Discurso Pronunciado por el Comandante en Jefe Fidel Castro Ruz, Primer Secretario del Comité Central del Partido Comunista de Cuba y Presidente de los Consejos de Estado y de Ministros, en la Clausura del IV Congreso de los CDR, efectuada en el Teatro "Jesús Garay", de Guanabacoa
التاريخ:
Compañeras y compañeros dirigentes nacionales de los CDR que acaban de ser elegidos:
Compañeras y compañeros dirigentes de los CDR de la provincia Ciudad de La Habana:
Compañeras y compañeros delegados al IV Congreso de los CDR por esta provincia:
Pienso que estos son tiempos de mucho trabajo y pocos discursos; pero me imaginaba que iba a ser ineludible, al asistir a esta sesión, que me dieran la honrosa tarea de la clausura. Ese es mi destino: clausurar y clausurar congresos (RISAS).
Al llegar al mediodía a esta sesión, me encontré con que la ventilación de esta sala se había interrumpido. Digo, no faltaba más que eso, porque se convirtió la sala en un horno, y yo los veía a ustedes con los improvisados abanicos. Creo que no había uno solo sin un abanicó echándose fresco, hasta yo recibí el fresco de los abanicos de ustedes (RISAS), y todavía los están usando, con razón, a pesar de que surgió la feliz idea de abrir las viejas ventanas y la naturaleza ha querido ayudarnos con algún poquito de brisa —por lo menos aquí se siente, no sé si la naturaleza nos quiere ayudar solo a nosotros—, y eso, por lo menos, aminora el gran sacrificio que significaba estar en un horno para clausurar este evento.
Debo decir que la idea de celebrar el congreso con sesiones por provincias fue realmente una original y brillante idea, diría que fue el método de los congresos en el período especial. Por eso se ha podido ahorrar muchísimo, porque calculen ustedes cuántos gastos se ahorraron; gastos de combustible, que está tan escaso, y de transporte en general trenes u ómnibus.
Además, lo importante no ha sido solo el ahorro, según me han explicado los compañeros. He seguido por la prensa y por la televisión las distintas sesiones, lo que se ha publicado; no estoy tan familiarizado con los detalles como los compañeros que participaron en cada una de las sesiones del congreso, por eso no era tal vez el más indicado para hacer la clausura, porque, realmente, no podía estar en las sesiones de todas las provincias.
Todos me cuentan que ha sido de un efecto magnífico la celebración de esas sesiones, que los debates estaban muy asociados a los problemas de cada región y de cada provincia, que se discutió a fondo y que han intervenido más de 300 delegados. Eso creo que es una cifra récord en un congreso, porque nunca he visto ningún evento, ni siquiera aquellos de la deuda externa que duraban muchos días, en que hayan podido participar 300 personas en los debates.
Hay otro hecho, y es que se calculaba el Congreso Nacional, si se hubiera efectuado aquí en la capital, con la participación de 800 personas, y de esta forma han participado alrededor de 2 600 delegados. Así que nunca hubo tanta posibilidad de expresar opiniones, nunca hubo tanta participación, nunca hubo tanta vinculación con los problemas locales, y este ha sido uno de los resultados de tan formidable idea.
Tengo entendido que otras organizaciones están pensando hacer las cosas de forma más o menos similar.
Me hablaron también de que en esta ocasión los fueron electos por los municipios directamente y no por las provincias. De modo que no se podía haber hecho un proceso más democrático, más amplio, con mayor participación que este proceso que se acaba de realizar, tan necesario y tan oportuno en el momento que vive el país.
Se han podido discutir los problemas fundamentales, todas las materias posibles; pero se ha puesto el énfasis en las cuestiones claves y decisivas de este momento: todo lo relacionado con la defensa de la Revolución, lo número uno, y todo lo relacionado con la lucha contra el lumpen, los antisociales, el delito y los actos vandálicos.
Contrarrevolución y actividades de esta índole están bastante asociadas, porque, naturalmente, la contrarrevolución es una exhortación incesante a violar la ley, a cometer delitos, a crear problemas, y los cientos de horas de radio con que cuenta la contrarrevolución las dedica precisamente a promover todo tipo de formas delictivas en nuestro país, a promover fecharías, a promover actos de vandalismo y a promover sabotajes que afecten al país en estas condiciones.
Si tales hechos siempre, de una u otra forma, han ocurrido, en esta época resultan mucho más dañinos para nuestro país, para nuestra sociedad, para nuestra Revolución. Claro, no estamos viviendo en tiempos idílicos. Tiempos idílicos y de abundancia hubo aquí durante muchos años; tiempos idílicos hemos conocido y tiempos de abundancia que, incluso, dieron lugar a que no siempre se utilizaran adecuadamente los recursos, a que se crearan ciertos hábitos de despilfarro.
Tiempos difíciles son estos, tiempos verdaderamente difíciles, por eso la combatividad de los CDR no debe ser comparada con la de los años sesenta, después que se fundó la organización. Aquellos eran tiempos con dificultades, aquellos eran tiempos con enfrentamientos fuertes entre la Revolución y la contrarrevolución, eran tiempos de planes de sabotajes, de atentados; eran tiempos en que existían alrededor de 300 organizaciones contrarrevolucionarias. Recuerdo que aquel mismo día que se lanzó la idea de crear los comités, el 28 de septiembre de 1960, explotaron cuatro bombas; las cuatro bombas inspiraron la idea, realmente, de la creación de los Comités de Defensa de la Revolución (APLAUSOS).
Eran, por eso —digo—, tiempos con dificultades y tiempos de lucha, pero no eran tiempos tan difíciles como estos, porque entonces existía la URSS, existía el campo socialista, no vivíamos en un mundo unipolar bajo el hegemonismo de Estados Unidos; es decir, bajo el hegemonismo del imperialismo yanki. Había otras circunstancias, aunque ya se había iniciado el bloqueo: con una tonelada de azúcar se compraban ocho de petróleo. Esto lo he dicho otras veces y lo seguiré diciendo, porque es necesario que esta idea se conozca, se comprenda, se concientice: hay en esto una tremenda diferencia entre aquel año 1960 y este año 1993.
Yo diría que si hoy se pudieran comprar ocho toneladas de petróleo con una tonelada de azúcar, no tendríamos las dificultades con el combustible que tenemos, ni los apagones, ni otros problemas energéticos similares. ¡Ah!, pero como consecuencia de los conflictos del Medio Oriente, la organización de los productores de petróleo en la OPEP —es decir, en la creación de una organización monopólica que prácticamente decide los precios— ha dado lugar a que en el mundo de hoy los países que tenían otras producciones básicas, los países del Tercer Mundo que no son petroleros, tengan que pagar con café, o con fibras, o con minerales y otros productos el petróleo, a un precio seis o siete veces superior al que tenían que pagarlo antes.
Algo más, en el año 1960 había organizaciones que protegían los precios de los productos básicos: convenio azucarero, convenio cafetalero, convenio del cacao, muchos tipos de convenios que procuraban proteger los precios de los productos de exportación de muchos países del Tercer Mundo, y esos convenios prácticamente han desaparecido como consecuencia de la nueva filosofía capitalista y de las concepciones neoliberales prevalecientes, que han dejado a muchos países en condiciones muy difíciles como consecuencia de esta caída de los precios de los productos de exportación y la elevación de los precios del combustible.
Si existiera ahora la relación de intercambio que como ya mencioné había en 1960, no tendríamos muchos de los problemas actuales, aunque se haya derrumbado el campo socialista. El golpe más fuerte lo recibimos porque al menos con el campo socialista, con la URSS, habíamos mantenido aquella relación de intercambio entre petróleo y azúcar que había en 1960. Al desaparecer la URSS, desaparece esa relación de intercambio no solo con el petróleo, sino también con las demás mercancías que comerciábamos, desaparecen créditos, desaparecen suministros de piezas, fertilizantes, cereales, materias primas y desaparecen muchas cosas, de una manera abrupta, que llevaron a nuestra economía a una situación tan difícil.
Mientras existía la URSS nos defendíamos del bloqueo; mientras existía la URSS, el campo socialista y las relaciones económicas que teníamos con ellos, era más soportable el bloqueo, bloqueo que nos hace hoy un daño incomparablemente mayor, puesto que no tenemos aquel magnífico punto de apoyo para combatirlo, ya que no tenemos aquellos recursos y aquella solidaridad que emanaba del campo socialista y fundamentalmente de la Unión Soviética.
Antes el bloqueo hacía daño y durante 30 años hizo mucho, pero el daño más terrible nos lo hace ahora, cuando ese bloqueo se ha intensificado, cuando ese bloqueo lo lleva a cabo el poder hegemónico en el mundo y cuando ese bloqueo se aplica en las nuevas condiciones, sin la existencia de aquellos factores que tanto nos ayudaron a la lucha contra el imperialismo y contra el bloqueo.
Esta situación no nos afectó solo en el terreno económico, nos afectó también en el terreno militar y nos afectó en el terreno político. Aquellos países tenían una posición determinada en los organismos internacionales; hoy tienen otra, en general, las posiciones que traza el imperialismo. La URSS se desintegró en un montón de países, cada uno de esos países ha caído en una dependencia tremenda de occidente y de Estados Unidos, y, naturalmente, su comportamiento con relación a Cuba en las organizaciones internacionales es diferente al que tenía la URSS.
Todos estos son factores a tener en cuenta para establecer la diferencia entre 1960 y este momento. En este momento a la Revolución hay que defenderla con mucha más energía, con mucha más fuerza, porque las condiciones son más difíciles; en este momento el imperialismo cree o apuesta a que Cuba no podrá resistir. Saben estos problemas que estoy explicando aquí y que, encima de todo esto, se presentaron determinadas calamidades naturales realmente insólitas, y, sobre todo, inoportunas.
El pasado año tuvimos sequía fuerte en el segundo semestre del año, período importante todavía para el crecimiento de la caña; en cambio, después que empezó la zafra, se produjeron lluvias constantes en pleno período de zafra, resultado tal vez de cambios climáticos, de estos fenómenos nuevos que se van presentando. Tuvimos la Tormenta del Siglo. No se imaginan ustedes qué sufrimiento era ver aquellos platanales, cientos de caballerías con microjet, arrasados por vientos de más de 150 kilómetros por hora y a veces hasta de 200 kilómetros —fui testigo presencial de eso, porque visité inmediatamente aquellas plantaciones—, como consecuencia de una tormenta que barrió las dos terceras partes de la isla, afectando todos los cultivos, incluido el tabaco, desde occidente hacia oriente, en una época que no era de ciclones, sino época normal. Los ciclones eran de esta época, desde julio hasta octubre o noviembre, pero no eran de febrero; fue un ciclón invernal, a la inversa, soplando en dirección contraria, un fenómeno realmente insólito, pienso que sin precedentes.
La Tormenta del Siglo, las lluvias, la sequía primero en el segundo semestre del año anterior, sobre todo, en los meses de septiembre, octubre, noviembre, la combinación de todos estos factores redujo la cantidad de caña disponible; pero no solo redujo la cantidad de caña disponible, sino que realmente hizo imposible moler toda la caña de que se disponía; quedaron cañas en los campos para un millón de toneladas de azúcar.
Hay otros factores que intervinieron también, determinados suministros, determinadas carencias de piezas, o de gomas, o de neumáticos, a pesar de los enormes esfuerzos que se hicieron para obtenerlos. Todo ello trajo como consecuencia que el país produjera 2 millones menos de toneladas de azúcar; es decir, una pérdida equivalente a casi 500 millones de dólares. Imaginen ustedes, en pleno período especial, la pérdida de 500 millones de dólares solo por el concepto del azúcar dejada de producir.
A estos factores se unen otras cosas. Antes producíamos más azúcar todavía, hasta 8 millones producíamos; pero el país se quedó sin herbicidas, sin fertilizantes, con una escasez de combustible considerable que afectó, naturalmente, estas producciones y no solo en el área cañera.
El enemigo conoce todas estas dificultades que tenemos y alimenta la esperanza de que el país no pueda resistir.
Unido a esto, este mismo año 1993, se produce esa misteriosa epidemia de neuritis, a la que hubo que dedicar recursos importantes y el esfuerzo de decenas de centros de investigación, porque era realmente una pesadilla ver el incremento diario de casos. A pesar de que abrimos las puertas a la comunidad científica internacional e invitamos a las organizaciones internacionales de salud, a los centros de investigación de Europa, e incluso de Estados Unidos, ya que somos vecinos y este era un problema que tenía que interesarles también a ellos, a pesar de que han participado en los análisis decenas de centros de investigación, o de personalidades, o de científicos destacados, esta es la hora en que no se ha podido conocer todavía con rigor las causas de esta epidemia; pero sí podemos decir que el país se enfrentó a ella resueltamente, buscó recursos, realizó ensayos clínicos para ver cuál debía ser la terapéutica más adecuada y se idearon medidas preventivas para resolver cualquier posible déficit de vitaminas que pudiera estar influyendo de una manera o de otra, o porque las vitaminas ayudan a combatir, como una medicina, muchos de estos problemas neurológicos.
Se adoptaron todas las medidas para prestar atención a lo largo y ancho del país a todos los pacientes, de modo que llegamos a tener algo más de 50 000 diagnosticados. Esto no quiere decir que hayan sido
50 000, siempre está lo que se llama el hiperdiagnóstico; es decir, muchos casos que en situación de epidemia se clasifican como una enfermedad y realmente es otra cosa. Fueron decenas de miles de personas las afectadas, pero lo que podemos decir hoy es que en esa batalla librada por nuestro pueblo hemos salido victoriosos, y de una situación en que se presentaban a veces hasta cientos de casos diarios, llegó el momento en que pasaban días sin que se presentara un solo caso. De modo que podemos decir que en este momento se ha obtenido una victoria contra la enfermedad, en pleno período especial y en medio de todas las demás calamidades que he mencionado. Así que nuestro pueblo no se desalienta, no se desmoraliza y se enfrenta a los problemas, sean los que sean, valiente y dignamente, no importa cuán grande sean las dificultades. Y el enemigo también conoce eso.
El enemigo imaginó que Cuba no podía resistir ni un año, ni seis meses, y han transcurrido casi cuatro años desde el desmerengamiento —como hemos dicho otras veces— del campo socialista; han transcurrido casi cuatro años y nos hemos enfrentado a problemas muy serios. No dejamos de fortalecer nuestra defensa, de preparar el terreno para el combate, de crear protección para la población en caso de guerra; no se descuidó la preparación de las fuerzas armadas, se idearon infinidad de cosas realmente ingeniosas para garantizar la preparación combativa, aun en las condiciones de período especial, con las armas que teníamos, y son bastantes. El país no se desmoralizó ni se desalentó en ningún terreno, ni dejó de realizar el esfuerzo que se requería en cada caso, en cada circunstancia, para cada cosa.
En septiembre de 1960 se crearon los Comités y en 1961 ya estaban creados todos a lo largo del año (APLAUSOS); en 1961 tuvimos Girón y en 1962 la Crisis de Octubre, hemos tenido unas cuantas cosas, situaciones que se han enfrentado todas con una gran valentía, con un gran heroísmo. Pero estos tiempos son más difíciles, mucho más difíciles, tenemos que estar conscientes de eso; se requiere un esfuerzo mayor, se requiere una valentía mayor, se requiere un heroísmo mayor, se requiere una inteligencia mayor, se requiere una organización más eficiente, se requiere una moral más alta, se requiere una lucha más tenaz, precisamente para preservar la patria, la Revolución y las conquistas del socialismo.
Sobre esto hablé extensamente el 26 de julio, qué significaba esto de las conquistas del socialismo, porque en las condiciones actuales no podríamos plantearnos los objetivos que nos planteábamos en otro momento histórico cuando existían el campo socialista y la URSS, cuando no existía el mundo unipolar, cuando no se habían producido estos brutales cambios en el mundo que nos obligan a nosotros, con un sentido muy práctico, con la inteligencia y la serenidad requeridas, a adoptar medidas para enfrentar estos problemas y hacer cosas que no habríamos hecho en condiciones normales; porque nosotros estábamos precisamente en pleno período de rectificación, y estábamos avanzando en muchos campos y resolviendo importantísimos problemas. Fue un crimen realmente que, coincidiendo con ese proceso de rectificación y cuando ya llevábamos alrededor de tres años trabajando en esa dirección, empezara a producirse la desintegración del campo socialista y de la URSS.
Nosotros nos sentíamos satisfechos, muy satisfechos, con lo que estábamos haciendo. Solo en el terreno de las viviendas, para citar un ejemplo, ya habíamos desarrollado una industria de materiales capaz de producir los recursos suficientes para 100 000 nuevas viviendas por año y la reparación de todas las antiguas viviendas que fueran necesarias. Habíamos creado una base de materiales de construcción tremenda solo en ese terreno, sin contar las cosas que veníamos haciendo en la agricultura, desde la construcción de nuevos centros porcinos, nuevos centros de carne avícola, nuevos centros para la producción de huevos hasta numerosos nuevos planes ganaderos, sistema ingeniero en el arroz, de riego y drenaje parcelario en la caña, reconstrucción y multiplicación de la voluntad hidráulica, todo un conjunto de programas ambiciosos, porqué incluso el programa alimentario empezó con la rectificación, antes del período especial.
Veníamos haciendo muchas cosas importantes. Ustedes recordarán aquí, en Guanabacoa mismo, cuando se inauguraba un día un círculo infantil, un policlínico, una escuela especial. Ustedes recordarán aquel programa que permitió construir en la capital 105 círculos infantiles en dos años, los programas de construcción de las 24 escuelas especiales, los programas de construcción de los policlínicos, la resurrección de las microbrigadas y demás planes que se venían haciendo. Uno tiene que acordarse con dolor de todo eso, porque es lo que veníamos haciendo durante el proceso de rectificación, antes de que surgieran estas catástrofes. Es decir que nosotros estábamos satisfechos con lo que veníamos haciendo.
Hemos tenido que ajustar el proceso de rectificación al período especial, porque continuamos los mismos objetivos y los mismos propósitos de defender, consolidar y hacer avanzar la Revolución; pero adaptados ahora a las condiciones de período especial. Tenemos que rectificar muchas cosas, innovar muchas cosas, combatir muchos problemas; porque, lógicamente, con esta situación surgen y surgirán nuevos problemas. Y una contrarrevolución alentada, un imperialismo lleno de ilusiones, no sueñan con otra cosa que con exigirle cuentas a la Revolución y barrer la Revolución Cubana de la faz de la Tierra.
Es por eso, compañeras y compañeros, que hoy se necesita de nosotros muchas más virtudes, mucho más coraje, mucha más moral, mucha más firmeza, frente a todos estos problemas acumulados, algunos resultado de procesos políticos internacionales y otros resultado de calamidades naturales que se han unido, creando una situación tan difícil en este año de 1993.
Hay que ver todos los problemas de transporte que tenemos hoy, cómo se redujo inevitablemente el número de viajes en la capital; hay que ver los esfuerzos realizados para mantener lo que tenemos y nuevas ideas, como los famosos trenbús que se han estado fabricando y de los que se van a fabricar más y otras fórmulas que se han ido aplicando. No puede olvidarse la asignación de casi un millón de bicicletas a esta ciudad.
Tenemos los problemas del exceso de circulante que lógicamente tenía que producirse si no se lanzaba a nadie para la calle, si no se dejaba a nadie sin un ingreso, si no se aplicaban las llamadas políticas de choque despiadadas que tienen lugar en los países que aplican el neoliberalismo, era lógico que se produjera el exceso de circulante, el exceso de dinero y muchos de los fenómenos a los cuales tenemos que estarnos enfrentando hoy, originados en el hecho de que estamos luchando y trabajando en circunstancias anormales. Los bienes y servicios disponibles no se corresponden con el exceso de dinero ni con muchas necesidades de la población. Todo eso se prestaba de caldo de cultivo para el desarrollo de tendencias negativas y para la exhortación y la incitación a los hechos vandálicos, a la delincuencia, al robo, etcétera.
Las escaseces existen y son muy reales. No disponemos de los recursos de que disponíamos hace 10 años, hace cinco años, hace cuatro años, hasta que se empezó a desintegrar el campo socialista; no disponemos de esos recursos, estamos conscientes de las escaseces que tenemos.
Estamos conscientes de las ilusiones del imperialismo y estamos conscientes de todas sus maniobras, sus planes y sus movimientos, de su estrategia de dividir al país, de utilizar todos los recursos y todos los factores para desmoralizar a la Revolución, para debilitar a la Revolución, porque seguramente están admirados de la capacidad de resistencia que en estas condiciones ha demostrado nuestro pueblo, y realizan todo un conjunto de maniobras, que estamos viendo y las estamos observando todos los días.
Ustedes se han referido a diversos pasos, a diversos hechos, a diversas circunstancias en algunas de las cuales yo no quiero adentrarme ahora. Solo les digo que la Revolución tiene que ser más inteligente que el imperialismo, más inteligente que sus enemigos y que debe prever cada una de las cosas que puedan hacer, cada una de las cosas que hacen y por qué las hacen, con qué objetivos y cómo combatirlas. Uno de los objetivos principales es dividir, por eso es tan importante unir, mantener la cohesión y la disciplina en las filas porque, desde luego, la estrategia imperialista es agrietar las filas del pueblo, promover conflictos internos y encontrar en ello una justificación para la intervención militar en nuestro país.
Nadie sabría qué desastrosas consecuencias tendría esto, porque naturalmente que vamos a luchar (APLAUSOS), y vamos a luchar más allá de lo que nadie se pueda imaginar. Vamos a luchar contra mercenarios, contra expediciones y contra invasiones imperialistas y lo que sea. Y la vida les está enseñando que no es tan fácil apoderarse de un país y aplastarlo.
Creo que lo que está ocurriendo en la propia Somalia es un ejemplo de dónde están los límites de la fuerza del imperialismo, y nosotros podemos asegurar —porque conocemos a nuestro pueblo, conocemos las cualidades de nuestro pueblo— que aquello no sería nada en absoluto comparado con lo que aquí se encontrarían quienes con cualquier pretexto intentasen ocupar a nuestra patria.
Son muchas las cosas que se están jugando, no solo la independencia, la Revolución y las conquistas del socialismo, ¡la vida misma del país!, porque los revolucionarios no se resignarán jamás a ser de nuevo una colonia yanki, no se resignarán jamás a ser un territorio ocupado por yankis o por tropas extranjeras (EXCLAMACIONES DE: "¡Nunca!"), y hay suficiente vergüenza, hay suficiente heroísmo, hay un número suficientemente alto de revolucionarios para derrotar a tales enemigos, empleando las tácticas y medios adecuados si intentasen apoderarse de nuestro país.
Pero ellos hacen los mayores esfuerzos para debilitarnos políticamente, para desmoralizamos, para dividirnos. Esa es la estrategia del imperialismo y de sus agentes dentro del país, y frente a cada una de estas maniobras tenemos que hacer conciencia, mucha conciencia; tenemos que meditar, tenemos que desenmascarar, tenemos que denunciar, tenemos que explicar.
Claro, se tomó conciencia de que una de las armas que estaban utilizando era el vandalismo, la incitación al vandalismo. Se tomó conciencia de que el enemigo estaba fomentando el delito, estaba fomentando los actos antisociales, y la dirección del Partido y del Gobierno, en coordinación con todos los factores, digamos, elaboraron la política de lucha contra el delito, contra el vandalismo y otras actividades que se asocian a los planes de la contrarrevolución, sumamente nocivas, sumamente negativas, porque intranquilizan a la población, indignan a la población, irritan a la población, causan un daño tremendo a la economía, causan un daño tremendo a la distribución de los productos, por lo cual era necesario darles una batida incesante, constante y ganar esa batalla. Ya se empiezan a observar los primeros síntomas de ese esfuerzo, en un evidente repliegue de estos elementos que estaban envalentonados. Es que si la Revolución realmente moviliza a sus fuerzas organizadas, sus colosales fuerzas, el enemigo contrarrevolucionario tiene muy pocas perspectivas de éxito, el enemigo imperialista tiene muy pocas perspectivas de desmoralizar a la Revolución.
Este congreso tiene lugar, precisamente, en estos momentos cruciales, y ha significado una inyección de combatividad para nuestro pueblo. Era necesario que los Comité de Defensa de la Revolución enarbolaran esas banderas con toda la fuerza, puesto que es la organización más masiva, más omnipresente, de modo que puede decirse que sin los CDR no se habría podido escribir la historia de la Revolución (APLAUSOS).
Cuando los obreros están descansando y las fábricas están paradas, los CDR están allí, de día y de noche, los días laborales de la semana y los fines de semana; a todas horas, en todo momento, todos los días, están presentes los CDR en la base, en el seno del pueblo y en el corazón del pueblo.
Por algo el enemigo tanto trataba de desacreditar a los CDR y de combatir a los CDR, porque sabe que es una organización formidable, poderosa, adecuada para librar la lucha junto al pueblo, junto al Partido, junto al Gobierno, junto a las FAR, junto al Ministerio del Interior, en la defensa de la Revolución.
Es verdad que durante años los CDR hicieron infinidad de cosas de tipo social, y todavía las hacen y tienen que hacerlas; es indispensable que den todo el apoyo a lo económico, pero su tarea número uno es la defensa de la Revolución (APLAUSOS), y verán ustedes cómo frente a las dificultades, con inteligencia, con serenidad, con valentía, nos iremos enfrentando a todos los problemas, los problemas materiales y los problemas políticos.
Hoy hay una conciencia como jamás la hubo en el seno de las fuerzas revolucionarias, y si los revolucionarios de 1868 fueron capaces de luchar 10 años, en plena manigua, cuando no se encendía un bombillo, o una luz, cuando las fuerzas adversarias ocupaban el territorio; si en condiciones tan difíciles de plena manigua, los antecesores nuestros del siglo pasado fueron capaces de luchar 10 años, yo les pregunto a los revolucionarios de hoy, ¿cuánto tiempo seremos capaces de luchar aun en las condiciones más difíciles? (EXCLAMACIONES DE: "¡Lo que sea!") ¡Diez años, y cien años, y mil años! (APLAUSOS.)
Esa debe ser nuestra idea, esa debe ser nuestra conciencia, esa debe ser nuestra firmeza, esa debe ser nuestra confianza en nuestro pueblo y sus valores, valores que son extraordinarios, y qué mejor prueba que algunas de las que se han señalado aquí, qué mejor prueba que la de haber disminuido este año aún más el índice de mortalidad infantil. Hasta este momento —no tengo los datos exactos, precisos aquí—, tengo entendido que en los meses anteriores el índice de mortalidad infantil estaba por debajo de 10, en 9,3 nacionalmente me dicen, a pesar de la atención y energía que exigió la epidemia.
¿Pero qué más extraordinaria cosa que haber roto en el año 1992, en pleno período especial, el récord de donaciones de sangre? ¿Qué más ejemplo que la idea de superar este año ese récord, récord que ya se habría superado de no ser porque, en ocasiones, faltaban materiales y recursos para tomar las propias donaciones? (APLAUSOS.) ¿Qué ejemplo puede haber mejor que eso, de espíritu solidario, de espíritu humano, del que puede sentirse orgulloso nuestro pueblo?
Es cierto, Sixto, que no es en un año normal; es cierto que nuestros índices de alimentos se han reducido, tanto en cantidad como en calidad, comparados con los niveles que teníamos. Es decir que esa sangre se está donando, incluso, en condiciones de escaseces grandes de todo tipo y en condiciones de escaseces de alimentos, es el mérito que tiene (APLAUSOS). Eso da una idea del temple de nuestro pueblo. Y con razón los jóvenes aquí decían que se hablaba de los jóvenes con problemas, pero que hay cientos de miles, que hay millones de jóvenes que son trabajadores, que son luchadores, que son patriotas y que son revolucionarios (APLAUSOS).
Se habla del lumpen, se habla de los antisociales, y los hay; se habla de jineteras, y las hay, aunque nadie las consagra, aunque nadie las autoriza; son fenómenos reales existentes, y que existían también antes. Siempre se presentó a lo largo de la Revolución ese problema, la Revolución luchando contra la prostitución, y algunas cabezas desorganizadas buscando un oficio en la prostitución. De todas maneras cumplimos nuestro deber con combatir ese fenómeno; pero al lado de esos casos que nos avergüenzan, ¿cuántos millones de jóvenes, de personas, en general, y de mujeres, en particular, son honestas, son patriotas, son revolucionarias? (APLAUSOS.)
Estos elementos, estos factores, estas tendencias antisociales, estimuladas por el enemigo, estimuladas por las circunstancias adversas y difíciles que estamos atravesando no nos deben desanimar jamás, ¡y jamás deben hacernos perder la fe y la confianza en el pueblo, en las masas, en los revolucionarios! (APLAUSOS.)
Con esta fuerza, con estos factores contamos, y creo que nuestro país en estos momentos está escribiendo una página sin precedente en la historia.
La historia nos asignó una tarea que no fue solicitada por nosotros, pero nos impuso un período especial, en un mundo unipolar, bajo el hegemonismo de los que quieren destruirnos, cuya fuerza, como decía antes, tiene límites, y ese límite solo lo pueden poner los pueblos con su valentía, su combatividad, su heroísmo; pero al enfrentar estas dificultades con la presencia de ánimo, con la dignidad con que lo está haciendo nuestro país, podemos asegurar que nunca ninguna revolución enfrentó dificultad mayor, nunca ninguna revolución realizó proeza mayor que la que está realizando nuestro pueblo en este momento. Como puedo decir que ninguna revolución fue más humana que esta, ni más solidaria que esta, ni más generosa que esta, ni más pura que esta, y la pureza de la Revolución se mide precisamente en la conciencia que expresa nuestro pueblo, la pureza de la Revolución se mide en el heroísmo que es capaz de inspirar esa Revolución, la pureza de la Revolución se mide en su capacidad de resistir, porque solo una revolución con esas características que he mencionado podría estar cumpliendo el papel que está cumpliendo en este momento la Revolución Cubana.
Y les puedo asegurar que es enorme la esperanza que tienen muchos pueblos en nuestra Revolución, es enorme la admiración que sienten hacia Cuba, es enorme el deseo de que nosotros podamos salir adelante, porque saben que si el imperialismo lograra aplastar la Revolución Cubana, sería una tragedia y sería una derrota de toda la humanidad. Por eso tanta gente tiene sus esperanzas puestas en la Revolución Cubana, cosa que nosotros hemos podido ver personalmente en nuestros viajes.
No tendría que extenderme al hablarles de la reciente visita a Bolivia y cómo nos admiró extraordinariamente la actitud de aquel pueblo, su sentimiento de amor hacia Cuba, de respeto y de admiración; su sentimiento de solidaridad, algo verdaderamente increíble, no se puede describir, en pueblos que viven en el Altiplano, a miles de metros de altura, que se decía que eran pueblos fríos, que no eran pueblos muy entusiastas, y pocas veces hemos visto un entusiasmo tan grande y un pueblo tan maravilloso, puede decirse, como el que vimos allí en Bolivia.
Más que nunca ha crecido la simpatía y la admiración por la Revolución Cubana en las masas, de modo que tenemos no solo el deber de luchar por nosotros mismos y por nuestras propias esperanzas, sino luchar por las esperanzas de los demás pueblos del mundo; porque en todas direcciones, y tanto en países del Tercer Mundo como en países desarrollados, vemos crecer la simpatía, la admiración y el respeto por el pueblo de Cuba, y la solidaridad con la Revolución Cubana (APLAUSOS). De esto realmente nos sentimos y nos tenemos que sentir orgullosos.
Una buena lección se llevarán los enemigos al subestimarnos, al hacerse ilusiones, porque el pueblo de Cuba y la Revolución Cubana son un hueso muy duro de roer, por increíblemente difíciles que sean las circunstancias. Y si los Comités de Defensa de la Revolución no hubieran nacido el 28 de septiembre de 1960, tendrían que nacer hoy (APLAU SOS PROLONGADOS). De modo que si el año 1960 fue el año en que nacieron, y por eso pasará a la historia, el año 1993 también pasará a la historia como el año en que renacieron llenos de energía y de vigor, con más coraje, con más dignidad y con más espíritu de lucha que nunca los Comités de Defensa de la Revolución (APLAUSOS).
¡Socialismo o Muerte!
¡Patria o Muerte!
¡Venceremos!
(OVACION)