior, puesto que la Revolución cambió los métodos de formar a los maestros, que antes los maestros se formaban exclusivamente entre personas de la ciudad.  La Revolución cambió ese procedimiento, estableció un sistema de selección y de oportunidades para todas las muchachas y los muchachos que deseasen hacerse maestros, y la cosa empieza por las montañas (APLAUSOS).

Y así, nosotros tenemos en las montañas en este momento 5 000 jóvenes que empiezan a hacer su primer año de estudios para maestros.  Después van para una escuela donde están dos años más, y después se reúnen en un instituto superior donde estarán otros dos años.  Y muchas de esas maestras serán de extracción campesina; muchachas familiarizadas con las montañas, con el campo.

Estamos preparando simultáneamente cursos de nivelación de muchachas campesinas que están en cuarto grado y quinto grado y quieren empezar a estudiar para maestras.  De esas mismas 10 000 campesinas, seleccionaremos aquellas que tengan más vocación y las nivelaremos para que puedan ingresar en esas escuelas.

Dentro de algún tiempo ya tendremos nuestro Instituto Superior de Maestros, con 6 000 estudiantes; 6 000 estudiantes que podremos movilizar para que a su vez enseñen, combinando el estudio con el trabajo (APLAUSOS).

Esto se realiza con el esfuerzo tesonero de un número determinado de personas que trabajan en ese frente.  ¿Son muchas las personas perfectamente competentes para esa tarea?  No, desgraciadamente no son muchas.  Pero cuando hay una persona competente al frente de cualquiera de esas actividades, va creando lo que pudiéramos decir una escuela, es decir, un estilo de trabajo.

Nosotros no tenemos muchas Elena; pero, sin embargo, en el futuro tendremos cientos de Elena, porque son las muchachas formadas por ella (APLAUSOS).  Cada día será más el número de escuelas, de escuelas superiores, y nosotros necesitamos muchos cuadros en la educación para organizar y para dirigir esas escuelas.

Así avanza la Revolución con su juventud.  Lo puede hacer.  Nosotros hemos logrado la oportunidad de empezar a hacer todo eso.  Las compañeras de América Latina presentan un cuadro real de la situación del continente.  Es verdaderamente espantoso.  Nosotros creemos que todos esos informes deben publicarse en un folleto y distribuirse aquí y fuera de aquí (APLAUSOS); distribuirse aquí y fuera de aquí, en la América Latina.

Son esas cifras verdaderamente agobiantes, los datos acerca del número de niños sin escuelas, sin maestros, subalimentados; las cifras penosas del número de niños, del tanto por ciento que puede llegar hasta sexto grado, del tanto por ciento que puede realizar estudios superiores, secundarios, y del tanto por ciento que puede realizar estudios universitarios.

Las cifras relativas a la mortalidad infantil, consecuencia de las condiciones insalubres en que viven, de la desnutrición, de la falta de programas médicos; situaciones que no son hoy nuestra situación.  Porque hoy nosotros podemos decir que ni un solo niño queda inválido como consecuencia de la poliomielitis (APLAUSOS); podemos decir que decenas de miles de niños se salvan como consecuencia de la asistencia médica.  Y continúan desarrollándose más y más programas nacionales de salud pública.  El número de camas en nuestros hospitales prácticamente se ha triplicado, los recursos destinados a la salud pública se han quintuplicado.

Hoy esos no son nuestros problemas, pero son los problemas de todo un continente.  Hoy nuestro problema es cómo crear todo lo que necesitamos para satisfacer tantas y tantas necesidades, para superar la pobreza que nos dejó la explotación imperialista.  Ese es nuestro problema.

Grande es nuestro trabajo, arduo, duro, difícil.  Y no es nada fácil tener que realizar esa obra con las garras amenazadoras del imperialismo sobre nosotros, con la incesante hostilidad de la nación imperialista más poderosa y más agresiva del mundo.  Cómo llevar adelante esa obra es nuestro problema, cómo defender la Revolución y la soberanía de este país y, al mismo tiempo, seguir adelante, ese es nuestro problema; mas no el problema de ustedes, mujeres americanas.  El problema de ustedes y de los pueblos que ustedes representan es cómo conquistar la oportunidad de hacer esto que estamos haciendo nosotros (APLAUSOS).  Nosotros estamos seguros de que saldremos adelante, años más, años menos; estamos seguros de que venceremos nuestras dificultades, sacrificios más, sacrificios menos; estamos seguros de que el imperialismo no podrá derrotarnos (APLAUSOS), porque en este país jamás habrá vencidos (APLAUSOS).  Podrá haber caídos, muertos, pero no vencidos (APLAUSOS PROLONGADOS).

Si un día los imperialistas yankis, haciendo uso de todas sus fuerzas y recursos, se decidieran a destruir este país, lo más que podrían decir es:  ¡Lo hemos destruido, pero no lo hemos derrotado!  (APLAUSOS.)

Y nosotros sabemos que ese peligro pesa sobre nosotros, pero también sabemos que queda todo un continente y que queda todo un mundo, y nosotros no solo somos cubanos:  ¡Somos latinoamericanos!  (APLAUSOS PROLONGADOS Y EXCLAMACIONES.)  Somos aún más, porque no solo somos latinoamericanos, somos seres humanos que habitamos en el planeta Tierra (APLAUSOS), y lo importante es la victoria de la humanidad (APLAUSOS).  Nosotros sabemos que resistiendo a los imperialistas, manteniéndonos firmes frente a los imperialistas yankis, estamos defendiendo los derechos de la humanidad (APLAUSOS).

Así es como pensamos los cubanos.  Y el problema —repito— para nosotros hoy es trabajar y luchar, y el problema de ustedes es luchar para trabajar después (APLAUSOS).  Porque las cifras están ahí, esas cifras frías, terribles.  Esas cifras que cuando la UNESCO, o la FAO, o cualquier organización de las Naciones Unidas hace estadísticas, encuentra, y que dicen:  Tantos millones de tanto y tantos millones de más cuanto; y que dicen:  Tantos millones de muertos por hambre, o por enfermedad curable, o tantos millones de niños sin escuelas, o tantos millones de familias sin casas, o tantos millones de millones de desnutridos; tanto el índice de vida, y que resulta ser la mitad del promedio de vida de los países altamente industrializados y de los países explotadores.  Las cifras están ahí, incluso las cifras de los muertos, que son más que los de cualquier revolución.  El número de los que se mueren por año en América Latina, de los que se mueren en un año de hambre y de enfermedad, sin asistencia, son más de los que se morirían liberándose los pueblos de América Latina (APLAUSOS).  Porque aquí la lucha costó 20 000 vidas, pero se han salvado ya muchas veces 20 000 vidas (APLAUSOS).

Podemos esperar, y seguirán amontonándose las cifras de los millones de desdichados, de desgraciados, de explotados, de agonizantes —y las cifras están ahí— como resultado de la explotación feudal, de la explotación imperialista.  Y el problema de las cifras no debe concretarse a manejarlas, a escribirlas en un cuadro o en un folleto, sino en pensar cómo cambiar esa situación (APLAUSOS).

Hay personas expertas en cifras, pero lo que hay que ser es expertos en cambiar la situación, expertos en conducir a los pueblos hacia las revoluciones (APLAUSOS).  Y ahí está el arte de los revolucionarios, el arte que hay que aprender y que hay que desarrollar:  ¡Cómo llevar las masas a la lucha!  Porque son las masas las que hacen la historia, pero para que hagan historia hay que llevar las masas a la lucha (APLAUSOS).

Y ese es el deber de los dirigentes y de las organizaciones revolucionarias:  echar a andar las masas, lanzar las masas al combate (APLAUSOS).  Y eso fue lo que hicieron en Argelia (APLAUSOS), y es lo que están haciendo los patriotas en Viet Nam del Sur (APLAUSOS).  Han lanzado las masas a la lucha con métodos correctos, con táctica correcta.  Y han arrastrado la mayor cantidad de masas posible a la lucha.  Eso fue lo que hicimos nosotros.  Porque no conquistaron el poder los cuatro, o cinco, o seis, o siete que un día quedamos dispersos, sino el movimiento de masas que la lucha contra la tiranía desató y que culminó en la victoria del pueblo.

Acerca de estas cuestiones hay algún concepto que quisiéramos aclarar.  Porque ha habido alguno que otro teórico trasnochado, que ha afirmado que en Cuba hubo un tránsito pacífico del capitalismo al socialismo.  Es como negar que en este país cayeron miles y miles de combatientes; es como negar que en este país un ejército, salido de las entrañas del pueblo, derrotó a un ejército moderno, armado e instruido por el imperialismo yanki (APLAUSOS); es como negar que sobre nuestros campesinos, sobre nuestras ciudades y pueblos hubiesen caído bombas explosivas e incendiarias que llevaban la marca de “made in USA”; es como negar la formidable lucha de nuestro pueblo; es como negar Playa Girón y los que allí cayeron (APLAUSOS).  No fue ningún tránsito pacifico; fue un tránsito de combate, sin lo cual no habría habido tránsito en nuestro país.  Sin esa lucha heroica, sin esa lucha armada del pueblo cubano, todavía, tal vez, tendríamos aquí al señor Batista, “made in USA” (EXCLAMACIONES).

y esas son las verdades históricas, y nosotros creemos que, por lo menos, sobre nuestras verdades históricas tenemos derecho a hablar.  Y no de que ciertos teóricos a distancia nos digan qué fue lo que pasó aquí, sin haber venido nunca aquí (APLAUSOS).

No hay que sonrojarse por decir estas cosas, ni hay que decirlas en voz baja, ¡hay que decirlas en voz alta, de manera que se oiga, y que se oiga de verdad!  (APLAUSOS.)  y que la oigan los pueblos, porque esas falsas interpretaciones de la historia tienden a crear ese conformismo que tan bien le cuadra al imperialismo; tienden a crear esa resignación y tienden a crear ese reformismo, y esa política de esperar por las “calendas griegas” para hacer revoluciones.

Esas falsas interpretaciones de la historia no cuadran con la situación de la inmensa mayoría de los países latinoamericanos, donde existen condiciones objetivas —y bien que lo han visto los imperialistas con bastante claridad:  que las condiciones objetivas existen—, pero donde faltan condiciones subjetivas.  Y esas condiciones subjetivas hay que crearlas, y se crean con la verdad histórica y no con el falseamiento de la historia.  Esas condiciones subjetivas no se crean diciendo que en Cuba hubo un beatífico tránsito pacífico (DEL PUBLICO LE DICEN ALGO).

No se trata de cobardes, sino de confundidos, de enfoques erróneos.  Nosotros no negamos la posibilidad del tránsito pacífico, aunque todavía estamos esperando el primer caso.  Pero no lo negamos, porque no somos dogmáticos.

Comprendemos el cambio incesante de las condiciones históricas y de las circunstancias históricas.  No lo negamos, pero lo que sí decimos es que aquí no hubo tránsito pacífico, y lo que sí protestamos es que se trate de usar el caso de Cuba para confundir a los revolucionarios de otros países, donde existen condiciones objetivas para la revolución y donde pueden hacer lo mismo que en Cuba (APLAUSOS).

Que los teóricos del imperialismo se preocupen de que no haya revoluciones, es lógico; y los teóricos del imperialismo se esfuerzan en calumniar a la Revolución Cubana, sembrar la insidia y la mentira, decir los peores horrores, crear en el pueblo el temor a las revoluciones.  Pero que nadie, desde una posición revolucionaria, pretenda crear el conformismo o el miedo a las revoluciones; eso es absurdo.  Los teóricos del imperialismo, que prediquen el conformismo; los teóricos de las revoluciones, ¡que prediquen sin temor las revoluciones! (APLAUSOS.)

Eso es lo que nosotros pensamos; eso fue lo que nosotros dijimos en la Declaración de La Habana, Declaración que en algunos países hermanos recibió los honores, por parte de algunas organizaciones revolucionarias, “los honores de la gaveta”, cuando debió haber recibido la justa divulgación que merecía.  Es como si ahora engavetamos todo lo que ustedes han discutido aquí; y, desde luego, si no queremos que se enteren las masas hay que engavetarlo.  Pero si les decimos a las masas que esa es la situación, a las masas hay que decirles también cuál es el camino, y hay que llevarlas a la lucha, porque ese camino es mucho más fácil, en muchos pueblos de América Latina, de lo que fue en Cuba.

Quiero aclarar, para que los teóricos no se pongan bravos, que nosotros no estamos haciendo una generalización irresponsable; quiero aclarar que nosotros sabemos que cada país tiene sus condiciones específicas, y por eso no generalizamos.  Pero sí decimos:  La mayoría.  Sabemos que hay excepciones, sabemos que hay países donde no existen esas condiciones objetivas, pero existen en la mayoría de los países de América Latina.

Y esa es nuestra opinión.  Decirlo aquí es un deber, porque tenemos esperanzas de que dentro de 40 años no nos volvamos a reunir como hoy, las nietas de nuestras federadas con las nietas de ustedes, para tratar los mismos problemas (APLAUSOS).

Nuestro país afronta circunstancias difíciles, grandes riesgos.  No hay que meter la cabeza como el avestruz, en un hoyo, sino hay que ver las cosas como son.  Nuestro país atraviesa una etapa de riesgos, de grandes peligros.  Nosotros tenemos, por un lado, el imperialismo yanki, la potencia más agresora, más agresiva, más poderosa del imperialismo, que se ha trazado como propósito fundamental destruir esta Revolución.  Y, por otra parte, circunstancias que son adversas y desfavorables al movimiento revolucionario mundial.

Quiero, en primer lugar, decir que para nosotros la crisis del Caribe no está resuelta.  Quiero decir que, en nuestra opinión, en la opinión de la dirección revolucionaria de nuestro país, se evitó una guerra pero no se ganó la paz, que no es lo mismo.

¿Es que acaso no persisten exactamente todas las circunstancias que nos obligaron a tomar las medidas que tomamos, y nos obligaron a dar los pasos que dimos?  ¿Es que acaso no persiste la política declarada de hostilidad y agresión a nuestro país por los imperialistas yankis?  Nosotros no creemos en las palabras de Kennedy, pero es que Kennedy no ha dado ninguna palabra, además.  Y si las dio, ya las quitó.

Y por eso, nosotros dijimos que para nosotros no había garantías satisfactorias sin los Cinco Puntos que planteamos a raíz de aquella crisis (APLAUSOS).

Sobre estas cosas, un poco controvertidas, un poco sutiles, hay que estar muy claros, hay que estar claros.  Si se dice que nosotros estamos aquí, es decir, que no hemos podido ser destruidos por la solidaridad del campo socialista, se dice una verdad (APLAUSOS).  Pero si se dice que estamos aquí por las palabras de Kennedy, no se dice una verdad.

Nosotros hemos resistido durante cuatro años gracias a esa solidaridad.  Ahora bien, ¿cuál es la paz para nosotros?  ¿Qué paz hay para nosotros?  Desde que Kennedy habló en Orange Bowl, los agentes del imperialismo han cometido cuatro asesinatos.  Y asesinaron a un campesino que estaba becado, cuando fue de vacaciones en Trinidad.  Y asesinaron —quemándolo vivo— a un obrero en la provincia de Las Villas, un obrero que trabajaba en la repoblación forestal.  Y asesinaron a un niño de 11 años en San Antonio de las Vegas.  Y asesinaron a dos compañeros de la COR en la provincia de Matanzas; agentes yankis, con armas yankis, siguiendo órdenes yankis; la política de subversión declarada de los imperialistas.

¿Qué decíamos nosotros?  Que cómo podía haber solución si los imperialistas se arrogaban el derecho a tratar de estrangular por hambre a nuestro país, a aislar a nuestro país, a presionar todas las líneas aéreas y navales para privarnos de las materias primas esenciales y crear el hambre en nuestro país; mientras los imperialistas se arrogaban el derecho de mantener esa política de bloqueo contra nosotros y crearnos todos los obstáculos inimaginables al margen de la ley internacional, al margen de los principios que rigen la Organización de Naciones Unidas; si los imperialistas se arrogaban el derecho de subvertir el orden social, introducir armas, agentes saboteadores, entrenarlos, organizar mercenarios; si los imperialistas se arrogaban el derecho a violar nuestros mares y nuestro espacio aéreo; si los imperialistas se arrogaban el derecho de organizar bandas de piratas; si los imperialistas se arrogaban el derecho a retener un pedazo de nuestro territorio que apunta contra el corazón del país.

¿Y qué derecho pueden tener los imperialistas a exigir que se retiren armas amigas, mientras mantienen clavadas en territorio de la patria cubana armas enemigas, armas para la agresión?  ¿Qué derecho tienen a eso los imperialistas?

Y en tres declaraciones, en la que hizo después de la crisis el señor Kennedy, habló un lenguaje reticente, amenazador, manteniendo su política de utilizar contra Cuba presiones económicas, políticas y de otros tipos, y que garantizaría que no invadiría si no promovíamos la subversión.  Pero para Kennedy esto es subversión; estamos “fritos”.  Hay un congreso de mujeres que habla del hambre, la miseria espantosa de América Latina, y eso es subversión.

Cuando habló a los mercenarios en Orange Bowl, habló de que él les entregaría la bandera mercenaria en La Habana.  Y el señor Rusk, al hablar recientemente, dijo —el Secretario de Estado yanki— que Estados Unidos no estaba comprometido a no invadir a Cuba; y si se hubiera comprometido, lo habría hecho solamente relacionado con la situación inmediata e independientemente de sus compromisos con los demás países de América Latina.  Así han hablado.

¿Dónde está el compromiso de no invadir a Cuba?  Pero es que, además, resulta insolente que el Secretario de Estado yanki diga que no se han comprometido a no invadir a Cuba.  Como si las leyes internacionales, la Carta de las Naciones Unidas y todas las normas que rigen las relaciones entre las naciones, no lo comprometieran a no invadir a nuestro país, ya que por supuesto no tienen ningún derecho a invadirlo.

Y al hablar así, más que prometer no invadir, reniegan de la obligación que tienen, por el derecho internacional, a no hacerlo.  Y demuestran, además, el alma de gángsters y de piratas que tienen los gobernantes yankis (APLAUSOS).

Yo creo que no hacen falta muchos argumentos.  Ahí están las palabras y ahí están los hechos.  Y es por eso que nosotros decimos que se ha evitado una guerra, bien; pero no se ha ganado la paz, mal.  Esa es la situación.

Los imperialistas andan algo optimistas; se refleja en sus apreciaciones.  No pienso que ese optimismo tenga ninguna razón de ser, sino la subestimación de las realidades del mundo y la subestimación de la fuerza de los pueblos.

Claro está, ellos desean que no se mueva un dedo en la América Latina; ellos desean que los pueblos no luchen.  El ejemplo —por ejemplo— del heroico pueblo venezolano (APLAUSOS) es para ellos una horrible pesadilla.  Ellos desean que les permitan tranquilamente establecer las bases de un largo imperio, a base de una explotación aún más inhumana; porque todos esos programas se basan siempre en una supuesta austeridad que quiere decir más privaciones para los trabajadores, más sacrificio para las masas.

La Alianza para el Progreso —no le quede duda a nadie— no prosperará, porque es, sencillamente, una política de explotación, de dominio y de retroceso, puesto que los socios de esa “Alianza” son tipejos como Stroessner, como Guido, como Rómulo Betancourt, como los Somoza, como la junta de gorilas del Perú.  Esos son los “progresistas”.  Y con esos “progresistas” es la “alianza” del imperio yanki, con lo más retrógrado, lo más reaccionario y lo más antidiluviano de América Latina.

Eso no marchará, eso está llamado al fracaso.  Es un intento desesperado del imperialismo para engañar, para confundir.

En uno de sus discursos, dijo el señor Kennedy que “comparemos Cuba con la 'Alianza para el Progreso’”.  Si comparamos, está perdido el señor Kennedy.  Porque aquí, pese a toda la propaganda imperialista, hay la realidad de que cada niño tiene garantizado un litro de leche diario (APLAUSOS).  Hemos tenido que racionar, sencillamente, porque el empleo aumentó extraordinariamente; cerca de medio millón de personas comenzaron a trabajar, a poseer ingresos; los campesinos dejaron de pagar renta; los alquileres se rebajaron un 50%; toda la enseñanza se hizo gratuita; el servicio de hospitales se quintuplicó; el pueblo tuvo incomparablemente más recursos.  Y era lógico que en esas condiciones tuviéramos que adoptar medidas que garantizaran a todas las familias, por un precio justo, los artículos que necesitaban.  Porque todavía quedaba aquí un número suficiente de ricos como para establecer todo tipo de especulación.  Y si fuese una cuestión de precios, como pasa en los países capitalistas —que ellos lo arreglan con el precio—, suben el litro de leche a dos pesos y alcanza para los que tienen los dos pesos; suben la libra de arroz a tres pesos y, entonces, alcanza para el que los tiene; la carne a cinco, y alcanza para el que tiene cinco pesos.  No hay racionamiento, es algo mucho peor:  le toca todo al que tiene, y no le toca nada al que tiene menos.  Pero ellos tratan de confundir con todas esas cosas.

Decía que nuestro país enfrenta una situación difícil, derivada de dos circunstancias.  De ser, en primer lugar, el blanco fundamental inmediato del imperialismo yanki; y, segundo, las divisiones o discrepancias, o como quisiérasele llamar más o menos optimistamente, dentro del campo socialista.

Nosotros hemos dicho cuál es nuestra posición; nosotros no vamos a echar leña en el fuego de esas discrepancias.  Creo que quien eche leña en el fuego de esas discrepancias, atenta contra los intereses del movimiento revolucionario mundial (APLAUSOS).

Frente al imperialismo esa realidad es amarga, es dura.  Nosotros hemos dicho cuál es nuestra posición; cuál es, según entendemos, nuestro deber:  no echar leña en el fuego de esas discrepancias, sino luchar por la unidad del campo socialista (APLAUSOS), la unidad dentro de los principios —¡la unidad dentro de los principios!— y luchar por ella con métodos marxista-leninistas (APLAUSOS).

El marxismo-leninismo es suficientemente rico en caudal ideológico y en experiencias para encontrar las formas adecuadas para superar esa dificultad, para superar ese obstáculo.  Es cuestión de proponérselo.  Y creo que debemos luchar por eso, debemos luchar por esa unidad, y eso nos proponemos con nuestro criterio muy propio.  ¿Chovinistas?  ¡No!  ¡¡Marxista-leninistas!!  (APLAUSOS.)  Porque el imperialismo, el imperialismo existe y está ahí, peligroso y agresivo; el mundo subdesarrollado existe y está ahí; el movimiento liberador de los pueblos sometidos por el colonialismo y el imperialismo está ahí, luchando, en Angola, en Viet Nam, en América Latina, en todas partes del mundo.  Y esa lucha necesita de todas las fuerzas unidas del campo socialista (APLAUSOS).

Lamentable es, muy lamentable, que hayan surgido esas diferencias.  Y frente a ellas hay que luchar, porque lo primero es unir.  Y lo que Marx dijo, fue:  “¡Proletarios de todos los países:  uníos!” (APLAUSOS.)

Marx y Engels lucharon por esa unión incansablemente, infatigablemente, durante toda su vida.  Y eso es lo que decimos nosotros, nuestra dirección política, nuestro Partido y nuestro pueblo:  “¡Proletarios de todos los países:  uníos!” (APLAUSOS), uníos frente a los enemigos de clase, frente a los enemigos imperialistas, frente a los agresores, frente a los guerreristas.

Esa es la posición de nuestro Partido y de nuestro pueblo, el criterio de nuestra Dirección Nacional y nuestro pueblo, que ha marchado unido en difíciles momentos, en difíciles circunstancias.  Porque nuestro pueblo pasó por grandes pruebas en esos días:  prueba de valor frente a la amenaza de Kennedy, frente a su amenaza de convertirnos en blanco atómico.  ¡Con seguridad que los nervios de este pueblo se alteraron menos que los nervios de los generales del Pentágono yanki!

No faltaron voces aisladas de crítica; no faltó, como era lógico, algún que otro confundido de buena fe, o confundido de mala fe, que hiciera críticas a la Dirección Nacional de las Organizaciones Revolucionarias Integradas sobre la actitud de Cuba a raíz de la crisis, sobre lo de la inspección y sobre los vuelos piratas.  Para esos, al parecer, nosotros debíamos dejarnos inspeccionar como para consagrar el derecho de los imperialistas a decir qué armas podemos o no podemos tener, y retrotraer a este país a la época de la Enmienda Platt en que por nosotros decidía el gobierno de Estados Unidos.

Aceptar la inspección habría sido aceptar estar de acuerdo con tener que rendir cuentas a los imperialistas yankis de qué armas podíamos tener o no tener dentro de nuestro territorio.  Y eso implicaba para nosotros una cuestión de principios, eso equivalía a una renuncia de nuestra soberanía, eso equivalía aceptar la inferiorización de este país entre todos los demás Estados del mundo.  ¡Y nosotros ni aceptamos ni aceptaremos eso!  (APLAUSOS.)

Los que piensen que eso es aceptable, piensan también que es aceptable que desembarquen y que no se les dispare ni un tiro, porque por ese camino se llega a eso.  Y por esos caminos no llegó la Revolución al poder, y por esos caminos no se defendió la Revolución en Playa Girón, sino por otros caminos de firmeza y de decisión de lucha frente a los imperialistas.

Al parecer, esos individuos pensaban que debíamos dejarnos volar, “picar” los aviones yankis sobre nuestras antiaéreas sin dar la orden de fuego.  ¡Y eso de nosotros tampoco podrá esperarse jamás, porque lo que el enemigo ha de esperar siempre, cada vez que nos agreda, será el combate y no la claudicación!  (APLAUSOS Y EXCLAMACIONES DE:  “¡Fidel, seguro, a los yankis dales duro!”)

No faltarán quienes digan, no faltarán quienes puedan tratar de insinuar que fuésemos contrarios a una política de paz.  La respuesta es esa misma:  ¡Queremos paz con derecho, con soberanía y con dignidad!; ¡queremos paz sin renunciar a ser revolucionarios, sin renunciar a la Revolución!  (APLAUSOS.)

Cuando nosotros combatimos a los invasores en Playa Girón, a los que nos bombardearon, a los que nos atacaron, nadie dudará de que estábamos defendiendo la paz; cuando este pueblo se organizó y se decidió a luchar hasta el último hombre o mujer frente a los imperialistas si nos atacaban, nadie podrá negar que estábamos defendiendo la paz, porque la resistencia a la agresión es la lucha por la paz.  La rendición ante los agresores es el camino de la guerra o del avasallamiento de los pueblos.  Nosotros, defendiendo nuestra soberanía y nuestros derechos, defendemos la paz.

Y cuando nosotros les hablamos a los latinoamericanos, y les decimos que hay condiciones objetivas para la Revolución, defendemos la paz, porque tanto más débil sea el imperialismo, menos peligroso será; tanto más débil sea el imperialismo, menos agresor será.  Y la liberación, el movimiento liberador de los pueblos, debilita a los imperialistas y los hace menos agresores, los hace menos peligrosos.  La lucha de los pueblos por su soberanía y su independencia, es la lucha por la paz.

Consideramos, sí, la paz objetivo fundamental de la humanidad.  Luchemos por ella siguiendo los caminos de la soberanía nacional, de la liberación frente a los explotadores y frente a los imperialistas; luchando frente a la explotación imperialista, luchamos por la paz (APLAUSOS).

Somos enemigos de la guerra, y son los imperialistas los que les imponen a la humanidad las guerras.  Y cuanto más fuertes se sientan, más peligrosos serán.  Y por eso, cada pueblo que lucha por su soberanía y por su independencia, defiende la paz.

Así pensamos nosotros, los revolucionarios cubanos, estrechamente unidos.  Los que crean que van a “pescar en río revuelto”, se equivocan; los que crean que frente a esa voluntad de unión y de firmeza y de dignidad de nuestro pueblo, pueden oportunistamente tratar de crear la confusión, poner en duda la rectitud de la dirección revolucionaria cubana, se equivocan lamentablemente, porque sería señal de que no conocen a este pueblo, no conocen las cualidades de nuestro pueblo.  Los que valiéndose de las circunstancias difíciles por las que ha tenido que atravesar y tiene que atravesar la patria, fomentan la división, cometen una lamentable falta de traición contra la Revolución.  ¡Y las masas les saldrán al paso a los intrigantes, a los divisionistas, y seguirán la línea de nuestro Partido y la línea que les trace la dirección revolucionaria!, porque dirán:  ¡Esa es nuestra línea, esa es la línea de nuestros dirigentes y tenemos fe en ella!  (APLAUSOS.)

Esa será la conducta de nuestro pueblo, la conducta de nuestros militantes revolucionarios, que no se desalientan, que no temen a la lucha, que no temen a las circunstancias difíciles, sean cuales fueren.  Y división aquí no habrá; aquí habrá unión, porque la necesitamos, porque tenemos al enemigo imperialista delante queriendo destruirnos, y necesitamos la unidad para resistir, necesitamos la unidad para vencer, necesitamos la unidad más que nunca para salir adelante.  Y con nuestra unidad, nuestra firmeza y nuestra línea, seguiremos adelante, afrontando las dificultades, afrontando los inconvenientes, sean cuales fueren; ejerceremos el derecho a pensar por nuestra propia cabeza y seremos consecuentes (APLAUSOS), seremos consecuentes con nuestro pensamiento revolucionario.  Y ese pensamiento, por encima de todo, tiene una divisa:  ¡Resistir al enemigo imperialista, combatir al enemigo imperialista, seguir adelante, ni un paso atrás en la historia de la patria, ni una vacilación en las filas revolucionarias!  ¡Seguir adelante frente a los imperialistas!  Esos son y serán siempre nuestros enemigos; son y serán los enemigos de América.

¡Seguiremos adelante por el camino de la Revolución, por el camino del socialismo, por el camino del marxismo-leninismo!

¡Patria o Muerte!

¡Venceremos!

(OVACION)

 

RESOLUCION GENERAL DEL CONGRESO DE MUJERES DE TODA AMERICA

Por segunda vez en nuestro continente, las mujeres nos hemos reunido en un gran congreso de unidad.

En 1959, mujeres procedentes de todos los países de América Latina acudimos a Santiago de Chile a discutir los graves problemas que afligen a nuestros hogares y a nuestros pueblos.

Hoy nos reunimos de nuevo no solo las latinoamericanas, sino que también tenemos la alegría de poder saludar la presencia entre nosotras de nuestras hermanas de Norteamérica y Canadá (APLAUSOS).

América se ha unido en nosotras.  Madres del norte, del centro y del sur, mujeres de muy diversas costumbres y pensamientos, hemos podido discutir en un ambiente fraternal presidido por un alto espíritu de unidad, por un deseo de superar todas las diferencias, por el propósito de hallar juntas un objetivo común de lucha.

Este congreso ha servido, además, para comprobar el apreciable avance de las organizaciones femeninas de América, que han crecido en vigor desde que en el congreso de Chile descubrimos que la política de explotación feroz del imperialismo es la causa del atraso, la miseria, la ignorancia y el abandono en que viven millones de hijos de nuestro rico continente (APLAUSOS).

El hecho de que la sede de este congreso haya sido Cuba, Territorio Libre de América, nos ha permitido ver convertido en realidad ante nuestros ojos nuestros sueños de un mundo donde la salud, la educación, la vivienda y la alimentación adecuada están garantizadas para nuestros hijos.

Las mujeres de América y del mundo anhelamos simplemente eso:  una vida de seguridad, de bienestar y de progreso para nuestros hijos.  Esas son las reivindicaciones esenciales que existen en el corazón de todas las madres.

Deseamos vivir en un mundo liberado de la garra del hambre y la incultura, liberado para siempre de la amenaza de la guerra atómica.

Nuestros hijos vienen a la vida a ser felices, y nos corresponde a nosotros —la generación presente— ganar para ellos las garantías de esa felicidad.

Millones de mujeres se han incorporado ya en ese noble empeño; pero aún restan millones de ellas por sumarse a la lucha por sus reivindicaciones, a la lucha por la liberación de sus pueblos, a la lucha por la paz.

El Congreso de Mujeres de toda América llama ardientemente a las madres americanas a cimentar la más estrecha unidad dentro de sus respectivos países y a unirse con las madres de todo el mundo en la lucha contra la miseria, el atraso, la incultura y la explotación imperialista.

El Congreso de Mujeres de toda América exhorta por la liberación de nuestros pueblos, por el respeto a la autodeterminación y soberanía de los Estados, por el desarme general y completo, y por la consecución de un mundo de paz donde florezca el bienestar, el progreso, el poder creador de la humanidad.

¡Viva la unidad de las mujeres del mundo!  (EXCLAMACIONES DE:  “¡Viva!”)

¡Viva el Congreso de Mujeres de toda América!  (EXCLAMACIONES DE:  “¡Viva!”)

¡Viva la paz!  (EXCLAMACIONES DE:  “¡Viva!” Y APLAUSOS.)

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