El primer retrato
Al periodista cubano Pedro Martínez Pírez, quien en 1961 era diplomático en Quito, Ecuador, mi padre manifestó su deseo de visitar Cuba para conocer al Comandante en Jefe. La petición fue cumplida, y el 6 de mayo de aquel año, en el Instituto Cubano
de Amistad con los Pueblos (ICAP), en La Habana, se conocieron Fidel y Guayasamín.
Desde aquel instante hubo muy buena relación, y fue ese día donde le hizo el primer retrato. Mi padre decía que la realización de aquella pintura duró unos 40 o 50 minutos. Contaba que Fidel nunca posó, sino que se movía de un lado a otro, y en el menor instante que se detenía para revisar un documento o conversar con alguien en el ICAP le captaba los rasgos.
Pasado el tiempo mi padre lo llamó para mostrarle la obra y el Comandante no creía que en menos de una hora la había terminado. Fidel quedó estable, mirándola, y Guayasamín dijo que el tiempo en que estuvo observándola hubiese sido suficiente para
hacerle otra.
Aquel primer retrato se llevó a la embajada de Ecuador en La Habana, para entregárselo en los días siguientes. De la ceremonia oficial hay fotografías publicadas en la prensa, pero nadie se encargó de recoger la pintura y, por sorpresa, misteriosamente, se perdió. Nunca ha aparecido. Pero aquel hecho dio motivo a una amistad profunda entre Guayasamín y Fidel, y permitió que vinieran nuevos encuentros y tres cuadros más, todos realizados en La Habana y bien protegidos en Cuba.
Guayasamín también pintó a los revolucionarios cubanos Raúl Castro, Armando Hart, José Ramón Fernández y Antonio Núñez Jiménez. Él no retrató a nadie que no quisiera y respetara, pero con Fidel había más que respeto, había una admiración y cariño especial. Para mi padre, él fue un ejemplo, como lo fue para todos los desposeídos del mundo.